Niños, guerra y Siria: lo que hay detrás de la foto que todos compartieron

Mane reflexiona sobre el impacto la guerra en los niños sirios y nuestra esporádica preocupación influida por las redes sociales y las imágenes virales. ¿Qué está causando estas guerra? ¿Cómo partir cambiando las cosas por casa?

La semana pasada vi un video en Facebook que me dejó paralizada. Un silencio vacío me dominó y el horror llegó a inundarlo todo. Lo mismo les pasó a mis amigos en todas las redes sociales (y de seguro a gran parte de ustedes también). Espanto, rabia, la tristeza más profunda… Omran, un niño sirio de 4 años, cubierto por el polvo y ensangrentado era captado por una cámara, después de sobrevivir a un atentado en el que, días después, moriría su hermano de 10 años. Omran no lloraba y tampoco nadie lo consolaba. No había una mamá que lo abrazara, una abuela que le intentara limpiar las heridas, una mano cálida que le tomara la suya. Un niño que debería estar viendo Peppa, cantando canciones en su colegio, durmiendo en calma en su cama, o escribiéndole una carta al Viejito Pascuero, se transformó en la cara visible de esa guerra de la que sólo nos acordamos cuando algún fotógrafo registra una imagen tan fuerte como la de Omran. Porque hoy ya no es portada de diarios, ni tendric topic en internet. El mundo ya olvidó a Omran.

Tampoco nos acordamos de Aylan. Ese niño sirio de tres años que dio la vuelta al mundo por la dramática imagen de su cuerpecito sin vida en la orilla de una playa. Fue hace menos de un año y ya lo olvidamos. Olvidamos que su hermano de 5 años tampoco sobrevivió, que su madre tampoco resistió el naufragio, que su padre en medio del mar fracasó tratando de manera desesperada de salvar a su familia y que las últimas palabras de Aylan fueron “Papi no te mueras”.

Son sólo dos niños de los 6 millones que según datos de la UNICEF padecen los mismos horrores que Omran y Aylan. 6 millones. Pienso en un número que resulta desesperanzador y que es aún más duro cuando caemos en la cuenta de que más que una cifra, son 6 millones de vidas que experimentan los pavores de la guerra de manera tan única, tan personal, tan intransferible.

Según datos de Médicos Sin Fronteras solo a la semana se reciben alrededor de 900 heridos que son mujeres y niños. Y esos son los que alcanzaron a llegar a ser asistidos en un hospital. Hablamos de dolor físico, de heridas visibles, de llagas abiertas.

¿Y qué pasa con esos dolores que no vemos, los traumas, los miedos y las imágenes de las que son víctimas los niños que nacieron el mismo año que tus hijos y los míos? Según evaluaciones psicológicas realizadas a niños y adolescentes sirios refugiados, un 26% de ellos se siente “tan desesperado que no quiere seguir viviendo” y se enfrentan a responsabilidades que ningún niño del mundo merece vivir:

“Los niños sirios que reciben servicios en el Centro para las Víctimas de Tortura (CVT), habitualmente expresan un enorme sentido de responsabilidad personal para ayudar y proteger a sus familiares, incluidos los padres. Algunos describen “cuidar” a sus familias como quedarse vigilando en la puerta, o preocuparse por la mejor manera de consolar a sus padres cuando están angustiados. Los niños también pueden proteger a sus padres absteniéndose de revelar sus propias experiencias traumáticas y los síntomas relacionados”, asegura la revista de Migraciones Forzadas de la Universidad de Oxford y el Centro de Estudios de Refugiados.

Otro dato escalofriante. El 20% de los niños refugiados que han solicitado asilo en Europa lo hacen solos. Sin un adulto responsable de ellos y luego de haber pasado los peligros más grandes que a los que un niño vulnerable puede estar expuesto. Gran cantidad de ellos son menores de 14 años. ¿Te imaginas a tus hijos llegando desamparados a un país en donde no conocen a nadie, batiéndoselas por sí mismo, sin ni siquiera entender el idioma?

Lo único que pido al escribir esta columna es que la información entregada acá no la lean como una estadística más. Como si les contara sobre la última CEP o la encuesta CADEM. Que en 5 minutos imaginen al niño que más quieren y lo pongan en ese escenario. Y que pasemos de la empatía, el posteo en Facebook, el retweet a hacer algo concreto desde las capacidades y posibilidades que cada uno tenga. El Director Ejecutivo de la Unicef, Anthony Lake dijo una frase sin anestesia después del impacto que generó la imagen de Omran, y que es para cada uno de nosotros: “La empatía no es suficiente. La indignación no es suficiente. La empatía y la indignación deben ir acompañadas de la acción. Y la acción parte en las cosas más pequeñas. Además de colaborar con organizaciones que están ayudando en terreno, comienza en esos cotidianos gestos que nadie ve, pero que pueden iniciar una guerra de manera sutil o sembrar la paz en nuestro entorno. ¿Cómo parte una guerra?

