Que no te dé miedo perder a quien no siente la fortuna de tenerte

Todas las personas llegan a nuestras vidas por algún motivo. Aprender, sanar heridas del pasado o crecer personalmente, son solo algunas de las razones. Cuando vivimos una mala experiencia amorosa llegamos a pensar que es lo peor que nos ha pasado en la vida. Esto se debe a que, el dolor que nos embarga nos impide ver las enseñanzas que la situación encierra.

A continuación, te explicamos por qué no debes tener miedo de perder a alguien que no siente la fortuna de tenerte. Además, te contamos cómo superar una relación donde no has sido valorado como lo merecías…

El miedo es el mayor obstáculo para la felicidad…

El miedo es el sentimiento más negativo que puede experimentar el ser humano. Es el motivo del odio, las guerras, la envidia, entre otros. Este no solo nos impide ser felices, también nos amarga y nos paraliza para buscar mejores oportunidades. El miedo está vinculado a las inseguridades. A la falta de amor propio y sobre todo a la ausencia de fe.

Si confiamos plenamente en lo que somos, en nuestras capacidades, virtudes y afectos. Jamás experimentaremos temor ante las situaciones que la vida nos presenta. Las relaciones de pareja no escapan de ello. Una relación fomentada en el miedo a perder a esa persona que nos acompaña no es saludable. Los cimientos de la misma serán la inseguridad, el rechazo, el apego y sobre todo la baja autoestima. Esa combinación de aspectos negativos jamás dará un resultado positivo para tu vida. Por ello, es tan importante saber ciertas cosas antes de comenzar una relación. Por ejemplo, las intenciones verdaderas de esa persona.

¿Cómo puedo saber que esa persona no siente la fortuna de tenerme?

Si estás enamorado resulta muy difícil saber que estás con alguien que no te conviene. Peor aún si nos hemos puesto una venda sobre nuestros ojos que nos impide ver quién realmente es nuestra pareja. Darnos cuenta de que esa persona no nos valora tampoco es fácil. Más cuando nos negamos a aceptar la realidad.

Vivir en una mentira es lo peor que puedes hacer. Para saber si esa persona no se siente afortunada por estar a tu lado, debes plantearte las siguientes interrogantes. ¿Mi pareja está orgullosa de lo que soy?¿Me demuestra con acciones que se siente afortunado de formar parte de mi vida? ¿Le da igual que mi presencia desaparezca de su entorno? ¿Valora y aprecia lo que hago por ella? ¿Los sentimientos que expreso son recíprocos? ¿Estoy en una relación sana?
Estas son solo algunas de las preguntas que debemos responder con total sinceridad para descubrir si nuestra pareja realmente se siente afortunada a nuestro lado. A la hora de plantearte estos cuestionamientos debes hacerlo con total objetividad. Dejar los sentimientos a un lado es necesario. Al final lo más importante es apostar por una relación saludable para ambas partes.

¡No sientas miedo y experimenta tu superación!

Lo primero es entender y aceptar que aquel que no siente la fortuna de tenerte jamás podrá valorarte. Es muy sencillo y es una realidad. Aceptarlo y superarlo es la mejor forma de evolucionar. El apego a las situaciones y relaciones nocivas son la causa del estancamiento de casi todas las relaciones de pareja. Muchas veces, terminar una relación que no da para más es el mayor acto de amor que puedes tener hacia esa persona. Llénate de valor y toma las riendas de tu vida. Recuerda que, tu felicidad no depende de nadie. La felicidad es una decisión y solo depende de ti mismo.

Aunque eres libre de amar a quien consideres y vivir tu vida como te plazca. Debes saber que, la dignidad y el amor propio son lo más importante que debes cultivar. Preocuparte por tu bienestar es indispensable. Tu salud mental y física son más importantes que cualquier relación. Las parejas van y vienen, pero tu deberás convivir contigo mismo el resto de tu vida. Por ello ¡Respétate y ámate!

Extraido de: Editorial Phronesis

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POR EL BUEN TRATO

En unas pocas semanas habremos olvidado la trágica muerte de Katy Winter y quedarán guardados en la memoria de nuestros celulares los mensajes que que han circulado en redes sociales, con profundas reflexiones llamando a los padres y colegios a la acción en estos casos. Volveremos a la normalidad hasta que, por un nuevo caso trágico, se enciendan las alarmas sobre el bullying y maltrato escolar.

¿No será tiempo de ver el problema desde otra perspectiva?

No hablemos más de detener el bullying sino más bien de construir una cultura de buen trato. ¿Cómo hacerlo?

1. Creer. Tener la certeza de que sí se pueden cambiar las dinámicas o culturas que parecen tan arraigadas en las comunidades escolares. Obviamente no es fácil, pero los seres humanos estamos hechos para conectarnos, tenemos un cerebro diseñado para la empatía y el éxito de nuestro desarrollo como especie, se ha debido a la capacidad de colaborar en la búsqueda de soluciones a todos nuestros problemas. Hoy somos conscientes del daño que produce el mal trato escolar, vamos a la raíz del problema y empecemos el cambio.

