Hace años extraje de la lectura de una novela de José Saramago la reflexión de que cuanto más se mira menos se ve. Como hablar y mirar son sinónimos en un sinfín de ocasiones, es una sentencia muy adecuada para explicar esa liturgia del conflicto en la que los actores no dejan de hablar y con cada nuevo apunte enrevesan la interlocución hasta conseguir que sus aportaciones sean una apoteosis de la ininteligibilidad. Me atrevo a decir que se trata de un tropismo discursivo. Yo me he visto envuelto en esta deriva humana demasiado humana, pero me he acordado de esta cita de Saramago, la he sacado a colación y he dejado de mirar porque estaba en ese punto en el que una sobreexplotación del mirar provocaba la consecuencia dolorosa de no ver nada. Parece antitético, pero un hartazgo de hablar en vez de aclarar las cosas las puede enturbiar, ensombrecer y plagarlas de una oscuridad que las haga inasibles. Schopenhauer debía conocer muy bien esta inercia porque en su ensayo El arte de tener razón prescribía dejar hablar al oponente para que desgranase un número elevado de argumentos, y luego atacarlo refutando cualquiera de los sostenidos en último lugar. Cuando argumentamos, cada nuevo argumento aparece más debilitado que el anterior, incluso puede despeñarse en la incongruencia, así que si permitimos que nuestro rival dialéctico emplee una ringlera de ellos, será relativamente sencillo argüir alguno de los últimos, incomparablemente más frágil que cualquiera de los primeros. En un conflicto tan primordial es saber hablar (hablar mucho o poco es irrelevante frente a hablar bien y localizar con exactitud el epicentro de la controversia) como utilizar la prudencia de callar y retardar su posible resolución para otro momento, sobre todo si de tanto hablar ninguno de los concernidos ya sabe de qué se está hablando. Todo esto es fundamental para la sana articulación de un conflicto, pero es irrisorio si lo comparamos con lo que quiero contar a continuación.
En El triunfo de la inteligencia sobre la fuerza escribí que igual que dos no riñen si uno no quiere, dos no se entienden si uno de ellos no está por la labor de querer entenderse. Es una obviedad olvidada, que es lo que suele ocurrirle a lo obvio: lo arrumbamos al desván de lo incuestionado y tiempo después no nos acordamos de su existencia cuando ponerlo en crisis ayuda a esclarecer y a esclarecernos. No sé si se debe a mi filosófica procedencia académica, pero recuerdo que cuando hace años comencé a estudiar la anatomía del conflicto y tuve la suerte de entrevistarme con varias autoridades en la materia, siempre les preguntaba sobre este tema, sobre la intencionalidad de los actores o, en terminología kantiana, sobre la buena voluntad. Mi bisoñez de entonces no sabía expresarlo bien, pero ahora sé que da igual que los agentes del conflicto se aprovisionen de potentes herramientas discursivas, que se manejen en la sofisticación epistémica del problema, que posean altos niveles de alfabetización en el arte de desactivar conflictos y en el de aplicar procedimientos eficaces, que conozcan los dinamismos negociadores, que se pertrechen de afiladas tácticas de persuasión y argumentación, que posean dispositivos cognitivos para relacionarse óptimamente con sus respuestas emocionales, o que desplieguen modelos predictivos para vaticinar los juegos de acción y reacción connaturales a toda fricción. Todo lo que he enumerado aquí es maquinaria operativa inútil si una de las partes no quiere entenderse con la otra. Hace unos días le explicaba este mismo argumento a un amigo, aunque agregué una vuelta de tuerca más y complejicé el escenario: «¡Imagínate qué puede ocurrir cuando son los dos los que no quieren entenderse!».