Lo he pensado mucho después de ver los rostros de esos niños inocentes que padecen las divisiones de los adultos.

Las guerras parten cuando nos reímos de otros por considerarlos “chulos”, “flaites”, “aspiracionales”, “cuicos”, o el adjetivo que se te ocurra, cuando ignoramos a la compañera nueva solo por el hecho de ser distinta y no seguir nuestros patrones, cuando usamos la palabra “judío” como adjetivo calificativo, cuando vemos a una persona peruana o boliviana con desprecio por el solo hecho de hablar con otro acento, cuando no le pagamos lo justo a las personas que trabajan a menos de 2 metros de distancia, cuando a nuestros hijos les enseñamos que el hombre que pide en la esquina “es pobre porque es flojo”, cuando vivimos pensando que si una cara desconocida llega a cruzar por nuestra vereda, es un delincuente que quiere entrar a robar a nuestras casas, cuando en definitiva confiamos más en la denuncia de Facebook que en el encuentro cara a cara con aquel que se nos aparece en los caminos que la vida nos hace recorrer. Las guerras no parten en un escritorio de la nada. Las guerras se comienzan a tejer de manera silenciosa con la manera que elegimos para tratar a todo ese que no es mi amigo, mi familia, mi zona de confort.

Paul Valery dijo hace algunos años “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen, pero que no se masacran”. Cuánta razón tenía el escritor.

Más allá de todos estos dramáticos testimonios y cifras, el pesimismo y la desolación no pueden ser los sentimientos dominantes cuando nos enfrentamos a estas realidades. Todo lo contrario. ¿Qué sacamos solamente lamentándonos? Personalmente me motiva pensar que cada uno en su mundo puede generar grandes cambios sociales. Que también en el día a día se dan grande batallas en contra de los prejuicios, la deshumanización, la sospecha, la división. No todas se ganan, pero al menos muchos las están dando. Y si hay una frase potente que me anima y me interpela, es esa reflexión esperanzadora de Eduardo Galeano “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

¿Qué opinas tú de este conflicto? ¿Que soluciones o resguardo para los niños propones?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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Los inagotables beneficios del juego

En el mes del niño les quiero hablar acerca de uno de los derechos más importantes de la infancia: el derecho a jugar. Elegí hablarles de este tema, porque muchas veces por desconocer sus beneficios el “tiempo para jugar” se utiliza en “cosas más importantes” como estudiar, hacer tareas o asistir a talleres extraprogramáticos.

 

Existe evidencia de sobra que demuestra que jugar es vital en el desarrollo sano de un niño. Se ha visto que promueve desarrollo físico, cognitivo, emocional, social y cerebral. Por esta razón la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas 1990 lo reconoció como un derecho en la infancia.

 

Niños JugandoCuando los niños juegan, no sólo se divierten y hacen uso de su imaginación, sino que aprenden importantes habilidades socioemocionales. Aprenden a compartir, negociar, respetar turnos, expresar ideas e intereses, entender y considerar la perspectiva de otros, empatizar,  resolver conflictos, sincronizar intereses, etc. El mejor juego para desarrollar estas habilidades es el juego social. Es decir, el juego con uno o más niños. Por lo mismo, preocúpate de que tu hijo vaya a la plaza, invite o vaya casa de amigos (especialmente si es hijo único o tiene mucha diferencia de edad con los otros hermanos).

 

Se ha visto que jugar con otros también estimula otras habilidades cognitivas y académicas como el pensamiento abstracto y el desarrollo de las funciones ejecutivas.

 

El juego es un excelente medio para fortalecer el vínculo con los niños. El juego nos permite pasarlo bien y conectarnos con nuestros pequeños desde lo que a ellos les hace sentido. Esto es clave en el desarrollo de lazos afectivos y relaciones de apego. La Academia Americana de Pediatría propone que el mejor juego para vincular es el juego centrado en el niño. En palabras simples, el juego centrado en el niño consiste en dejar que el niño sea quien guíe el juego.

 

También se ha visto que el juego promueve desarrollo cerebral sano. Estimula el desarrollo de la creatividad, de las funciones ejecutivas, conecta ambos hemisferios y favorece la adaptabilidad entre otras cosas.

 

Y como si fuera poco, el juego le otorga al niño un espacio terapéutico en el cual puede expresar, descargar y procesar sus vivencias emocionales de manera segura y controlada. Esto es vital en para el desarrollo y estabilidad emocional de un niño.

 

Como pueden ver, el juego tiene miles de beneficios importantes por lo que nunca se le debería reemplazar por actividades que contribuyen poco y nada en el desarrollo y bienestar infantil.

 

Así que ya sabes. Preocúpate que tu hijo juegue. Hazte el tiempo para llevarlo a la plaza o invitarle amigos a la casa. Atrévete a restringir los juegos de pantallas y las horas de televisión. Hazte el ánimo de tirarte al suelo a jugar. El juego es y será una de las mejores fuentes de aprendizaje y vinculación en la infancia.