2. Tolerancia cero. Nos escandalizamos cuando vemos un caso extremo de bullying, pero somos muy tolerantes con situaciones de mal trato cotidianas: insultos, empujones, burlas, sobre nombres, exclusiones, etc. Me tocó ver a la salida del colegio de mis hijos, cómo un alumno mayor le pegaba patadas en el suelo a uno bastante más chico, a vista y paciencia de un grupo de alumnos. Me acerqué para detener la situación, y el agresor me dice, “es mi hermano”, no en forma desafiante, sino con la certeza de que esa era una razón absolutamente válida para justificar su comportamiento. Asimismo, en los colegios, apoderados y profesores, minimizan algunas actitudes diciendo que “son cosas de hombres”, “las niñitas son dramáticas”, “esto siempre ha ocurrido”, etc. O lo que es peor, se busca alguna razón en la víctima, que atenúe la responsabilidad de sus agresores. “Es que igual es bien raro ese niño”, “los papás debieran llevarla a terapia porque es demasiado tímida”, “se auto excluye”, “cómo no hacen algo para que baje de peso”, “igual él molesta”, etc.

Los casos extremos de bullying no ocurren de la noche a la mañana, ni son cosa de una vez. De hecho, el bullying se constituye cuando hay un mal trato sostenido en el tiempo. Tolerancia cero no es castigar duramente a los agresores cuando descubrimos un caso de bullying. Si llegamos a ese punto, significa que pasamos por alto muchísimos actos de violencia desde que empezó el mal trato hasta la situación límite. Tolerancia cero implica estar atentos y atender de inmediato cualquier situación de violencia, discriminación o mal trato, por muy insignificante que nos parezca. Y no castigando, sino haciendo tomar conciencia del daño, del error, del significado de los propios actos, y tratando de entender qué hay detrás de estas agresiones. Debemos ser muy explícitos en cuanto a qué es mal trato y qué no.

3. Mirar a los niños y adolescentes. La serie 13 Razones, disponible en Netflix (No apta para menores de 16 años), muestra la enorme distancia qué hay entre los adultos y los adolescentes. Los adultos no son capaces de entender las dificultades que tienen sus alumnos y sus hijos, es como si ellos nunca hubiesen sido adolescentes. Recuerden el peso que tenía la opinión de los pares en esa época. Es una etapa en que los ojos están puestos afuera, buscando un lugar en el mundo. Con mirar me refiero a ir más allá de lo obvio. Padres y profesores conectados se darán cuenta de la tristeza en los ojos, la soledad del niño que se encierra en la biblioteca todos los recreos, las dinámicas de poder que se dan en un curso, la exclusión, las bromas pesadas, los sobrenombres, etc. También me refiero a mirar sin prejuicios. Existe la creencia de que tanto agresores como víctimas son niños con muchas dificultades, y aunque hay algo de cierto en esto, la evidencia muestra que bajos ciertas circunstancias cualquier niño o niña puede llegar a ser protagonista de una situación de mal trato y de bullying.

4. Trabajar con los observadores. Tenemos que enseñarles a nuestros hijos que presenciar casos de al trato y no hacer nada, equivale a ser encubridores. Para eso hay que conectarlos con la compasión, pero también que tengan las garantías de que somos adultos que podemos resguardar un ambiente seguro. Como adultos, debemos preguntarnos, por qué estos casos no se denuncian. Es por el temor a ser víctimas también, por no meterse en problemas con los alumnos que tienen el poder. Y esto es consecuencia de que toleramos prácticas de mal trato cotidianas y no miramos con detención lo que ocurre con los niños en las salas, los patios y en nuestras propias casas.

5. El paso más importante es enseñar habilidades concretas para promover la compasión, la asertividad y la capacidad de aprecio por la diversidad. Esto implica un foco en el aprendizaje socioemocional, que no sólo ayuda a prevenir el bullying, sino que permite construir una cultura de buen trato, donde las conductas compasivas y el respeto son valoradas y no son vistas como signo de debilidad.

Tenemos que aumentar el lenguaje emocional, enseñando a reconocer emociones en uno mismo y en otros. Desarrollar la capacidad de expresar emociones de manera adecuada, sin herir. Ayudarles a reconocer sus propios límites y a expresarlos con firmeza pero sin violencia. Fortalecer la confianza para poder pedir ayuda cuando sea necesario. Que sean capaces de reconocer acciones de mal trato. Enseñarles a ser compasivos consigo mismo, cuando se equivocan o fracasan. Que aprendan a escuchar, favorecer los espacios donde puedan conocer más a sus compañeros y aprecien las características que a cada uno lo hacen diferente. Que sepan reconocer los signos de una amistad verdadera.

Trabajemos para cambios profundos y de largo plazo. Si bien tener reglamentos y protocolos, puede ayudar, no cambiará la raíz del problema. Necesitamos enseñar y modelar la compasión, el aprecio y la asertividad.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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