Ser mamá: opción, no imposición

Ser mamá no es la panacea, no es la clave para la felicidad y no nos hace mejores personas que el resto. Ser mamá no llena vacíos, no retiene hombres ni nos vuelve súper mujeres per se.

Ser mamá es una labor para toda la vida, una responsabilidad y un compromiso que no todo el mundo está dispuesto a afrontar lo cual debe ser visto con el respeto que se merece y no como algo antinatural porque no lo es: ser mamá es opción y no imposición. 

La maternidad es un sinfín de aprendizajes y una experiencia única y maravillosa pero no es el fin último ni la meta en la vida de una mujer y por supuesto que no encaja con el plan de vida de todas y es absolutamente válido y comprensible. Ser mamá implica siempre alguna renuncia del yo. 

Si sos mujer y hoy decides no tener hijos yo te aplaudo, te admiro y te respetos porque me parece mucho más honesto y justo para con las partes pararse ante el mundo y decir: “no me interesa la maternidad” a ir por la vida siendo una madre frustrada, arrepintiéndose de lo que no pudo ser o criando hijos a medias o pasando necesidades. También me atrevo a pedirte que si estás absolutamente segura y sin vuelta atrás procures evitar quedar embarazada.

Me consta que la mayoría de las mujeres que deciden no tener hijos en general no se levantan de la cama un día  diciendo: “no voy a ser mamá”, gran parte de las que conozco que conozco son mujeres que han analizado mucho la situación, tienen argumentos bien plateados y han meditado, evaluado y proyectado llegando a su conclusión. Respetémoslas como así ellas también deben respetar a la mujer que encontró su vocación o su plenitud en la maternidad. 

Por otro lado hay congéneres que no pueden tener hijos y adoptar a veces no es opción o es un proceso largo y complicado: bajemos el nivel de presión y comentarios sugerentes. Nunca sabes lo que hay en la cabeza y el corazón de los demás como tampoco sabes las pérdidas y el sufrimiento  por el que han atravesado.

Amar al prójimo es también tener los ovarios para ir en contra de los mandatos sociales si no sentimos la certeza de que queremos ser mamás. 

Ana Acosta Rodríguez, Mamá Minimalista

 

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Fuente: mamaminimalista.net

Ana_AcostaAna Acosta Rodriguez

Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness,  Inteligencia Emocional y Crianza con apego.

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Tu hijo mayor también te necesita

Desde que nació mi hija más pequeña siento que tuve que empujar un poquito al mayor para madurar más rápido. El todavía era un bebé de 20 meses y yo le decía cosas como: “no grites que la bebe duerme”, “habla más despacio que la bebe llora”, “ahora no puedo porque tu hermanita está en la teta”, “camina solito porque tengo que cargar a tu hermana que es más chiquita” y cosas por el estilo. 

Ahora ella tiene dos años pero todavía es complicado porque sigue muy pegada a la teta y porque se pone muy celosa cuando mi hijo más grande me abraza o quiere estar encima mío y aún es muy pequeña para entender algunas cosas, entonces el pobre se frustra bastante por momentos y yo lo entiendo.

A mi me parte el alma la mirada de mi hijo en esos momentos porque en lugar de quejarse o llorar él, resignado, se mueve de mi regazo y se sienta a mi lado siempre compartiendo a mamá. 

Me di cuenta que injusta estaba siendo. La pequeña ahora tiene la misma edad que él tenía cuando ella nació y eso me movilizó porque a ella la veo y la trato como a un bebé pero cuando él tenía esa edad lo trataba como un niño más grande.

Entonces quise hacer algo para compensar un poco las cosas y decidí priorizar tiempo con mi hijo a solas, tiempo especial entre él y yo para conectar sin interrupciones y para que no tenga que compartir a mamá siempre. Resulta que desde hace unos meses tenemos una cita una tarde por semana, solos él y yo. Planificamos, vamos a donde quiere ir, nos abrazamos y nos damos besos “a demanda” sin que la más chica nos interrumpa. Ella se queda con papá y no hay ningún problema. 

A mi gordo le encantan nuestras “citas especiales” (y, hasta orgullosos, se las cuenta a sus amigos) pero debo decir que a mi me gustan más, porque tengo la oportunidad de darle todos los besos y abrazos que no le pude dar estos últimos dos años y me reconforta el corazón. 

 

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LA METAMORFOSIS DE UNA MADRE

Antes de ser mamá tenía muy claro que primero sería mujer y luego madre, que no quería que la maternidad me absorbiera dejando de ser Ana para ser “la mamá de…”. Luego entendí que las cosas son mucho más profunda y están enraizadas y entrelazadas de una manera tan fuerte que era imposible seguir siendo simplemente Ana.

Ya no podía elegir entre ser mujer o madre porque ya era mujer-madre, todo junto. La maternidad es intrínseca, es tan parte de una que no se puede separar, es como querer separar un brazo del cuerpo.

La maternidad implica reformular prioridades, reinventarse y redefinirse como mujer-madre, lo que NO quiere decir que las mamás no tengamos vida propia, sueños propios o que hayamos perdido parte de nuestra esencia, por el contrario quiere decir que hemos sumado y ganado, que la bella oruga ahora tiene alas que la acompañarán hasta el día de su muerte y más allá.

Quiere decir que no importa lo que pase, de ahora en adelante siempre seremos un nuevo ser, aún cuando los hijos ya no estén físicamente nunca podemos volver a ser lo que fuimos porque la metamorfosis fue tan grande y el caos tan bello que siempre serán parte de nuestra historia, de nuestro ser y estar.