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

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Qué hacer estas vacaciones de invierno con tus hijos

Se acercan las esperadas y a la vez temidas vacaciones de invierno escolares. Mane propone vivir este tiempo de libertad infantil de una manera completamente diferente: sin estrés para los padres y con importantes lecciones para los niños.

Estamos a 120 horas de que parta uno de los momentos que más ansiedad, ilusión, stress, alegría, agotamiento y un sinfín de cataratas de emociones conocidas por los que ya somos padres: las vacaciones de invierno.

En algunas columnas he deslizado sutilmente mi visión acerca de la locura que genera esta época del año. Y como mamá siempre estoy planteándome y cuestionando el tema. ¿Soy una insensible si no les hago NINGÚN panorama? ¿Está mal si me parece que los niños no deben hacer mucho más que levantarse tarde, jugar hasta la noche afuera y saltarse una ducha semanal? Abro un debate que genera tantas pasiones como la renuncia (ya arrepentida) de Messi o la ruptura entre Vicuña y Pampita.

Hace unos días cayó en mis manos el libro Educar en el Asombro de Catherine L´Ecuyer. No suscribo 100% en lo que propone ahí, pero algunos planteamientos de esta abogada canadiense dedicada actualmente a los temas educativos, son muy reveladores.

«La naturaleza del niño no ha cambiado, los niños son niños y seguirán siéndolo siempre. Es el entorno en el que se encuentra el niño lo que ha cambiado, que los somete a unos estímulos que le impiden disfrutar de una película lenta», dice L ‘Ecuyer.

Y vaya que tiene razón. Hace unos meses les mostré a mis hijos la película Querida encogí a los niños (público joven de El Definido acérquese a Google) y si bien les terminó encantando hubo que hacer un trabajo importante para que se metieran en el ritmo (alucinante para mis tiernos 10 años), más lento que cascada de manjar para los mismos tiernos años de mi hijo.

Entonces, ¿cuál es el desafío? ¿Cómo hacemos para que nuestros cabros no sean niños con aburrimiento y desidia crónica?

Creo humildemente (porque claro está que cada uno cría como quiera) que volver a lo simple nos permitirá formar personas capaces de maravillarse con la naturaleza, una canción bonita, hacer preguntas freaks como: «¿Qué pasa si todo el mundo sopla al mismo tiempo para el cielo… se moverán las nubes?»; y disfrutar un panorama no como un derecho obligatorio, si no como una gran trozo de chocolate después de varios días sin azúcar. Háblenme de felicidad.

“Las vacaciones, los días de fiesta, los fines de semana son un buen momento para observar a nuestros hijos en entornos en que no hay actividades estructuradas, ni sobreestímulos externos. Dejémoslo jugar libremente unas 2 horas con sus hermanos, sin juguetes, sin colchonetas, sin cromos, sin pantallas, sin bicicletas, en espacios abiertos en la naturaleza y observemos como se desenvuelven. ¿Se entretienen solos, tranquilamente imaginándose juegos o bien se aburren y experimentan ansiedad e hiperactividad?”, comenta la abogada. Este es un “Prueba de Aburrimiento” que plantea la autora del libro y mi voz interior me acaba de decir: “¡CHAAAAN! Mane Cárcamo, ahí tienes desafío”.

Ese párrafo suena y parece muy fácil, pero tengo claro que no lo es. Y por lo mismo creo que estos días que se avecinan son una gran oportunidad para generar cambios en cómo queremos que nuestros niños se entretengan y vivan. Aquí les dejo algunas ideas para inspirar la creatividad. Qué tal si estás vacaciones…

1. Les proponemos hacer una carrera de caracoles

2. Tienen que armar una pista automovilística en la tierra (mamás aprensivas: no piensen en la humedad ni en la limpieza de la ropa, plis)

3. Relanzamos la siempre bien ponderada y adrenalínica “Pieza oscura” (siempre termina con llanto, pero es entretenida igual)

4. Los animamos a organizar un Festival de las Vacaciones en donde el mejor espectáculo se gana algo rico para comer (que estará etiquetado con hexágonos, obvio)

5. Arman un club con mantas, sábanas y muchos recovecos misteriosos

6. Les enseñamos a jugar bachillerato. EL MEJOR JUEGO DE LA HISTORIA

7. Hacen algún emprendimiento y se lo ofrecen a los vecinos (la limonada es un hit en mi sector)

8. Preparan un campeonato de chistes cortos tipo:

– Aló Cirujano

– Si

– ¡No me corte!

(Suena platillo de batería)

Queridos lectores asuman quelos chistes cortos son tan fomes que eso lo hace profundamente divertidos.

9. Se aprenden a hacer la invertida apoyando las piernas en la puerta

10. ¿O simplemente miran el techo y se imaginan figuras?

