Leyes o Principios de la Pareja

Ley de la media naranja, pareja feliz, mujer ideal, hombre perfecto, etc.:

No la busques, puesto que no existe. Tú eres tu naranja entera, tu pareja perfecta, tu hombre ideal y la mujer que te hará feliz. No esperes encontrar en el otro/otra una compleción que ya tienes, puesto que eres el Hijo de Dios y estás completo. Buscas desde tu inconsciente lavar la culpa que te produce sentirte separado del Padre y sentirte pleno a través del otro y por eso recurres a los programas del sistema de pensamiento del ego, basados en música de violines, finales felices con beso de tornillo, promesas de amor eterno (el Amor Eterno eres Tú) y escenas de plácida vida familiar con desayunos donde cada uno, niños incluidos, exhibe una sonrisa beatífica mientras come con apetito huevos revueltos, cereales con leche y tostadas (que, huelga decirlo, jamás se queman). Eso es irreal incluso dentro del mismo mundo de las formas, o sea “es un sueño dentro de otro sueño”. Un sueño que no es ni siquiera tuyo. Es heredado y está condicionado por toda una programación que está constantemente presente en los medios de comunicación, así que te recomiendo que estés muy alerta a cómo te posicionas mentalmente cuando ves comedias románticas, anuncios donde se ven parejas aparentemente felices después de comprar este o aquel producto maravilloso o familias unidas en la vivienda de tus sueños (que en realidad es la vivienda que alguien sueña venderte, no lo olvides).

 

Ley de la idoneidad de l@ compañer@:

El compañero o compañera que tengas aquí y ahora, es el que tienes que tener. Tú lo has escogido desde el inconsciente. Y lo has escogido porque el Universo te lo ha puesto ahí para que lo escojas, forma parte de un Plan Infinito que tu ego no puede comprender, por más que le guste intentarlo y compararlo con el programa del que hablábamos anteriormente, a ver si coincide con los cánones y con lo que esperas de él o de ella. Recuerda que el ego no quiere respuestas, solo continuar preguntando y así arrastrarte a esa espiral de sufrimiento, miedo e inseguridad donde se siente el amo. Así que acepta a la persona con la que estés tal como es y no intentes cambiarla, sino que aplica con él o ella los principios que vienen a continuación.

 

Ley de la pregunta del millón de dólares.

Deja de preguntarte qué has hecho tú para merecer esto, porque a mí, cómo podré arreglarlo, cuándo cambiará mi situación sentimental, etc. y hazte la pregunta a la que se refiere el enunciado. ¿Para qué he proyectado esto en mi vida? Que solo tiene una respuesta: Para que te des cuenta de cómo piensas y cambies tu forma de pensar. “Si no te gusta cómo te va, mira como piensas” Y, haciendo esto, pasarás del victimismo a la responsabilidad, podrás tomar las riendas, darte cuenta que fuiste tú quien creaste esa situación, y, por la misma regla de tres y por el mismo Poder que Dios te dio como parte indivisible suya, podrás cambiarlo, simplemente cambiando de pensamiento.

 

Ley de las relaciones recurrentes

Tu libre albedrío puede decidir acortar el tiempo que debe pasar hasta que vivas una relación santa. Hasta que no decidas comenzar a cambiar de pensamiento, no te valdrán las huidas hacia adelante, los cambios de pareja, etc. Porque no tiene que ver con el otro, sino contigo. Recuerda: “Cuando hay una situación recurrente en tu vida, es que existe un perdón pendiente”. Un perdón hacia ti mismo, ya que perdonar al otro es considerarlo “malo” y, por ende, tú eres el “bueno”. Manifestación egoica y separadora donde las haya. Y, tal como pienses del otro, es como estás pensando sobre ti mismo. Porque, repito, sois lo Mismo.

 

Ley del “espejito, espejito…”

Tu compañero o compañera está aquí para sacarte de quicio, para joderte la vida, para abusar de ti, maltratarte, etc. Tienes razón. Pero, desengáñate, no hay una conspiración universal de parejas pérfidas y maltratadoras urdida contra ti. Hay una Conspiración Universal para que tú reconozcas como tuyo aquello que ves en el otro. Puedes participar en esa conspiración haciéndote la pregunta del millón cada vez que algo no te guste de tu pareja, reconocerla en ti y perdonártela. Y entregar ese juicio, una y otra vez, al Espíritu Santo.

 

Ley de la percepción de la soledad ante el cambio

“Pero pensar así es muy difícil cuando van mal dadas”. Eso estoy hartito de oírlo. Hartito me tienen los estudiantes cuando les cuento todo esto. Pero me perdono y vuelvo a la carga con diversos ejemplos y diferentes palabras. Como hace UCDM a lo largo de más de mil páginas. El ego cree que lo tiene que solucionar todo él, así se sigue sintiendo separado y solitario frente a cualquier circunstancia que identifique como un “problema”. Por eso entregamos el juicio al Espíritu Santo, para dejar que El, que tiene toda la información, pueda juzgarlo y liberarnos de la carga de buscar soluciones que no existen.

