6 hábitos que confirman que hay dos tipos de personas, ¿cuál eres?

La rutina tiene sus pequeños hábitos que son obvios para uno, pero que al compartirlos con otros, pueden generar desde una carcajada burlona hasta una entretenida guerra verbal. ¿Con cuál de ellos te identificas?

Hace unos días en una sobremesa larga y tendida surgió este tema que prendió con agua. Es un tema tan intrascendental como entretenido: los hábitos del día a día que se toman como normas de vida. Despierta pasiones, defensores de cada hábito y risas abundantes. Porque en una misma familia hay distintas maneras de vivir lo cotidiano y cada uno lo vive como si fuera una pasión futbolera. Acá un pequeño resumen de lo que surgió en esa divertida conversación.

La amada y costosa palta

El consumo de palta es tan variado como la lista de candidatos a concejales. Hay quienes la muelen para comerla al desayuno, otros simplemente la cortan, hay quienes le echan aceite (como si careciera de él), jugo de limón, pero lo que es un hábito absolutamente inexplicable para mí, es quienes aman la palta con mantequilla. Queridos columnistas, la palta y la mantequilla son como Pampita y la China Suárez. Podrán encontrarse en el mismo lugar, pero NUNCA ir juntas. O el pan lleva palta o lleva mantequilla. ¿Ambas? Antes podré entender la gramática coreana que esa rareza, que además mi marido defiende a brazo partido.

El lavado de dientes

Aquí hay varias propuestas también. Están los que le echan la pasta directamente al cepillo y se lo lavan normalmente en el lavatorio. También existe esa comunidad que necesita mojar la escobilla antes de echarle la pasta de dientes ( ¿no lo lavaron inmediatamente después de usarlo? Me asalta esa duda) y también está un tercer grupo al que miro con cariño y asombro al mismo tiempo y en el que cada día veo más adeptos: los que se lavan los dientes en la ducha. Onda mientras tienen el bálsamo en el pelo, vamos con la higiene bucal, ¡y con agua caliente más encima! No lo entiendo, pero respetable igual.

Los esperados huevos de chocolate

Esta categoría la tuve muy clara desde chica. Estábamos los que recibíamos los dulces del conejito y a las 21:00 horas del domingo de Resurrección teníamos una torsión intestinal y nada de colación para el lunes, porque OBVIAMENTE la ansiedad era inmanejable y ya nos habíamos comido los 50 huevitos, conejitos y zanahorias de chocolate que habíamos recibido, como si tuviésemos un decreto garantizando que el mundo se acababa ese mismo día. Y todos los años igual. Sin embargo, un día cualquiera, visitabas la casa de una amiga en septiembre y ¿qué veías? Un canastito tímidamente guardado entre los polerones con varios huevos que le quedaban desde la Pascua y que al abrirlos, era tanta su vejez que estaban blancos. Esa gente rara es la que hoy NO TIENE QUE ESTAR HACIENDO DIETA COMO YO. Gente medida y equilibrada, les llaman también.

La verborrea matutina

Me adelantaré al bulliyng de mis amigos y en este punto declararé públicamente que hablo mucho. Pero en mi defensa, no al despertar o en las primeras horas de la mañana. Hay gente que se saluda con el marido a las 7:00 AM como si el susodicho volviera del viaje de La Esmeralda. Es un gesto bonito y educado, pero aquí milito en el partido de los que en silencio hacemos las cosas y tipo 9:30 comenzamos a activar esa parte del cerebro dedicada al lenguaje que en mi caso NO PARA MÁS. Muchas veces este silencio matutino, los que son verborreicos, lo interpretan como mala onda. Aquí los más radicales fueron enfáticos en manifestar que no es así y que la explicación es solo que el motor de partida se demora un poco más en prender. Así es que gente sensible, no se persiga.

El calcetinismo

Los calcetines son un verdadero tema. Hay gente que no concibe que existan humanos que en la noche necesitemos los calcetines como un elemento de la canasta familiar. Pueden vivir en Alaska, sin calefacción y aun así se meterán a sus gélidas camas totalmente descalzos. Es una ley inquebrantable.

