Somos padres: ¿qué podemos ofrecer?

Columna: NO A LAS RECETAS sin espejo – Angelina Bacigalupo

Socialmente, y generalizando, cuando se habla de los hijos, las conversaciones suelen orientarse al comportamiento, al aprendizaje, a temas cotidianos. Con bastante menos frecuencia y la gran mayoría de las veces sólo en estrechos círculos de confianza, se habla de lo que ocurre en uno, adulto, en la relación con ellos. La infancia de nuestros hijos es una de las etapas de la vida que nos invita a mirarnos, a descubrir cuál es esa “filosofía” de parentalidad que queremos forjar día a día a través de nuestras prácticas de crianza e integran nuestra manera de acompañar, proteger y educar.

Los niños necesitan de adultos protectores que los acompañen de cerca en su desarrollo, que les ayuden a regular los estados emocionales prestándoles estrategias de regulación interna mientras desarrollan las propias, que los orienten en satisfacer sus necesidades dentro de los límites que permite el respeto a los demás.

Si pudiéramos convertirnos en observadores expertos, atentos, cercanos, pacientes, entonces podríamos descubrir quién ES nuestro hijo y permitirle ser él mismo y emprender el camino en búsqueda de su lugar en el mundo y su felicidad. Necesitamos el espejo para explorar nuestro mundo interno e identificar lo que NOS ocurre y diferenciarlo de lo que le ocurre a nuestro hijo, saber quiénes somos, lo que motiva nuestras decisiones y comportamientos, cómo nos sentimos, cómo reaccionamos frente a las situaciones que vivimos, considerando la relación con nuestros niños y la conexión con nuestro niño/a interno/a.

Tomemos nuestro espejo. Profundicemos en el conocimiento de nosotros mismos, hagámonos cargo de nuestro actuar y estaremos dando espacio para que surja un conocimiento más pleno también de nuestros hijos, ya que podremos reconocer qué es de ellos y qué es nuestro. De esta manera tendremos la oportunidad de responder sensible y atingentemente a sus necesidades emocionales, pilar fundamental en el desarrollo de un niño sano.

En los momentos de alta demanda emocional, cuando la tensión se ha hecho presente y nubla nuestra capacidad de pensar, cuando la emoción “nos ha tomado”, resulta fundamental calmarse, tomar distancia, mirarse, reflexionar, poner las responsabilidades donde van y volver a decidir con valentía qué tipo de padres queremos ser. El niño necesita de sus padres, necesita de la seguridad, cuidados y conexión que puedan ofrecerle para el buen desarrollo de su salud mental.

¿Qué relación tiene esto con la crianza?, ¿por qué es importante que nos detengamos a mirarnos en situaciones cotidianas de alimentación, sueño, manejo de situaciones conflictivas, celos y rivalidades entre hermanos, despedida al momento de llegar al jardín/colegio, tareas escolares, ordenar juguetes y un gran número de otras situaciones que se viven a diario en la relación papá/mamá-hijo/a? Porque es en los detalles donde se juega la relación. No es azar, no es casualidad, no es sólo el ambiente… el vínculo que tenemos con nuestros hijos, con cada uno en particular, ha ido siendo construido desde antes de su nacimiento y seguimos desarrollando día a día ese tipo de relación que nos habla de bienestar o de sufrimiento. Y la calidad del vínculo no se construye solamente por las características personales de uno u otro, sino por el encuentro de ambos en un contexto determinado, con una historia particular, con toda la riqueza y las debilidades personales. Las relaciones entre padres e hijos serán las más influyentes en la vida del niño, ahí se sientan las bases para las interpretaciones emocionales y cognitivas de las experiencias sociales y no sociales, para adquirir el sentido de uno mismo y de los demás, así como la construcción del andamiaje valórico que regirá sus vidas.

Los problemas simples de crianza pueden conducir a problemas graves en las relaciones interpersonales en situaciones de intimidad en el futuro de ese niño. Por eso, el espejo.

Si acompañamos a nuestros niños en esta gran tarea de construirse a sí mismos, respetamos su camino, permitimos sus caídas, comprendemos que darán un paso a la vez, ponemos el acento en sus necesidades emocionales y no en las nuestras, si identificamos nuestras dificultades en la crianza y movilizamos nuestros recursos personales para responder asertivamente a sus requerimientos, si buscamos ayuda cuando el camino se pone difícil y no sabemos cómo o no nos resulta, si nos tomamos en serio nuestro desarrollo personal… entonces estaremos siendo padres sensibles que permiten el desarrollo epigenético óptimo de los hijos. Nos habremos dado cuenta de que nuestro papel en su vida es acompañar y orientar su proceso de autorrealización, inspirar su mejor versión y celebrar la oportunidad que nos brindan de convertirnos en mejores personas.

Si no sabemos cómo hacerlo mejor, estamos en el mejor momento histórico para convertirnos en los padres que nuestros hijos necesitan. Disponemos de cuantiosa evidencia, años de investigación y elaboración teórica que nos orientan en la senda de la crianza con respeto y nos brinda criterios claros para promover relaciones saludables y emocionalmente nutritivas con nuestros niños. No pierda su espejo!!

 

Psi. Angelina Bacigalupo O. 

                                                                                    Psicóloga Clínica Acreditada por la CONAPC

Especialista en Psicoterapia Infanto Juvenil

 

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