 

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Existe un divorcio en el que todos ganan

La relación de pareja está agotada. Hay hijos fruto de esta relación, y a veces también una familia ensamblada que ha convivido durante años, otros hijos que se adaptaron a una situación nueva, un nuevo grupo que desarrolló sus gustos, ritmos y peculiaridades.

La decisión de separarse ha sido profundamente meditada, y es la mejor solución en medio de este desgaste en el que los diálogos son escasos y muchas veces tensos, la irritabilidad está a flor de piel y los mínimos detalles cotidianos despiertan elevado malestar en el estado de ánimo.

Los chicos ya están siendo perjudicados y esto puede notarse: su desempeño académico, su salud física, su estado de ánimo han variado negativamente. También discuten frecuentemente, se ven más tristes o buscan estar fuera de casa todo lo posible. Y vaya tristeza cuando están en casa y se aíslan en su habitación, en la TV,  o en sus auriculares y dispositivos tecnológicos. Es que no parece por gusto, sino por necesidad.

Generalmente resulta penoso el simple hecho de pensar en atravesar por todo el proceso que conlleva una separación y, sin embargo, también está claro que ya no queda otra opción. Esta convivencia resulta hoy insostenible.

¿Puede existir un divorcio en el que todos ganen?

Claro que sí, porque cuando el día a día se torna insoportable, ninguna persona del grupo familiar se está beneficiando con esta situación: ni los adultos en medio de una relación en la que no hay una verdadera pareja que esté eligiendo permanecer allí, ni los niños que absorben el clima emocional y las dinámicas tan disfuncionales.

Ganemos todos en este contexto, ¿qué quiere decir?

Que lo que está ofreciendo es un modelo de relaciones con vínculos que no son saludables. Los resultados están a la vista: son negativos.

Que los niños pueden buscar mover la atención de los adultos en medio de la tensión presente en la pareja con algunos síntomas, con el objetivo inconsciente de dar por finalizadas las discusiones, ya que si hay que resolver alguna situación de los pequeños, las diferencias entre los adultos suelen pasar a segundo plano.

Que los pequeños, suponiendo que ellos van a ser más importantes, provocan que les ocurra algo que se transforma en lo más importante, y entonces dividen a los productores de las discusiones o riñas.

Parejas candidatas

Cuando la relación de pareja se ha tornado difícil, donde hay cada vez más desencuentros y menos encuentros.

Aquellas parejas unidas anteriormente por uno o varios proyectos comunes que se han concretado o, se han diluido dejando un vacío en la relación.

Donde comunicarse es una odisea que transforma en malentendidos las frases neutras, o se malinterpretan las intenciones del otro como si tuviera en mente destruir o dañar, forzando al otro a defenderse en forma permanente de este ataque alarmante.

Cuando se hace cada vez más complejo llevar a cabo aquello que en el pasado había resultado más sencillo, una variación en las actividades de los niños que hay que cubrir, o una actividad de alguno de los padres que requiere del apoyo del otro.

Quiero divorciarme y que ganemos todos

Si te identificas con algunas o todas de las circunstancias que se han detallado aquí, o agregarías algunas más de tu experiencia personal y familiar, ten en cuenta que para que realmente sea una situación de ganancia para todos, deberás estar preparado para mantener una actitud de mucha altura respecto del otro padre y de los niños, y esto se resume en:

Mantener un trato respetuoso y cordial. Aún en las circunstancias menos favorables, puedes demostrar una maravillosa manera de afrontar las diferencias y las dificultades que –casi seguramente- surgirán.

Mantener la neutralidad respecto del otro padre delante de los niños. Esto es hablar en términos de respeto sobre su punto de vista, aún cuando no acuerdes en lo más mínimo.

Si lo ves imposible…

A veces en este contexto, las emociones impiden visualizar una resolución pacífica de esta circunstancia, entonces siguen existiendo opciones, como buscar sin dudarlo un buen apoyo terapéutico, si es que sientes que no te resulta posible encarar la situación de este modo, sabiendo que los más perjudicados en una separación disfuncional son los pequeños.

De paso, podría ser una oportunidad para aprender una nueva manera de crecer en situaciones de adversidad y desarrollar la resiliencia, esa habilidad de salir no solo airoso sino fortalecido de una adversidad.

¿Me cuentas cómo te fue?

Por: Lic. Marcela Monte

Facebook:  https://www.facebook.com/LicMarcelaMonte/
Licenciada en Psicología
Universidad Nacional de San Luis / Argentina
Psicoterapeuta Cognitivo – Conductual Infantil
Contacto: info@infantopsicologia.com 

 

 

Extraido de: Editorial Phronesis

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Los hijos no vienen a llenar vacíos

Los hijos no vienen a llenar vacíos. Tu hijo no va a reemplazar el amor de un padre ausente ni curará el dolor del marido que fue infiel o los compañeros de salón que se burlaron de vos toda tu adolescencia.

Un hijo no es un trofeo ni nuestra segunda oportunidad de nada que no tenga que ver con nuestra evolución emocional. Es un ser independiente y no una pertenencia. Tener un hijo no es como comprar una cartera: no se devuelven ni se cambian por otro modelo.

Tener hijos es una responsabilidad enorme. Traer un bebé al mundo es una decisión que debiera ser meditada, libre de egoísmos o apegos patológicos. Por eso respeto muchísimo a las personas que deciden no tener hijos si no están absolutamente convencidas.

Los hijos no llegan para llenar vacíos, sino a confrontarnos con la imperiosas necesidad de sanar nuestras heridas emocionales para no perpetuar ciclos en ellos. Estas heridas no desaparecen al parir, se irán poco a poco con terapia, oración, meditación y amor.

