¿Por qué algunas relaciones de muchos años no se comprometen?

Las relaciones largas, de muchos años, no se comprometen por dos razones básicas. La primera, porque la pareja se encuentra en una zona de comodidad que les impide afrontar el compromiso y la obligación que les demandaría establecerse a vivir juntos. La segunda, porque no evolucionaron al amor maduro, ya no hay metas comunes ni proyectos de vida que los unan, pero están atrapados en la rutina.

Toda relación pasa por un ciclo que inicia con el enamoramiento, donde nos sentimos deslumbrados y creemos que todo es perfecto. Creemos que hemos conocido al amor de nuestra vida, esa persona especial con la que deseamos permanecer unidos.

Luego de esta etapa si la relación avanza, evoluciona a un amor más realista. Se pierde el idilio, pero se gana en certezas. A esta fase la caracteriza el descubrimiento del otro como persona, es cuando empezamos a conocerlo en toda su dimensión humana. Lo apreciamos con sus fortalezas, pero también lo aceptamos con sus debilidades, es la etapa del amor maduro.

¿Qué sucede en la pareja entre la etapa del enamoramiento y la consolidación del amor maduro?

Entran en una transición donde comienzan a amarse a ojos abiertos y cuando cierran los ojos es porque así lo elige cada uno. Porque todavía nos anima la pasión, nos gustamos y aunque ya conocemos a la otra persona y sabemos que no es perfecta, queremos seguir viendo solo lo que nos gusta de ella.

En este periodo intermedio es cuando los enamorados suelen comprometerse, se casan o se establecen en una convivencia. Empiezan a compartir responsabilidades y obligaciones. En el diario convivir requieren aprender a tolerarse, a negociar y manejar las diferencias, es la etapa en la que forman o desean formar familia.

Y en esa convivencia estarán evolucionando, pasando de la etapa del enamoramiento al amor comprometido. Una forma de apego saludable, que se alimenta de la tolerancia, la comprensión y el respeto.

Las parejas que se encaminan y viven esta evolución hacia el amor maduro, se comprometen porque tienen metas comunes y planes de vida compartidos. Cada uno crece al lado del otro y esto los fortalece en su unión.

Hay parejas que se saltan esta etapa intermedia y se establecen o casan en pleno enamoramiento, a ojos cerrados. Cuando todavía creemos que la persona es perfecta, la ideal, nuestra “alma gemela”. Esto sucede, frecuentemente, antes de cumplir los tres años de noviazgo. Puede pasar lo que todos sabemos, evolucionan y se consolidan como pareja o en los próximos años se acaba el matrimonio.

Pero hay otras parejas que, ya sea porque la relación inició a temprana edad o porque decidieron cumplir planes personales antes de casarse, como terminar la carrera o ascender en el trabajo, la relación les envejece sin madurar y no se dan cuenta. Son aquellas que llevan muchos años de relación sin comprometerse más allá de lo básico. Se quedan como los novios eternos.

El tiempo puede variar entre cinco, diez o más años. Son parejas que aparentemente tienen todas las condiciones dadas para establecerse, pero estos planes no se concretan. Porque asumir las responsabilidades que trae consigo el matrimonio o la convivencia, implica algunas renuncias que uno de los dos o ambos, luego de años de relación, no están dispuestos a hacer.

Sucede que un buen día uno de los dos, usualmente la mujer, al volver atrás y analizar el tiempo invertido en la relación, decide terminarla. Se ha dado cuenta de que su vínculo lejos de evolucionar, involuciona y ya no le da satisfacciones, se siente atascada en una línea recta sin final feliz.

¿Existe una ecuación perfecta que, al resolverla, al sumar años de noviazgo y relaciones, nos dé como resultado una pareja con un amor consolidado y maduro?

¿Son mejores los noviazgos cortos o largos? ¿Y cuál es el tiempo de cada uno?

El enigma es delicioso, todavía nadie tiene las respuestas…

 

Escrito por: Editorial Phronesis

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La pregunta que te ayudará a poner límites, priorizar y distinguir buenas oportunidades

Muchas de mis lectoras y clientas me comentan que tienen dificultades a la hora de poner límites, decir que no con asertividad, saber priorizar y analizar eficazmente qué oportunidades aprovechar y cuáles declinar.

Es algo fundamental tanto profesional como personalmente saber diferenciar lo que de verdad es importante para ti y poder decir que no a todo tipo de oportunidades, compromisos o peticiones que, en realidad, no te vayan a aportar nada (o que requieran de ti mucho más de lo que te aportan).

Aunque ya he escrito sobre eso más de una vez (aquíaquí y aquí, por ejemplo), el otro día leyendo un resumen del libro The Coaching Habit de Michael Bungay Stanier descubrí una pregunta muy interesante que te ayudará a poner límites, priorizar y decidir qué oportunidades merecen la pena para ti realmente en este momento.

(Si no lo conoces, soy muy aficionada a Blinkist, una web donde puedes a acceder a resumenes muy bien hechos de muchos libros de desarrollo personal y profesional. Así luego puedo discernir cuales me apunto para leerlos enteros y cuales dejo por ahora porque con el resumen me ha bastado.)

 

Apunta la pregunta:

Si le digo que sí a esto, ¿a qué le estoy diciendo que no?

 

Por ejemplo, si dices que sí a quedarte mas tarde en una reunión, ¿a qué le dices que no? A pasar más tiempo con tus hijos, al gimnasio, a relajarte, al cine…

 

Y es que muchas veces nos apuntamos a todo casi sin pensarlo, porque no te atreves a decir que no directamente o porque de verdad crees que es una buena oportunidad. Y, en consecuencia, muchas veces te encuentras agobiada, con demasiados compromisos y casi sin tiempo para ti.

Esta pregunta es muy eficaz para ayudarte justo en esos casos, es para guardártela y tenerla siempre presente.

Yo es algo que hago automáticamente en mi cabeza cada vez que me proponen algo.

Ni lo pienso, voy analizando cuánto tiempo me quitará, qué resultados me dará, a qué hora llegaré a casa, cuanto me costará, etc.

De hecho, te recomiendo que para cada tarea, proyecto u oportunidad que te surja te hagas estas preguntas que yo me hago automáticamente siempre y que Michael también menciona en su libro:

¿Qué te exigirá esa nueva oportunidad?

¿Cuál es el plazo, la fecha límite?

¿Cuánto tiempo te va a llevar?

¿Por qué lo haces?

¿Que más tienes que conseguir para poder terminarla?

Así te resultará mucho más sencillo determinar si hacerlo o no.

Y, como les digo siempre a mis clientas, procura no responder al momento cuando te pidan o te surja algo.

Considera toda la información que necesites antes de comprometerte y, cada vez que digas que sí o que no, asegúrate de entender bien por qué lo haces.

Yo desde luego lo pongo en práctica desde casi siempre y es una manera asertiva, eficiente y eficaz de tomar decisiones.

Cuéntame tú en los comentarios, ¿te planteas algo de esto cuando aceptas un nuevo compromiso u oportunidad?

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La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.

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