Dos personas se pueden entender si las dos desean entenderse, pero es categóricamente imposible que puedan entenderse si una de ellas, o las dos, no desea entenderse con la otra. Sé que todas estas predicaciones son tautologías, pero es que cuanto más profundo es el lugar en el que realizamos la minería humana más probable es acabar formulándolas. Afirmar que uno de los interlocutores no quiera entender para que los dos no se entiendan es una afirmación rotundamente reveladora. Desplaza la resolución de un conflicto a los territorios de la predisposición ética, no a los discursivos y comunicativos en los que hemos inventado aparataje de toda índole para poder construir evidencias comunales que permitan erguir espacios intersubjetivos. Los utillajes discursivos de la inteligencia no sirven para nada sin la acción intencional de utilizarlos, y mantienen intacta su improductividad si además no se utilizan de un modo patrocinado por la cordialidad. Cuando un interlocutor no quiere ver, da igual lo que se le muestre para que mire. Ocurrirá lo que predice Saramago, que cuanto más mire menos verá, o más subterfugios hallará para justificar la posición inamovible de la que parte, según el ardid señalado por Schopenhauer. En Ética para náufragos, José Antonio Marina define el diálogo como el uso de un pensamiento compartido, pero ese uso solo puede coronarse desde el querer usarlo. La razón cordial postulada por Adela Cortina es la disposición sentimental a pensarse en común, es decir, a utilizar el pensamiento de una manera compartida para encontrar una evidencia mejor que la anterior y que simultáneamente mejore a los interlocutores. Justo mientras redacto este texto, una amiga de Barcelona publica en las redes una reflexión extractada de la recién publicada novela El negociado del ying y el yang de Eduardo Mendoza: «La mitad de la inteligencia es entender, la otra mitad, hacerse entender». La redondez aritmética de esta frase me parece sublime, pero al leerla y meditarla me he encontrado con un severo problema geográfico. No sé en cuál de las dos mitades ubicar el deseo recíproco de querer entenderse, cuando sin ese deseo y su necesaria mutualidad las dos mitades que cita Mendoza devienen yermas. Salvo que ese deseo sea anterior a esa inteligencia y se localice fuera de ella, en un sitio que podríamos llamar bondad.
Read more
Ha sido una semana extremadamente dura de digerir, de mirar y de vivir. Cargada de emociones difíciles como la angustia, la tristeza, la rabia, la incertidumbre y el miedo. Una semana con un tinte oscuro que no conocíamos. Porque si bien conocimos y vivimos un terremoto el 27/F que nos hizo reconstruir un país en el suelo, no conocíamos como se sentía un terremoto social. Una crisis en donde lo que se destruyó, fue destruido por nosotros mismos y donde lo que hay que reconstruir hoy es mucho más profundo que casas caídas, porque hoy la reconstrucción nos incluye a nosotros como personas formando un país distinto.
Hoy necesitamos reconstruir lazos, detenernos a reflexionar y mirar al otro. Necesitamos lograr mirarnos como los seres humanos imperfectos que somos para actuar desde el respeto y amor al otro aún en su imperfección. Necesitamos aprender y buscar mayor equidad, justicia, cariño, amor, respeto, humildad y empatía…..pero sin destruirnos entre nosotros. Respetar la mirada distinta del otro y poder compartir lo que nos hace crecer, no lo que nos violenta. El odio genera más odio, la violencia más violencia, la intolerancia más intolerancia….y esta semana ha sido una semana cargada y desbordada de imágenes y mensajes que muestran nuestra peor cara.
Los últimos días han sido una invasión de imágenes violentas, de mensajes deshumanizados, de peleas políticas, de escuchar con ira lo que el otro piensa, de ver mensajes y audios que generan pánico, de miradas polarizadas cargadas de odio. Como en toda crisis hemos podido ver la luz y la sombra. La luz de un pueblo que se une por ser mejor, más justo, más unido y equitativo, y al mismo tiempo la sombra de ver como en la necesidad de gritarlo tan fuerte para ser escuchados, nos encontramos con una violencia extrema que sin darnos cuenta nos daña profundamente.
¿Como podemos digerir todo esto? ¿Como podemos seguir adelante? ¿Como seguimos conviviendo con la angustia, el miedo a la incertidumbre y la frustración al no ver cambios concretos?. ¿Por dónde empezamos?.
- Reconocer y aceptar nuestras emociones: No podemos negar nuestras emociones, parte de vivir la crisis como una oportunidad, viene de poder abrazar esas emociones que nos nos gusta sentir, para reconocerlas y que ellas mismas nos impulsen a hacer un cambio. No escondamos nuestros sentimientos debajo de la alfombra, mirémoslos y dejemos que nos remueva esta crisis, que solo así podremos hacernos cargo. No podemos olvidarnos que estar expuestos a un estado de alerta provoca en nosotros cambios: síntomas, cansancio extremo irritabilidad, hostilidad, rabia, pena. Tenemos que hacernos cargo de ellos si queremos realmente sanarnos, para poder sanar al otro y finalmente sanarnos como sociedad.