 

Ley de la inexistencia del mundo de las formas

No importa que una pareja dure más o dure menos, no importa lo que tú hagas ni lo que él haga. No importa que lo dejes o te deje, o permanezcáis juntos hasta que la muerte os separe (porque, entre otras cosas, la muerte NO puede separaros). Lo que importa es cómo vivas mentalmente en tu aquí y ahora esas situaciones irreales. Si las utilizas para perdonarte y sanar o si las utilizas para juzgar y culpabilizar al otro. Tú no puedes evitar los cambios. El guión ya está escrito y todo lo que pase afuera es lo mejor que te podía pasar. Siempre. Todo pasa para que tú despiertes. En tu mano está que lo hagas. Pero no puedes despertar del sueño si no sabes que eres el soñador, y continuas creyéndote tu sueño y participando como personaje en el sueño del otro.

Un dato importante: No confundas el perdón con la santurronería, el sacrificio y el no  tomar decisiones en el exterior. Recuerda esta frase: “Perdono a mi violador, lo bendigo por haberme mostrado en qué yo me estaba violando a mí misma, pero decido no seguir durmiendo con él”. Supongo que queda claro el mensaje.

Para el Espíritu Santo, el mundo no es sino el aula de una experiencia donde, en lugar de encontrar culpa, podemos aprender a perdonar y comenzar a despertar del sueño de la separación. Debemos «estar en el mundo pero no ser del mundo», en el sendero medio, como enseñó el Buda hace 2.500 años.

 

Ley de la óptica espiritual

Pues sí, todos deberíamos visitar al óptico espiritual, para graduar la visión que tenemos sobre nuestro hermano (pareja) y poderle ver siempre como lo que realmente es: Un Ser Divino, parte de Nosotros, Hijo de Dios que está ahí para facilitar nuestro despertar. Y cuando no lo veamos así, perdonémonos y entreguemos ese juicio al Espíritu Santo.

 

Ley del cambio de propósito

Esta es la más importante de todos los principios que expongo aquí. Para ello, voy a copiar y pegar un fragmento del Curso online Introducción a UCDM (que os recomiendo encarecidamente que realicéis, dejadme que me haga un poco de publicidad, jejeje), que creo que lo explica muy bien:

“Mi función es perdonar, deshacer los obstáculos que me impiden experimentar el Amor presente, y para eso voy a utilizar mis relaciones. Lo que convierte una relación especial en una relación santa, sagrada o plena, es el cambio de propósito, donde antes utilizaba las relaciones como un medio para proyectar la culpa inconsciente y así perpetuarla, para llenar una sensación vital de carencia a base de control y manipulación, para exigir que se cumplan mis expectativas, teñidas del miedo al abandono o a la pérdida, etc., ahora las utilizo con un nuevo propósito.

Esas mismas relaciones entregadas a ese nuevo propósito se convierten en el perfecto instrumento para hacer un compromiso con la Inocencia, con la Unidad más allá de los cuerpos … y el amor hacia mis seres queridos en lugar de serme arrebatado se va a transformar en un Amor auténtico, libre de expectativas, interpretaciones, control y manipulación, un Amor que utiliza la relación para desde ahí extenderse a todo lo percibido, para llevarme al reconocimiento de la Unidad, un reflejo de mi relación real con Dios.”

«He dicho repetidamente que el Espíritu Santo no quiere privarte de tus relaciones especiales, sino transformarlas. Y lo único que esto significa es que Él reinstaurará en ellas la función que Dios les asignó.» T-17.IV.2:3-4

Extracto Curso Relaciones Santas

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 Extraido de www.institutodraco.com

 

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Por qué tu trabajo no te está haciendo feliz (y qué hacer al respecto)

Los domingos es habitual que en las distintas plataformas, reuniones sociales y en el fuero íntimo familiar se escuche un gran concierto de lamentos porque se aproxima el lunes y eso es sinónimo de trabajo.

Según un estudio hecho en octubre de este año entre la Escuela de Sicología de la UAI y la Consultora Visión Humana, 1 de cada 2 chilenos está satisfecho con su trabajo y solo el 51% de los encuestados considera que en cinco años más su economía personal mejorará. Claramente el premio al optimismo no es nuestro galardón.

“Mi jefe es un chanta”, “Me explotan”, “Nunca me va a subir el sueldo”, “Toqué el techo en mi pega, no tengo para dónde crecer”, “Hay que matar a alguien en mi trabajo para que te asciendan”, “Son puros apitutados”, “En mi oficina hay menos onda que entre el PC y los demócratas cristianos”, son solo algunos de los comentarios que ya se ha transformado en frases típicas de los chilenos.

