FIDELIDAD

¿Les pareció raro el título? La verdad es que lo escribí siempre bajo el nombre de infidelidad, y después me quedé pensando que siempre se habla de lo mismo, del lado negativo, así que me propuse escribir desde el otro lado. Espero que resulte bien.

Hace un par de semanas hice una encuesta express en mi Instagram @hoymetoca respecto de la infidelidad y me sorprendió la cantidad de mensajes que recibí internamente. Me hubiera encantado responderlos pero me fue imposible, sin embargo obtuve información de ambos sexos que me pareció relevante compartir.

A pesar de que las estadísticas no arrojaron grandes diferencias (básicamente todas las respuestas fueron 50% sí y 50% no), el tema que más me da vuelta en la cabeza es cuál es la diferencia entre una persona que a pesar de las diferencias y las crisis que vive con su pareja puede ser fiel, y la que no.

Uno siempre escucha historias y creo que antiguamente se pensaba que siempre era el hombre el infiel y la mujer la pobre víctima de tal situación. Pero los tiempos han cambiado y el tema es igual para ambos lados. Desde mi punto de vista, la única diferencia (en la mayoría de los casos) es que cuando la mujer es infiel es porque se enamoró de otro hombre. En cambio el hombre es infiel por una noche, producto de una calentura.

Como les comenté más arriba, quisiera hablar de la fidelidad. Porque la verdad es que es muy fácil ser infiel y llevar el secreto a la tumba. La tarea difícil es ser fiel, a pesar de las crisis, de la indiferencia, de los malos ratos y de la abstinencia sexual. Porque todo eso es parte de estar en pareja, es parte del contrato (real o simbólico) que firmas cuando decides estar con una persona.

Y siempre volvemos a lo mismo, pero no me voy a cansar de repetirlo porque la verdad es que es el ingrediente secreto para lograr estar bien con tu pareja. La comunicación es la clave del éxito. Y no me refiero a las conversaciones cotidianas, esas todo el mundo las logra tener sin mayores problemas. Yo estoy hablando de sentarse a conversar esos temas que nos incomodan, que muchas veces lo podemos hablar con nuestro psicólogo o nuestra mejor amiga, pero jamás con nuestra pareja, que es el protagonista de la historia.

Sentarse a hablar de sexo (de la A a la Z) y de lo que nos está pasando creo que son los temas más complejos y que todo el mundo evita. Yo muchas veces le pregunto a mis pacientes si lo que me están contando a mí se lo han dicho a su pareja y me miran con cara de “estás loca”. Y les respondo a su cara diciéndole que una cosa es que lo conversemos nosotros para evaluar no sólo el conflicto, si no que las posibles reacciones del otro, pero otra cosa es que eventualmente se lo tienen que comunicar, si es que no quieren que todo se derrumbe.

Porque eso es lo que pasa cuando evitamos hablar de ciertos temas que pueden ser muy dolorosos, pero que a la larga traen consigo un enorme crecimiento. Y acá entramos a indagar en las culturas familiares y los patrones relacionales de cada uno. Porque en la mayoría de los casos, las familias crecen con ciertos paradigmas de relación donde hay cosas de las que no se habla y donde ningún integrante de la familia se atrevió a cuestionar. El foco hay que ponerlo en que la pareja actual que consulta (o la persona individual pero que está en pareja) es una familia nueva, y como tal, tiene que crear nuevos códigos de relacionamiento, los cuales deben ser conversados entre los dos.

Por ejemplo, el dinero. Algunas parejas se casan sin siquiera haber hablado el tema económico. Ninguno de los dos sabe cuánto gana el otro y cuanto es lo que puede aportar. Ambos conviven con la idea de que en el camino irán viendo cómo se van dando las cosas, pero llega un punto en el que hay un desorden y comienzan los conflictos. Nadie sabe qué hacer porque nunca hablan el tema, entonces se quedan sin herramientas para solucionar uno de los miles de temas que tendrán durante los años que estén juntos.

Con el sexo o la relación misma es igual. Y por más doloroso que pueda sonar, es mejor tener la conversación donde yo le puedo decir a mi pareja que algo no anda bien, que en tal situación sentiste atracción por otro hombre, que te sentiste bien porque ese hombre te miró un poco más, te dijo algunos piropos, te hizo sentir especial y que eso te asustó porque no lo habías sentido antes. Y preguntarle a él qué opina, y entre los dos empezar a re-conectar para ver en qué punto fue el que se desconectaron.

Porque cuando uno está enamorado, como que no tiene energías para fijarse en otro. Puedes entrar a un lugar donde hay miles de hombres guapos, los reconoces como tal, pero tu día sigue absolutamente normal. En cambio cuando uno está soltando la relación actual, por los motivos que sean, entras al mismo lugar y las hormonas se te revolucionan, te pones coqueta, tienes ganas de que alguien te hable, te invite a bailar, etc.

Para mí, ese es el termómetro de que algo no anda bien. Es el momento de aclarar tus sentimientos y tener la conversación incómoda, esperando que el otro sea receptivo y no defensivo. Porque a veces pasa que después de que uno se arma de valor y va a conversar, el otro contesta defendiéndose porque siente que le están hiriendo el ego. Y sí, a todos nos duele el ego cuando tu pareja te quiere decir que algo no anda bien, pero la clave es traspasar esa barrera y conversar desde y con el corazón abierto.

Esto implica un “quiebre”, donde hay dos opciones: o se ponen las pilas y se reconquistan (es un trabajo largo que requiere de mucho amor y pasión) o lentamente la pareja se comienza a separar y eventualmente llegará el punto donde alguno tomará la decisión de terminar.