Ellos crecerán y se iran para hacer sus vidas y ahí quedás vos, con los mismos vacíos emocionales que tu hijo quizas anestesio, pero que no pudo ni podrá llenar nunca y que muchas veces se transformarán en cargas pesadisimas.

Curar es perdonar, agradecer, pedir perdón y soltar. Sanar nuestras heridas emocionales, empezando con las que tenemos con nuestros padres, es el primer peldaño de una paternidad respetuosa.

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Libérate del perfeccionismo

Si crees que no eres perfeccionista, porque te consideras un desastre, que no te resultan las cosas como quieres o te sientes frustrada cuando miras para el lado,  sigue leyendo. Puede que te sientas así precisamente porque estás atrapada en la trampa del perfeccionismo.

Me encanta la canción de Bruno Mars “Just the way you are” (Tal como eres), especialmente la estrofa que dice: “Tu sabes que nunca te pediría que cambies. Si estás buscando la perfección, entonces quédate cómo estás.” Hoy la tengo como ring tone en mi teléfono porque me recuerda, por una parte que soy suficiente, y por otra, que mis hijos, mi marido y todas las personas a las que amo, también lo son.

Tengo más de alguna historia con el perfeccionismo. La maternidad es una de ellas. Siendo Coach y Educadora Parental al mismo tiempo que madre de siete hijos, es difícil sacarse la etiqueta de madre perfecta, o “seca”, como muchas clientas me dicen. Y yo sé, por dentro, que estoy lejos de las expectativas de la gente. Todos los días podría hacer una larga lista de errores y de inconsecuencias en la relación con mis hijos. Muchas veces, en Coaching o haciendo algún taller, me maravillo de las capacidades y habilidades de madres estupendas, y al mismo tiempo dudo de mí y me digo “iCómo yo puedo estar enseñándoles algo que no soy capaz de hacer consistentemente en mi propia vida!” Esa es la voz de mi crítico más feroz: yo misma. Pero ahora tengo otra voz dentro mío, que me dice: «no te preocupes, sigue adelante, lo que haces ayuda a muchas personas y como mamá estás genial, estás dando tu mejor esfuerzo».

El perfeccionismo tiene que ver, ante todo, con cuánto nos valoramos y nos queremos incondicionalmente. Por eso, normalmente, nuestras historias de perfeccionismo tienen origen en experiencias tempranas. Nuestro anhelo más profundo como seres humanos es ser aceptados incondicionalmente, pertenecer y sabernos valiosos. El perfeccionismo es la falsa “… creencia de que si nuestra vida es perfecta, si parecemos perfectos y si actuamos perfectamente, podemos minimizar o evitar el dolor, los reproches, la crítica y la vergüenza…es un escudo de veinte toneladas que acarreamos creyendo que nos protegerá, cuando en realidad, es LO que está, de hecho, previniendo una vida auténtica. (Bréne Brown, Los Dones de la Imperfección)

Por eso, lo opuesto del perfeccionismo no es la imperfección, el error, la falta de responsabilidad, el desorden, etc. Lo opuesto a perfeccionismo es la autenticidad, la capacidad de mostrarnos tal cual somos, nuestra originalidad, desde una posición: soy suficiente, soy digno de ser amado y me puedo equivocar mil veces, pero eso no cambia cuánto valgo. Por este motivo, para liberarnos del perfeccionismo y vivir una vida más auténtica necesitamos de los demás.

Más que relacionarse con cuán bien hacemos las cosas, se refiere a las intenciones con que las hacemos o porque las hacemos. La intención del perfeccionismo es cumplir las expectativas de otros por el miedo al rechazo. Aquí está la trampa: nuestro mayor deseo como seres humanos es ser aceptados y pertenecer, por temor a no alcanzarlo aparentamos cosas que no somos, al tratar de encajar de esa manera nunca nos sentimos realmente satisfechos porque, obviamnete, la aprobación externa es aparente. “No saben quien soy en realidad.”

¿Qué gatilla en nosotros el perfeccionismo?

Como causas ambientales o externas podemos señalar tres ilusiones de la cultura occidental contemporánea:

1. Creemos que podemos TENER todo.

En el mundo occidental la libertad es un valor fundamental, y el ejercicio de la libertad se realiza en nuestra capacidad de decidir. En una sociedad de consumo pensamos que mientras más opciones tengamos mejores serán nuestras decisiones y mayor es nuestra libertad.

¿Conocen personas que no son capaces decidir sin antes ver toooooodas las opciones?

Al parecer hay un punto en que tantas opciones nos paralizan y algo aún peor, cuando elegimos, al poco tiempo nos sentimos insatisfechos por haber dejado de lado cientos de alternativas. Hay personas que se compran el iphone 10 y cuando a los dos meses sale el 11, sienten que el suyo ya está obsoleto. Conozco a una persona que cuando se compra una blusa o zapatos o cualquier cosa, se lleva uno de cada color, porque no puede decidir sin sentir que su elección no es la mejor.

“Saber cuando algo es suficientemente bueno requiere conocerse a uno mismo y tener claro lo que es realmente importante.” (Barry Schwartz, La Paradoja de la Decisión)

¿Cómo lograr la satisfacción con las propias decisiones?

¿Cuándo algo es suficiente?

2. Creemos que podemos HACER todo. 

Para las mujeres se hace aún más difícil por los estereotipos que nos rodean. Tenemos que ser buenas madres, hijas, esposas, dueñas de casa, profesionales, mantenernos bien físicamente, y nunca mostrar nuestro cansancio. Esto lleva, a veces, a un desquiciamiento total, que nos hace correr todo el día sin parar, pasándonos a llevar. Somos el último lugar en nuestra lista de prioridades y dejamos de lado nuestro autocuidado.

