5 situaciones clásicas del primer día de trabajo

Te llamaron y escuchaste la maravillosa frase que te hizo celebrar como si fuese Año Nuevo: “El puesto es tuyo, te esperamos el lunes a las 9.00”. Gritos tras cortar, wasap a todos los grupos (hasta al de la junta de vecinos probablemente) y mucha, mucha felicidad.

El domingo anterior dormiste poco y te desvelaste pensando qué ponerte. Porque fuiste al mall y te compraste con muchas cuotas varias alternativas para ese primer día que te tiene más nerviosa que Jadue encontrándose con un chileno en Miami. Algo que no parezca demasiado formal: “Ni ahí con parecer madrina de matrimonio gringo”, pero tampoco relajado. “No vayan a pensar que soy una discípula de la Paola Olcese”. Todas las inseguridades juntas y aumentadas como todo lo que se puede aumentar a las 3 de la mañana. A las 6 am ya estás en la ducha. A las 7, ya te has cambiado 16 veces de ropa, pero lograste la tenida piola que según tú te hará ver bien, pero no escandalosa ni tampoco candidata a ser descuerada por el resto de las mujeres de la oficina. Porque, ¿han visto cuando llega una nueva a la oficina?Le miran hasta la pieza molar 34 y le analizan con sumo cuidado si tiene las cutículas bien mantenidas o no.

Este párrafo es muy femenino lo sé (los hombres a lo más deben planchar la camisa), pero bueno, la que lo escribe es una mujer y no es fácil desprenderse de eso. En todo caso, hay cosas transversales del primer día que la mayoría vive y por muy chorizo que se sea no pueden negar:

1. Llegar 45 minutos adelantados

Obvio que la ansiedad y el terror a llegar tarde por un taco, un accidente, un tsunami en Santiago o lo más inverosímil que puedas imaginar te hizo salir ULTRA adelantado. Y ahí estás… Si tienes auto,haciendo hora jugando Candy Crush para matar los nervios. Si no lo tienes, caminando por el barrio con más calma que Mahmud Aleuy dando una entrevista, como si esa fuera una costumbre necesaria y fundamental en tu vida. Todo mientras te haces el cool.

2. Recibir todo lo que te ofrezcan

Odias el café, te cargan las galletas de vino, jamás usarías un mouse para el computador y aborreciste el cuello de polar institucional que te regalaron de bienvenida. Pero ahí estás tú, tomando café con más entusiasmo que colombiano, masticando galletas de vino a uno por hora para no tener que comerte otra, haciendo doble clic con emoción con el mouse y con el cuello de polar bien puesto aunque en el edificio haya calefacción a 23° grados. ¿Por qué? Porque eres el nuevo. Simplemente por eso.

3. Aprenderte de memoria la página web de la empresa

Te pasan tu computador y ¿lo peor? Está ubicado de esa manera que todo aquel que pasa por tu oficina ve la pagina en la que estas navegando. Entonces olvídate de LUN, Ali Express, Cyber Day y ni hablar de Facebook. Obvio que pasas las 8 horas sentado (porqueel primer día uno no tiene nada, al menos útil, que hacer) y ahí estás, leyendo hasta las noticias del 2004 que aparecieron en la página de tu nueva pega. Ya revistaste la celebración del 18, el Día de la Secretaria, la jornada motivacional y la visita de los hijos de los funcionarios a las oficinas. Ya tienes un PHD en la Misión y Visión de la empresa y hasta te empezaste a entretener con la Memoria Institucional del último año.

4. No almorzar

Uno de los aspectos más estresantes del primer día de pega es el ítem almuerzo y peor aún si eres mañoso. ¿Con quién me voy a sentar? ¿Seré como Screech de “Salvado por la Campana” (o una especie de Millhouse) sólo con mi bandeja en una mesa deshabitada, mientras al lado se ríen estruendosamente? ¿Y si hay fritos de coliflor?, ¿Y si el postre es jalea con frutas? NO SEÑOR.

Es un día de demasiadas incertidumbres como para agregarle un punto de tensión más. Entonces cuando llega esa compañera buena onda (que no sabes si en verdad lo es genuinamente o porque nadie la pesca y ve en ti LA posibilidad de tener una amistad) te invita al casino, tú mientes con descaro y sin cargo de conciencia: “Pucha es que justo hoy tengo que hacer unos trámites para cerrar algunas cosas con mi pega anterior” y te salvas mejor que Orpis en Tribunales. Corte. Te vas al Mc Donald’s más lejos que encuentras en la ciudad, y escondido te comes un mega combo con todo lo que la palabra felicidad pueda incluir.

5. El festival de frases intrascendentes

¿Habrá un día que se hablen más frases clichés e intrascendentes que el primer día de pega? “Se pasó el frío que ha hecho”, “Qué bonita la sala de reuniones”, “Hace cuánto que trabajas acá”, “El metro a las 6 de la tarde es terrible”, “Y de qué edad son tus hijos” (sumado a unawwww cuando ves la foto en el escritorio), “Faltó el Mago Valdivia en el partido” y un eterno loop de frases que tratan de romper el hielo y evitar esos silencios incómodos que después de un año nos importan un pepino en la misma pega.

¿Y qué viene después?

Después de un año llegamos al menos 10 minutos tarde, odiamos a la que nos invitó a almorzar y tenemos coimeada a la señora del casino para que nos rellene el plato, revisamos la página del banco y Glamorama al mismo tiempo, nos repetimos la chaqueta que ya casi usamos como uniforme y a nadie se le ocurre ofrecernos un café porque todos saben que sólo tomamos té.

Y también tenemos amigos nuevos a los que hemos aprendido a querer, hemos ido a asados entretenidos en dónde nos damos cuentas que el jefe sí era bueno para hacer pebre y hemos incluso llorado (en el caso de las mujeres probablemente) más de una vez por algo que nos emocionó. En definitiva hemos construido vínculos.

Pero si llevas más de un año y aún no has experimentado esto último… actualiza tu CV ahora. Esa pega definitivamente no es para ti.

¿Cómo fue tu primer día de trabajo? ¿Qué otras cosas hiciste durante esa eterna jornada?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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Se busca: Gente inspiradora

Para que la rutina y la cotidianeidad no nos liquide y para que nuestras vidas no se tornen completamente monótonas, Mane Cárcamo nos invita a rodearnos de historias o de gente inspiradora para que se nos pegue el bichito.

Correr, subirse al auto, buscar estacionamiento. Gastar el día en esos trámites tan fomes como reembolsar una boleta a punto de vencer. Comprar la cartulina, pedir hora al dentista, agendar una reunión, pelear con el call center de turno que te llama a las 20:00 mientras les cortas las uñas a los cabros chicos. Eso.

Una fotografía de instantes que nuestros hijos pueden estar viendo y que muestran cómo vivimos la vida. Y si bien no es para andar llorando por las esquinas, ni para organizar una marcha anti cotidianidad; sí nos sirve para reflexionar acerca de ciertos “shots” de gente inspiradora que nos tenemos que tomar cada cierto tiempo.¿Por qué?, porque así nos brindarán la energía para volver a partir y tratar al menos de ser un poquito inspiradores para nuestros hijos y para los que nos rodean.