Solo me queda decirles que no tienen nada que perder, los animo a que metan sus miedos en el bolsillo, busquen un lugar y un momento perfecto, hagan una linda introducción para que el otro escuche lo más abierto posible lo que ustedes tiene que decir.

Michelle_PollmannMichelle Pollmann Román

Directora de Centro Al Alma

Psicóloga Clínica
Postítulo Psicoterapia Psicoanalítica
Terapeuta de Pareja
Sexóloga en formación

 

Read more

Enamorados – En amor de a dos (*)

Todos quienes hayan tenido alguna relación duradera en su vida, ya sea convivencia o matrimonio, saben que en todas las relaciones uno pasa por etapas críticas en las que le gustaría mandar todo a la punta del cerro. Momentos en los que el miedo te invade y te haces miles de preguntas por segundo para lograr responderte si es que debes seguir con esa persona o no.

Lo cierto es que en el amor hay que saber vivir siempre con la incertidumbre, ya que nunca sabrás si existe alguien mejor. Sería ideal que existiera una especie de “test del enamoramiento” tal como el test de embarazo, donde uno pueda poner un poco de saliva y te indique si estás o no enamorada. Nos ahorraríamos un montón de problemas por el simple hecho de que un aparato marcó positivo en el test de amor.

Pero como no existe porque no se puede medir el amor, tenemos que hacer un trabajo un poco más profundo y conectarnos con nuestro ser esencial. Poder atravesar la barrera mental y conectarnos con el corazón para poder escuchar qué nos dice el cuerpo. Poder ser tú misma, sentirse bien, feliz, amada, respetada y reconocida la mayor parte del tiempo, independiente de los problemas, son algunos de las preguntas que debes hacerte a ti misma para saber si lo que sientes es amor real y del bueno.

Este es el camino consciente del cual no muchos se hacen cargo porque hay un fenómeno bien raro cuando elegimos a nuestras parejas. Resulta que al principio todo es adrenalina y oxitocina al cuadrado. Recibes un mensaje y todas las hormonas de tu cuerpo están bailando. Te llaman y tus mejillas se tornan de color rojo automáticamente. Lo ves (o vas a un lugar donde sabes que va a estar) y los niveles de endorfina en el cuerpo aumentan. Y no lo digo por decirlo, en Estados Unidos se han realizado estudios donde se ha demostrado que el período de enamoramiento (en términos biológicos, es decir mayor producción y liberación de las hormonas mencionadas) dura sólo 100 días (3 meses y medio aproximadamente).

Luego todo va volviendo a la normalidad lentamente hasta que llega un período de estancamiento donde vienen las primeras peleas, porque lo que antes no nos molestaba (porque nuestro cuerpo estaba invadido de amor) ahora nos molesta. Acá por lo general vienen los primeros enfrentamientos y se activan los patrones relacionales en torno a las discusiones: cómo discutimos, cómo nos comunicamos, cómo escuchamos, subimos el tono, gritamos, nos insultamos, etc.

Y acá comienza la prueba de fuego para todas las parejas porque sin saberlo se activan nuestros mecanismos de defensa que hemos ido incorporando a lo largo de nuestras vidas y todas las alternativas son posibles. Evitar el conflicto, reprimirlo, disociarnos (desde mi punto de vista creo que acá entra la infidelidad), proyectarlo en el otro, racionalizarlo, etc.

Poder ir superando estas crisis desde el amor, la conversación, la paciencia (PAZ y CIENCIA), respetar los tiempos y entender que el otro procesa de distinta manera, permitirle su espacio y exigir el tuyo, poder decantar, no hablar con rabia, no herir para alimentar el ego, sino que habitar un espacio de vulnerabilidad donde abro mi corazón y desde ahí acepto mis errores y puedo plantear mi molestia con dulzura. Suena utópico, sí. Pero se puede. Para mí acá reside la clave de todas las parejas, aprender a pelear bonito para crecer y brillar luego de cada tormenta.

Si esto no te nace, si sientes que haces o te hacen más daño del amor que te entregan, si no logras conectar, si dejas de ser tú y te ves convertida en una persona que no te gusta ser, creo que hay que hacerse nuevamente las preguntas.

Es tan delgada la línea entre comodidad, enamoramiento, calentura y obsesión que cuesta diferenciar en cual de esos 4 estados uno se encuentra. Si ese es tu caso, no dudes en conversar con tus amigas o pedir hora a un terapeuta. Tenemos que abrirnos a la cultura de la terapia, entender que no hay que esperar a estar mal, herida, decepcionada o deprimida para pedir ayuda de un profesional. A veces puedes ir unas cuantas sesiones si estas confundida y luego seguir caminando sola. O ir con tu pareja cuando sientan que no logran llegar a acuerdo respecto de un tema en particular, no significa que están mal como pareja, simplemente decidieron exponerse ante otro que actúa como traductor del síntoma de la pareja y el malestar de cada uno.

No es fácil estar en pareja. No es fácil atravesar crisis. No es fácil diferenciar cuando una relación te hace daño. No, no es fácil y es por esto mismo que debemos perderle el miedo a la terapia, y abrirnos a la posibilidad de que un tercero nos ayude a entender en el lugar en el que estamos y los caminos que tenemos por delante.

 

(*) Juego de palabras original de Alfonso Casas

Michelle_PollmannMichelle Pollmann Román

Directora de Centro Al Alma

Psicóloga Clínica
Postítulo Psicoterapia Psicoanalítica
Terapeuta de Pareja
Sexóloga en formación

 

Read more