El perfeccionismo nos lleva a perder los límites entre lo que somos y las expectativas de otros. Un requisito fundamental para liberarse de esta trampa es aprender a poner límites.Hasta aquí llego. Nosotras no tenemos la obligación de resolverle los problemas a otros, ni asumir responsabilidades ajenas, ni anticipar los deseos de otros. Y si alguien se enoja con nuestras decisiones, está bien. Es imposible complacer a todo el mundo.

Es imprescindible reconectarnos con nuestros sentimientos y deseos para decir que no.

Un buen paso para empezar es analizar cuánto tiempo le dedicamos a cada cosa que hacemos, y revisar qué es lo más importante En nuestra vida. Luego contrarrestar: ¿cuánto tiempo le dedico a mis verdaderas prioridades? ¿Estoy malgastando mi energía en cosas que en realidad no son las que más me motivan?

3. Creemos que podemos CONTROLAR todo.

No toleramos la incertidumbre. Existen estudios acerca de esto. En nuestra mente creemos que manejamos muchas más variables de lo que en realidad podemos, y los cambios o resultados inesperados nos generan una inmensa frustración e insatisfacción con la propia vida. Aceptar la incertidumbre es muestra de sabiduría, a veces, nos damos cuenta de ello muy tarde en la vida.

Gilda Radner, actriz, escribió antes de morir cáncer: “ Quería el final perfecto. Ahora lo he aprendido, de la manera más dura, que algunos poemas no riman y algunas historias no tienen  un claro comienzo, intermedio ni final. La vida se trata de no saber, aprovechar los momentos y hacerlo lo mejor posible, sin saber lo que pasará después. Deliciosa ambigüedad.” 

Otros gatillantes del perfeccionismo son internos, y normalmente tienen su origen en la infancia o la adolescencia gracias a experiencias dolorosas con el amor que nos hacen dudar de nuestra capacidad de ser amados. Una de las razones es que tradicionalmente se ha entendido la educación como corrección, y el método de la corrección es la crítica. La crítica permanente nos lleva a tener una visión negativa de nosotros mismos. No nos damos cuenta que poco a poco empezamos a sentir vergüenza de lo que somos.

Es algo que todos experimentamos alguna vez. A veces pensamos que la vergüenza es algo que sucede a personas que han sufrido traumas, la verdad es que todas esas historias de dolor en la niñez o adolescencia o en la adultez son pequeños traumas.

Imagina una situación de mucha vergüenza que hayas vivido alguna vez.

¿Qué sentiste y cómo se manifestó en tu cuerpo?

¿Cómo actuaste?

La vergüenza es un sentimiento de la familia del miedo y se manifiesta con síntomas de dolor. Produce el mismo estrés, hormonas y respuestas fisiológicas que cuando sentimos un dolor físico. Frecuentemente las personas responden a la vergüenza arrancando o escondiéndose, complaciendo al crítico o atacando y avergonzando a otro.

Todas estas acciones exacerban la vergüenza porque son movimientos que buscan evitar sentir y la fuerza de la vergüenza descansa en el secreto y en la negación. Creemos que haciendo todo lo posible para que aquello que nos da vergüenza no se sepa, estaremos bien, sin embargo, queda dentro el dolor y sobre todo la sensación de soledad porque pensamos que nadie soportaría nuestros secretos.

¿Cómo romper el círculo?

Primero: reconocer los síntomas físicos y el dolor emocional. Así cuando tengas un ataque de vergüenza lo primero es decir «Sí, siento vergüenza». Reconocer los mensajes y expectativas que provocaron en ti la vergüenza. Tu hijo te dijo que te odiaba y que eras una amargada. Enfrenta tu dolor. Te duele porque te recuerda que estás repitiendo un patrón de comunicación que quieres evitar.

Segundo: pensar en forma crítica. Somete estos pensamientos a una evaluación de contraste con la realidad. Soy un desastre, me olvidé completamente de la reunión del colegio. ¿Soy realmente un desastre? ¿Voy a dejar que esto me defina como mamá? ¿Soy la única persona en el mundo que ha olvidado una reunión alguna vez?

Tercero: encontrar a alguien con quien hablar de tu vergüenza, alguien que tenga el derecho a escuchar tu historia. No necesitamos el amor incondicional ni la aceptación de todo el mundo, sólo de aquellos que son nuestros más cercanos. Contar tu historia permitirá que te hagas dueña de ella y no que la vergüenza te domine a ti.

Las comparaciones también son una fuente de nuestro perfeccionismo.

La razón de por qué el perfeccionismo no tiene nada que ver con la superación personal es porque normalmente nos comparamos con iguales. De ahí el dicho el pasto del vecino siempre es más verde. Nuestro objetivo es destacar, pero no desencajar del grupo. Se castiga la originalidad y esto paraliza nuestra creatividad. Y qué tenemos a nuestro alrededor: uniformidad, casas todas iguales, hijos que estudian todos lo mismo, veraneamos en los mismos balnearios, vamos a los mismos restaurantes, etc.

Las comparaciones llevan a la competencia y la competencia nos hace esforzarnos lo necesario para ganar una carrera, nada más.

En cambio cuando ponemos nuestra mirada en personas que no son nuestros vecino, que inspiran, nos conectamos con nuestros ideales. Al inspirarnos somos más creativos, vamos buscando las formas de expresarnos de manera original. Otra forma de inspirarse es pensar en tus sueños de infancia o de adolescencia, ¿dónde quedaron?, ¿cómo se han ido cumpliendo o quedando en el camino?

