El efecto de “cuanto menos sabemos, más creemos saber”

En esencia el así llamado «Efecto Dunning-Kruger» explica porqué muchas personas, pero sobre todo muchos políticos demagogos y también periodistas del rubro, opinan de todo sin tener idea. En realidad, sucede bastante en lo cotidiano en personas comunes y corrientes como quienes leemos (o escribimos) estos artículos, pero el impacto en la sociedad, es insignificante en comparación al que tiene cuando se activa en los personajes ya citados.

Veamos, se trata de un sesgo cognitivo según el cual, estos políticos y periodistas con algunas habilidades retóricas, pero menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos en ellos mismos.  Como resultado, suelen convertirse en ultracrepidianos, es decir, personas que opinan sobre todo lo que escuchan y les parece “relevante para su causa personal o ideológica”, pero sin tener idea y un alto convencimiento de que saben mucho, sobre todo más que los demás.

Peor aún, estas “víctimas” del efecto Dunning-Kruger no se limitan a dar una opinión, tampoco a sugerir, sino que intentan imponer sus ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por incompetentes o completos ignorantes, cuando en realidad no es así. ¿Ya les resuenan algunos personajes así?

En una serie de experimentos, los dos renombrados psicólogos cuyos apellidos lleva este efecto, analizaron la competencia de las personas en el ámbito de la gramática, el razonamiento lógico y el humor. A los participantes les pidieron que estimaran su grado de competencia en cada uno de esos campos. A continuación, debían realizar una serie de test dirigidos a evaluar su competencia real. Entonces los investigadores notaron que cuanto mayor era la incompetencia de la persona, menos consciente era de ella. Aunque es paradójico, las personas más competentes y capaces solían infravalorar sus competencias y conocimientos. Así surgió el efecto Dunning-Kruger.

Estos psicólogos concluyeron además que las personas incompetentes en cierta área del conocimiento:

– Son incapaces de detectar y reconocer su incompetencia.

– No suelen reconocer la competencia del resto de las personas.

La buena noticia para “mortales” como muchos de nosotros, a quienes también les aflora aquí y allá este efecto, es que se diluye a medida que la persona incrementa su nivel de competencia, ya que también se vuelve más consciente de sus limitaciones. En la mayoría de los políticos y periodistas de ese sector, es más difícil ver esa toma de consciencia…, más bien se aprecia una tendencia inversa.

En la práctica, ello conlleva a que estos personajes creen saber  todo lo que es necesario saber. Y eso los convierte en personas sesgadas, que se cierran al conocimiento y emiten opiniones como si fueran verdades absolutas. Reitero: bajo ciertas condiciones la incompetencia de estas personas tiende a ocurrir emparejada con una autoestimación elevada. El comediante británico John Cleese lo describe acertadamente de la siguiente manera: «El problema con las personas estúpidas, es que a menudo son demasiado estúpidas, para ver por sí mismas que son estúpidas».

Este efecto es realmente desagradable cuando viene p.ej. de jefes, de la pareja e incluso de los padres, pero en el impacto macrosocial es demasiado frecuente y alto en el ámbito político. Es posible, que tú o yo no sepamos en este momento, qué estupidez hemos hecho hoy o ayer.

La pregunta que surge es: ¿Qué podemos hacer para evitar caer en esta trampa nosotros mismos, de quedar atrapados en este efecto cuando caigamos en éste?

Karl Weick, profesor emérito de psicología organizacional de la Universidad de Michigan opina: «¡Discuta como si tuviera razón y escuche como si estuviera equivocado!»

Creo que es un consejo inteligente. Si tomas esto en serio y los siguientes cinco consejos adicionales también, a diferencia de los personajes del mundo político, aumentarás significativamente las posibilidades de no equivocarte por error y caer profundamente en el efecto Dunning Kruger:

1. APRENDE A CONOCERTE

Es parte de la naturaleza humana juzgar mal el alcance de la propia ignorancia. Platón ya reflejó esto en su alegoría de la caverna. El problema es que vemos ignorancia en otras personas, pero no en nosotros mismos. Una forma de corregir esto, es hablar con otras personas, y realmente escuchar e invitar a recibir comentarios críticos. Esto nos permite aprender cosas que no sabíamos o pasamos por alto, o obtener otras perspectivas que pueden ser extremadamente útiles.

2. RODÉATE DE PERSONAS QUE TE DESAFÍEN

Crea tu propia red de personas, la que consiste en un grupo seleccionado que te dice lo que no quieres escuchar… ¡Pero que a la vez necesitas escuchar con urgencia! En nuestro entorno, necesitamos personas que inicien procesos de autorreflexión, nos muestren nuestros puntos ciegos y revelen nuestro potencial de desarrollo.