Hay gente inspiradora en todas partes

Este finde fue un regalo en ese tema. Gracias a twitter me gané unas entradas a la preciosa iniciativa de Corpartes “Ponle Pausa ¿De qué está hecha la música?” y partimos cuales carmelos a la capital a ver qué tal. La gracia de ser de provincia es que uno se asombra hasta con las escaleras mecánicas. Nunca tanto. Pero un poquito sí. El teatro es de primer nivel, pero lo que sucedió ahí fue mucho más potente que toda la infraestructura del lugar.

Paolo Bortolameolli, un joven director de orquesta nacional, que probablemente nunca se tomó una Free ni escuchó a Vanilla Ice, vestido simplemente con un jeans y una polera que en compañía de una conmovedora Orquesta Filarmónica Juvenil invita, sin importar la edad, a un viaje mágico por las nociones básicas de la música clásica en donde el recorrido es simplemente alucinante. Fuimos los 6. Desde los 4 hasta los 38 años y cada uno gozó, aprendió y vivió la experiencia según su propio tempo. Paolo es pura pasión. Ocupa los recursos de su generación, pero no abusa de ellos. Porque con su relato, su presencia y sus ganas de transmitir, basta. ¿O no?

 

Transcurrió el finde de los huastecas y ya retornados a nuestra querida Quinta Costa, la noche del domingo con mi compañero de isapre nos debatíamos entre partir tal o cual serie. Recién habíamos terminado la investigación periodística del caso de Lissete, la niña que murió en un hogar del Sename. Por ende, hasta Peppa Pig me resultaba demandante emocionalmente. Y caímos sin tantas expectativas, en el capítulo 1 de la segunda temporada de Chef’s Table, la serie documental que cuenta magistralmente las historias de los mejores cocineros del mundo.

Sólo puedo decir que casi enloquecí con la historia y el cómo fue narrada. Les diré sólo un nombre: Grant Achatz y en el diccionario de sinónimos esas dos palabras aparecerán al lado de la palabra inspirador. La historia es un mini curso de creatividad, resilencia, rupturismo y magia. Si no tienen Netflix engrúpanse a alguien que tenga sólo para que los invite a ver ese capítulo (y la serie completa ojalá)

Bienvenidas las personas motivadas

¿A qué voy con todo esto? (porque en verdad en qué les puede interesar mi fin de semana). A que necesitamos nutrirnos de gente que se la juegue, tenga una pasión y te remueva internamente a definir una hoja de ruta personal. A que andar en la vida a velocidad crucero y cocinado al vapor puede ser una opción válida, pero ¡qué opción más fome!

Los invito a hacer una lista de personas que los hayan inspirado en sus vidas y piensen por qué provocaron eso en ustedes. Por ejemplo yo creo, y lo digo muy seriamente, que Beatriz Vicencio debe haber motivado a varia/os a dedicarse al mundo de la moda (gente sub-35 ocupen google para estas líneas porfa). O cuántas terminamos con tortícolis y moretones por creernos Nadia Comanecci después de ver esa película que marcó a toda una generación. Esa sensación de experimentar algo, una obra, una iniciativa, una idea o una conversación y que te hace decir:» UFFF ¿Cómo seguimos de acá en adelante?» La gente que logra eso, es la de la que hablo en esta columna.

A cuantos cabros jóvenes estará inspirando Gabriel Osorio el director de “Historia de Un Oso” el primer cortometraje chileno (y producto cinematográfico) en ganar un Oscar. A cuantas personas esos cortos pero sublimes 11 minutos les hizo tomar un impulso para embarcarse en alguna decisión de querer hacer algo de manera distinta, creativa y única. Sólo 11 minutos que tienen un impacto que jamás podremos medir ni dimensionar. 11 minutos que tal vez hicieron que alguien se cambiara de carrera contra la voluntad de sus padres. 11 minutos que probablemente lograron que alguien fuera más empático que ayer. 11 minutos que incentivaron a más de algún niño a dejar un rato las pistolas de Call of Duty (lo odio y no lo negaré) para sólo disfrutar de una linda historia.

Y ¿el Chino Ríos? La gente lo esperó más que bono de marzo en Vértigo y debo reconocer que su personalidad está lejos de lo que considero atractivo. Pero si hablamos de gente que iluminó el camino de muchos chilenos, es él. La palabra ‘inspirar’ viene del verbo latín inspirareque significa infundir y en teología se aplica como “Iluminar el entendimiento de alguien y mover su voluntad.”

Y eso hace la gente inspiradora, nos saca a nosotros… los comunes, de nuestra zona de confort y nos invita a despertar, movernos y seguir un proyecto o idea que nos moviliza y transforma.

Es más pesado que vaca enyesada, ¿pero alguien puede quedar indiferente frente a esto?

Vamos por más dosis de gente inspiradora. Expongámonos a ellos sin miedo y con más curiosidad. Hay muchos más de los que pensamos. En las esquinas de nuestros barrios. Sin la necesidad de ser famosos o aparecer en youtube. Puede ser la que lidera la causa de proteger las Dunas, el profesor de futbol que encontró una técnica distinta y original para encender a sus alumnos o ese doctor que con libertad y vocación eligió trabajar en el consultorio en el que nadie quiere estar. Sólo porque tiene ese don. El de inspirar.

PD: Si no viste los videos, porfa hazlo. De verdad estas líneas no son lo mismo sin ellos. No será más de 5 minutos y vale la pena.

¿Qué cosas los inspiran a ustedes?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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Dime qué estudiaste y te diré qué frase odiosa dices

Todos parecemos iguales a primera vista, hasta que se nos escapa una frase que deja en completa evidencia nuestra profesión. Típico de diseñador, ¿Abogado? Era de suponer. Mane Cárcamo hacer una selección para reírnos de nuestros amigos y de nosotros mismos.

Cuando empiezo a pensar en mis amigos o conocidos (incluso en mi misma), me hago la pregunta acerca de lo qué los define como personas. Y obvio que son muchas cosas: su historia de vida, la relación con sus familias, su genética y, por qué no decirlo, sus profesiones o trabajos.

Algo aburrida, como se puede estar en un domingo que pintaba para despejado y terminó siendo gris, descubrí que cada profesión tienen sus vicios y clichés a la hora de hablar. “Esas” maneras de mirar el mundo y plantearse frente a él, que muchas veces logran sacarnos de quicio a los que no compartimos el cartón con el que tenemos sentado al frente. Así que decidí hacer un listado. Vamos viendo, sumen ideas y ríanse conmigo y de mí (y mis colegas también).

No se meta a Google

Los doctores todo lo que tienen de inteligente, lo tienen de ingenuos. Cuando te dan un diagnóstico, por muy básico que sea “Crisis de pediculosis” por ejemplo, siempre te recalcan que no te metas a Google. “No busque información en internet, esperemos los resultados para ver qué tratamiento seguiremos”. Y ahí está uno, mintiendo más que político explicando sus gastos de campaña, diciendo que por supuesto que no. Pero es obvio que apenas cierras la puerta de la consulta, lo primero que haces es sapear en la web para saber si te quedan 15 minutos de vida o 100 años. Queridos Doctores, el Hada de los Dientes no existe.

Otra frase del doctor que te puede llevar directamente a la histeria es cuando te dice que tu hijo de 2 años “Debe hacer reposo”… ¿Ya? ¿También quiere que acabe con las guerras, la pobreza, que Dilma sea Presidenta del Consejo de Transparencia, Felo hiperquinético y yo Miss Reef 2016? ¡No pida imposibles!