Las comparaciones son fuente de amargura, la inspiración es fuente  de gozo y gratitud

Al hacernos más resilientes a la vergüenza y dejar de darle tanto valor a lo que piensan los demás y a las comparaciones nos volvemos personas más auténticas. Pero no se trata de que no nos importe nada ni de andar diciendo todo lo que pensamos, aunque a otros les duela. porque para ser auténticos necesitamos establecer vínculos afectivos sanos y satisfactorios. Para tener el valor de mostrarnos imperfectas, establecer límites y permitirnos ser vulnerables, debemos experimentar la aceptación y amor incondicional. No es fácil entregarse al amor sin resguardos, mostrando nuestro ser vulnerable, pero es la única manera de creer que somos suficientes.

La neurociencia está comprobando que estamos hechos para conectar. Nuestro cerebro está lleno de neuronas espejo que de forma innata nos permiten entender el estado mental de otras personas. A, su vez, esto permite algo que se llama la resonancia límbica. Se produce entre la madre y su guagua que sincronizan en armonía sus latidos, su angustia, su paz. Este tipo de conexión profunda, satisfactoria y de bienestar, no es posible cuando somos perfeccionistas. Encajar no es lo mismo que conectar. Cuando conectamos con otro, sentimos que pertenecemos. Cuando encajamos sentimos que no pertenecemos y estamos fingiendo que sí.

No necesitamos a muchas personas para experimentar la aceptación. A veces nos pasamos tratando de agradar a todo el mundo, menos a las personas que realmente importan.

¿Quiénes son esas personas para tí?

Muchos estudios vinculan el perfeccionismo con trastornos del sueño y alimentación, depresión, estrés, ansiedad, colon irritable, insuficiencia cardíaca, muerte precoz. La autenticidad no sólo nos hace más felices, es un factor protector para nuestra salud.

La autenticidad es el mejor regalo que podemos dar a las personas que amamos, eso es lo que importa.

Cuando estés en un dilema de autenticidad:

Usa un mantra que te ayude a mantener tu intención. (Just the way you are)

Inspírate, mira a los valientes.

Sigue, puede que tus sentimientos salgan heridos, pero nunca te avergonzarás de ser auténtica. Que tu objetivo sea ser auténtica no obtener aprobación.

El perfeccionismo no te afecta solo a tí. Arrastra a todos a tu alrededor, tus hijos, en el trabajo en las relaciones con los amigos.

EDUCAR PARA LA AUTENTICIDAD

Los hijos son en parte una proyección nuestra y son un ámbito en el cual nos cuesta un mundo aceptar la incertidumbre. Nada asegura que los hijos tendrán la vida que soñamos, pero lo único sobre lo que podemos tener control es en desarrollar un buen vínculo. No es posible si queremos hijos perfectos. ¿Son tus hijos suficientemente buenos a tus ojos?  ¿Puedes decirle quédate tal como eres? ¿Qué cualidades aprecias? ?¿Cómo podrías demostrarle tu amor incondicional y aceptación?

Evita las etiquetas, las comparaciones. Ya vimos lo que provocan.

Más interacciones positivas. Hablamos de la correlación que existe entre la crítica y el perfeccionismo. Cuando nuestros mensajes son siempre negativos los niños crecen con la sensación de estar fallados, de que son ellos un problema, de no ser aceptados. Si la mayoría de las veces, en cambio, reciben feedback positivo, un cariño, amabilidad, compasión de parte nuestra, se sentirán amados y suficientes. Valiosos.

Registra hoy en la noche cómo estuvieron las interacciones durante el día. Podrán notar si hay una tendencia hacia lo negativo o lo positivo.

Usar más tu intuición. Según algunos estudios, pareciera ser que ante un problema o dilema el cerebro toma pedazos de información que ha recibido previamente que generan esta sensación o impulso a hacer algo o a detenerse. Funciona en ambos sentidos y lo que se ha visto es que siempre es un movimiento hacia algo positivo, beneficioso o para cuidar un bien. No significa que sólo tengamos que seguir nuestra intuición, pero puede ayudar cuando recibimos infinitas cantidades de información. Nuestra necesidad de certezas y controlar todo nos lleva a desoír la intuición.

En mayo comenzaremos el taller El Poder de tu Vulnerabilidad y los Vínculos donde profundizaremos en estos temas y entregaremos herramientas concretas que te ayudarán a conectarte con tu ser más auténtico.Si estás interesada haz click.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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Órdenes del Amor

Tres son los preceptos del amor: vínculo, orden y equilibrio

 

«Sabiduría»                                                                                                                               

El sabio asiente al mundo tal cual es sin temor ni intenciones. Se ha reconciliado con lo efímero y no busca llegar más allá de aquello que perece con la muerte. Su mirada abarca el todo porque está en sintonía y únicamente interviene donde la corriente de la vida lo exige. Sabe distinguir: ¿esto va o esto no va? Porque no tiene un propósito. La sabiduría es fruto de una larga disciplina y del ejercicio, pero quien la tiene, la tiene sin esfuerzo. La sabiduría está siempre en camino y no llega a su meta por ir buscando. Ella crece.»

Bert Hellinger 

El río de la Vida 

La vida me llega desde lejos. De generación en generación ella viene sin juzgar, como el río no juzga su cauce. Él sólo fluye a través de…. Sin embargo dicho cauce le ha dado al río las características que le hacen único hasta llegar al mar.

El cauce tampoco juzga al río, lo toma tal como viene. Es consciente del poder y grandeza de sus aguas. El cauce sabe que puede ser destruido por esa fuerza de vida si se interpone en su camino. Por eso lo contiene más no lo retiene, abriéndole camino para que llegue al mar en toda su plenitud.

Él sabe que su única misión, es darle un orden al flujo del río, dejándose animar por él y permitiendo que transporte más allá aquello que recoge.

