Cesárea: ¿el nuevo “parto normal” en Chile?

Hace unos días atrás, leí en un diario nacional, que Chile ocupa el segundo lugar del ranking de países con la mayor tasa de cesáreas, llegando incluso a más del 70% en clínicas privadas, muy por lejos de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, de tener un máximo de un 15% de cesáreas. ¿No será demasiada la diferencia?.

Después de esta noticia me pregunté: finalmente entonces, ¿lo “normal” en Chile es tener cesárea?.

Esta noticia llegó a mis manos al regresar de participar de un curso en EEUU sobre Intervención Kinésica en el Trabajo de Parto, cuyo propósito es formar kinesiólogos que puedan aportar al equipo de salud, aplicando el conocimiento de nuestra disciplina sobre el movimiento humano, para tener más partos normales (después de todo el parto es movimiento). Una de las razones más frecuentes para la indicación de cesárea es la desproporción cefalo-pélvica, en palabras simples: bebé más grande que el anillo pélvico de la madre. Me sigo preguntando: ¿seremos las chilenas tan distintas anatómicamente a las mujeres del resto del mundo?. Creo que no.

Otras de las razones frecuentes, es la falta de descenso del bebé. Actualmente se sabe que el movimiento de la pelvis de la madre durante el trabajo de parto junto con la gravedad ayuda al descenso del bebé, por lo tanto lo recomendable es volver a lo de antaño y realizar un trabajo de parto lo más activo posible…

Si bien los puntos anteriores son atendibles, creo que abordar el tema en pro de reducir las cesáreas en Chile es muchísimo más complejo pues está teñido con diferentes aristas: el  miedo transgeneracional de las mujeres al parto, la formación que reciben los médicos, los temores de todos los involucrados, la dificultad que tenemos de conectarnos con una experiencia que nos recuerda nuestra naturaleza animal, entre muchísimas otras.

Brasil, en colaboración con el Institute for Healthcare Improvement, hace un par de años atrás se propuso transitar en el camino hacia la reducción de su tasa de cesáreas y en su experiencia, las mayores dificultades para el cambio fueron justamente la “natural resistencia” a modificar las acciones de la práctica diaria en el manejo del parto, que permitieran obtener los nuevos resultados. Como en todo orden de cosas: ¿Por qué hacer algo distinto si siempre lo hemos hecho igual y ha dado resultado?… Y tal vez aquí hay un punto importante. El foco ha estado centrado en el resultado, sin duda que a todos nos interesa un resultado feliz en un parto, pero se ha descuidado el proceso. De alguna manera, tengo la percepción que no ha tenido la valoración que merece el proceso mismo del trabajo de parto: como “rito” para la mujer que finaliza la gestación y la convierte en madre, y para el bebé, como transición de la vida intrauterina al mundo. Hoy se sabe que no da lo mismo la forma de nacer. La evidencia plantea que los bebés nacidos por cesárea tienen mayor tendencia a sufrir de alergias, por ejemplo. La explicación radicaría en que su sistema inmunológico recibe menos estímulos al no ser colonizado por la flora bacteriana del canal vaginal de la madre.

Pero otro punto que sin duda me preocupa, es la poca divulgación que hay sobre las buenas experiencias de parto, y más aún, de parto natural (sin analgesia). Conozco mujeres, muy cercanas, todas profesionales del área de la salud, valientes, acompañadas por excelentes matronas, con hermosas experiencias de parto natural, quienes en algún momento se han sentido cohibidas de relatar sus experiencias de parto por ser miradas como “hippies” o “bichos raros”, y se les juzga como casi “irresponsables” por haber enfrentado de “esa manera”este evento del parto en que “cualquier tragedia puede ocurrir”. Finalmente terminan no compartiendo su historia y sus relatos quedan en el anonimato, guardados como un tesoro escondido, en un silencio que ayuda a sostener ese miedo al parto que habita con raíces en nuestro inconsciente colectivo pues sólo terminan teniendo voz los partos difíciles. No les reconocemos su valentía, no sólo por haber “aguantado” el dolor del parto, sino más bien, por haberse atrevido a seguir sus anhelos e ir contra la corriente. La sociedad necesita conocer esas historias, son píldoras de esperanza que nos conectan con nuestra naturaleza humana.

Toda mujer que cursa un embarazo sano tiene una alta probabilidad de llegar a tener un parto saludable. Las posibilidades que ocurra algún hecho negativo son bastante bajas y, dada la excelente cobertura sanitaria que tenemos en el país, las probabilidades de detectar a tiempo cualquier complicación, también son altas. ¿Qué falta entonces?. Tal vez confiar más en nuestra propia naturaleza, en nuestros cuerpos de mujer. Falta conectarnos con el instinto de parir, con la guía que nuestro cuerpo nos ofrece en ese gran momento de “cambio” que es el parto.

En el video “Parto Orgásmico”, diferentes expertos explican la razón por la cual algunas mujeres fisiológicamente logran experimentar incluso orgasmos durante su trabajo de parto… curioso!. Y es que el cóctel de hormonas que produce el cuerpo de la mujer durante el trabajo de parto es único e irrepetible en cualquier otro evento de la vida: adrenalina, oxitocina y endorfinas. Hormonas del estrés, del amor y del placer nunca más vuelven a estar juntas.

En ese mismo video, Michel Odent, médico obstetra francés, promotor del parto natural, reconoce que en el mundo, nacen más niños por cesárea de lunes a viernes, en horario de oficina. También curioso.

Hay mucho que reflexionar sobre cómo estamos enfrentado nuestra maternidad, partiendo por cómo queremos que lleguen nuestros hijos al mundo y cómo nos conectamos con nuestra naturaleza maternal.