La complicación de la foto

Típico que tienes que hacer un folleto o afiche y te comunicas con un diseñador buena onda.

Para nosotros, los ignorantes del mundo design, una foto es eso… una simple foto. Todo bien en los primeros mails, hasta que mandas la imagen en cuestión que comienza a complicarte la existencia. Envías la foto y la vida es bella hasta que el diseñador te escribe: “Por favor mándamela en alta o en PNG, TYB, UUY, TTR, XXX, OPYT” (o cualquier sigla que te parezca chino mandarín con influencia coreana). Tú encontrabas que salías regia en la foto –básicamente lo único que te importa– pero sucede que esa foto no sirve. El afán de complicarse la vida digo yo.

El computín (o cómo hacerte sentir la persona más idiota del planeta)

Hoy si tu PC no funciona, más vale pedirse el día libre porque ¿qué se hace sin computador? Ya ni el diario lo lees en papel.

Llevas media hora tratando de solucionar un problema, hasta que llega el amigo de Informática, siempre perfectamente peinado, que te hace la pregunta invariablemente humillante pero necesaria: “¿Vio si el equipo está conectado?” Y aunque te dan ganas de matarlo por la poca fe que te tiene, comienzas desesperadamente -pero siempre pareciendo casual- a revisar si el famoso equipo está enchufado, situación que en el 98% de los casos NO está.

Pero también hay que reconocer que, aunque en numerosas ocasiones uno es la idiota que no hizo lo básico, en muchas otras los computines gozan hablándonos en difícil. Hay cierto placer oculto ahí. Porque no es normal que se tenga la respuesta a preguntas del tipo; “Para poder ayudarla necesito su número IP ¿me lo da?” Y tú ahí pensando para tus adentros: ¡AMIGO CON SUERTE ME SÉ MI RUT! ¡HAGA QUE MI COMPUTADOR SE PRENDA Y YA!

Los abogados y la impresionante y misteriosa capacidad de expresar lo que todo el mundo dice en una simple y eficaz línea, en muchísimas hojas en donde lo que entendemos es sólo el título y la firma del autor.

Tengo grandes amigos abogados. Los quiero cantidad. Pero creo firmemente que en la malla curricular debería incorporar el ramo de Edición. Para una ansiosa patológica como yo, la capacidad de complejizar las cosas de la gente de ley es un permanente ejercicio de trabajo interior. ¿Por qué lo que se puede decir en 2 líneas lo dicen en 56? ¡Mi dios!, que manera de darle vuelta a las cosas. Cuando uno quiere una sentencia, una opinión que defina lo bueno y lo malo aparecen con sus: “Si bien es cierto, no es menos cierto” o “Habría que definir lo que distinguimos con delito…” Amigo, sólo quiero saber si es culpable o no. Caso Cerrado.

Lo ingenieros comerciales y el spanglish

A veces pienso que a los ingenieros comerciales les hizo clases Prince Royce. Cuando me ha tocado tener reuniones con ellos, siento la necesidad imperiosa de tomar un curso “express” de Open English. Hay una fascinación entre mis queridos comerciales porabusar del spanglish en su léxico diario. Ya no eres Director Ejecutivo de una empresa, si no que “CEO”, para hacer una inversión millonaria no hay que revisar la proyección de ventas, lo importante es manejar al detalle el “forecast” y para cachar finalmente cuánta plata ganaste lo que tienes que mirar es el famoso “ebitda”. Oh my god, all that temas are so difíciles for me baby.

Y mis amados colegas… los periodistas

Muchas veces los periodistas lo que buscamos no es una conversación, si no que ante todo un titular. Una amiga nos cuenta con todo el detalle y la lentitud del mundo su drama amoroso y nuestra ansiedad nos supera llevándonos a preguntar si anestesia: “Y… ¿qué pasóooooo?”, decimos desesperados. «Decidimos no casarnos”, nos responde ella, después de 4 horas de relato. Nos vuelven los colores a la cara y el corazón nos palpita a mil. Al fin tenemos nuestra portada mental.

También muchas veces ocupamos nuestra profesión para ser la atracción del lugar. Alguien está contando algo que leyó o vio en la noticias y ahí nos bajamos del carioca con nuestro joker personal: “Una de mis fuentes me dijo que ese hecho no fue real” ¡CHAN! Y ahí están los comensales, cual niños frente a Buzz Lightyear sin pestañear. Porque la gente piensa que el sólo hecho de ser periodistas nos hace saber TODO de TODOS. Igual es verdad. O casi.

Y hay que asumir que el cartón no da la licencia para preguntar a amigos o derechamente simples desconocidos lo que todos quieren saber, que incluso puede ser descriteriado, pero que por venir de un periodista está permitido. Onda mesa de matrimonio, despidieron hace poco al tipo que está sentado a tu lado y cuando le preguntas “¿Por qué te echaron?» Si lo sigues con un “Sorry lo preguntona, pero soy periodista” te aseguro que no falla. Es más, la contraparte se sentirá hasta halagada por su minuto de fama y te contará hasta los sabrosos detalles. FIRMADO.

¿Qué otras frases o comportamientos típicos de una profesión conoces?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

 

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Héroes con chalcito: ¿qué haríamos sin los abuelos?

Cariño incondicional, cenas estratégicas para unir a la familia y ayuda cuando más la necesitas, entregan los abuelos. ¿Pero les damos a ellos lo que necesitan?

Nunca recibí un reto de ellos, me contaron historias sorprendentes, celebraron mis bailes e imitaciones y en una ocasión una de ellas me hizo escribir a mano los cumpleaños de todos los miembros de la familia. Cuando era chica, los abuelos siempre andaban de terno, con esas particulares manos pecosas atadas atrás, caminando a un ritmo tan lento como tranquilizador… aunque tuvieran 60 años. Las abuelas tenían el pelo corto, perfectamente peinado y el zapato reina no se lo sacaban ni para ducharse. Hoy los abuelos de mis niños bailan a la par en los matrimonios, ellas usan zapatillas, cola de caballo, tienen grupos de wasap y pueden compartir en un mismo asado con los amigos de sus nietos.

¿Qué ha cambiado? Mucho. ¿Qué se mantiene? Que aunque pasen los años, las tecnologías, la moda y el reggaetón, los abuelos siempre estarán ahí para una sola cosa: dar cariño, momentos gloriosos e intervenir cuando los padres están dando jugo.

Los abuelos no ponen horarios para irse a la cama, dan Coca Cola a escondidas y se hacen los tontos si un día los niños no se lavaron los dientes. Los abuelos reciben a los adolescentes pateados sin hacer preguntas, con una gran hamburguesa servida en la mesa. Los abuelos encuentran un gran actor al niño que hizo de árbol en Hamlet; gimnasta olímpica a la que se hace la vuelta de carnero en sus camas, y preciosa a la púber a la que le acaban de poner una carrocería completa en la boca para enderezarle la dentadura. Carecen totalmente de objetividad. Y justamente es eso lo que los hace adorables, únicos y necesarios.

Los abuelos son los que hacen los turnos cuando nosotros preparamos informes, conocen a la sicopedagoga y se coimean a los niños para convencerlos de ir al dentista. Muchos de los padres de niños con capacidades diferentes o que han pasado por una difícil enfermedad saben de lo que hablo. Si no hay amor real ahí, no sé dónde, entonces.