En este dar y tomar la mirada abarca también lo posterior. En este tipo de colaboración, lo donado se expande. El cauce se ve transportado e integrado en algo más amplio, más rico y más duradero.

De igual manera, mis antepasados le dieron los matices que requería hasta llegar a mí. Gracias a ese legado, la Vida la recibo justo como la necesito. Nada que poner, nada que quitar.

Si ellos no hubieran sido quienes fueron, yo no podría ser quien soy. Los antecesores conformaron el cauce para que el río de la Vida llegase hasta mí tal como yo la necesitaba: en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con el legado correspondiente.

Mi deber pues es tomarla tal cual me llegó y dar las gracias por ella. Convirtiéndome así en parte del cauce; permitiendo que continúe fluyendo a mis hijos y a los hijos de mis hijos.

Sin embargo, tomarla conlleva sentir el deber de recompensar por lo recibido. Supone, además, sentirme agradecido y mantenerme en silencio, en quietud.

Nada que hacer, nada que cambiar. 

Me lleva a respetar que primero es la Vida, que ella es la más grande y yo sólo el pequeño, que ella me lo da todo y yo lo recibo todo de ella (a través de papá y mamá) y que puedo disfrutarla, sin quejas.

En definitiva, que los padres son grandes, superiores y ricos y los hijos son pequeños, necesitados y pobres.

Eso me lleva a ser más humano y más humilde. Algo que me incomoda pues me siento vulnerable. Mas sé que ahora puedo continuar dando la Vida, plena, completa, tal como la recibí, a mis hijos y estos a los suyos.

Ahora, ya no necesito correr en pos de algo que parecía no tener: seguridad, paz, salud, amor, riqueza, alegría, felicidad.

En cambio, si juzgo la Vida, la tengo pero no la tomo. Me erijo cual presa que detiene al río, controlando y filtrando su flujo sólo en la cantidad que soy capaz de sentir.

Entonces me vuelvo voraz, mantengo una lucha contra eso más grande, me olvido que primero es la Vida y luego puedo ser yo. Me olvido de que el vínculo que me une a ella nunca lo podré borrar. Y me olvido de que primero necesito recibir para luego poder dar.

En esa desorientación, en ese desorden, me dedico a apresar, a coger, a tener … pues eso me hace libre por un instante. Independiente. Ahora soy yo y no debo nada a nadie. No estoy obligado a servir al que tengo a mi lado. No tengo que entregarme a esa cadena de transmisión. No tengo que devolver nada pues no lo he tomado, lo he conquistado, se lo he arrebatado al río, pudiendo hacer entonces a mi antojo.

Ahora creo ser YO el más grande, el primero y me vuelvo arrogante. Ahora puedo juzgar, criticar, atacar, luchar y defenderme, puedo coger lo que me gusta y rechazar lo que no me gusta, puedo decirle al otro qué es lo mejor para él y qué es lo que más le conviene, por que YO sé. YO tengo razón, YO digo como la vida es y como la tienes que vivir. Sin importarme los resultados, aunque éstos sean mortales. Estoy vivo y tengo lo que tengo por que YO lo he conquistado.

A hora he sobrevivido y no dependo de nadie. Y, por supuesto, no necesito dar nada a cambio, ni siquiera las gracias.

Aunque me doy cuenta que en el fondo no estoy en paz. Siempre quiero más. Nuevas conquistas, nuevas batallas, más pertenencias. Me siento vacío, sólo, insatisfecho… ¿será que lo he conquistado todo, menos a mí mismo?

Rindiéndome a eso más grande ya no necesito conquistar, poseer o tener. Puedo disfrutar, amar y compartir lo que he recibido. No me hace libre pues reconozco que dependo del vínculo con el otro y con la vida, más si me hace FELIZ.

Ahora puedo servir. He reconocido el vínculo y el orden y puedo mantener el equilibrio entre el dar y el tomar. Fortaleciendo el cauce para que el río se expanda y fluya pleno. Permitiendo que llegue a los otros, a través de mi, en todo su esplendor.

 

Fernando García 

Facilitador Constelaciones Familiares.

www.ferransalud.com

https://www.facebook.com/institutodraco

Extraido de Instituto Draco

 

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¡Soy madre divorciada y quiero volver a tener novio!

Ser una madre divorciada o soltera no es tarea fácil. Menos cuando deseas rehacer tu vida con una nueva pareja. Muchas sienten miedo a la hora de darse la oportunidad de tener novio. La razón más allá de su situación sentimental son los hijos. En el siguiente artículo te contamos un poco sobre este polémico tema que de seguro podrá serte de mucha utilidad.

Ser novio de una madre soltera puede ser difícil…

Se trata de una situación que no solo afecta a la madre. También, inquieta al hombre que desea formar parte de su vida. Es decir, el nuevo novio. Cuando decides estar con una mujer que tiene un hijo no solo tendrás que quererla a ella. Es un requisito fundamental aceptar y querer a esa otra parte de su vida. Sí, se trata del combo completo. Al final es un triángulo amoroso del que obligatoriamente se debe formar parte.

Aunado a esto, como hombre, deberás entender que tanto hijo como madre tienen un pasado. Una historia en la que, muchas veces han sufrido el dolor de una separación. Por lo que si estás en esta situación lo más recomendable es ir con calma y ser muy sutil. Si eres el nuevo novio debes andarte con guantes de seda.

Recuerda que una madre divorciada viene de otra relación. En la cual seguramente sufrió algún tipo de herida. Lo primero es no pensar que la anterior relación se acabó por ella o su hijo. En estos casos, es inteligente tomarse el tiempo de conocer y entender la situación. Una madre divorciada no tiene tiempo para perder. Por lo tanto, si no estás en la sincronía en la que ella se mueve es mejor que te alejes.

