Anatomía del Miedo

Recientemente ha vuelto a pasar: un atentado terrorista. Esta vez en mi ciudad, en mi querida Barcelona. Muy cerca de mi casa, muy cerca de mis seres queridos… Una vez pasado el tsunami emocional que te conmueve un hecho de este estilo, llegan los días de reflexión…

A nivel teórico, ¿qué es el terrorismo? Forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general. CREACIÓN DE UN CLIMA DE TERROR. Eso es lo que pretenden. Que vivamos con miedo. Que vivamos aterrorizados que cualquier cosa horrible puede pasarnos. Que vivamos condicionados. Que vivamos con la certeza que nuestro bienestar está en sus manos… El poder, otra vez ejercer poder sobre las otras personas…

Ya he hablado del miedo en otras ocasiones: el miedo como emoción primaria y algunas estrategias para combatirlo. El miedo como emoción. El miedo como experiencia subjetiva. El miedo ante un estímulo mental… ¿Pero qué pasa cuándo ese estímulo es externo y es real, y afecta a una multitud de personas? Pasamos del miedo individual al miedo colectivo.

¿Las emociones pueden ser colectivas? La sociedad colabora con el miedo al magnificar la información alarmista de los medios de comunicación. Por ejemplo, en 1938, Orson Welles, como parte de su estrategia para promocionar su obra teatral “La guerra de dos mundos”, desató un ataque de pánico colectivo en Estados Unidos al anunciar el siguiente comunicado vía radio:

“Sras y Srs, tengo que hacer un grave anuncio: El extraño objeto que cayó esta tarde temprano en Grovers Milis, Nueva Jersey, no era un meteorito. Por increíble que parezca, el objeto contiene seres extraños que, según se cree, constituyen la vanguardia de un ejército proveniente del planeta Marte. Ahora sabemos que, desde comienzos del siglo XX, nuestro planeta está siendo observado muy de cerca por inteligencias más desarrolladas que la humana”.

¿Cómo funciona el miedo colectivo? El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o imaginario, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza. Pánico es el miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso. El pánico es una reacción colectiva muy temida, a pesar de no ser la más frecuente, que se puede definir como el miedo colectivo intenso, sentido por todos los individuos de una población y que se traduce en las reacciones primitivas de fuga sin objetivo y desordenada, de violencia o de suicidio colectivo. Es relevante observar que el miedo, el pánico y el miedo colectivo son variaciones de temor y es una emoción intensa compartida por un grupo o sociedad ante la percepción de un estímulo amenazante, cuyas fuentes pueden ser psicosociales, políticas, económicas, culturales, espirituales, del cuidado de la salud, de manipulación de los medios de comunicación…

Cuando los actores sociales empiezan a difundir una catástrofe inminente real o imaginaria, frecuentemente brotan la ansiedad y la sensación de incertidumbre general. El miedo social paraliza. El miedo afecta gravemente nuestra capacidad para tomar decisiones, se trata de la principal herramienta de control del autoritarismo.

¿Cómo se puede hacer frente a ese miedo colectivo? Básicamente con información. Puede resultar interesante realizar el ejercicio de pensar que la emoción de temor que sentimos es un miedo inducido por alguien y que beneficia a este alguien. Eso ya desmonta parte del miedo y nos hace, en cierta medida, inmunes porque nos damos cuenta de que alguien nos está intentando manipular. El miedo es un movilizador muy potente, un arma de control, como comentaba. Cuando estamos asustados tendemos a dividirnos, asumimos cosas que de otra manera no asumiríamos. Así que la única respuesta ante eso debería ser también una respuesta colectiva, en el sentido de VAMOS A UNIRNOS, VAMOS A SER LIBRES Y VAMOS A VIVIR SIN MIEDO.

Resumiendo: La vida cotidiana nos lleva a estar alertas la gran mayoría de nuestro tiempo. Vivir en una ciudad nos hace activar mecanismos tan ancestrales como las emociones. Éstas nos resultan útiles para comunicarnos, adaptarnos a diversas situaciones, comunicar nuestros estados de ánimo profundos e interactuar en la sociedad. Si un acontecimiento de la vida cotidiana no puede resolverse de forma inmediata, se guarda en la mente y en el cuerpo en lo más profundo de nuestro ser. Como seres sociales sabemos que las emociones son contagiosas, esto puede suceder de forma inconsciente o también debido a una manipulación social o política. Cuando un comunicador provoca el miedo en una audiencia o, una persona fuera de control emocional tiene una reacción de pánico en un cine, tenemos un ejemplo del miedo colectivo y su paso de lo individual a lo grupal. Cuando el miedo pasa al pánico, las emociones dominan la mente y la razón queda subyugada. Los miedos también se pueden aprender a no temerlos. Las emociones están directamente relacionadas con los significados que les damos y de hecho no se produce ningún cambio emocional sin que se produzca un cambio cognitivo. Una forma de neutralizar el miedo, al menos en el formato racional, es contar con información de aquello que nos preocupa o amenaza.