Los abuelos modernos le ponen me gusta hasta a una foto de la mancha que el niño de 2 años hizo en una cartulina en el jardín (convengamos que la mamá también está enceguecida de amor) y comentan cada aparición de alguno de sus nietos en cualquier red social. Etiquetan a uno de ellos en un auto que se vende y ahí está la abuela chocha posteando: “PRECIOSO; QUÉ COSA MAS LINDA”.

Los abuelos intervienen cuando los papás andan con la brújula perdida o cuando notan distanciados a sus nietos de sus hijos.Inventan almuerzos, celebraciones chantas y hacen llamado telefónicos con un solo objetivo: mantener la unidad de esa familia que tanto esfuerzo les costó construir.

Si los papás no lloran, es imposible que los abuelos lo hagan. Sólo tienen permiso para hacerlo cuando uno ya es grande y aun así es una imagen impactante. Ver a un abuelo o abuela frágil y entristecido es una imagen desoladora. Porque a los abuelos se les asocia con risas, abrazos, cosquillas y chocolates nocturnos.

Pero ese amor, como todos, se debe cuidar y cultivar. Los abuelos aunque sean una fuente inagotable de generosidad y apañamiento, merecen sentirse queridos, respetados y admirados por los años que ya llevan recorridos.

A los abuelos los niños los llaman por teléfono para contarles el diente que se les cayó, comparten emocionados con ellos el siete que se sacaron en ese control latero para el que tanto se estudió, sobre todo si fue la pobre cabra nula para las matemáticas. A ellos hay que regalonearlos y no abusar de la patudez respecto a los favores que nosotros, los hijos, estamos acostumbrados a pedir.

Como esa campaña animalista que busca promover el cuidado y respeto de los animales “No son Muebles”, a veces siento que con los abuelos se debiera hacer una igual. Los abuelos no son una guardería eterna que no discrimina horarios ni periodicidad. Por muy dispuestos que estén, los papás tenemos que entender que los niños son nuestros y que abusar de esa actitud 24/7 de tantos abuelos, muchas veces termina incluso afectando en nuestro vinculo y la manera en que educamos a nuestros hijos.

A los abuelos se les va a ver aunque haya un panorama mucho más cool o atractivo. Con esto no quiero decir que los niños deben perderse cumpleaños, fiestas o paseos entretenidos. Pero hay que asumir que en la adolescencia, hay una etapa que leerse la guía de teléfonos completa parece más adrenalínico que ir a ver los tatas. Y bueno, ahí está el papel de nosotros, los padres, en mostrarles que los vínculos se protegen y mantienen con la preocupación cotidiana. Que sin el cuidado de nuestros viejos, la memoria de un país, las tradiciones y el valor de la historia se perderán para para siempre…sin vuelta atrás.

Y cuando estés angustiado, sin respuestas, perdido por ahí, recuerda ese simple y claro proverbio italiano que tanto me gusta: “Si nada va bien, llama a tu abuela”. Tan cierto ¿no?.

¿Cómo son (o eran) tus abuelos? ¿Cuál es tu mejor recuerdo con ellos?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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4 maneras perfectas de meter las patas en las redes sociales

Si meter las patas en persona es incómodo, hacerlo en las redes sociales puede ser un suicidio social y hasta profesional. Mane Cárcamo, metedora de patas profesional, examina los errores más frecuentes, para que lo pienses dos veces antes de hacer clic en «enviar».

Las redes sociales llegaron para quedarse. La mamá sin wasap está condenada a perderse mucha información relevante del curso de su hijo y probablemente (no por mala intención) ni siquiera sea invitada al clásico happy hour en el que todas las apoderadas se conocerán. No es mala onda, es que ya ni el mail se usa para hacer una invitación.Tal vez en unos años más nos avisen que quedamos en una pega víawasap y aceptemos las condiciones del contrato poniendo el emoticón con la manito para arriba.

Esto es sólo un ejemplo de cómo hoy es casi impensado vivir sin participar en ellas. Lo que implica también un riesgo mayor para todas esa personas elegidas por el de arriba, que contamos con una perfecta habilidad para “meter las patas” o condorearnos. Porque si en los ’90 ya lo hacíamos en vivo y en directo, ahora el radio aumentó y conocemos esa terrorífica sensación que involucra un sudor helado y la angustiosa súplica (inútil por lo demás) de tratar de deshacernos del pastelazo que nos mandamos.

Aquí algunos ejemplos:

Audios de racimo

Les tengo más miedo que a los terremotos, los zombies y a haber invertido en Arcano. Cuñadas que han descuartizado a la suegra y en vez de mandarlo a su chat interno se les escapó el audio de 1 minuto al chat familiar. En donde obviamente está la suegra. Las mismas cuñadas dando vuelta en círculos y diciéndose unas a otras “pónganse a escribir hartas cosas para que el audio quede bien atrás y no lo escuchen”. Y ahí están las pajaritas escribiendo línea por separado: “se – pasó – el – calor- ya- no – sé – qué – ponerme – si -estamos – en – mayo – Hoy – parecía – verdadero – verano – Impactante”, rogando que cuando la suegra se meta a wasap encuentre 145 mensajes y le de lata leerlo. El problema es que siempre hay una hija sapa de la suegra a la que no se le va ni una y escuchó el audio. Conclusión: si tenías alguna ilusión de que te cuidaran al cabrerío ese fin de semana largo que no estarás… olvídalo. Y repite conmigo: www.babysitter.cl.

Aunque te lo hayan dicho en tu niñez: ¡no siempre es bueno compartir!

Cuando éramos chicos siempre nos dijeron: “Hay que compartir”, “Tienes que aprender a compartir Juanita” y tal vez a mucho/as se nos quedó demasiado grabado en nuestra mente. En las redes sociales ser taaaaaan generoso no siempre es lo mejor. Como asidua a las redes sociales he visto ranazos en los que me han dado ganas de hacer una cadena de oración, por esa pobre persona que se mandó tamaño condoro. La situación es así: mujer que acaba de terminar con su ex, nunca fue muy experta en Facebook, pero hoy uno de los síntomas post quiebre (aparte de cortarse el pelo) es comenzar a ser más activa en la red social y en esas horas de insomnio, depresión y generalmente hambre, sicopatear en el Cara de Libro hasta altas horas de la madrugada es una práctica tan común como las boletas ideológicamente falsas. Todo bien hasta ahí. El problema es cuando sin querer (ni cachar) la despechada comparte la foto del nuevo matrimonio del ex con el que estuvo 9 años. Ella sólo quería ver la foto mejor, los detalles, que aros se puso la desgraciada que se casó con él, sin embargo ¿Qué hace? ¡COMPARTIR! Y ahí la debacle ya es una realidad. Como he dicho en otras columnas, el sicopateo es una verdadera disciplina que implica capacitación y extremo cuidado. Si no sabes, no lo hagas.

Asesinos en serie

Somos un país que cada día cree menos en el vecino, el compañero de pega y sospecha hasta de los propios familiares. Desconfiamos de sus buenas intenciones, de sus genuinas ganas de ayudar o hasta de la simpatía de alguien en un supermercado. Pero si en una red social alguien escribe que supo de una nana que se robó un kilo de arroz o de que tal o cual político estaba comiendo en no sé dónde en el día de un alud o que el Papa escribió una frase maravillosa que nos llega al corazón, vamos viralizando como gripe en reality show.

