El Perdón como vía de Curación

“Le perdono, pero no olvido” ¿Te suena esta frase?

¿Por qué nos resulta difícil perdonar? ¿Por qué el resentimiento nos nubla la razón? Cuando nos sentimos agraviados y acumulamos rabia nos cuesta perdonar en ese instante. Además el ego se encarga de recordarte una y otra vez que tienes razón y que la otra persona se ha equivocado. Cada vez que la vemos viene a nuestra memoria lo que hemos vivido.

Dependiendo del tipo de relación que se tengamos con la persona que nos ha “ofendido”, es necesario el Perdón, para poder seguir adelante.

 

Pero conforme pasa el tiempo y reflexionamos esa ira se va disipando y vamos viendo la situación con otros ojos, desde otra perspectiva. Cada situación de conflicto, agravio, es una oportunidad para aprender algo. Recordemos que lo que no me gusta en la otra persona es algo que tengo en mí, que no me gusta o que tengo que solucionar. Las otras personas reflejan lo que nosotros no hemos sido capaces de ver en nosotros mismos.  Esto queda muy bien plasmado en la Ley del Espejo, y debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que no acepto en mi? ¿Qué es lo que tengo que cambiar? ¿Qué hábito debo abandonar?

Haciendo un análisis interior, es importante vigilar nuestras palabras y pensamientos pues éstos reflejan los juicios que hacemos hacia otros y hacia nosotros mismos, además de nuestras creencias más arraigadas.

Una de las cosas que más nos pueden ayudar a la hora de perdonar es eliminar las expectativas. Cuando no esperas que las personas a tu alrededor se comporten de una manera determinada es cuando de verdad te liberas de los sentimientos negativos. Ten en cuenta que cuando más altas son las expectativas que pones en la actitud de una persona más probabilidades tienes de que te sientas defraudado, que surjan situaciones incómodas para ambas partes y que esa relación se deteriore cada vez más.

Parece difícil vivir sin expectativas verdad? Todo es cuestión de entrenamiento. No te desesperes si no ves resultados inmediatos, dar pequeños pasos cada día y ser consciente de cuando caemos en alguna suposición o interpretación que acaba en un juicio, te dará el poder de cambiar ese estado.

Ejercicio para Perdonar: 

-Coge papel y lápiz y escribe el nombre de la persona a la que deseas perdonar y por qué

-Muestra tus verdaderos sentimientos acerca de la situación que te llevó a sentirte como te sientes con esa persona.

-Menciona los beneficios que tendrías al perdonarla

-Haz un compromiso contigo mismo de elegir el perdón para liberarte del resentimiento. Empieza por perdonarte a ti mismo. Librarte del sentimiento de culpa y de vergüenza es muy importante para poder perdonar a otros.

**Este ejercicio lo puedes repetir cuantas veces desees hasta sentir que vas liberando poco a poco el sentimiento de agravio.

¿Cómo saber entonces que  has perdonado? Cuando te vuelvas a encontrar con la misma persona, o en la misma situación y ya no sientas ira, ni te sientas molesto. Entonces habrás trascendido el agravio y las heridas ya habrán sanado.

El Perdón nos cambia interiormente. Nos libera del rencor de la angustia  y nos trae Paz. También nos evita enfermedades. Perdonar no significa que borres de tu memoria el pasado o que te reconcilies con esa persona. Sin embargo sí que debes centrarte en entender a la persona que te ha herido, pues quizás su actuación ha sido provocada por el miedo y nuestra reacción es importante a la hora de sanarnos y tener esa paz interior que todos deseamos. Nuestra capacidad de perdonar muestra nuestra madurez y poder personal.

Así que ¿A qué esperas para poner en practica el perdón? Empieza hoy a liberarte de toxicidades y sé feliz

Redacción Instituto Draco

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La verdadera libertad

Estamos inmersos en una sociedad cautiva. Una sociedad en la que somos dominados y manipulados a través del consumismo, los medios de comunicación, las películas y las series, y ahora también a través de las redes sociales.  A veces lo podemos percibir de forma flagrante. Otras, es mucho más sutil e insidioso, es el poder de la masa que te arrastra sin que te des cuenta y tu te dejas llevar para poder satisfacer el deseo de pertenencia, que decía el gran psicólogo Abraham Maslow.

Todo eso desemboca en un condicionamiento de nuestra mente en función del entorno en el que nos movemos en forma de miedos, ansias, apegos, penas, insatisfacción, frustración… Una espiral de la que nos cuesta muchísimo salir, aún cuando tomamos consciencia de ella. Sobre todo porque nos hemos acostumbrado a convivir con estos monstruos internos que nos llenan de toxicidad y nos van marchitando por dentro sin darnos cuenta de que podemos liberarnos de ellos. Los hemos asimilado como hábitos automáticos y creencias internalizadas basadas en nuestra memoria y nuestra exposición continua a una enculturarización que termina determinando quienes creemos ser. Tomar consciencia de hasta qué punto actuamos de manera automática puede ser inquietante, pero es la puerta de entrada a la liberación.

En Occidente creemos que la libertad corresponde a la esfera de lo externo: poder expresarnos cuando y como nos dé la gana, y poder lograr todos nuestros deseos según nuestro plan. Es una perspectiva muy terciada de la libertad que en realidad nos ata a nuestros anhelos y aferramiento, siempre intentando colmar una copa que no se llena desde fuera y, que por lo tanto genera gran sufrimiento.

La verdadera libertad no proviene de poder llevar a cabo determinadas acciones a nuestro antojo. La verdadera libertad es un estado interno de paz, equilibrio y ecuanimidad que nadie ni nada puede coartar ni otorgar. La verdadera libertad no es consecuencia del dinero, el reconocimiento ni el poder. La verdadera libertad florece cuando cultivamos la sabiduría y el corazón, y así podemos madurar y transformarnos desde dentro.

Autora: Mónica Esgueva

 

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