Diez actividades simples que cuestan cero peso y no implican salir de la casa, pelearse por estacionamientos con viejas winners, hacer filas de cuatro horas, ni terminar con camisa de fuerza en agosto. Porque el cliché de “menos es más” en este caso calza a la perfección. Y porque al final podemos transitar por un camino más piola, sin tantas luces, ni bocinas estruendosas, ni exigencias frenéticas. De verdad, creo que se puede.

Ustedes, ¿qué opinan y qué recomiendan?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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Cómo elegir entre opciones contradictorias (Cuando tus deseos u objetivos chocan)

¿Te ha pasado alguna vez que tienes claro lo que quieres pero se contradice o choca de algún modo con algo que también quieres o que es importante para ti?

Por ejemplo, a lo mejor estás deseando irte un tiempo al extranjero pero… Hay alguna situación familiar que hace que no quieras irte. Y tienes una lucha interna porque quieres las dos cosas.

O quizá tengas en mente hacer algo que supondría un buen empujón a tu negocio pero en realidad no es lo que quieres hacer y no sabes si no quieres o es que te da miedo.

Varias personas me han escrito pidiéndome que escriba sobre esa situación, que a mi también me ha pasado muchas veces, y que puede hacer que te quedes bloqueada o estancada profesionalmente.

Y es que pocas son las veces en que las cosas las tienes claras y todo sucede en el momento que a ti te viene bien o que no hay que hacer algún sacrificio. Pero, ¿cómo elegir? O, mejor dicho, ¿qué elegir?

Como ya comente en este artículo, en una situación en la que aparentemente tienes que elegir, primero planteate  si hay alguna forma de combinarlo todo.

Porque muchas veces sí la hay pero no te has parado a pensarlo. Así que dale una vuelta primero a ver si encuentras la manera de compaginar ambas cosas.

Por ejemplo, a lo mejor sí puedes viajar al extranjero y volver de visita a tu casa a menudo y así compaginas ambas cosas.

Otro ejemplo, mis dos prioridades ahora mismo en mi vida son mis hijos y mi trabajo. Ambas son importantísimas para mi felicidad y no podría ser feliz sin ninguna (o, cómo aprendí en el libro “Ser feliz en Alaska” en realidad sí podría ser feliz en cualquier circunstancia, pero pudiendo elegir prefiero tener ambas cosas). Y he tenido que elegir si llevar al pequeño a la guardería, tener más tiempo para enfocarme en mi negocio y hacerlo crecer más, algo que me motiva mucho; o quedarme con él en casa y trabajar menos horas sacrificando en ese caso el desarrollo de mi negocio.

Mucha gente lo tendría claro, depende de tus prioridades y deseos en la vida. Para mi ambos son muy importantes y encontré una forma de combinarlo, contratar a una persona que lo cuidara en casa y así podía disfrutar de él cuando quería y también trabajar.

Este año sin embargo decidí compaginarme con mi marido y no contratar a nadie, lo que implica trabajar menos y estar más tiempo con mi hijo.

Todo depende de tus circunstancias y preferencias. Muchas veces para cada situación hay varias opciones pero nos obcecamos con una o dos y no vemos más allá. ¿Hay alguna forma de que puedas compaginar las dos? Obviamente tendrás que hacer concesiones o sacrificios pero puede que merezca la pena.

Y es que no existe una solución única, universal que te sirva para siempre. A veces algo que te vale una temporada luego ya no te ayuda en otro momento. Por eso es importante SIEMPRE basarte en tu situación actual.

Es una tontería pensar “es que si tuviera más tiempo”, más dinero, más ayuda,… haría tal y cual. Eso da igual, lo que cuenta es lo que tienes ahora y a partir de ahí puedes decidir qué quieres y qué te conviene más en este momento. Y ya verás más adelante si hay que cambiar o puedes seguir así.

Lo que está claro es que la vida no es un camino recto y con visibilidad total. Hay curvas, hay barrancos, hay piedras, hay niebla, hay lluvia y tienes que saber adaptarte y sacar el paraguas si hace falta, parar a descansar si no puedes andar, cambiarte de botas si las que llevas ya no te sirven, pedir ayudar si no puedes tú sola. Lo que haga falta para seguir adelante disfrutando lo máximo posible.

Así que…

1. Parte de tu situación y recursos actuales.

2. Piensa si puedes combinar ambas cosas.

Y si aún así no hay manera y tienes que elegir y sacrificar algo…

3. Piensa qué es lo que de verdad quieres hacer.

Porque suele haber algo que te “llama” con más fuerza, que de verdad quieres hacer. Sé sincera contigo misma, admitirlo no quiere decir que lo vayas a hacer pero por lo menos ten claro qué es lo que tú querrías hacer de verdad.

Y si combinas lo que de verdad quieres, con tu situación actual y la posibilidad de combinarlo, quizá des con la solución y sea más fácil de lo que pensabas.