Y para acabar, una cita de S. Freud: “En la vida anímica individual, aparece integrado «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario. De este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado.”

Irene Morales

Coach Espiritual 

www.IrenePsicoBio.com

Extraido de www.institutodraco.com

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La verdadera libertad

Estamos inmersos en una sociedad cautiva. Una sociedad en la que somos dominados y manipulados a través del consumismo, los medios de comunicación, las películas y las series, y ahora también a través de las redes sociales.  A veces lo podemos percibir de forma flagrante. Otras, es mucho más sutil e insidioso, es el poder de la masa que te arrastra sin que te des cuenta y tu te dejas llevar para poder satisfacer el deseo de pertenencia, que decía el gran psicólogo Abraham Maslow.

Todo eso desemboca en un condicionamiento de nuestra mente en función del entorno en el que nos movemos en forma de miedos, ansias, apegos, penas, insatisfacción, frustración… Una espiral de la que nos cuesta muchísimo salir, aún cuando tomamos consciencia de ella. Sobre todo porque nos hemos acostumbrado a convivir con estos monstruos internos que nos llenan de toxicidad y nos van marchitando por dentro sin darnos cuenta de que podemos liberarnos de ellos. Los hemos asimilado como hábitos automáticos y creencias internalizadas basadas en nuestra memoria y nuestra exposición continua a una enculturarización que termina determinando quienes creemos ser. Tomar consciencia de hasta qué punto actuamos de manera automática puede ser inquietante, pero es la puerta de entrada a la liberación.

En Occidente creemos que la libertad corresponde a la esfera de lo externo: poder expresarnos cuando y como nos dé la gana, y poder lograr todos nuestros deseos según nuestro plan. Es una perspectiva muy terciada de la libertad que en realidad nos ata a nuestros anhelos y aferramiento, siempre intentando colmar una copa que no se llena desde fuera y, que por lo tanto genera gran sufrimiento.

La verdadera libertad no proviene de poder llevar a cabo determinadas acciones a nuestro antojo. La verdadera libertad es un estado interno de paz, equilibrio y ecuanimidad que nadie ni nada puede coartar ni otorgar. La verdadera libertad no es consecuencia del dinero, el reconocimiento ni el poder. La verdadera libertad florece cuando cultivamos la sabiduría y el corazón, y así podemos madurar y transformarnos desde dentro.

Autora: Mónica Esgueva

 

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Mi vida como proceso, y un sentido para mi vida…

Cuando se dio cuenta de su rol como creadora de su mundo, ya no había vuelta atrás. Hasta no hace mucho tiempo, se veía (y sentía) la dueña de la verdad. Para todo tenía respuesta, frente a todo sentía sus fuerzas, nada ni nadie podía cuestionar su control sobre aquello que quisiera tener o hacer en la vida. Hacedora y líder, enfrentaba día a día los desafíos que se le presentaran. Hacedora, porque se enorgullecía de no hacerse un tiempo libre, no se permitía frenar y su agenda debía, día a día, estar colmada de actividades. Líder (o eso creía), pero dueña de un estilo autoritario, donde el otro sólo recibe órdenes, donde no hay espacios para interrogantes ni cuestionamientos, sólo búsqueda de resultados.

Así sus días, buscando hacer y tener. Necesitando reconocimiento en el afuera. Comparando, juzgando, dando, y de nuevo haciendo.

Así sus días, hasta que habló la vida.

Si ya el afuera y sus demandas no tenían sentido, ¿qué era necesario empezar a observar? ¿Qué significaría mirar hacia adentro suyo? ¿Cómo asumir el coraje de SER? ¿Cómo se iniciaría la búsqueda consciente del cambio?

Las preguntas se volvieron entonces sus guías, su rutina, sus criterios de decisión, su invitación a la inestabilidad, sus excusas para frenar. Una por día, muchas por día, infinitas, todos los días.

Aprender a convivir con la culpa fue otra gran tarea. Esta emoción aparece siempre que creemos que estamos o estaremos en falta con alguien o algo. Aparece nuestra conciencia para juzgar si hemos o no traspasado las “fronteras morales o sociales”, si actuamos o somos frente a lo que se espera de nosotros, y desde las etiquetas que nos auto-imponemos.