3. IMAGINA EL PEOR ESCENARIO (“WORST CASE”)

Aunque soy un optimista practicante, con los años he aprendido que el optimismo tiene su lugar en la vida, pero no necesariamente cuándo hay que tomar decisiones importantes. Ahí me fui de bruces algunas veces. El optimismo y el éxito en el pasado, pueden llevarnos a caer en un exceso de confianza. David Dunning recomienda: “Si una decisión es importante, siempre pregúntese dónde podría estar equivocado. O cómo tus planes podrían terminar en un desastre «.

La herramienta para esto es incluir el peor de los casos o escenarios. Te protege contra el efecto Dunning-Kruger y los proverbiales lentes de ver todo color de rosa, así como contribuye a agudizar el estado de alerta. Las preguntas pueden ser: ¿Qué puede pasar en el peor de los casos? ¿Bajo qué circunstancias puede suceder esto? ¿Qué tan probable puede suceder esto? ¿Qué contramedidas puedo tomar para prevenir este escenario o mitigar sus efectos?

4. PIENSA EN PROBABILIDADES, NO EN CERTEZAS

David Dunning dice: «Las personas que piensan en términos de probabilidades en lugar de certezas, tienden a ser más capaces de predecir lo que sucederá en el futuro, que las personas que piensan en términos de certezas». En otras palabras: más expuestos al efecto Dunning-Kruger estamos cuando pensamos en categorías muy simples de blanco o negro, bueno o malo, incorrecto o correcto, sí o no. Estamos menos expuestos al efecto Dunning Kruger cuando pensamos en las probabilidades. Entonces, por ejemplo: «¿Cuál es la probabilidad de que pueda lograr este objetivo? – 20, 50 u 80 por ciento? «

5. APRENDE A DECIR «NO SÉ»

«Parece incómodo para la gente decir: ‘No sé’. Sí, admitir que no sabemos algo no sale fácilmente de nuestros labios, porque siempre existe la sensación de que es una admisión fatal de debilidad e incompetencia. Haremos un progreso significativo si no pasamos por la vida como supuestamente conocedores, porque de cualquier modo nuestra incompetencia nunca pasa desapercibida durante mucho tiempo.

Tener en cuenta estos puntos aumenta las posibilidades de no caer en la trampa Dunning Kruger. Las personas que pueden admitir ante sí mismas y ante los demás que sus suposiciones no pueden ser correctas, y que su conocimiento puede ser limitado, saben más que los autoproclamados proclamadores de la verdad, que están absolutamente convencidos de la exactitud de sus opiniones y sus conocimientos.

En este contexto, me gusta el término «humildad intelectual». Quienes cultivan la «humildad intelectual» aceptan que podrían estar equivocados. Esto no es coquetería, sino el resultado de la autorreflexión, el cuestionamiento crítico y la apertura intelectual. Y lo más importante, hagan como yo, que ya no señalo con el dedo a los  «candidatos Dunning-Kruger» – salvo a los políticos y periodistas de ese mundo, sino intento crecientemente estar consciente de  la primera regla del “Club Dunning-Kruger”, la cual es: “¡No sabes acaso, que ya eres miembro del Club!”

Este artículo posee extractos de un artículo acerca del Efecto Dunning-Kruger de la Psicóloga Jennifer Delgado Suárez vía Rincón de la Psicología

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4 asignaturas que todo estudiante debería tener (sin importar su carrera)

Artículo publicado originalmente en El Definido

Porque no solo de técnica especializada vivimos los seres humanos, Mane Cárcamo rescata esas asignaturas que deberían estar en toda malla curricular de cualquier carrera de Educación Superior. ¿Por qué? Nos harían tanto más fácil la vida.

Llegar a la universidad o instituto y lograr el tan ansiado cartón (con esos timbres más caros que pasaporte chileno), ha sido para varios de nosotros una verdadera cruzada. Cumplir con las expectativas de nuestros padres, alcanzar esa meta que tanto esfuerzo y renuncias significó, experimentar en carne propia esa agradable sensación de haber logrado algo grande, es un camino que vale la pena recorrer. Y claramente ES un punto de inflexión en nuestra vida estudiar algo a lo que, ojalá con amor y pasión, nos dedicaremos toda nuestra vida.

Personalmente la universidad fue una etapa de mi vida espectacular en donde conocí nuevas maneras de mirar el mundo, grandes personas que hasta el día de hoy son mis amigos y obtuve además el título de periodista (inserte acá su crítica gratuita a la profesión). Una vocación que me fascina e inspira.