¡Nunca intentes sustituir al padre de tu hijo!

Como madre divorciada o soltera la vida no te es fácil. Además de las responsabilidades de tu día a día, también tienes al pequeño que depende de ti. Eres libre, pero tienes una libertad condicionada por el rol de madre. Es por ello que si has decidido darte la oportunidad con un nuevo amor debes tener en cuenta muchas cosas. La primera es que ese hombre que ha llegado a tu vida no es ni será nunca el padre de tu hijo. No intentes que así sea. Este es uno de los errores más comunes que cometen las madres divorciadas. También, afecta a los hijos que mamá hable mal de papá.

Tu hijo ya tiene un padre y seguramente él está consciente de ello. Tu novio no debe pretender asumir el rol de padre en ningún sentido. Es tu pareja y puede ser el amigo de tu hijo, la figura masculina que acompaña a mamá, pero no es su padre.

Dejar esto anterior aclarado es una de las cosas más importantes. Evita, a largo plazo, que surjan conflictos que puedan terminar en rechazo. Respetar el espacio de tu hijo es clave para que se sienta cómodo con tu novio. No intentes que lo acepte a toda costa. Este tipo de situaciones ameritan un proceso que debe llevarse paso a paso.

Debes buscar una pareja para ti y no un padre para tus hijos. Si lo que estás buscando es un hombre que te ayude a criar a tus hijos, entonces lo mejor es que te quedes sola. El que tu novio quiera asumir el rol de padre debe ser su decisión y no una imposición de tu parte. De esta manera, las razones correctas para tener novio son fundamentales a la hora de tomar la decisión.

Tómate un tiempo para dar el gran paso…

Lo más importante antes de tomar la decisión de presentar una pareja a tu hijo es saber si la relación tiene futuro. ¿Por qué? Porque lo más importante es evitar la confusión en los hijos. Si cada vez que tienes un novio lo llevas a casa y lo presentas a tus hijos, pero la relación no dura más que unas cuantas semanas. Entonces, lo que estás generando son efectos negativos y emociones insanas. Tu pequeño necesita estabilidad y equilibrio en su vida. El ver desfilar diferentes hombres como pareja de su madre no es correcto, tampoco sano.

Existen diferentes estudios que analizan los efectos de la ausencia paterna en relación con el vínculo con la madre y sus nuevas parejas. Por ello, resulta imprescindible que no sometas a tu hijo a tensiones que no merecen la pena. Si sabes que la relación con tu novio es plena y va a futuro. Entonces, es momento de introducirlo en la familia. Crear vínculos de amistad y compañerismo entre tu novio y tus hijos es el primer paso. Lo demás debería darse por sí solo.

 

Escrito por: Editorial Phronesis

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La Vuelta a Clases

Marzo comenzó y con ello el desafío de la vuelta a clases y la vuelta a la rutina de nuestros hijos. Nuestra tarea como padres será en esta etapa ayudarlos a reordenarse para que puedan vivir este tiempo con alegría y gusto, para que puedan seguir creciendo sanamente en todos los aspectos de su vida y logrando progresivamente su madurez.

¿Cómo hacer para definir la rutina que deben seguir?

Siempre definirla uno como adulto. Los padres sabemos lo que es bueno para nuestros hijos, lo que ellos necesitan; y al mismo tiempo conocemos nuestras necesidades y límites. Cruzado estas dos dimensiones podemos definirla con bastante asertividad. Otra variable que es bueno incluir en la ecuación son los deseos de nuestros hijos y eso podemos hacerlo preguntándoles a ellos cómo y cuáles les gustaría que fueran algunas reglas familiares. Nosotros escuchar, acoger y analizar. OJO: No todo deseo debe ser ejecutado, pero sí escuchado. En esa misma conversación será la oportunidad de dar a conocer nuestras necesidades y valores y ellos tienen prioridad.

¿Qué considerar para definir la rutina?

la hora de acostada

La recomendación de la NSF (National Sleep Foundation) es que duerman todas las horas que su organismo necesita para poder descansar, liberar toxinas y crecer. El mínimo de horas que los niños necesitan es 8 horas, sin embargo otros requieren 10 y hasta 13. Esto varía entre hermanos y según las edades. Una idea para saber cuánto necesita dormir cada uno de tus hijos es recordar cuánto dormían en vacaciones sin que tú los despertaras y ese sería el número ideal de horas a resguardar para su descanso.

las pantallas

Por el impacto que las pantallas tiene en el cerebro de los niños, lo recomendable es que este estímulo se termine al menos 1 hora antes de acostarse. Por «pantalla» entendemos televisión, celular, tablet, computador y video juego.

En cuanto a la cantidad de exposición a este estímulo, la American Academy of Pediatrics recomienda lo siguiente:

de 0 a 3 años: nada

de 3 a 7 años: 30 minutos diarios

de 7 a 21 años:1 hora diaria

de 12 a 15 años: 1,5 horas diarias

más de 15 años: 2 tras diarias

Conociendo esta información y dándosela a conocer a nuestros hijos, podemos ayudarlos a elegir en qué usarán ese tiempo cada día.

la actividad física

Los niños tienen actividad física en el colegio, pero en algunas ocasiones esta es insuficiente para la cantidad de energía que algunos tienen. Si ves que están irritables, o inquietos o que están muy propensos a las pantallas, planifica alguna actividad extra. Esta puede ser formal, como participar de alguna academia o actividad extraprogramática en el mismo colegio, o bien algo informal como salir a caminar, andar en bicicleta, ir a la plaza, saltar en la cama saltarina, etc.