- Reflexión: démosle un sentido a esta crisis, para que realmente aprendamos de ella y sea una oportunidad de crecimiento tanto personal como grupal. No puede ser que de la sombra no nazca la luz y la union. Nuestros hijos, amigos, padres, compañeros de trabajo y nosotros mismos tenemos que comenzar a vivir con más empatía y más consciencia social. Si esto no te remueve ¿entonces que?. No sigamos esperando catástrofes para reflexionar y movernos al cambio.
- Empatía: logremos mirar más allá de nuestro metro cuadrado. Miremos el sufrimiento o dificultades por las que pasa todo aquél que me rodea en la vida. Solo así lograremos reflexionar y digerir todo lo que ha ocurrido. Necesitamos urgentemente que aparezca la empatía y la mirada genuina y generosa hacia el otro. La empatía sana.
- Actos de bondad: sueño con que no necesitáramos ser removidos para ser solidarios. Podemos ser solidarios todos los días, y sostenerlo en el tiempo, no solo porque esto hace feliz, ayuda al otro y ayuda a construir una sociedad más altruista, sino porque también nos permite mejorar aunque sea con un granito de arena la vida de otro ser humano, esa debería ser razón suficiente. Esta comprobado que una de las cosas que más alimentan nuestro bienestar emocional es darse a otro de manera gratuita. La bondad indudablemente sana al otro, a nuestra comunidad y a nosotros mismos. No perdamos esta oportunidad en esta pasada.
- Mirar nuestras necesidades y pedir ayuda si lo necesito: para poder ayudar al otro necesito estar bien emocionalmente, es hoy donde necesitamos también velar por nuestro autocuidado. Si no logro cuidarme y mirar que es lo que necesito para estarlo….cuidar al otro, empatizar, reflexionar y hacer actos de bondad será imposible. Mirarnos en nuestras necesidades significa saber que es lo que me hace bien y mantenerlo: ir a la plaza con mi hija, escuchar música, no ver tanto las noticias, estar menos conectada en redes sociales para estar más conectada con el que me rodea, hacer deporte, dormir las horas que necesito, etc. Si somos capaces de mantener lo que nos hace sentir bien, seremos capaces de tener la generosidad de ver al otro y salir a su encuentro.
De esta crisis NO podemos NO salir fortalecidos…al menos ese es mi sueño. Lo que si necesitamos tener claro, es que esto solo ocurrirá en la medida que seamos capaces de decantar y reflexionar esta avalancha de información, para que podamos abrazar el sufrimiento que esto nos ha provocado a TODOS. Solo desde ahí podremos prepararnos para una cambio más profundo y constante en el tiempo. No aprendamos a ser empáticos para luego olvidarnos, no aprendamos a valorar lo que somos para luego mirarnos en menos, no aprendamos a escucharnos para luego hacer oídos sordos a las necesidades del otro, no aprendamos a amar para después odiar de nuevo. Porque si solo aprendemos por un momento, nada de esto habrá valido la pena. Que esto cuente y sea significativo en nuestras vidas y en la de nuestros hijos o de aquellos que nos rodean. Que todo lo que estamos viendo y viviendo logre generar una cambio profundo y sostenido en el tiempo. Si nosotros cambiamos, entonces los que me rodean cambian y podemos soñar por un Chile mejor y más justo. Porque finalmente eso es construir comunidad, sociedad y país. ¡Chile con más luz y paz lo hacemos todos!.
Read more
Estoy ahora mismo leyendo un libro de uno de de mis coaches favoritos, Michael Neill (que por cierto, me está encantando y te lo recomiendo mucho, es este: https://amzn.to/2GnrLA5)…
Y en un capítulo nombra una cita bíblica que de hecho me gusta tanto que elegí para mi boda (luego te pongo la cita).
Independientemente de que seas creyente o no, no va de eso este mensaje, es importante esta reflexión:
Hay un tiempo para cada cosa.
Un tiempo para parar, esperar, reflexionar.
Y un tiempo para actuar, para lanzarse, para arriesgarse.
Un tiempo para sembrar y otro para recoger.
No hay que estar siempre en marcha dándolo todo (aunque a veces pensemos que sí, ¿verdad?) y tampoco hay que estar todo el día perdida en sueños o amargada haciendo algo que no te gusta.
Hay un tiempo para cada cosa.
Porque si te pasas de acción, te agotas y si no arrancas, no llegas.
Por eso es importante saber cuando acelerar y cuando recargar pilas. Así podrás ser más productiva, tener mejores resultados y vivir más relajada.
Hay un tiempo para todo.
Y sólo tú puedes decidir qué momento es para ti.
¿Es momento de darlo todo? ¿De ponerte en marcha ya? ¿De comprometerte y lanzarte?