Y si ni así puedes elegir…

4. Piensa si podrías posponer una de las dos opciones y cómo te sentirías en ese caso.

Por ejemplo, en el caso de mi hijo yo puedo posponer el crecimiento de mi negocio al nivel que quiero, pero no puedo posponer mucho cuidar a mi hijo porque en breve irá al colegio. O a veces puedes posponer ambas opciones pero solo de pensar en posponer X te desanimas y casi te dan ganas de llorar. Eso es una señal…

Es muy importante no solo saber escucharte a ti misma sino darte permiso para valorar y respetar lo que tú quieres, lo que es importante para ti.

Porque tienes todo el derecho del mundo a querer eso y a luchar por ello, no dejes que nadie te convenza de que no es así, por favor.

Es muy importante darte permiso para valorar y respetar lo que tú quieres.

Así que ya sabes si estás en un momento en el que dos opciones, deseos u objetivos se contradicen o chocan de alguna manera, analiza estos cuatro pasos: cuál es tu situación, qué es lo que de verdad quieres, hay alguna forma de combinarlo todo, puedes posponer algo (y cómo te sentirías en ese caso).

Con esto espero que puedas tomar una decisión y seguir adelante con tu vida : )

 

La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.

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Mentiras clásicas de juventud (que tú también dijiste)

Los papás les dicen mentiras a los hijos para controlarlos y ellos hacen lo mismo con sus padres para salirse con la suya: es el gran ciclo de la vida. Mane Cárcamo revive algunas de las mentiras clásicas que dijo en su infancia y, al parecer, nunca pasarán de moda.

Nuestros padres nos mintieron cuando chicos.Y mucho. Nos hicieron creer que tenían promedio 9 cuando en verdad se habían quedado pegados dos veces, nos traumaron con el viejo del saco y nos convencieron en la adolescencia de que si tomábamos gin quedaríamos ciegos (aún tengo mis dudas con ese tema)

¿Pero quiénes somos nosotros para tirar la primera piedra? Todos les mentimos alguna vez, también. Y obviamente nuestros hijos también lo harán con nosotros. Tendrán que ser más creativos eso sí, porque en la era de los grupos de Whatsapp y los GPS, las chivas que solíamos usar definitivamente prescribieron.

La carta al Viejo Pascuero

Esta es como una venganza que se disfruta. Después que estuvimos cual Carlos Pinto paseándonos por toda la casa para verlo, luchamos contra el cansancio para presenciar el momento exacto en el que entraría por la chimenea (sin mancharse con hollín, obvio) y defendimos su existencia frente a todo el grupo de las populares del colegio, lo mínimo es que a nuestros padres les cueste caro el habernos vendido la pescá. Y lo digo literalmente.

Tienes 13 años, ya te sacaron a bailar y anduviste solo en micro, peroles sigues diciendo a tus papás que crees en él. Y disfrutas con maldad haciendo la famosa carta en donde les pides: una PlaStation, un viaje a Disney, las zapatillas del momento y un Smartphone con un plan de 1000 minutos. ¿Por qué como tus papás te van a matar la ilusión? Y ahí están ellos pagando en 76 cuotas los regalos mientras tú estás negociando el precio en el que vas a vender el celular en Facebook.

La famosa fiebre

Tienes prueba global de química con esa profesora que te odia porque ni el puzle del diario puedes hacer con lo poco que te sabes la tabla períodica. Dijiste que ibas a estudiar en la noche, obvio que te quedaste pegada a la TV. Pusiste el despertador a las 5 AM y después de apretar 10 veces “posponer” te percatas que la condena mortal es inminente. Entonces a lo único que nos podemos aferrar es a nuestras dotes actorales.

En la primera infancia aludimos a la fiebre. Craso error porque obvio que una mamá relativamente Vivaldi se da cuenta después de poner el termómetro que 36,3 NO es una temperatura para faltar al colegio. Entonces creces y empiezas a ponerte más creativo/a. Fuertes dolores de estómago (u ovarios en el caso femenino), jaquecas invalidantes o mortales dolores de oídos no son comprobables,pero si tocan el corazón de una madre sensible. ¿Fin de la historia? Tres películas en la mañana, 4 panes con palta (si es que no aludiste a la chiva estomacal) y dos rojos menos en tu libreta.

El permiso

Se viene el festón del año, donde irán todos los colegios, los mariscales de campo y las porristas (si vives en una película). El problema es que tu mamá aún cree que un panorama entretenido es juntarse a jugar bachillerato, comer cheezels y Almendrado de postre. Hola Mamá: crecí. Entonces cuando le planteaste la idea de la fiesta, su ojos se inyectaron, su cabeza comenzó a dar vueltas como Linda Blair y habló lenguas extrañas indescifrables. Ya te imaginó en el Centro de Rehabilitación o tras las rejas, porque si hay algo que tenemos productivo las madres, es la imaginación. Y tu entendiendo que harías todo para ir al magno evento recurriste al clásico “Mamá, TODO el curso tiene permiso. Seré el bicho raro si no voy”. Y en esa bendita época en la que el teléfono era el único medio de comunicación y en donde además tenías que buscar apellido por apellido en la guía de teléfonos, la mentira podía resultar. Aunque no faltaba la mamá que, como la, mía cantaba fuerte y claro, “me da lo mismo lo que hagan todos tus compañeros, ellos tienen sus propios papás y reglas. Nosotros cumplimos las de esta casa”. Y ahí terminabas tú, pasada a Laca Dúo, comiendo chocolates Calaf mientras la lagrima caía por la mejilla. Muy dramático todo.