Creemos algo sólo porque aparece en Twitter o Facebook. Y vamos mostrando los carnets de identidad de las supuestas ladronas, suponiendo que las fotos tomadas del político corresponden exactamente al día de la tragedia y atribuyendo frases terribles o maravillosas a gente que nunca las ha dicho. Nuestra incredulidad del día a día se nos va a las pailas y parecemos niños de 7 años dejando la leche y las galletas al Viejo Pascuero.

Aquí deberíamos ser más cuidadosos, medir el daño que somos capaces de hacer y diferenciar entre lo que nos gustaría creer y lo que verdaderamente pasó. Porque por muy mal que me caiga la Presidenta, la UDI, la Iglesia, los del Colo, la U. o la Cato, los militares o los comunistas, no merecen que se les juzgue a través de dudosos RTs que muchas veces lo único que hacen es liberar rabias internas que tenemos, pero que carecen de toda responsabilidad.

Evita perder la pega por un tweet

Mucho tuitero olvida que escribir en la red del pajarito no es una conversa en un pub con los mejores amigos. Aunque te sigan 5 huevos deslavados, el poder del pantallazo todo lo puede. Escribir: “Quiero asesinar a mi jefe… ¿quién me ayuda a que parezca un accidente?” o “Creo que el pelotudo de mi jefe se ganó el título en un bingo” no es una buena idea. De alguna u otra manera,esos pelambres sabrosos siempre llegan al susodicho, lo que automáticamente implicará tener que actualizar tu perfil de Linkedin.

Y si te hiciste la cimarra en el trabajo, no seas tan perno/a de subir una foto a Instagram en Reñaca tomando sol o disfrutando de una michelada en una terraza santiaguina. He visto correr sangre por tamaño pastelazo. Y con justa razón.

Así es que ya saben, los que nacimos con el talento de condorearnos en vivo y en directo, tenemos la prescripción médica de pensar dos veces antes de usar nuestro celular. Si los dice la que una vez respondió un mail con copia a todos… imaginen el final.

¿Qué condoro digital te has mandado tú?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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¿Y si me pasara a mí?

El pequeño León y un indigente anónimo. Dos muertes evitables, este fin de semana, dejaron una vez más en evidencia nuestra falta de empatía, indolencia e indiferencia hacia el dolor ajeno. ¿Le pasamos el problema al Estado o asumimos de una vez nuestra propia responsabilidad?

Es viernes y leo en Facebook que León Smith fue desconectado y que sus papás lo dejarán partir. Se trata del niñito de cuatro años, que no tuvo donante para su corazón cansado. Estoy segura que a mí y a muchos de a ustedes les entristece profundamente la noticia. Un niño de la edad del menor de los míos, un niño que debería estar jugando con los Pay Patrol, corriendo al baño a hacer pipí y no alcanzar a llegar, aprendiendo sus primeras vocales, un niño que simplemente debería estar dedicado a eso, a ser niño con todo lo grande y chico que implica esa palabra.

Hoy, cuando escribo esta columna, es domingo y me entero que un hombre murió de frío en La Cisterna. Un hombre que nadie sabe quien es, que tal vez nadie llorará ni echará de menos. Morir de frío es finalmente morir de abandono. De indolencia del resto. De indiferencia. Si eso no nos escandaliza, no sé que puede hacerlo.

La muerte es un misterio que aunque cueste, debemos aceptar. Todos moriremos y es tal vez la única certeza que tenemos. Pero la muerte por falta de empatía es muy difícil de asimilar. Porque si el mundo avanza con las más modernas tecnologías y gracias a ellas hemos sido capaces de visitar otros planetas, hablar con personas que ahora está al otro lado del mundo… ¿de qué sirve tenerlas si no existen las voluntades para usarlas al servicio de los demás?

Saltarán muchos pidiendo más campañas del Estado. Y obviamente el Estado tiene mucho que decir. Pero la campaña, la que sea, carecerá de toda eficacia si no trabajamos la gran campaña comunicacional (y sobre todo ejemplar) que debemos, todos los días, lanzar en nuestras casas. Y podemos llenarnos de estrategias de marketing y mensajes masivos para promover tal o cual causa, pero si primero en la familia no se enseña y vive la empatía, lo de León se quedará en el mero compartir estado o poner un like en Facebook.

Somos activos en las redes sociales. Nos gusta abrazar luchas, defenderlas y “marchar” desde nuestro iPhone recién canjeado. Pero antes de viralizar tantos buenos y genuinos deseos, tal vez lo que primero que tenemos que hacer es definir un proyecto de vida, una manera de mirar el mundo, que se plasme en cada una de nuestras actitudes y que la noten en cada gesto diario todo aquellos que nos rodean.

Y no es tan difícil (pero a la vez, vaya que sí lo es), esmerarnos en realizar esos pequeños actos cotidianos, casi imperceptibles, pero que no se transan y se viven pase lo que pase. Definir, por ejemplo,  que hay ciertas palabras que no se usan en nuestra familia, que aunque parezca grave, el lenguaje de verdad construye realidad y que al decirle “mongólico» a alguien para burlarnos, hablar de “la chola” para referirnos a la persona que trabaja en la casa o el usar la palabragay como un adjetivo calificativo, no hacen más que herir a mucho/as y aumentar esas distancias que hacen de la empatía una virtud que hoy brilla por su ausencia.

Promover actos de amor y preocupación hacia los otros también es una manera de hacer de la empatía una virtud concreta y real. Si hay un compañero que se enferma, invitar a nuestros hijos a llamarlos por teléfono y preguntarles cómo está. Pensar en que si dejo un papel tirado en la sala de clases, alguien lo tendrá que recoger. Acompañar al que está solo, aunque parezca fome, aburrido y poco popular. Correr el riesgo de defender a alguien cuando vemos una injusticia y que nuestros ojos nunca se acostumbren a ver a una persona viviendo en la calle como un elemento más del paisaje.

Tal vez se trata sólo de salir de nosotros mismos. De mirar al que va sentado a nuestro lado en el metro, conocer la historia de la señora que todos los días nos sirve el café en la oficina, preguntarle nuestro vecino nuevo si necesita ayuda y, ante todas esas realidades diversas, que incluye soledades, tristezas y dificultades, preguntarnos: ¿Y si me pasara a mi? ¿Cómo me gustaría que me ayudaran, acogieran, escucharan?

No queremos que otros padres tengan que soltar la mano de su hijo porque alguien dijo “NO” cuando le preguntaron si aceptaría donar los órganos de un ser querido; no queremos que otra Lissete muera en un centro del Sename porque nuestra sociedad no fue capaz de protegerla de su propia familia; no queremos que otro hombre sin nombre vuelva a morir porque fue invisible y nadie le ofreció una manta y un té caliente. Cada uno de nosotros puede, desde el lugar que le toque, cambiar un poco el mundo y hacerlo un lugar mejor para vivir. ¿Se animan?