Basta con mirar las caras en el transporte público (que según el mismo estudio para un 47% representa la mayor causa de stress cuando hablamos de desplazarnos a nuestro trabajo) o el semblante de los trabajadores cuando llegan a su casa arrastrando los pies, ávidos de plantarse frente a una pantalla y no pensar más.

El desánimo, la falta de motivación y el paso de los días sin mucho sentido se han apoderado de muchos. Más de lo que quisiéramos. Es cierto que hoy, una importante cantidad de chilenos tienen trabajos agotadores, poco reconocidos, mal remunerados y sin un horizonte muy atractivo. Pero me niego a pensar que el 50% de los chilenos que trabajan lo hacen en pésimas condiciones.

Y aquí es donde postulo que la visión de trabajo se parece mucho a la del amor. Con eso me refiero a que hemos construido una idealización de la pega perfecta y cuando entramos al mundo laboral la frustración es potente y el pasto de al lado siempre es más verde. Porque cuando trabajamos en una empresa chica, queremos una grande. Cuando es una demasiado ordenada, queremos algo más hippie. Cuando nos desempeñamos en una organización tradicional, buscamos algo más cool o cuando ya nos sacamos el gusto de lo público, queremos escapar a lo privado. Nunca estamos satisfechos y si no cambiamos el switch les aseguro que realmente nunca lo estaremos.

Porque aunque te contraten en Disney, ahí también habrá un compañero de pega amargado; aunque te recluten en Apple, te toparás con gente estructurada y con resistencia al cambio; aunque hayas firmado con Redbull existirá un jefe poco motivado o seas la nueva en el staff de Adidas, incluso ahí, habrá gente floja. En conclusión… no existe ni existirá la pega perfecta. Obviamente que hay empresas mejores que otras, con visión de equipo, con cuidado del clima laboral, que intentan conciliar el trabajo, la familia y el tiempo libre, pero también soy una convencida que el sentido y la satisfacción en el trabajo depende mucho de cada uno.

Esperar siempre que los demás nos resuelvan nuestras dificultades, que otros generen los cambios, que el ambiente sea buena onda sin poner de nuestra parte y que el jefe adivine que necesitamos más y nuevos desafíos, es tan iluso como pretender ganarnos el kino sin al menos haber comprado el cartón.

Hay un proverbio chino que explica con maestría lo anteriormente dicho. “Si piensas que eres demasiado pequeño como para hacer una diferencia, es que no has dormido nunca con un mosquito en la habitación”. ¡Cuanta verdad!

Todos podemos ser ese mosquito y solo basta decidirse a serlo. Con esto no quiero animar a que nos transformemos en el personaje agotador o ruidoso de nuestros ambientes laborales, solo a que nuestra realidad, sí la podemos cambiar con pequeños gestos y actitudes.

Decir lo que pensamos con respeto y cariño en los momentos adecuados, estar dispuestos a perder algunas batallas y no empecinarse o frustrarse cuando eso sucede, esforzarse por ponerle onda y humor a las relaciones que construimos en la pega, tener un espíritu colaborativo real con nuestros compañeros, decir la verdad siempre y asumir con hidalguía los condoros, no perseguirnos y ser autocríticos con honestidad brutal, asumiendo que no toda la culpa es del “otro”; pueden ser pequeñas grandes cosas que nos hagan darle sentido a nuestro trabajo y manejar con fortaleza los tiempos difíciles.

Según una definición de los Chief Emotions Officers (o directores generales de emociones) para lograr una cultura positiva, de compromiso y que logre que los equipos trabajen mejor, hay tareas que un líder debe realizar si quiere despertar emociones positivas en su equipo. Una de ellas es: “establecer una visión: darle sentido al trabajo. ¿Cuál es el sueño? Debe ser algo que despierte emociones, que dé ganas de saltar de la cama todas las mañanas para trabajar”.

Aquí difiero tanto de estos señores. Porque las emociones son muy importantes en nuestra vida, pero no pueden ser el único motorLa frase anterior es justamente la que crea un mundo de fantasías en quienes están desmotivados y que tienen la expectativa de que algo tan improbable les pase. ¿Quién salta los 365 días del año motivado por esas emociones y ese sueño? NADIE. Hay que buscar un trabajo que obviamente nos guste, nos haga ser mejores personas, aporte a la sociedad y nos permita vivir con tranquilidad y dignidad. Pero nuestra relación con el trabajo, así como con el amor, tienen mucho de voluntad, cabeza y decisión. Y cuando comenzamos genuinamente a ver lo positivo y sacamos el foco en lo que nos falta, la pega adquiere otro rumbo y no solo nuestro desempeño será mucho mejor, comenzaremos también a disfrutar la vida… aunque eso hoy nos parezca imposible.

Fuente: www.eldefinido.cl

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