Clásicos de Clásicos: Algo me cayó mal y la Pepita fumó al lado mío

Entrando en la adolescencia la mayoría de los jóvenes comenzamos nuestro primeros coqueteos con el cigarro y el alcohol. Es una realidad y a mí que tengo un hijo de 10 años, me empieza a bajarel anhelo de meterlo al freezer para que se siga emocionando con una barra de Trencito y su máximo panorama sea un día en el Chuck and Cheese. Pero eso no pasará y las chivas para tratar de embolinarme la perdiz son una realidad innegable.

Fumaste más que empresario de SQM después de entregar su notebook y aunque te comiste todos los Halls de la nación, el olor está ahí. Vamos echándonos las colonias de moda, pero la ráfaga de tabaco no se va. Y apenas te subes al auto tu papá te mira con cara de PDI y la pregunta ya está instalada. “¿Fumaste?”. Y ahí tú, con la mejor cara de poker que puedes poner, simulas un enojo diciendo “La Pepita (que además te cae mal) fumó toda la noche al lado mío y me dejó pasada a esta cochiná”. Papá que ama a su hija y la observa como si fuera Leticia de España, prende el auto satisfecho y queda en llamar al papá de la Pepita para contarle acerca de los vicios de su hija.

Algo parecido podría haberles pasado con la primera vaina o primavera con licor que se sirvieron. No se tomaron una, sino dos y el querer ser parte del grupo les jugó una mala pasada. Llegaste corriendo a abrazar el WC y arrojar todo. Padres tocando la puerta y tú tratando de disimular. En dos minutos te viene la iluminación y les dices. “Habían unos pastelitos muy rancios en la fiesta, obvio que algo me cayó mal”. Madre corre a hacer una agüita pelando a los apoderados que organizaron la fiesta y tu papá te mira con cara de “por esta vez pasa”.

Las chivas y mentiras son y serán siempre parte de la juventud. Pero ojalá que nos mientan lo menos posible. Que nuestros cabros sepan que la verdad es un valor que está por sobre el error y que en nuestras casas el caminar por la vida con honestidad incluso los podrá liberar de los castigos. Porque aunque suene grave, alguien que dice siempre la verdad, se mete en varios problemas, pero duerme siempre tranquilo.

¿Qué mentiras le dijiste a tus padres?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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La hora de dormir

Cuando llega la hora de irse a acostar, en muchos hogares puede ser un momento de mucha tensión mas que de calma… se viene la cena con niños que tienen sueño, y ese no es un lindo cuadro la verdad…, se viene la hora del baño con mas de algún juguete o gotas de agua fuera de la tina, luego las levantadas a media noche por desvelos de los hijos, se vienen los abrazos de medianoche para consolarlos por culpa de alguna pesadilla.. o que el dormitorio de los papás termine siendo ocupado por los niños de la familia, alterando el buen dormir y el merecido descanso reparador!

Desde mi experiencia, he confirmado que sacar al bebé de la pieza de los padres al quinto o sexto mes de vida es un buen momento, pues ya más o menos se tiene regularizada la hora (y la rutina) de la leche, y eso ayuda a que los bebés duerman a lo menos nueve horas ininterrumpidas durante la noche, así todos descansan y el bebé crece sano. Ese hito ayudará infinitamente al futuro hábito del bueno dormir.

También, está estudiado que cenar liviano y tener una rutina clara para ir a la cama, les ayuda mucho a los niños a conciliar el sueño. Sin embargo el tema del sueño interrumpido es bastante común, por lo tanto no hay necesidad de desesperar, pues más temprano que tarde desaparecerá. Aqui les comparto algunas ideas para ayudar a sus hijos a dormir plácidamente, como les corresponde!! No olvidemos que la calidad del sueño es determinante para la actitud con que se inicie un nuevo día…
No es normal que un niño se levante a medianoche por miedo, por hambre o por inseguridad.
Sueño interrumpido por pesadillas es normal, y no deberían durar más de dos semanas, por lo tanto, sugiero estar atento a si ese cuadro se prolongara. Tal vez algo está sucediendo en su entorno y actividades diarias que hacen que las tenga por un y tiempo más extendido.

 

Control de esfínteres a los tres años ya  debería estar logrado, inclusive en las noches.
Por lo tanto, si un niño se levanta en las noches, a qué podria deberse?