Esta convivencia (porque aún, cada cierto tiempo, vuelve a aparecer) la logró con el remedio de la autenticidad. Sincerarse con ella fue revelador. Cuestionarse y desaprender se volvió un hábito. Lo establecido, lo socialmente aceptado, las expectativas: el filtro de las preguntas invitaba a nuevas respuestas, a desconocidas posibilidades. Alivio y libertad, la consecuencia.

Cambió entonces el control por el fluir, la ansiedad por el futuro que nunca llegaba, ahora era la antesala de su presente cambiante. Eligió sentir, y experimentar, intentando no pensar. Aprendió sobre las ventajas de la paciencia, pero también de las sorpresas que te traen elegir a veces hacer desde el impulso. Se acercó más amigablemente a su cuerpo, eligiendo cuidarlo, en lugar de obligarse a hacerlo. Abrió espacios de conversación, y eso trajo nuevas amistades, grandes maestros, y mejoras en sus antiguas relaciones. Agradeció cada aprendizaje, y hoy abraza el error como posibilidad. Tiene una lista de actividades para experimentar por primera vez, y se siente libre cada vez que lo hace. Hoy juega más, pese a que hace rato que físicamente dejó de ser una niña. Respira y es consciente de ello, agradecida de poder hacerlo todos los días.

La vida es un proceso, sostiene y coincide ahora, y a ella se la diseña día a día. La vida, entonces, debería ser esa burbuja que nos aísla de los juicios de no posibilidad, ese espacio neutro, donde tu encuentro contigo te da todas las respuestas, esa tranquilidad que nos invita a soñar con lo imposible, y sabernos poderosos y capaces de todo lo que nos propongamos.

La vida, insiste, es un proceso. Y en ese proceso, ella aprendió a redefinir su liderazgo, que no es otra cosa que escucharse y conocerse, para desde allí transitar su misión de vida. Es ese, y no otro, el sentido de su SER.

En tu caso, ¿qué le da sentido a tu vida?

tatiana_Bregi2Tatiana Bregi – Coach ontológico certificada

 

 

 

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CÓMO CONSEGUIR MÁS LIBERTAD EN TU VIDA

 

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La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.

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Empoderamiento

¿Quién no quiere andar empoderado? Está todo el mundo hablando de la independencia, del capital para emprendimientos, de la necesidad de empoderar a los empleados de la firma (para disminuir los gastos y las responsabilidades laborales), y los chistes crueles ya merodean el tema. Y lo que las personas no quieran enfrentar, la automatización y la robotización se van a encargar de establecer en nuestras sociedades avanzadas: la necesidad de generar recursos por ti mismo al tiempo que disminuyen las fuentes de trabajo dependiente.

 

El empoderamiento es un tema económico. Pero rápidamente excedió los límites de la economía, despertó la creatividad y con ella la imaginación, la proyección de necesidades que no se solucionan con dinero, las ganas de hacer cosas que no se habían pensado antes. Se destapó la caja de Pandora.

 

¿Cuán libre quieres ser? ¿Qué quieres hacer sin impedimentos innecesarios? ¿A dónde vas en tu vida?

 

Unos 30 años atrás empezamos a trabajar juntos, Jennifer y yo. Creamos el Centro de Desarrollo de la Persona. Estábamos convencidos que ayudar a las personas a desarrollar sus potenciales personales era lo que había que hacer. No existía (por suerte) el término empoderamiento, y nosotros elegimos el concepto “desarrollo”. Ahora, mirando hacia atrás, confirmo una vez más que este desarrollo va íntimamente ligado a un mayor poder respecto a la salud, a la auto-realización y a otras cosas de importancia sin igual, un poder arraigado en una sensibilidad más despierta y responsiva, en una toma de conciencia de las motivaciones que emergen de las profundidades del alma, y en una postura más “desarrollada” y autónoma que la propiciada por nuestros modelos educacionales antiguos, superficiales y forzados.

 

La persona integrada con sus emociones y autónoma en su interacción con el mundo, que ha dado los pasos necesarios para expresar los potenciales personales guardados en su intimidad, es sin duda una persona más desarrollada y con más poder para enfrentarse a la vida – es una persona “empoderada” para usar la palabra que está de moda, aunque este “empoderamiento” ahora apunta a un área de la vida por cierto más importante y amplio que el área económica.