¿Eres donante? ¿Qué acto solidario te esmeras en realizar?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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¡Paciencia, ven a mí! Una guía práctica para no estallar

Con cuatro hijos, Mane Cárcamo sabe lo que es estar a un paso de usar chaqueta de fuerza. Por eso, ha escrito una pequeña guía con recomendaciones para llevar la maternidad con gracia y estilo (o al menos, no protagonizar la sección policial del noticiero).

Es domingo. Hay aburrimiento en esta casa. Lata para estudiar. Y cero ganas de dejar listas las mochilas y los uniformes. O sea, tierra fértil para peleas infantiles y padres a punto de empezar a girar la cabeza en 360 grados y comenzar a hablar en lenguas muertas.

Chapotearon en la tina, rayaron un sillón y metieron su humanidad completa en las cenizas de un brasero (bien apagadas gracias al caballero de arriba). Se tiraron los dulces de una piñata por los aires, lloraron con escándalo y ahora están con ataque de risa mientras me cuestiono si sería muy mala madre si les echo un ravotril en la leche.

Y les prometo que mis hijos no se portan mal. Ni mejor ni peor que un niño promedio. Son básicamente niños. Adorables, exquisitos, curiosos y capaces de estresar mis cuerdas vocales (y la paz del barrio).

Por eso me extrañan y admiro, a esas mujeres que andan como “La Novicia Rebelde” en los Alpes austríacos, manteniendo siempre la dulzura, la suavidad, la alegría y la calma. Admito que también sospecho de ellas… “deben andar medicadas” pienso. Y otra gran lista de prejuicios que probablemente la única justificación que tienen, es la envidia profunda que me da el que hayan desarrollado una virtud que tantas veces parece ni siquiera estar en mi diccionario:la paciencia.

La palabra paciente viene del latín “patiens” que significa sufriente, sufrido. Encuentro bien tétrica la etimología, porque justamente lo que admiro de las personas que viven la paciencia es que lo hacen como si estuvieran en un spa después de 12 horas de masajes. En definitiva, a esas mamás las veo felices y gozando como un atardecer en Tahiti, la guerra de almohadones que en este minuto tres de mis cuatro cabros están protagonizando.

Entonces, para esta columna y para mi vida, comencé a pensar qué actitudes podrían mejorar la paciencia y bajar un cambio cuando siento que la moto está llegando a Tierra del Fuego. Aquí algunas ideas y espero sus aportes también.

Aceptar cuando no se pudo con el caos

Llega el marido de la pega, abre la puerta y tú estás haciendo la araña en la escalera. Un niño grita desde el baño, otro se disfrazó de mimo con el hipoglós y hay uno que no quiere entrar a comer. Lo natural y muchas veces profundamente injusto, es odiar al marido por llegar a esa hora después de un extenuante día de trabajo. Sólo el haber cruzado la puerta de tu casa lo hace culpable. Ahí creo que hay que entrar en razón, asumir que se está superada y pedir ayuda. Salir a dar una vuelta, a ver si está lloviendo en febrero y volver media hora después. Si el marido es mínimamente empático, al regresar el ambiente será otro, no sé si perfecto, pero al menos con mucho mejor onda.

Hacerse propósitos concretos y realizables

No sirve mucho decir “A partir de ahora seré la mamá más zen de la historia”. Es una meta demasiado alta y poco realista. Creo que conocerse y saber en qué pequeñas cosas se puede mejorar (aplica para mamás y papás) es la mejor manera de avanzar en el tema, “Hoy no gritaré en la mañana”, “Me levantaré 15 minutos antes para no estresarme”, “Si me piden 56 veces el mismo juguete en el supermercado, en vez de perder la calma, pensaré en ese panqueque con manjar que me llegaré a comer a la casa”. Parecen metas idiotas, pero de verdad que cuestan y cuando uno logra vencer el propio mal genio, se siente como haber hecho el mejor tiempo en el Ironman de Pucón.

Defender el HappyHour como un derecho

Puedes reemplazar la frase «happy hour» por deporte, lectura, tarde de cine, serie favorita o lo que realmente te guste. Muchas veces la culpa es la mejor manera de matar la relación con los hijos. Sobreexigirse sin entender que todas las mujeres, las que trabajamos y no, merecemos un tiempo semanal para hacer algo que nos encante, es un camino sin retorno hacia El Peral. Los niños no se sentirán menos queridos si están dos horas a la semana sin la mujer que le suena los mocos, los muda, les hace cosquillas, le saca los piojos y les hace cariño al acostarse. NO PASA NADA. Y SÍ pasa mucho cuando una sabe que tiene esa especie de recreo en el que vas a hablar tonteras con tus amigas, leer en silencio ese libro que te tiene intrigada o ver 2 capítulos de tu serie favorita sin ninguna interrupción. Con ese escaso tiempo personal la cargada de pilas es power y todo el entorno familiar lo capta. Win/win.

Contextualizar

No todo es grave y si tus niños no quisieron dormirse a las 20:00 como lo tenías perfectamente planeado, nadie va a morir y la economía del país no está en peligro… (¿Se nota en mi tono calmado de redacción que los míos se acaban de dormir?) A veces nuestras obsesiones personales nos hacen poner foco en cosas que no impactan en nada más que nuestra estructura mental, haciendo de una situación mínima, una tormenta perfecta. Entonces, demos las peleas importantes, no pongamos en el mismo ranking decirle un garabato a la vecina que no comerse la última cucharada de sopa. No hagamos latero el ambiente en nuestra casa por cosas menores en las que más vale la pena hacerse la tonta un rato, respirar hondo y contextualizar.

Y tal vez lo que más me sirve cuando creo que compartiré celda con la Quintrala es estar consciente que los adoro, que lo traje a este mundo para que sean felices, aporten en su entorno eligiendo vivir la vida con alegría y que la mejor manera de lograrlo es predicando con el ejemplo. Está piola el desafío. Pero ¡vamos que se puede!

¿Qué haces para no perder la paciencia?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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3 sencillas razones por las que todos deberíamos saber cocinar

Mientras menos cocina una sociedad, más obesa y enfermiza se pone, y quien cocina, goza de múltiples ventajas. ¿Por qué, entonces, lo hacemos cada vez menos?

Antes que todo debo decir que no tengo autoridad moral para escribir esta columna. Pero lo haré igual. No sé hacer ni un huevo, hasta el agua se me quema y cada vez que hago un puré en caja, tengo que sacar el envase de la basura para releer las instrucciones. Tal vez por lo mismo, después de ver tres capítulos de la recientemente estrenada serie “Cooked” en Netflix, me percaté de todo lo inmensamente enriquecedor que pierdo por no saber cocinar.

Hay cierto prejuicio con la cocina que se huele en el ambiente. El hombre que cocina es cool, pero si a la mujer la asociamos con ese espacio de la casa, mucha/os se sienten ofendidos. Miradas en menos. Poco valoradas. Me ha tocado ver a varias dueñas de casa asumir su rol con cierta vergüenza y como pidiendo perdón por no salir a lo que tradicionalmente conocemos como “trabajar”.

Por lo mismo creo que hay que poner a este arte tan cotidiano, en una categoría suprema en la que todo aquel que lo vive y practica debiese sentirse orgulloso y agradecido. Desde el chef con todas las estrellas Michelin, hasta la señora que día tras día cocina con amor para sus nietos.