Lo importante a saber es que la actividad física libera toxinas, tonifica y oxigena el cuerpo y favorece la producción de hormonas relacionadas al bienestar, entre otros beneficios.

el juego

Lo propio de los niños es el juego y es la manera en que por excelencia ellos aprenden. Ojo con llenar la rutina de estudio y tareas y que no les quede tiempo para jugar con sus juguetes. Observemos cómo juegan, enseñémosles juegos nuevos, juguemos con ellos; cada una de estas posibilidades permite múltiples beneficios para el desarrollo intelectual, emocional y social de nuestros hijos.

el estudio

Definir con claridad y con ellos el lugar donde van a estudiar y hacer las tareas; que armen un estuche con los materiales necesarios y definir cuanto será el tiempo a destinar para ello. No sobrecargar. Considerar que vienen de una larga jornada de estudio y deben despejarse, jugar y conversar.

la hora de levantada

En este aspecto el consejo es enseñar a nuestros hijos (progresivamente) todos los aspectos que debe atender en la mañana: los hábitos de higiene, tomar desayuno, tener tiempo para cumplir con las tareas personales que los niños puedan tener (dejar su ropa recogida, la cama hecha, etc)

Descubrirán que algunos puede hacerlos en la noche, como dejar la ropa del día siguiente elegida y sacada, dejar una mochila con todo lo que debe llevar al día siguiente, incluso la lonchera puede quedar medio armada. La anticipación es una habilidad que les será muy útil para ir creciendo en autonomía y responsabilidad.

¿Cómo hacer para incorporar todo esto?

Los cambios no son sencillos, pero son posibles. Eso debemos tenerlo claro para confiar en que podremos lograrlo. La recomendación es avanzar de a poco para no agobiar a los niños y no agobiaros nosotros. Comiencen por lo más sencillo de lograr y de manera positiva. Mientras menos esfuerzo haya que hacer para lograr un cambio, resultará más fácil y perdurará en el tiempo.

Alejandra Ibieta I, 

de AMA Consultora Parental

Articulo extraido de www.talleresama.cl

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Hijos que desaparecen voluntariamente de la vida de sus padres…

Siempre se lee y habla del sufrimiento y de las consecuencias que podría traer consigo en los hijos,  la ruptura de relaciones o de comunicación con sus padres, o bien la indiferencia como un alejamiento silencioso. Sin embargo, prácticamente nadie habla de las consecuencias para los padres, cuando los hijos desaparecen voluntariamente de las vidas de sus progenitores. El silencio es el enemigo principal en este tipo de situaciones.

El silencio es el castigo que dedica una hija o un hijo, desapareciendo de la vida de sus padres, a veces incluso de hermanas y hermanos, sin dar ninguna explicación. Más allá de las razones u otras relaciones sentimentales que pueda tener esa hija o hijo, la reacción más común al decidir realizar ese abandono es la soledad, la culpa, la rabia, el dolor generalizado. En la mayoría de los casos el abandono es progresivo y no brusco.

Cuando esta situación se extiende voluntaria y prematuramente por parte de la hija o hijo, donde en un inicio muchas veces los padres intentan comunicación con cierto grado de sensatez, en los padres comienza a producirse un duelo duro y puro, que no es del mismo tipo que el de la muerte de un hijo, pero duelo de pérdida a fin de cuentas. Esa es la mayor consecuencia para los padres, un duelo en vida.

La realidad en todas partes es, que los padres comienzan a enfrentarse a mayores problemas de salud, al envejecimiento, mientras los hijos comienzan a darse cuenta que los padres ya no pueden ayudarlos como antes y quizás, en algún momento, estos necesitarán apoyo de sus hijos en una u otra tarea, según como venga la mano…. Pero en simultáneo, en la mayoría de los casos se produce la situación, donde los hijos adultos se deben dedicar más intensamente a sus trabajos, así como a la crianza y educación de sus propios hijos. El tiempo se torna más escaso, por lo cual la calidad del tiempo que dediquen hijos a padres y viceversa, se tornan cada vez más importante.

¿Pero qué es calidad en este caso? Muchos artículos hablarán de la comunicación respetuosa y fluida, de la comprensión al ponerse en la situación del otro, la demostración de afecto, la ayuda en momentos complejos… Todo lo anterior es cierto, pero no sirve de mucho, cuando no hay honestidad en la relación, cuando hay mentiras por omisión o concretas. Es cierto, cada cual posee la libertad de tener sus espacios y no necesariamente debe compartirlos todos con el otro, pero distinta es la mentira. Busqué y encontré, que es más frecuente que haya hijos adultos que faltan a la verdad con sus padres que al revés.. Eso finalmente deteriora la comunicación, el afecto, la comprensión y la confianza. Las consecuencias son múltiples, según sea la profundidad del problema de distanciamiento.

¿Es nuevamente tarea de los padres restablecer la comunicación, romper el silencio, es decir deshacer el duelo que estén viviendo o ya concluyeron?

Lo habitual sería escuchar que si, que debido a su sabiduría, a su experiencia y al amor incondicional de padre/madre, debieran ser ellos quienes debieran dar ese paso. Yo pienso lo contrario. Los hijos, aunque sean adultos, también deben saber enfrentar este tipo de situaciones con sus padres y no esconderse en el silencio y/o desaparecer. Si “mami y papi” vuelven a dar ese paso por la hija o hijo, será difícil que se produzca el aprendizaje y superación del frágil equilibrio emotivo que lo llevó a la ruptura, más allá de las razones que pudiesen estar detrás de ello. Más complejo es aún, cundo la hija o hijo, además de lo anterior, debe intentar volver a ganarse la confianza de sus padres.

¿Qué opinan Ustedes?

Ricardo Gevert – Adm. Industrial

articulo extraído de www.gevert.com

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