¿Qué recetas vas a compartir tú? ¿Te atreves?

No soy muy amigo de esos programas de competiciones culinarias donde los chefs hacen arar por el suelo a muchos participantes, como tampoco de otros programas de corte similar, sin competidores, donde cocineros o reposteros se dedican a mostrar sus logros y a revelar a grandes rasgos, cómo se supone que hace bien esto de cocinar…

Pero por una u otra razón, igual hay ocasiones que me cruzo con alguno de esos programas y es cierto, a veces se te hace agua la boca cuando te muestran la preparación especial de algún rico pescado, con sus buenos condimentos, cocción a la medida y guarniciones tentadoras. Es ahí donde pienso, que efectivamente “hay algo” en estos programas que los hace tan populares y logra fascinación en muchas personas.

Efectivamente, aunque a mi entender sólo sea excepcionalmente, hay veces en que fascina la disposición, la actitud del chef, su receta y el dar a conocer su conocimiento y la sensibilidad con la cual cocina, incluyendo algunos trucos, compartiéndolos para medio mundo a través de la TV.  Parece que ello fuese relativamente común entre chefs, cocineros, reposteros y otros del rubro, digo, el compartir.

¿Qué pasaría si partiéramos con esa idea a una empresa de por ejemplo creación de software, pero  también válido para muchas otras en diversos rubros, proponiendo al gerente que comparta sus secretos, sus fórmulas, sus tácticas comerciales,  sus trucos, sus estrategias de reclutamiento de personas….?  Es más, que todo este “know-how” se divulgue masivamente en una serie de TV, en una miniserie en Youtube o un especial de Netflix…

Estoy totalmente convencido, que seríamos tildados de chiflados,  que el derecho intelectual debe resguardarse, que pueden haber patentes involucradas, que es parte de la ventaja competitiva,  etc., etc. para justificar un rotundo no.  De acuerdo, esa sería la respuesta inevitable y lógica, de acuerdo a como funcionan hoy las cosas.

¿Por qué lo hacen los chefs entonces?  Esa ha sido una duda que me ha acompañado, ya que con sus recetas y consejos, pueden lograr una imitación casi perfecta de su plato final? ¿Por qué no se ve perjudicado con ello? La respuesta parece ser simple: la fama. Su retorno se produce a través de la cantidad de fanáticos que ven sus programas, que compran sus libros, que les permiten ser caras publicitarias de marcas poderosas. Y…., curiosamente, son los menos que alguna vez probaron un plato salido de sus manos.  Algunos dirán, que con toda esa entrega de know-how, un joven y ambiciosos chef novato llamado p.ej. Perico de los Palotes, podría generarle competencia y derrumbarlo. ¿Por qué esos chefs famosos no le temen a ello? Simple: la copia nunca es tan valiosa como el original. Eso no sólo funciona en los cocineros, también en los “dobles” de p.ej. cantantes, en donde incluso los imitadores a veces cantan mejor que el original, pero no lo desbancan. Lo mismos sucede con conocidas cadenas de hoteles de lujo, con marcas de auto de lujo, con teléfonos inteligentes, etc.

¿Se debilitan con las copias o las creaciones alternativas? ¡Por el contrario! Las marcas se fortalecen, se hacen aún más conocidas, su segmento crece, ganan en fuerza de atracción… 

¿Qué recetas vas a compartir tú? ¿Te atreves?

 

Ricardo Gevert – Adm. Industrial

texto extraído de www.gevert.com

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De la fogata al comedor: ¿cuándo fue que se cayeron los niños de la mesa?

No sólo los alimentos nutren, lo que rodea a este rito es, sin duda, mucho más importante que 120 gramos de carne, 3 hojas de acelga, un cubito de zapallo y 1/2 zanahoria.

La «comida» es lo que hizo al hombre primitivo hacer grupos, unir fuerzas, para salir a cazar, para protegerse. A medida que dejamos de ser nómades, nos fuimos apoyando unos a otros para cultivar la tierra, y fueron esos cultivos, los que nos hicieron quedarnos en un sólo lugar, junto a los vegetales los hombres también echamos raíces en un sólo terruño.

Por las tardes, reunidos en torno al fuego protector, cada grupo, cada familia, no sólo ha consumido los alimentos desde que el «hombre es hombre» sino que también ha sido en torno a ese calor que los hombres han compartido sus historias, anécdotas del día, consejos y sabe uno cuánto más.

¿Desde qué momento comenzamos a dejar fuera a los más pequeños de la tribu? ¿cuándo fue que los niños se nos cayeron de la mesa? creo saber que todo parte con nuestro ritmo de vida acelerado, con madres que muchas veces crían solas, o/y padres que trabajan de lunes a sábado, donde darle de comer a los niños es un trámite más. Ojalá sea bien temprano, para dejarlos en la cama, bien dormidos, y así los grandes «puedan disfrutar» de una rica comida. Sin niños, ellos molestan.

En tanto, para que traguen rápido, las madres o padres (algunas mamás ya ni saben cómo se cocina. han muerto sin llegar a ellas, las recetas de sus abuelas) hacen papillas molidas no con la receta del chef sino que con la «receta» del pediatra (anotada cual medicamento), y preparan una olla inmensa de ese molido. Y la adorada guagua de la casa, almuerza y come LO MISMO, día tras día, por una semana entera. Si varias se ponen del color de ese zapallo que comen una y otra vez ¿suena fuerte cuando lo decimos así no? pues sucede en muchas casas.