Para que la cesárea no sea el “parto normal” de Chile, cada una de nosotras tenemos mucho que decir.

 

Sonia Roa Alcaino. Kinesióloga

 

 

 

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El día del parto: pequeña crónica de una jornada alucinante

Un verdadero tagadá personal en donde el dolor, la ansiedad, el miedo, la risa, el enojo y el amor tienen cupos asegurados.

He aportado cuatro seres humanos a este planeta. Broche de oro que, de alguna manera, me da la categoría de candidata a doctorado en partos. Porque de afuera se puede ver muy obvio y natural tener guaguas. De hecho lo es. Pero también es uno de los días más cinematográficos que una mujer puede vivir. Un verdadero tagadá personal en donde el dolor, la ansiedad, el miedo, la risa, el enojo y el amor tienen cupos asegurados. En los partos, casi todo es igual y nada se repite. Son verdaderos viajes, de mil escalas, pero con un destino al que vale mucho la pena llegar.

¿Cómo son las famosas contracciones?

Creo que el primer miedo de la mamá primeriza, es no sentir las contracciones y despertarse con la guagua durmiendo en la cuna.No saber cuándo ES el momento. Entonces, las que somos obsesivas, comenzamos preguntando acerca de cómo son estos famosos movimientos a todo ser pensante que se nos cruce por el frente. Al doctor, la matrona, las amigas, las hermanas, la vecina, la jefa, la peluquera, nos metemos a www.contracciones.cl, armamos un grupo de watsap si es necesario, pero la MISIÓN es detectar sí o sí cuando la criatura pretende aterrizar en el mundo.

Y cómo dicen los que saben: “si no te deja dormir, eso ES una contracción”. Así es que tranquilas mamás debutantes, eso de que la naturaleza es sabia es un cliché profundamente verdadero.

Dignidad hasta el fin

Otro punto que nos preocupa de sobremanera y que hay que ser honestas en asumir, es que el famoso día nos pille dignas. Con esto básicamente quiero decir bien depiladas. Por eso estamos desde la semana 38 de gestación casi que pidiendo un crédito de consumo por los gastos en cera en los que incurrimos, ya que si es necesario habrá que “podarse” día por medio para evitar que las enfermeras no llamen entre ellas la “Mamita Chewbacca”. Porque una de las certezas que tengo en la vida, es que antes muerta que sencilla. Y más en ese día tan rodeado de flashes, fotos en Facebook, visitas de cortesía y retención de líquido.

Ese pobre hombre llamado: PAREJA 

Ese día la relación con el marido -o el status que tenga el padre de la criatura- también es toda una ruleta rusa. El pobre hombre, que harto aportó al proceso de gestación también, se puede transformar en un verdadero puching ball humano.

Hay tantos momentos poco honrosos en el camino hacia la maternidad, que en más de alguna oportunidad, rayos fluorescentes saldrán directamente dirigidos hacia el padre de la guagua como queriendo decirle “Acá estoy yo con 12 kilos encima, gritando más que fanática de Alborán, caminando con menos agilidad que mi abuela y siendo más investigada que político en campaña electoral, mientras tú estás sentado sacándote selfies con el cartel de Maternidad de fondo para mandársela a tus amigos de la pichanga de los lunes”. Pobre hombre no puede hacer nada más, pero el sentimiento de ira que la parturientas sentimos es así. Injusto, pero real.

¿Es tan grande la aguja?

Hay una palabra clave en este día si el parto es normal. Repitan conmigo fuerte y claro: EPIDURAL.

Esa palabra que nos produce más terror que un reto de la Evelyn, un karaoke con la Javiera Mena o encontrarse con Pampita enojada celular en mano, es sin duda uno de los grandes temas que tenemos que enfrentar ese día.

La epidural y su longitud es un verdadero tema para quienes hemos estado próximas a dar a luz. El sólo hecho de pensar que una mega aguja te atravesará la espalda y rezar por el pulso del anestesista, es una imagen mental obligatoria en los días previos. Te pones en posición fetal, tiritando de miedo, doblándote como jamás pensaste que un músculo tuyo lo podría hacer y ahí ves a tu pareja, transpirando helado, con la presión baja, sin color facial, tratando de ser convincente (no lográndolo obviamente) y diciéndote: “Es súper piola, nada de que asustarse”

“SI, OH” te dices a ti misma.. “Y yo soy la Charlize Theron después de 10 parrilladas diarias”.

Gracias por tu apoyo, mi amor.

“Cuando nace todo se te olvida y eres feliz”

Esta frase me la repitieron mucho antes de ser mamá por primera vez y ¿la verdad? LA COMPARTO CERO. He tenido todo tipos de partos, algunos más acontecidos que otros, cesáreas, “normales”, con fórceps, inducidos y en todos los he pasado bacán. Después que el anestesista hace esa magia de parar el dolor (por la cual lo amaré por siempre hasta el universo candado punto final), comienzo a disfrutar de esa vorágine emocional que es traer a un hijo al mundo.

Pero cuando recién han nacido, nada se me ha olvidado. Los puntos y cicatrices se han mantenido ahí, el agotamiento, la sensación de haber corrido el iron man con taco alto, no se esfuman por verle la cara a ese personaje que amarás con toda la fuerza que alguien pueda imaginar.

Para mí, el goce real viene la primera noche juntos, cuando en el silencio de la noche, empiezas a conocer, oler y sentir a ese pequeño milagro que tantos desafíos y alegrías te pondrá en la vida. Porque ojalá que me acerque al menos a la tremenda frase que algún día dijo Platón: «Educar es dar al cuerpo y al alma toda la belleza y perfección de que son capaces”. Está piola la meta, pero nadie puede negar que ante todo, es angustiantemente fascinante.

¿Eres madre? ¿Qué experiencias recuerdas tú?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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