Chequeo Sexual

Siempre me he preguntado qué pasaría si las parejas que están en planes de casarse pasaran por unas charlas de sexualidad. Así como van a las charlas matrimoniales de las iglesias, puedan asistir con una psicóloga sexóloga a charlas que se enfoquen única y exclusivamente en la vida sexual de ambos.

Y no es que se me ocurra porque sí, sino que porque con el tiempo uno empieza a ver que el anhelo de toda pareja es volver a tener la vida sexual que tuvieron los primeros meses de la relación. Pero la realidad es que con el tiempo y la costumbre de estar con el otro, la novedad se va perdiendo y con ella el deseo sexual.

Y este es el primer punto crítico, que si pudiera decir un número estimado les pasa al 90% de las parejas alrededor del sexto mes de estar viviendo juntos. Los primeros meses quedan con el efecto de la luna de miel que se prolonga por un tiempo antes de que afloren problemas que muchas veces venían arrastrando hace un tiempo pero que nadie quiso mencionarlos.

Lo mejor que nos puede pasar a los terapeutas de pareja es que llegue la pareja en este punto, porque recibimos a dos personas que se aman, que no han perdido el tacto, que quieren solucionar algo pero no saben cómo hacerlo y han pedido ayuda a un tercero que pueda guiarlos. Este tipo de parejas no está más de 10 sesiones para lograr entender lo que está pasando y comenzar hacer algo para cambiar la situación. Por lo general ambos colaboran tanto en la interpretación como en la reflexión del problema y tienen sus egos relativamente controlados.

Otras veces (lamentablemente la mayoría) nos enfrentamos a parejas que llevan años en crisis, parejas que no han logrado enfrentar la situación con las herramientas que cada uno tiene. Mujeres y hombres que se defienden detrás de un poderoso ego, que cada vez parece menos penetrable, que defiende con uñas y dientes a su amo. Son parejas que llevan mucho tiempo de discusiones y peleas sin resolución, personas muy dañadas, desilusionadas, frustradas, que muchas veces están enamoradas pero el conflicto es tan potente que se rinden y ceden fácilmente a las discusiones.

Acá es donde uno como terapeuta se agarra la cabeza y nos preguntamos “¿por qué no vinieron antes?”. Porque hay que esperar a estar críticos para pedir ayuda a un tercero, sobre todo en la salud mental. A veces pasa que nos duele un diente y no hacemos nada hasta que el dolor no me deja respirar tranquila, ahí recién pido hora al dentista y es demasiado tarde, hay que sacar el diente y hacer un implante. Otras veces tenemos síntomas físicos que no son tan molestos por lo que hacemos oídos sordos, y llega el minuto en que también es demasiado tarde y nos descubren un cáncer.

No quiero ser trágica pero es la realidad a la que nos enfrentamos. Y un problema de pareja muchas veces puede ser como un cáncer que arrastramos para todas partes. Y tal como en la enfermedad, no sufre sólo quien lo padece sino que el entorno completo. Es por esto que aprender a hacernos cargos de nuestras dificultades como pareja debería ser una de nuestras prioridades. Tener la suficiente madurez y altura de mira para decir “mi amor, esto nos está superando” es lo más sano. Porque de lo contrario ocurren eventos que ponen en riesgo un compromiso mayor, y estoy hablando de las infidelidades.

Algo pasa con los seres humanos que no somos capaces de enfrentar los problemas en su momento y al hacernos los locos, no nos damos cuenta que estamos mirando para otro lado, porque no queremos ver el problema. Y mi marido o mi señora son los representantes de ese problema, por eso es que evito verlo/a y poco a poco me empiezo a desconectar de la única persona con la que debería estar más conectado. Si en este tiempo aparece un tercero, que escucha, contiene, es cercano y además atractivo físicamente, las posibilidades de ser infiel son cada vez más grandes.

Y esto es lo que a mí me gustaría evitar, no sólo como terapeuta y mujer, sino que como sociedad. Porque uno de los sufrimientos más grandes que puede atravesar una pareja (después de la muerte de un hijo) es la desilusión del matrimonio. La impotencia de que el otro nunca dijo algo, de que yo nunca lo vi venir, de que la relación aparentemente estaba bien, pero en la profundidad ocurrían desencuentros que no eran hablados, sobretodo relacionados a la sexualidad.

Como una abanderada del amor, de las buenas relaciones y el buen sexo propongo que toda pareja que esté tomando la decisión de tener un hijo, casarse o convivir, pueda y se atreva a pasar por un terapeuta de pareja con manejo en sexología. Hablar de lo que nadie te habla, atreverse a preguntar y decir lo que siento respecto de la sexualidad en general, no estoy hablando sólo del sexo propiamente tal, sino que me refiero a la intimidad de una pareja.

Porque no hay nada más rico en la vida que tener una buena relación, amar y sentirse amado, excitarse, querer tener relaciones, querer dar y recibir sexo oral, querer trabajar en mi relación cada día de la vida, porque nada es para siempre. Firmar un papel, tener un hijo en común, ser socios en una empresa, nada te garantiza el amor. Como siempre digo, la pareja y la familia son la empresa más importante,  a las que le deberías dedicar tiempo de calidad y un cheque anual por lo menos.

Si vives en otra ciudad y necesitas que te recomiende un psicólogo de pareja me puedes buscar en mi Instagram @hoymetoca ahí salen todos mis datos o nos escribes por la página web de Centro Al Alma.