1. La cocina es una escuela de virtudes

Así como les enseñamos las tablas, los colores y las vocales a nuestros niños, les deberíamos enseñar a amar la cocina. Un niño que sabe cocinar aprende a valerse por sí mismo, fortalece su autonomía y seguridad personal, ejercita la paciencia aprendiendo a esperar los ciclos y respetando procesos, echa a volar su creatividad, afina el ojo del diseño y la estética, desarrolla la empatía aprendiendo a pensar en los otros, entrena el orden mental y descubre esa maravillosa capacidad de gozar con las cosas simples de la vida.Muchas actitudes valiosas se aprenden entre medio de las cacerolas, los cucharones, el fuego y la sal. Se los digo con conocimiento de causa, porque mi socio de crédito hipotecario cocina como los dioses y varias cosas del gran corazón que tiene las aprendió revolviendo una olla.

2. Un plato rico es buena onda garantizada

Si estás enojada con alguien, cocínale. Si quieres cerrar un negocio con un magnate, cocínale. Si quieres hablar un tema peludo con tu suegra, cocínale. Si quieres contarle a tu jefe que te vas a la competencia, cocínale. ¿Han visto lo que provoca un plato rico? Pura buena onda. El asombrarse con un sabor bien hecho, el celebrar una preparación linda, el agradecer un menú improvisado es una fuente de puros sentimientos positivos. La cocina genera unión, conversas profundas, risas incontrolables y hasta hace más sobrellevable una pena. Porque díganme que un drama de amor no se soporta de mejor manera con un delicioso ceviche.

3.Saber cocinar es una excelente dieta

En la serie” Cooked” el escritor Michael Pollan, quien lleva más de 10 años investigando y escribiendo acerca de la relación entre el hombre y la comida, da como gran consejo para llevar una vida sana, un hábito tan simple y básico como cocinar.

En la antigüedad cocinar no era opcional, era simplemente un acto de sobrevivencia. Hoy el que sea una actividad voluntaria no ayuda a lograr un estilo de vida saludable. En EEUU, el gringo promedio le dedica sólo 27 minutos al día a preparar algo de comida. ¿Por qué pasa esto? Porque cada día compran más alimentos mega preparados y por ende, más procesados. Es mucho más barato comerse un pollo con papas fritas que una ensalada griega. Y ahí están, con el 8% de su población padeciendo diabetes.

El procesamiento de los alimentos está asociado a gran cantidad de ingredientes perjudiciales para nuestra salud que no participan del baile cuando los que cocinamos somos nosotros mismos. El amarillo crepúsculo no está invitado en el menú de una cocinera furiosa. La gran chiva de la industria alimentaria es disfrazarnos de camarón, a un kanikama más intervenido que La Toya Jackson. Y convencernos (conmigo lo han hecho súper bien) que para hacer comida casera casi hay que pedirse un día en la pega.

David Cutler, académico de Harvard descubrió que mientras menos se cocina, un país más engorda. Cocinar implica no sólo un presupuesto, sino tiempo. Entonces mientras menos horas le dedique a hervir las papas, más comeré. Y como consecuencia las tallas XL cada día estarán más cerca. Al escuchar esto descubrí porque aun no soy Reina de Playas y Piscinas. Porque no sé cocinar.

Les recomiendo esta serie documental que me dejó pensando muchísimo acerca de lo que consideraba un “hobby”. Me parece que todos, hombres y mujeres, debiéramos saber cocinar. Si más familias tenemos incorporado este hábito y lo defendemos como una prioridad,no sólo seremos más saludables, amigos, gozadores y miembros de una identidad de cultural… creo firmemente que también seremos mucho más felices. Yann Yvin, voy por mi poster autografiado.

¿Sabes cocinar? ¿cuál es tu especialidad?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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¡No a los winners! Una campaña contra la patudez

No hablamos del triunfador, sino de aquel individuo que no pierde oportunidad de aprovecharse de la distracción, debilidad o error del otro para «ganar» con algo que no le corresponde. Es el germen del corrupto y Mane Cárcamo llama a hacerles un parelé.

Sé que todos venimos de un fin de semana cargado de buena onda, paz y deseos positivos para el prójimo. Pero hoy, volvemos a la realidad y les pido ayuda para una campaña en la que me gustaría convocarlos y despertar el lado activista que todos (por muy oculto que se encuentre) tenemos.

Queridos lectores, amigos, gente desconocida y compatriota al que le llega esta columna por un generoso RT o publicación compartida en Facebook. ¿Qué tal si hacemos una campaña que combata a loswinners?

Y no hablo del sano ganador que después de esfuerzo, entrenamiento y disciplina obtiene un trofeo merecido. Me refiero a esa persona que vive tratando de ganarle al sistema, de hacer pillerías, el que se jacta de lograr algo en desmedro del otro y anda siempre con las antenas paradas, atento a la posibilidad de usar este verbo que no existe pero aborrezco igual : “WINNEAR”.

El winner es el que adelanta en el taco camino al colegio, muy campante llegando hasta ese punto en donde siempre alguien tiene que ceder y darle la pasada. Lo he vivido todo este mes y estoy segura que Camilo Escalona enojado se ve amoroso al lado mío cuando soy testigo de ese gesto que es tan mala leche. Querido Patudito: asume que saliste tarde y hazte cargo.

La señora winner de 52 años vestida de tenida de gimnasio, más apretada que mi presupuesto en abril es la que se para totalmente resuelta en la caja de tercera edad del supermercado, mientras justo atrás de ella hay una cabra joven embarazada de 6 meses. No siente cargo de conciencia porque la mamá primeriza se ve bonita y justo la clase de spinning de hoy estuvo exigente. Y cuando alguien intenta corregirla, haciéndola ver que lo que está haciendo es a todas luces una patudez, la señora te rotea, te pela con la cajera haciendo como que no estás y la que termina tiritona eres tú.

La piñata, por ejemplo, es una tradición amada por el niño winner.Traté de erradicarla porque siempre la he encontrado maletera, pero obviamente mi hijo mayor en su último festejo mi miró con cara de “Bájate del pony mamá, ya tengo 10 y la piñata tiene que ir”. Hoy al menos, en la piñata de este siglo hay papás empáticos tirando lluvia de dulces para los pobres flacuchos débiles y las niñitas tímidas, a las que les da taquicardia el sólo hecho de enfrentarse al Hulk del curso que se lleva un kilo de dulces para la casa. Pero en nuestra época, la de los treintañeros, había casi que tomar un seguro de vida para someternos al stress de esa fatídica tradición cumpleañera. ¿Y lo peor? Esos papás que celebran al cabro que se peleó con sangre, sudor y lagrimas por un MediaHora más (que además no son ni ricos)

Los winners encuentran que es justo pagarle 10 lucas al cabro del cable para colgarse y tener 645 canales. “Porque al final las compañías siempre nos roban” Argumento que sirve para todas las pillerías cometidas contra cualquier empresa o institución que tenga una gran marca, sin nombre y apellido, en la que sentimos que no le hacemos daño a nadie de carne y hueso.

El joven winner es el que nunca paga la cuota del asado universitario porque o “va a llegar comido” y después se tira un piquero al choripán o “no va a tomar piscola” y a las dos horas necesita un ventrílocuo para poder decir su nombre. Todos tuvimos un amigo así. De hecho mientras lees esto ya te acordaste de él o ella. Y entre que te sonríes y te vuelves a picar por su desfachatez a la hora de arreglar cuentas.