Y, por otro lado, ¿qué me dicen de las “papas”? ¿Eres de los que tiene un mínimo hoyito en su calcetín y lo manda directo al tacho de la basura? O ¿perteneces a los que puede andar con un colador en el pie y resistir con una pobreza franciscana? Dejo abierto este trascendental debate. No es un tema menor.

El amor a las boletas

A los que pertenecen a esta categoría entre los admiro-odio-envidio-detesto. ¿Se han fijado en esa gente que tiene guardada la boleta de cuando se compró sus últimos jeans nevados o su laca Dúo? Es gente ordenada y metódica, no lo niego. Pero algo de frikerío hay también. En buena, la garantía ya no aplica y esa boleta podría ser parte de una donación para un museo. Pero los envidio cuando el producto no les quedó bien y no pierden ningún peso por haber guardado ese pequeño papel amarillento, que en mi caso se perdió en la cartera a los 14 segundos que hice la compra.

También quiero incluir acá a los fanáticos de los manuales. Los conozco de cerca (vivo con uno) y me despiertan más curiosidad que conocer la receta de la Coca Cola. Los guardan en lugares importantes y lo que es más raro ¡¡¡los leen en sus momentos de descanso!!! Se defienden de ese extraño hábito con el argumento de cómo sacarle más provecho al exprimidor de jugos. Esa gente es sabia y rentabiliza sus inversiones, pero creo que antes de leer un manual prefiero aprenderme la tabla periódica en libanés.

Espero sus aportes queridos lectores. Personalmente creo que las mini vacaciones que se vienen son para pasarlo bien, comer cosas ricas, descansar y reírse con la familia y amigos de tonteras como estas. Aunque no lo crean son un buen paso para pasar de lo que los ingleses llaman “small talk” a buenas conversas profundas y enriquecedoras.´

¿Cuáles son tus hábitos que nadie comprende? ¿Cuáles no puedes llegar a entender de los demás?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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5 presiones sociales cotidianas de las que todos hemos sido víctimas

Son cosas simples, pero tan arraigadas en nuestra cultura chilensis que ni nos damos cuenta que no tienen mucho sentido y si vas contracorriente, más de alguno bromeará con tu rebeldía. Esta es mi lista de los clásicos.

¿Se han dado cuenta que hay demasiadas presiones sociales de las que somos víctimas? Pero hoy no hablaré de casarse a cierta edad, tener “la parejita” de hijos o ese tipo de presiones más macros o estructurales. Mi columna de hoy abordará esas presiones cotidianas, medio subterráneas, pero que igual cansan y agotan. Y enojan muchas veces. A ver cuántas de estas han sufrido (y si se les ocurren más espero sus aportes):

1. Carretear sí o sí en Año Nuevo

Hace mucho tiempo que declaré que tengo cero onda con esta fecha. Vivo en Viña, entonces probablemente lo asocio con el PEOR día del año de esta gloriosa ciudad. Los fuegos artificiales me provocan menos emoción que el canal de la hípica y cuando he anunciado que no voy a hacer nada, viene la debacle masiva de mis amigos y familiares. “¿Pero cómo no vas a hacer nada?”, “Te vas a deprimir, lo firmo”, “Tienes que partir el año con buenas vibras…” y bla, bla, bla. Mientras en mi mente pongo la cara de este emoticón, diciéndome a mi misma que esos 4 años que me acosté a las 9.00 pm. y vi los programas grabados de los canales nacionales fui muy feliz y no tuve ninguna crisis existencial.

¿Cuál es el afán de administrar los carretes de los otros? Odio cuando estás en un matrimonio, tipo 3:30 de la mañana, ya bailaste todos los hits del momento y visualizas tu cama como un oasis en medio del desierto más árido del mundo. Te empiezas a despedir y todos parten: “Pero como te vai tan temprano?”, “ No seas fomeeee”, “¿Un trago más y se van?”… GRRRRR. La solución: aplicar una bomba de humo y desaparecer como el gran mago David Copperfield. No hay otra.