Obviamente fue importante aprender reporteo, ética periodística, tener talleres de radio y TV, más todas esas asignaturas fundamentales para aprender “a hacer”. El tema es que creo que aparte de las obvias, hay materias que TODA carrera (ya sea universitaria o técnica) debería contemplar en su malla. Conocimientos transversales a los que debería acceder desde un bailarín hasta un físico nuclear. Materias que nos harían trabajadores más completos, más útiles y también más libres y responsables cuando hay que tomar decisiones.

Tal vez las instituciones educativas deberían considerarlo. Darse el tiempo para mirarlo como una oportunidad y ayudar a que sus alumnos sean hombres y mujeres que van más allá de la técnica. Aquí mi propuesta de ramos obligatorios que todo pobrecito mortal debería aprobar:

1. Primeros Auxilios

Es impactante que haya gente que fue capaz de inventar internet, construir el Costanera Center (los pueden odiar pero convengamos que fácil no debe haber sido), diseñar una aspiradora que se mueve sola (googleen “Roomba”, en verdad la añoro con todo mi ser), imaginar la depilación definitiva (existe desde 1994 para felicidad de todas) y que esa misma gente no tenga idea de reanimar a una persona, hacerle respiración boca a boca o evitar que se atore con una bolita. Los primeros auxilios deberían ser parte de la cultura general. Y si me apuran más, ramo obligatorio desde el Colegio.

2. Negociación de Sueldo

Temón de temones. Cualquier tipo de negociación es un verdadero arte que muy pocos manejan. Para varios de nosotros, hablar de lucas implica varias noches de insomnio, alto consumo de sicotrópicos con más estrellas que el firmamento, transpiración helada e incluso pérdida del apetito (síntoma que debo reconocer que NUNCA se me ha manifestado).

En general este talento lo manejan mejor los profesionales ligado a las ciencias económicas, pero para nosotros los humanistas, o lo artistas es un verdadero calvario. Podemos entrar ultra empoderados a negociar más cláusulas que la Raquel Argandoña para un estelar y ¿lo peor? Salimos trabajando mayor cantidad de horas y por menos plata.

Pues bien, esta habilidad se debería enseñar de manera rigurosa. Cómo plantear nuestras aspiraciones, cómo mantenernos firmes cuando nos están tratando de doblegar y cómo lograr además que aun así, el jefe te siga queriendo.

3. Ventas y Marketing

La palabra venta está demonizada y goza de pésima fama. Incluso cuando alguien define a una persona como “vendedor” se puede oler cierto tufillo despectivo en el ambiente. Pues bien, todos deberíamos saber vender. Es clave.

Tal vez no vendamos un producto concreto nunca, pero alguna vez en la vida tendremos que ofrecer un proyecto, una idea e incluso “vendernos” a nosotros mismos en una entrevista de pega. Dejarlo todo al azar y dependiendo de las propios talentos es tan riesgoso como poner a Sebastián Piñera en el bloque humorístico de El Festival.

Deberían haber cátedras transversales a todas las disciplinas, en donde nos enseñen a llegar a nuestro objetivo con estrategias eficaces, ser atractivos para presentar nuestro “producto”, saber hacer seguimiento sin transformarnos en sicópatas ansiosos y finalmente cerrar el tan preciado negocio. Piénsenlo… cuanta gente más realizada en el mundo existiría, si alguien les hubiese dicho cómo hacerlo.

4. Finanzas Personales

Volvería a la universidad solo para inscribirme en este curso. Porque, por Dios que común es la gimnasia financiera en nuestro país. Según un estudio de Adimark de este año, el 47% de los chilenos asegura estar endeudado. Y en verdad conozco a muy poca gente que pertenezca al 53% restante. ¡¿Dónde están?!

Me parece fundamental estar al tanto nuestra capacidad de endeudamiento (una deuda sana no es problema), tener una visión realista de nuestra cuenta corriente y el presupuesto que podemos manejar, saber que los negocios milagrosos no existen (¿cierto Garay?) y básicamente ordenar nuestro estilo de vida. Más cuando el grupo que más crédito ha contraído está entre los 25 y los 34 años, lo que nos debería hacer reflexionar acerca de que se normalice que generaciones completas vivan en rojo. Rectores, Decanos, Directores de carrera y demases, este curso les llora en su malla. Habrá gente menos angustiada y probablemente a ustedes también les pagarán las mensualidades cuando corresponda. Win-win.

¿Qué otros ramos útiles para la vida agregarías?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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