¿Y qué me dicen del que te quita el estacionamiento en el mallcuando llevas 15 minutos esperando con los intermitentes puestos? Los cabros chicos agarrándose a combos, día de verano en el que transpiras más que caballo de bandido, ya estás atrasada y apenas sale el auto que puso las bolsas con total calma, llega un winnerdoctorado en su categoría y ZÁS se estaciona en el puesto que TODO EL ESTACIONAMIENTO sabía que estabas esperando. Háblenme de ira real.

Todas estas actitudes por la que alego que parecen muy menores, son al final el inicio del algo mucho más profundo. Llámenme grave, pero creo que así, en cosas ínfimas, un país comienza a poner los cimientos de ese tremendo flagelo que se llama corrupción.Porque nadie pasa a robarse un país completo, sin haberse pelado alguna vez un Súper 8 cuando chico. Hay que entrenar la mano y la conciencia. Por eso me entristece cuando veo a familias completas enorgullecerse por haber wineado en algo. Al final empezamos a decirles a nuestros hijos, con esos pequeños actos cargados de poca empatía y egoísmo, que no nos importa el otro, que siempre tenemos que ganar a costa de quién y lo que sea.

Es por eso que los invito combatirlos con valentía y pasión, a no quedarnos callados cuando los vemos con las manos en la masa y ante todo a luchar con la tentación de, aunque sea con UN sólo acto winner, convertirnos en uno de ellos.

¿Qué acto «winner» te saca te quicio? ¿Qué propones para erradicarlos?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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5 maneras diferentes de vivir un viaje

Como muchos, Mane Cárcamo ama viajar. Eso sí, tiene costumbres bastante originales, que cumple sin falta para aprovechar al máximo la experiencia y darle un giro diferente al clásico turismo. Pasen a ver.

«Un viaje es como el matrimonio. La manera certera de estar errados es pensar que tenemos el control». La frase es de John Steinbeck, un escritor norteamericano que ganó el Nobel de Literatura, y que no conocía hasta que me topé con esta gloriosa reflexión.

Creo que hay pocas cosas en la vida que me gustan más que viajar. Disfruto desde que gugleo un destino hasta el momento en que en el que abro la puerta de mi casa pensando “lástima que terminó” y me cae con desolación una lagrima venezolana en por mi mejilla.

¿Qué me gusta de los viajes? TODO. Amo la comida del avión, porque me gusta la comida con todas sus letras. Me encanta el modo aeropuerto, mirar las ciudades cuando vas en el taxi que te lleva al hotel, echarme 56 perfumes en el Duty Free que nunca compraré,observar la gente vivir con ojos de turista que nos hacen conectarnos con esa emoción que muchas veces hemos olvidado: el ASOMBRO.

Por lo mismo, cuando viajo tengo muy claras algunas experiencias que me gusta vivir y las cumplo religiosamente. Porque, hay muchas cuotas comprometidas, no estamos para despilfarrar esos buenos momentos.

1. Aprovechar con escándalo el avión

Hay gente que este ítem lo encuentra chulo. Díganme chula sin anestesia. Soy de las que ve películas, juega Tetris, hace playlist de música, se lee las revistas fomes de la aerolínea, no perdona NINGUNA comida, abre al tiro esa toallita húmeda a la que nunca le he encontrado algún sentido (si es que la dan), se come los dulces de regalo, usa los chales, las almohadas y el tapaojos. Todo me gusta, sirve y gozo. Debo ser la pasajera más feliz de cada vuelo. Incluso considero que merezco premio.

2. Meter conversa (de verdad)

Hacer amigos en un viaje es muy distinto a meter conversa. Cuando viajo no quiero generar nuevos vínculos, pero si me encanta conversar con gente a la que probablemente nunca más veré. El encargado del bar, la vendedora en la playa, el clásico taxista o el niño que chapotea a tu lado en la piscina. Hablar de la vida cotidiana, de lo que les gusta de su país, de lo que anhelan y lo que les molesta, es un ejercicio de apertura muy enriquecedor. Más para nosotros los chilenos que nos encanta repetir el famoso cliché “es que en este país bla, bla, bla”. Es ahí donde muchas veces nos damos cuenta que no estamos tan mal o que tampoco somos tan bacanes como creemos. Dejar de mirarnos el ombligo por un rato, hace bien.

3. Ver la tele local

Siempre hay un día en que le dedico un par de horas a la televisión local. Los que han viajado conmigo me han juzgado por eso. Pero, en verdad, me da lo mismo, porque el tiempo es mío y el crédito de consumo también. En Paraguay la tele era más lenta que cascada de manjar, en Argentina son unos astros de la entretención y el debate, en Brasil hay unos canales que solo hablan de la agricultura (prácticamente la Revista del Campo llevada a la TV) y en Republica Dominicana el diseñador de la gráfica nunca cachó que estamos en el 2016. El diseño de Pacman es futurista al lado de esa estética.

La tele dice mucho de los lugares que uno conoce. Y para mí, que soy una «tevita» asumida, ver teleseries tipo Morelia, matinales donde se demoran una hora en hacer una receta y discusiones más tensas que un encuentro entre Pampita y Vicuña, instalarse a mirar programas de otros país son momentos maravillosos de mis añoradas vacaciones.

4. Comer algo freak

Si vamos a viajar hay que negarse la comodidad y salir de la zona de confort. No estamos para comer carne con puré o arroz con pollo. No pues, hay que ser audaces y probar algo que no esté a la vuelta de la esquina. Un cuye entero a la parrilla, grillos fritos, ancas de rana o cualquiera de esas cosas que puede almorzar «el Bichólogo» en una de sus travesías. Además es importante que el momento gastronómico lleve foto, para que cuando contemos la historia (tenga sufrimiento incluido o no), exista la prueba fidedigna de lo que relatamos. Parte del goce del viaje es contarle a los amigos nuestras aventuras viajeras y eso de revivir los momentos alucinantes es una razón más para justificar el check in.

5. Buscar el panorama NO turístico

Estoy de acuerdo que cuando uno visita otro país hay lugares que debe conocer, casi como la obligación que tenemos de pagar nuestros impuestos y respetar las luces rojas. Pero creo firmemente que no todo puede ajustarse al manual de los lugares comunes del destino. Y aquí la pega estilo PDI es importante e implica una labor investigativa previa fascinante. Visitar a una artesana que tiene más historias que la Trutruca, comer en la casa del guardabosques, asistir a una ceremonia religiosa o buscar la playa menos ondera del lugar, es parte del desafío del viaje. Porque ahí uno ve la cultura real y no la maqueta que muchas veces nos construyen a los turistas. Nos topamos con la naturalidad y no con el guía agotador que nos quiere vender otro paquete más para cumplir su meta mensual.

Pero en ese caso también tenemos una responsabilidad. Guardar el celular, manejar la ansiedad de querer grabar cada aspecto novedoso, para poder realmente vivir esa experiencia. Acá no importa si nuestros amigos no nos creen que fuimos testigos de algo que jamás imaginamos. Sólo nos basta que nuestra memoria lo registre con respeto, asombro y agradecimiento.

Corran a mirar las ofertas, cómprense menos botas y más millas. E inviten a los suyos a viajar. Mientras yo lo hago … con la imaginación.

¿Qué cosas diferentes propones para un viaje?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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