 

Leyendo y sobre la base de mi formación profesional, dentro del desarrollo evolutivo de los niños, los despertares y terrores nocturnos están dentro de lo esperado, son pasajeros y pueden prevenirse o podemos ayudarlos a sobrellevar. Los menores, en esta etapa en que se entremezclan lo real con la fantasía (para mi uno de los rasgos más hermosos de esta etapa y de la vida!!!), podrian estar afectándoles al buen dormir, pues sienten tan vívidos los sueños que podrían despertarse, e incluso despertarse con miedo, si lo que visualizan en sus mentes mientras duermen es algo muy impresionante, pero es normal. Es tanto, o debiera ser asi al menos, lo que un niño observa, aprende e imagina día a día, que no es raro esperar un sueno con sobresaltos. Por eso, al momento que se sufran esos despertares, como padres podemos darles un abrazo, acompañarlos a regresar a su cama, y dejarles la puerta abierta y una luz suave encendida. Hasta los cinco años de edad es esperable este comportamiento. No olvidemos que a los seis años, según Piaget ya comienza otra etapa del desarrollo llamada Pre Operacional, donde la fantasía ya desaparece, por lo tanto si está teniendo pesadilla, al despertarse debería calmarse y confirmar que su realidad está en completa calma, que sólo era un mal sueño. Como papás no tenemos más que armarnos de paciencia y jamás molestarse o llamarles la atención (ni en ese minuto ni al día siguiente) por lo sucedido, sólo ayudarlos a conciliar el sueño nuevamente.

 

Ansiedad por estar con su núcleo, también podría ser una razón, Tal vez una terapia de Flores de Bach ayudaría muchísimo, pues lo que está viéndose alterado es el plano de las emociones, el menor requiere contacto, confirmar que sus padres están ahí para él, que no se han ido y que no está siendo excluído de nada. Habría que revisar ahi como adultos, qué relaciones o malas dinámicas se están implementando en casa, o colegio, como para hacer sentir inseguridad en el menor, que se sienta inseguro, y que sienta una suerte de temor involuntario al no estar con los demás. Dormir, es en sí una actividad que nos separa del mundo y de los padres por ende. Ahí el niño estaría demostrando una necesidad exacerbada de contacto, cariño y confirmación, que no está mal desearlo, pero si le lleva a interrumpir su sueño, es recomendable ayudarlo a dormir con besos y abrazos, repetirle sus cualidades constantemente, y evitar los gritos o castigos, en especial cuando llega la hora de dormir.

Claudia Pastene Gorigoitía

Mamá de dos hijos.

Psicopedagoga, Profesora Básica y Terapeuta Floral

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Mi querida plaza!

Antes de ser madre no recuerdo la última vez que fui a una plaza, y tal como una gaviota, cuando elegí la casa donde viviríamos, busqué un nido que tuviera todo para la llegada de mis retoños, donde por supuesto, debía haber una plaza cerca.
La plaza ha sido pensada para distraerse, para conocer y para relajarse –hasta que caiga la noche–. Mis niños la han sabido aprovechar, son absolutamente felices ahí, y yo también, a pesar de los sustos que puedo haber pasado, han sido muchísimos más los momentos de enseñanza que la plaza nos ha brindado.
Entonces la pregunta es ¿Qué cosas podemos obtener de una tarde jugando en la plaza? (O en las calles de un condominio, en alguna medida)
– Se conoce gente, he visto a mis hijos conversar con abuelos, jardineros, maestros descansando en el pasto, ciclistas, entrenadores, por lo que han ido construyendo el concepto de niño, madres, perros, pajaritos y profesiones y todos a quienes ven.
– Se aprende a compartir, al llegar a un parque llevamos algo para entretenernos, así que ahí han aprendido a prestar sus juguetes, y a pedir los ajenos. Esta parte ha sido complicada a ratos, pero ya casi estamos por aprobar, y comprendimos la naturaleza del préstamo y que todo lo que no tengo lo quiero probar, tocar y usar!! Nada de lo que llevan les gustará más que lo que lleva el vecino…la novedad. Y esa es una de las claves, la novedad que está asegurada fuera de la casa.
– Hemos tenido que organizar la merienda según la tarde transcurre, así se aprende a administrar el tiempo con el que uno dispone.
– En la plaza se conocen otras familias, hemos visto papás jugando como niños, abuelos que cuidan como padres, familias con seis y hasta siete hijos, de diferentes razas y nacionalidades, por lo que se van desarrollando habilidades sociales que nos hacen descubrir a los otros en sus diferencias y en nuestras semejanzas. Es el comienzo de la vida social que tendremos el resto de nuestras vidas.
– La gente también utiliza las plazas para practicar deportes, hemos visto feas caidas y observar cómo se va la tarde reparando un bici…lo que les enseña a los niños la vida sana practicando actividades al aire libre.
Y la lista de beneficios continua…
– Los niños aprenden a conocerse, a reconocer la dinámica de la familia a la que pertenecen y la forma que tiene el día a día, reconocen la rutina y saben que después de una rica tarde jugando en el parque, viene el baño..por ejemplo. O que en esta familia no se va a la plaza sin haber hecho las tareas, o que en esta casa al volver de la plaza debemos sacarnos los zapatos y lavarnos las manos, etc…me identifico con determinada rutina.
– Se desarrolla la creatividad! Los niños llegan a la plaza, observan lo que está sucediendo en ella, y luego deben tomar decisiones, hacia dónde dirigirse, con quién jugar o inventar alguna actividad para hacer ahí. Una estadía en la plaza es una tarde donde todo puede suceder, no hay nada pauteado, no hay programación y eso obliga a inventar actividades y juegos.
– Una de las mejores cosas que trae el salir a jugar a la plaza es escapar de la entretención tecnológica! Así evitamos el sedentarismo, y el sentimiento de competencia.
– Por eso uno de los beneficios favoritos para mi es que la plaza nos invita a caminar, y si vamos toda la familia, caminando conversamos más.
En definitiva, visitar la plaza diariamente es un estilo de vida que vale la pena incorporar. Los invito a salir de sus casas, en invierno y en verano, así los niños después del colegio podrán distraerse y vivir la vida como realmente es. Estaremos incrementando la independencia y la autonomía en nuestros hijos.

