¡¡¡VACACIONES… AL FIN!!!… ¿O NO?

Una querida amiga le dice “cansanciones“… Que gran nombre, es justo lo que buscaba; ¿no les pasa que cuando esas ansiadas vacaciones llegan, no son lo que esperaban? La mayoría de las veces son tan altas las expectativas que ponemos a momentos especiales que, sin duda, nunca llegan a cumplirse. Esas vacaciones soñadas, terminan estrellándose y convirtiéndose en un sueño frustrado. ¿Cuánta realidad sumamos a nuestras expectativas?, ¿qué pasa que creemos que mágicamente en las vacaciones todo será “perfecto”? ¿existe definitivamente lo perfecto?

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Siempre esperamos tanto este preciado momento del año, en que por fin queremos poner la mente en modo avión y el espíritu en Zen. Sin embargo, esto nos impide conectarnos con el hecho que las vacaciones son más de lo mismo de todos los días, a menos que nos propongamos conscientemente cambiar algo de eso que hacemos siempre. Las dinámicas familiares son las mismas, las peleas entre hermanos siguen, ponerse de acuerdo en qué comer y cuándo no es fácil, los niños parecen más cansados que descansados y nosotros más rabiosos que contentos. Poco a poco uno empieza a extrañar la rutina de mandarlos al colegio, hacer tareas, ir al trabajo, y conectarse a ratos, y sólo a ratos, con ellos durante el día. Pareciera ser que en estas cansaciones no da como una “sobredosis familiar”.

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Al menos yo, presa de esta sobredosis familiar, me he dado cuenta de dos cosas importantes. Una es descubrir y pensar lo poco acostumbrados que estamos a convivir con nuestros niños, el escaso tiempo real les dedicamos en el día a día y que siempre insuficiente tolerancia que tenemos a conectarnos con ellos como lo que son: niños. Ellos que lo pasan bien moviéndose, saltando, jugando, riendo, gritando, bailando, peleando y haciendo tonteras. Me doy cuenta también de cuánto les exigimos día a día comportarse como adultos, que reflexionen, se controlen, piensen y escuchen… incluso en vacaciones. El otro día escuche a un humorista decir que los niños reían 100 veces al día, mientras que los adultos solo 18. No estoy tan segura de lo real la cifra, pero al menos solo pensarla me produjo tristeza…. ¿por qué necesitamos que se transformen en adultos? ¿cuánto podemos tolerar que sean niños y estén contentos siéndolo? ¿Qué necesitamos nosotros como papás para poder darles más libertad y estar tranquilos y felices con eso?

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Por otro lado, pienso inevitablemente como todos vivimos en una sociedad que tiende a mostrar y mirar sólo lo bueno, y para eso tenemos una plataforma ideal para hacerlo, como son las redes sociales. Que difícil se nos ha hecho conectarnos con lo real, lo imperfecto, lo cotidiano y lo que finalmente somos. Hoy me encuentro en un viaje planeado hace un año: maravilloso, soñado, y todos los calificativos que caben para esta instancia, pero no puedo dejar de compartirles un poco de realidad.

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A esta mamá “psicóloga” no le sale todo perfecto y a esta familia “ideal” le pasan cosas reales. En este tiempo, hemos tenido peleas, anécdotas, risas, enojos, llantos, y mucha, pero mucha sintonía… porque ella no sólo está en las fotos perfectas de Instagram o Facebook, sino también en los momentos complejos que no salen en las redes, en las peleas y en cómo las vamos resolviendo. Por ejemplo, en qué hacemos cuando llueve a cántaros con 3 niños que duermen, esperando los fuegos artificiales del año nuevo; cómo lidiamos con el enojo de esperar a todo sol al que se le olvidaron las tarjetas para subirse al bus; en cómo logramos congeniar las mañas y sentarnos a comer todos felices. No puedo negar que a ratos los he dejado poco ser niños, que me gana el cansancio y que todo lo que publico en las redes es SOLO una parte de la realidad. A ratos también ansío estar sentada en mi consulta con mis amados pacientes o en el banquito de mi plaza conversando con mis amigas. Y me doy cuenta, como siempre que estamos en una parte queremos estar en otra, que poco nos permite esto disfrutar del día a día y cada instancia que nos regala la vida. Es ahí cuando intento cambiar de nuevo el switch.

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¿Qué hacemos entonces para que esas vacaciones soñadas no sean sólo frustración o cansancio?, ¿cómo reponerse a lo amargo y lo cotidiano? Primero que todo: seamos realistas, porque en estas vacaciones habrá de todo y de eso también se trata. Podemos intentar buscar la modalidad Zen que a ratos aparece, pero cuando no aparezca, que tampoco nos torture la culpa. Busquemos eso que necesitamos para nosotros también: leer un libro, tener una hora para escribir o dormir una siesta en la playa. Deleguemos y dividamos las tareas, saber leer nuestro cansancio y pedir ayuda. Dejemos de intentar que nuestros niños se comporten como adultos y démonos la oportunidad de nosotros comportarnos como niños también. Toleremos más momentos de gritos y juegos inocentes poco soportables. Riámonos juntos de las tonteras que inventan. Agradezcamos cada intento que hacen por ayudarnos y seamos explícitos en pedirles a ellos que es lo que necesitamos que hagan. Enfrentemos los malos ratos, y si tenemos ganas de que vuelva marzo, en algún minuto de las vacaciones, pensemos en todo lo que esperamos para que llegará este momento y ahí, en ese instante, tomemos la decisión de hacer algo distinto, cualquier cosa que los lleve a ustedes y a ellos como niños al disfrute.

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¿Por qué escribo ahora? ¿En mis vacaciones? ¿En mi viaje soñado? Primero que nada, porque es mi escape, mi motor y mi minuto de desintoxicación de esta sobredosis familiar. Además, porque creo, en algún rincón oculto de mi corazón, que se sentirán identificados y entonces quizás puedo aportarles algo de realidad y mirar las vacaciones sin tanto idealismo (vacaciones soñadas) o pesimismo (cansaciones). Definitivamente creo que puedo aportarles en mirar esta instancia de manera distinta, sumándole un poco de cabeza e intentando hacer algo diferente que ayude a aumentar ese disfrute en cada uno de los que integran tu familia.

Perdón si les rompí la ilusión de las vacaciones perfectas, pero quizás es mejor ser realistas, que encontrarnos con eso que no queríamos y entonces poner todo ese peso de negatividad y frustración en nuestros hijos, que también ansiaban sus vacaciones, pero como niños.

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Por mi parte, seguiré en mi viaje, soñado y esperado, real y verdadero, lejos de ser perfecto, pero no por eso, menos maravilloso. Espero no tener que “querer” que llegue marzo, para así poder disfrutar cada momento, el que venga: bueno, malo o más o menos…. al final de eso se trata la vida y eso también son las vacaciones: dentro de toda imperfección agradecida.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

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