 

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5 medidas para iniciar tu desintoxicación digital

Los teléfonos móviles (con su correspondiente conexión a internet, a las redes sociales y potencialmente a miles de personas) han penetrado tanto en nuestras vidas que actualmente corremos el riesgo de quedarnos secuestrados por estos aparatos, a su merced. Y sin ser muy conscientes de ello, nos estamos haciendo adictos a el móvil. Nos estamos acostumbrando a reaccionar de forma inmediata cada vez que nos llega un bip del teléfono; nos sentimos impelidos a mirarlo y contestar. Incluso cuando no lo hacemos, nuestros pensamientos se dirigen hacia quién será el que envía el mensaje y de qué asunto se tratará, interrumpiendo nuestra tarea del momento.

 A menudo estamos físicamente presentes pero psicológicamente ausentes, y el mensaje que le llega a las personas que están con nosotros es que son menos importantes. Por eso es fundamental plantearse hoy en día una desintoxicación digital y saber cómo poner freno a esta corriente que parece arrastrarnos, incluso a pesar nuestro. Aquí dejamos cinco buenas sugerencias:
  1. Ocultar el móvil y no poner sonido a los mensajes entrantes. No hay ninguna razón para mantener el teléfono al alcance de la mano, ni de la vista durante ni después de la jornada laboral, especialmente cuando tenemos que estar centrados en alguna tarea. Tampoco es beneficioso estar escuchando continuamente los sonidos de los mensajes entrantes que actúan como tentaciones difíciles de resistir… Y eso hace que nos despistemos cada dos por tres, y seamos muy poco efectivos en nuestro trabajo. Por supuesto si estamos con otras personas, pensaran y con razón, que son menos importantes que nuestros mensajes y que lo que estamos hablando con ellos no nos interesa casi nada. Además, la comunicación es más superficial porque sabemos que podemos ser interrumpidos por un bip en cualquier instante. Es más conveniente mirar el teléfono cuando tenemos tiempo y en ese momento contestar todos de una vez.
  2. Dejar de usar el teléfono como relleno de tiempo. Muchos de nosotros, sin querer, nos hemos casi convertido en adictos al entretenimiento y la distracción (y algunos además, al trabajo). Por eso, cada vez que tenemos un momento libre, esperando en fila de la cafetería de la oficina, esperando a embarcar en el aeropuerto, en la sala de conferencias antes de que los compañeros lleguen, esperando a los niños a la puerta del colegio…. volvemos a la pantalla como una muleta social cuando estamos ansiosos o aburridos. Es importante intentar resistir este impulso haciendo algo de lo que disfrutamos mientras esperamos, ser capaces de quedarnos en silencio con nosotros mismos, observar el entorno, detenernos para contemplar la belleza o agradecer nuestras bendiciones… Al principio podemos sentirnos incómodos, pero es crucial no tener dependencias ni hábitos adictivos ni compulsiones.
  3. Practicar mindfulness. Cada vez hay más investigaciones que demuestran que estar con la consciencia en el presente presente con atención plena (mindfulness) nos ayuda a tomar mejores decisiones, reduce el estrés y ansiedad, mejora nuestro estado de ánimo y incrementa la sensación de bienestar. Poder entrenar nuestra atención puede ser muy valioso para tener también un mayor sentido de control sobre nosotros mismos, manteniendo la serenidad incluso ante circunstancias adversas.
  4. Convertirnos en modelo de buenos modales en el trabajo (y fuera).No importa lo habitual que sea en nuestro trabajo o en nuestro entorno estar constantemente tecleando el teléfono cuando alguien está hablando, es irrespetuoso. Como padres, como líderes, como parejas, como amigos estamos dando mal ejemplo de comportamiento continuamente; y consciente o inconscientemente estamos influyendo en nuestro entorno. Más de una vez me ha ocurrido en la consulta del médico, me he quedado mirándole atónita mientras esperaba a que él terminara de enviar mensajes para que se dignara a atenderme. Seguro que vosotros habéis vivido situaciones similares también. Y por supuesto, no deberíamos llevar a la mesa el móvil y estarlo ojeando mientras comemos con otras personas, sean compañeros de trabajo o nuestra familia. Es de pésima educación y no permite ninguna conexión verdadera entre las personas.
  5. No llevar el teléfono al dormitorio. Dejarlo siempre fuera, y si hubiera alguna urgencia podríamos oírlo, pero cerca de nosotros nos impide dormir lo suficiente y con profundidad. Cuando no dormimos suficientes horas o lo hacemos de manera superficial pendientes del teléfono, tanto nuestra salud como nuestras capacidades cognitivas se resienten. Nos volvemos más irritables, más reactivos, menos presentes y menos alegres. Por si fuera poco, cuando no descansamos bien por la noche, tendemos a a centrarnos en lo que no está funcionando en nuestra vida, en los problemas, en lugar de lo positivo. Conozco a gente que se despierta en medio de la noche buscando el teléfono para iniciar inmediatamente una conversación de mensajes de texto, consultar las noticias o mirar Facebook. Y lo tienen ya tan automatizado que les parece normal.

Esta época de revolución digital, hemos de tomar consciencia de este creciente problema. La profesora del MIT, Sherry Turkle, afirma que en los últimos 20 años nuestra sociedad ha experimentado un descenso del 40% (la mayor parte ocurriendo en la última década) en indicadores de empatía en las personas, y los investigadores están vinculando esta tendencia al auge de las tecnologías de comunicación digital. A medida que nos conectamos más a la tecnología, parece que corremos el riesgo de dañar el cableado de nuestro cerebro y nos desconectamos de la interacción personal, algo totalmente necesario a nivel psicológico y social.

Por supuesto, no se trata de tirar los móviles a la basura ni darnos de baja de las redes sociales. Se trata de tomar consciencia de nuestras dificultades para desconectarnos de la tecnología, de los peligros y daños que esto conlleva, y hacer un uso más equilibrado y menos dependiente de la misma

Fuente: El Huffington Post

Autora: Mónica Esgueva

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