 

Claudia Pastene Gorigoitía

Mamá de dos hijos.

Psicopedagoga, Profesora Básica y Terapeuta Floral

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Actividad para fomentar desarrollo emocional basada en la película Intensamente

 

Al igual que en otros procesos, los niños van aprendiendo a manejar sus emociones de manera paulatina y progresiva.

Si bien las principales fuentes de aprendizaje son nuestro ejemplo (como nosotros manejamos nuestras emociones) y la regulación del estrés (lo que hacemos o dejamos de hacer cuando nuestro hijo tiene alguna emoción en curso), el aprendizaje también se puede potenciar a través de ciertas actividades, como la lectura de cuentos, el juego, el teatro y el dibujo (por nombrar algunas).

A continuación les dejamos una actividad (haz click aquí para descargarla) basada en los personajes de la última película de Pixar, Intensamente. La idea es que debajo de cada personaje ayuden a sus hijos a:

1. Conocer la emoción: Cada una de las emociones tiene un fin adaptativo y conocerlo ayuda aceptar la emoción y aprender a regularla.

Temor te cuida del peligro y te prepara para enfrentarlo. Desagrado te ayuda a rechazar elementos que pueden ser dañinos, desde un alimento a malos tratos. Furia te hace ver lo que no te gusta y te incita a hacer algo al respecto. Alegría te ayuda a ver, a darte cuenta y a disfrutar las cosas que te gustan y te hacen bien, junto con darte la energía necesaria para moverte y enfrentar dificultades. Tristeza te ayuda a procesar pérdidas y experiencias dolorosas. Te ayuda aprender de lo vivido, a pedir ayuda, a darte cuenta de lo que quieres y necesitas para estar bien.

2. Tomar consciencia de lo que me pasa cuando la siento: Siguiendo con el ejemplo de Furia, podría ser “me pongo rojo, me dan ganas de gritar o no me gusta que me toquen”, mientras que en tristeza “lloro y me gusta que me abracen”. Este paso es muy importante, especialmente con niños menores de 6 años, porque al ser concretos, les hace mucho sentido conectar la emoción con su cuerpo. Por lo mismo, para potenciar el aprendizaje, sirve mucho ir actuándoles lo que les pasa (por ejemplo decirles “Cuando te enojas ¿te pones así?” y fruncir el ceño) y/o pedirles que lo hagan ellos (por ejemplo decirles “Muéstrame como es tu carita de miedo”).

3. Identificar situaciones o cosas que los hacen sentir así: Ayuden a sus hijos a identificar situaciones del día a día, no tienen que ser complejas ni elaboradas, ojalá lo más simples posibles. Por ejemplo, en Furia podría ser “que un amigo no me preste un juguete, perder o que me digan que no”, mientras que Alegría “un abrazo de mamá”.

4. A aprender a manejar la emoción: Esto lo pueden hacer contándoles qué cosas pueden hacer (por ejemplo “cuando uno está asustado sirve mucho tranquilizar el cuerpo”), contándoles lo que hacen ustedes (por ejemplo “cuando me siento mucha rabia me gusta estar sola un ratito”) y/o mostrándoles cosas que han hecho y que les han servido (por ejemplo “he visto que cuando estás triste te tranquiliza mucho un abrazo”).

Lo otro que puedes hacer es preguntarle con qué personaje se identifica y por qué, con emoción le cuesta más manejar y que emoción le cuesta menos.

Para potenciar la experiencia de aprendizaje y el momento de conexión con sus hijos, lo ideal es que ustedes también hagan la actividad y la compartan con ellos.

 

Andrea Cardemil Ricke

Psicóloga Infanto-Juvenil

Magíster en Psicoterapia Integrativa

Diploma en Terapia de Juego

Diploma en Manejo Interdisciplinario de las dificultades del Escolar

Autora del libro «Apego Seguro: Como relacionarte con tu hijo a partir de los 2 años» (Ediciones B).

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