 

En estos muchos años de trabajo en el CDP hemos visto una y otra vez que el poder mencionado va  asociado más a la naturaleza que a la idea que la persona tiene de sí: mientras más humilde y “servidora” de las leyes que rigen su biología más poderosa es la persona respecto a su vida, su salud, su creatividad, su madurez, su fuerza para resistir los embates del destino y para llevar adelante sus propósitos. Es un contrasentido, de alguna manera. A más poder das a la naturaleza, de más poder gozas para solucionar los retos de una vida plena, compleja y fascinante.

 

Nada que ver con ciertos aspectos del empowerment laboral de moda que vemos repetidos aquí y allá: el esfuerzo permanente, la tensión, la arrogancia, el desprecio, la avaricia, la creciente insatisfacción.

 

Sino tiene que ver con la fuerza de fondo, sonrisa en la cara, de quien parece hacer las cosas con mano ligera y caritativa,  salud en la mirada y algo contagioso en ademanes y estilo que lo mueve a uno a querer ser como esta persona madura y con un poder de vida fuera de lo común.

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

www.persona.cl

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Cuando miro por la ventana

-«Cuando en casa miro para afuera por la ventana me siento tan bien, me dice.»

-¿Y qué significado tiene para ti mirar para afuera por la ventana?

-Ay, todo, responde, libertad, salud, alegría, conexión…

-Le pides al mirar por la ventana el poder vivir estas cosas, le menciono…

Y continúo, ¿qué te parece que te regales todo esto sin dependencias, prescindiendo de la mirada por la ventana?, ¿puedes?, ¿puedes en tu casa sentirte libre, sana, alegre, conectada – sin pedir nada?, ¿aunque sólo sea como un ejercicio para el corazón?…

Nada es fácil, estoy de acuerdo. No tiene por qué serlo, la vida es un desafío – y muchas veces parece harto más complicado que crear una estrategia de negocio efectiva, promover un cambio a la legislación para terminar con desigualdades o diseñar políticas de educación sanas y estimulantes. Vivir junto a personas despóticas, egoístas, flojas, agresivas o amargadas y no sucumbir, no dejarse «teñir» por la mala onda, es ya todo un tema. Además ser íntegros y sacar a la luz lo propio, lo ingenuo, lo sano – y «teñir» el mundo externo con los dones guardados en la intimidad, para muchos va más allá de lo posible. Pero es nuestra obligación el intentarlo hasta algún día, realizarlo – sin preguntas, dudas o reclamos. Si queremos ser sanos, digo yo…

El anhelo de sentirse libre, por ejemplo, está arraigado profundamente en la biología de todos los seres vivientes, y reprimir su vivencia de seguro que tiene un efecto pernicioso sobre la vitalidad. Al igual el anhelo de sentirse sano, de sentir alegría, de sentirse conectado a la vida. Esta información (tengo el anhelo de – ) llega a la conciencia, y ahora es responsabilidad de nosotros el sacarla adelante y darle la validez existencial que le corresponde. Aunque el entorno externo no lo facilite, o lo dificulte, e incluso si estuviésemos en un campo de concentración…

Pero ¿a quién de nosotros nos enseñaron en casa o en la escuela el término «asertividad emotiva»?, ¿el cómo respetar, cuidar y nutrir nuestra biología, el cómo ser autónomos? Por el contrario, nos enseñaron (en contra de toda rebeldía) el ser obedientes, sumisos, depender del afuera, ser reactivos a este afuera – y olvidarnos de lo propio.

Una vitalidad reprimida, incoherente o devastada es la antesala de toda enfermedad: lo enseña con toda claridad la medicina china – y en laboratorios occidentales, la biología moderna. Está en nosotros sacar las conclusiones particulares, las que te atañen a ti, las que me atañen a mí, y hacer lo que corresponde. (Además: algún día quizás este respetar emociones, sentimientos e intuiciones lleve a cambios de prioridades a nivel social y cultural, y dejemos atrás soluciones intelectuales rápidas y fáciles, muchas veces perversas, desprovistas de arraigue existencial, de significado y naturalidad: ¿por qué no?)

En una pequeña tarjeta delante de mí, cercano al teclado, tengo anotados los anhelos de esta mujer citada arriba, y lo miro a menudo – como recordatorio de lo que es importante también en mi vida, como un estímulo, como una buena seña:

«libertad, salud, alegría, conexión»

Jens Bücher – Ingeniero Comercial, Fellow, American Institute of Stress y miembro del Colegio de Ingenieros – Chile, dirige el Centro de Desarrollo de la Persona Bücher y Middleton Ltda.

www.persona.cl

 

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