Agradecer y quejarse

En unos talleres que he realizado este último tiempo, empecé a trabajar estos dos conceptos, preguntándoles a personas de diferentes edades y condiciones que palabra practicaban más durante el día.
Me quede impresionada cuando descubrí que el 90% de las personas decían que agradecían muy poco pero que sí se quejaban todo el día. Algunos mencionaban que eran conscientes de que tenían cosas para agradecer todos los días pero no lo explicitaban nunca o casi nunca en términos verbales.
Al preguntar porque no agradecían, la gran mayoría respondía que sentían que su día había sido “común y corriente” y que por lo tanto no encontraban cosas que agradecer. Al mencionarles yo, cosas que vivimos todos los días, cómo haber comido algo que nos gusta, haber estado con alguien que queremos y que nos quiere, el habernos duchado con agua tibia, poder mirar el cielo o las estrellas por la noche, muchos mencionaban que esas cosas eran obvias y que no se les había ocurrido que tenían que agradecerlas.
Algo nos pasa con lo simple, que no es tan simple y que parece que no estamos viendo. Se nos olvida por ejemplo que más de la mitad del planeta no tiene hoy agua caliente para bañarse y que hay demasiada gente que se muere de hambre.
Con respecto a la queja, la gente manifestaba reconocer que era frecuente en el día sentir rabia y no saber mucho por qué. Que la queja tenía o tiene al parecer, un refuerzo social que nos hace sentirnos menos solos frente a los abusos o las tremendas injusticias sociales. Pero además la queja tiene que ver según me decían con la dificultad creciente de no ver lo positivo, con la disminución de la capacidad de observación con una mirada que vaya más allá de lo inmediato y podamos analizar las cosas para “darles una vuelta”, que nos centre más en los aprendizajes que en la permanente mirada de lo que falta en vez de mirar un porqué o donde hay una oportunidad por mas escondida que se encuentre.
Parece mucho más simple prejuzgar que preguntar, para desde ahí hacer un análisis de lo que está ocurriendo.
Quiero invitarlos a realizar el ejercicio de registrar en forma natural y como simples observadores cuanto se quejan y cuanto agradecen en un día. Al día siguiente intenten voluntariamente proponerse agradecer todo o casi todo lo que viven y registren cómo se sienten.
Es muy fuerte lo que descubrirán y si no es así, podrán enseñarles a otros a agradecer como lo hacen ustedes y tendremos el regalo de mirar el día desde la abundancia aunque sea poca y no sólo desde las carencias permanentes.
A todos nos faltan cosas, y menos mal que es así porque la abundancia total nos estacionaria y nos haría muy mal al alma y la vida sería a lo menos muy aburrida. Parece ser que la diferencia está en lo que miramos y cómo analizamos eso que vemos.
Buena suerte!

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