2. El amor al futbol en los hijos hombres

Tengo tres hijos hombres y una niñita. A ellos, el futbol les interesa menos que lo que me puede interesar a mí la aeronáutica malaya. Más de alguna vez me he topado con una mamá que se asusta y te lanza comentarios del tipo: “Los niños tienen que jugar futbol si no son apartados del curso y nadie los pesca”, “¿Qué va a hacer en los cumpleaños que se celebren con pichangas?”.

Y debo reconocer que en la primera infancia de mi cabrerío, igual sucumbí algo a la presión futbolera, pero luego me pegué el alcachofazo que hay hartas cosas en las que puedo y debo obligar a mis hijos ( lavarse los dientes, pedir perdón cuando han sido poco respetuosos, cumplir con sus responsabilidades, etc.), pero no los puedo obligar a que tengan un hobby simplemente porque la sociedad así lo exige. Así es que cual Gloria Trevi me liberé de eso y es más, promuevo que los niños en su tiempo libre sean capaces de descubrir sin presiones que es lo que verdaderamente les apasiona. Tienen hartos amigos y me di cuenta que si para uno no es tema, para ellos tampoco. 7-0.

3. Teñirse las canas (las mujeres)

Aquí me di una vuelta de carnero más grande que las que se han dados varios políticos en los últimos días (inserte su lista aquí). Yo era de las que criticaban y casi andaba con el Color Touch en la cartera para regalárselo a la que osaba a no tinturar su cabeza. Hasta que leí una entrevista a la maquilladora Minata Rodríguez acerca de su volón con las canas, la edad y comencé a ver a varias amigas de mi mamá que se veían muy estilosas y cambié de opinión. Al final el tema de las canas no puede ser un dogma. Simplemente hay gente que se ve bien y otra que no. Y bueno hay gente a la que le quedan mal a los 35, pero si se siente cómoda… ¿Quien me movió la jaula a mí para opinar?

4. El stress de los panoramas en vacaciones de invierno

Esta presión es relativamente nueva, ósea está vigente hace como 15 años según mi Estudio de Mercado de la empresa Carcamo’s Enterprise Inversions. Porque cuando nosotros éramos chicos, ¿qué hacíamos en las vacaciones de invierno? NADA. Nos levantamos más tarde, jugábamos más horas, veíamos más tele en la mañana y ya está. Y nuestras madres no estaban agotadas inventándonos 900 panoramas para evitar culpas. Hoy es un verdadero tema que los niños “se aburran”. Vamos pidiendo un crédito de consumo para el Zoo, el Parque no sé cuánto y la película taquilla del Cine. De vacaciones, nada. Al final es una montaña rusa de actividades que termina con toda la familia reventada y desfinanciada. Vamos mejor por el team Dominó, Carioca y películas en Netflix. Buena causa para marchar.

5. La carne para el 18

Esta presión social es básicamente masculina, pero al tercer día de asado en esos fines de semanas dieciocheros solo quiero abrir una ventana y gritar: ¡UNA PAELLA PARFAVAAARRRRR! ¿Cuál es el TOC con comer asados absolutamente todos los días? Y cuando osas a hacer un rico ceviche o una pizza te miran con tanta cara de hereje que incluso te hace mirar la bandera con cierto cargo de conciencia. ¿Soy la única loca a la que le agota la carne asada? ¿O somos más en esta cruzada intrascendente? Para verle un lado positivo, lo lindo de esa maratón carnívora es elajiaco del primer día hábil post celebración, que disfruto con verdadera alegría y placer.

Hay muchas de estas presiones intrascendentes a las que simplemente cedemos por cultura, poco espíritu crítico o personalidad. A veces es bueno analizar nuestras costumbres, maneras de vivir y ver si realmente son coherentes con nuestro proyecto de vida y/o nos resultan cómodas. Y con toda la honestidad del mundo, comenzar a definir el camino que libremente queremos recorrer. Sin presiones.

¿Qué otras presiones sociales cotidianas sientes?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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