La reflexión es la siguiente, si la sociedad tiende a cortar, sacar, todo aquello que entrega placer, y esto se lo hace sobre todo a los más desvalidos, que son los niños (luego venimos las mujeres). Está en nuestras manos el tratarlos con respeto en todos los aspectos, depende de nosotras las madres escribir una historia distintas para nuestros hijos e hijas, donde se nutran desde el primer instante de nuestros pechos y luego de «papillas» o «enteros» cocinados con amor y RESPETO. Elaboraciones de aromas y sabores que los introduzcan al placer que es comer, a la diversidad de nutrientes que hay tras cada verdura en sus variedades de colores. Si de mayores queremos que se alimenten bien, que prefieran alimentos saludables, hay que partir bien desde el principio.

Dejemos la esclavitud de la vida moderna, que nos condena a falta de tiempo y mucha instantaneidad, y junto a ricas comidas preparadas por manos amorosas demos esos alimentos en la mesa. Con el resto de la familia. Que sean parte desde el primer día de la tribu, aprenderán a escuchar el cuento repetido de la abuela, sabrán comportarse y tendrán muchos «modales» a largo plazo, que se les irán integrando por osmosis.

Algunos datos que te motivarán a poner un puesto más en la mesa:

(Beneficios de comer juntos)

– Los niños se sienten aceptados por su familia y tienden menos a buscar la aprobación en grupos u otros adultos

-Escuchar a los adultos expone a los niños a escuchar nuevas palabras, esto mejora su vocabulario y los ayuda a leer mejor.

-Los niños cuentan con tiempo de sus padres y se sienten queridos, protegidos y seguros.

– las comidas positivas en familia ayudan a sus miembros a conocerse y crean sentido de pertenencia.

– Los niños echan raíces de por vida al experimentar los valores y tradiciones de su familia.

-Los adolescentes tienden menos a desarrollar trastornos alimenticios como anorexia y bulimia.

 

Daniela Parra

@daniparraperiodista en Facebook

www.themommy.cl

 

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Compartir versus competir y otras cosas

Estoy en México y siempre que estoy en este país me pasan cosas extrañas donde aprendo cosas nuevas que me aumentan las ganas de volver.

Estoy aquí lanzando mi reciente libro “oídos sordos” y ya en esta frase hay un nuevo aprendizaje que se lo debo a los periodistas mexicanos. Escribí recién mi reciente libro; hasta llegar aquí decía mi último libro y no me daba cuenta de lo que decía, hasta que una periodista que conozco hace años me reta al aire en su programa de radio y me dice “ no digas el último, porque decretas que no vendrá otro después, tienes que decir mi reciente libro”.

Y me dejó pensando tanto en el cómo el lenguaje marca y genera realidades y que somos tan poco conscientes de esa importancia que efectivamente cambié la forma de expresarme.

Después me toca hacer la presentación y Jorge Bucay generosamente decide acompañarme en ella, en un país donde él es tremendamente seguido, reconocido y querido y me muestra cómo se parecen las palabras “competir” y “compartir” pero también como apuntan a lugares tan distintos en las relaciones humanas.

Todo lo anterior me ha hecho pensar en el cómo estamos todo el día mandando mensajes a través de las palabras, que terminan formando realidades en nuestras cabezas y también en nuestro mundo emocional más cercano.

Decirnos por ejemplo, “amanecí fea(o)”, “estoy cansada(o)”, “la gente buena no existe”, “estamos en un mundo inseguro”, “no se puede confiar en nadie”, “esto…. No va a resultar”, etc.

Todas estas frases y muchas más, al final determinan nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos, movilizando nuestros afectos y también nuestros cerebros para generar “profecías autocumplidas” que al final nos hacen sentir de verdad más feos, más cansados y más desconfiados o negativos entre otras cosas.

Creo que así como me ayudaron a ver la diferencia entre decir mi reciente libro a decir mi último libro, los quiero invitar a revisar cada una de las palabras que decimos en el día, sobre todo aquellas que repetimos sin darnos cuenta como el “estoy cansada”, que sin duda es un clásico en los tiempos que corren.

Aquí me enseñaron de decir “hoy estoy menos cansada que ayer” y repetir eso cada vez que me lo pregunten y me he dado cuenta que efectivamente mi cuerpo responde distinto y casi podría decir que resulta. Esto debe ser lo mismo que le pasa a mucha gente con los mantras que repiten en el día y que determinan otros estados de conciencia.

Quiero humildemente invitarlos a revisar el lenguaje que usan todos los días y a realizar el acto de voluntad de modificarlo por palabras más positivas y vean que les pasa. Se sorprenderán de cómo se sienten diferentes y cómo sus realidades en la forma en que se miran o miran el mundo irán cambiando junto con ustedes.

Gracias al pueblo mexicano y a otros pueblos de Hispanoamérica que me enseñan tanto en las caminatas que realizo y por sobre todo al mío que me hace ser lo que soy.

Disfruten mi reciente libro y aprendamos a compartir y no a competir en este camino que nos lleva a estar menos cansados que ayer.

Extraído de www.pilarsordo.cl
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