¿O es momento de parar?
De reflexionar, de darte un descanso para volver recargada.
Es lo que tienes que decidir. Usa estas preguntas:
¿Qué necesito yo ahora?
¿Qué me haría feliz ahora?
Recuerda que hay un tiempo para cada cosa, no todo es un camino recto y sin pausas…
Si para ti es momento de actuar, de ponerte en marcha, está abierta la inscripción a “Clientes, ingresos y Libertad 2019” y que todavía puedes ver el video-tutorial gratuito aquí (solo unos días más).
Sí, me apunto ahora.
Si es momento de plantearte un cambio profesional esto es para ti.
Y si es momento de reflexión y descanso, a respetar ese momento.
Te dejo con al cita:
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
Espero que te ayude
————————————–
La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.
Read more
¿No deberíamos las mujeres desear ser madres, por instinto, por determinismo biológico, por el solo hecho de ser mujeres?
Pues no es así, muchos opinan y muchas también, pero esto es un absoluto sentir de cada mujer individual.
Desde mi perspectiva, es totalmente válido desear no ser madre, lo sé, lo entiendo, por qué lo viví mucho tiempo, al menos hasta mis 33 años, jamás pensé en que la maternidad era una opción para mí.
Sin embargo, hay algo que quiero visibilizar hoy al respecto, que te lo contaré un poco más adelante.
Las mujeres estamos dándonos cuenta de que todo esto de la maternidad ha sido una forma de mantenernos en el espacio del hogar, donde algunos creen que pertenecemos.
Si maternidad ya es parte de tu vida, deseo que la vivas a tu manera, que no sigas ni un tipo de crianza solo por creer que es lo mejor, cuestiónalo igual, ¡sin dogmas en la crianza! siempre claro, respetando los derechos y necesidades de la hija e hijo, pero voy más allá de eso.
Todos los tipos de crianzas ponen al centro, como responsable principal del desarrollo positivo o negativo a la mujer madre, ¿sospechoso no? Al menos para mí sí.
Mujer, si ya eres madre, no te pierdas en la maternidad, no seas súper mamá, no dejes tu vida de lado, no te abandones, no dejes tus sueños, eso sería lo más nefasto, tanto para ti, como para tu hija o hijo. Le enseñarás que la mujer ‘es», siendo para otros, que eso es, ser mujer, y la verdad es que somos miles de millones de aspectos más.
Evidentemente, hay una etapa primaria, que la hija, necesita a su madre, más, una puede lograr un equilibrio, ya vivido el puerperio, entre ser madre y ser mujer.
Si aún no eres madre, y no sabes si serlo o no, fantástico, cuestiónate todo lo que necesites para llegar a tu verdad.
DEFINITIVAMENTE NO DESEO SER MADRE
Estás en todo tu derecho, es válido, sin embargo, reflexiona profundamente el motivo.
Si yo te preguntará ¿Por qué deseas no ser madre? Quisiera que tú respuesta fuera: que no deseas serlo, por ejemplo, para vivir tu vida sin estar atenta a alguien que depende de ti, ó que tú prioridad es realizarte profesionalmente o viajando o qué sé yo.
A qué voy, a qué no quisiera que tú respuesta fuera: «es que no quiero ser como mí madre, no quiero repetir patrones.»Entonces yo te diría, mujer, reparamos ese dolor y luego te lo preguntas otra vez.
Que tu deseo de no ser madre, no sea por rechazo a la tuya.
Quizás estas evitando una experiencia que quizás, si es para ti, y por tu historia personal, por el dolor de tu historia, por la rabia hacia la madre, no quieres vivenciar, y luego con los años, puede que te lo cuestiones y quizás ya no puedas hacerlo.
Decide libre, desde tu ser mujer en paz con la mujer madre que tienes, con la mujer hija que eres, así podrás decidir si la maternidad es o no, realmente para ti.
La maternidad será deseada o no será, aún si tuve mala experiencia como hija.
¿Te has preguntado alguna vez si deseaste ser madre o solo fuiste? ¿Si deseas no ser madre, cuál es tu verdadera y profunda razón? ¿Te habías preguntado que el deseo de no ser madre, era por el rechazo a la tuya?
[Evidentemente, queda un cabo suelto, respecto a realmente poder elegir, en caso de estar gestando y no desearlo, y no poder optar por detener la gestación, pues aún estamos esperando que nosotras las mujeres, podamos decidir por nuestro cuerpo y todo lo que pase por él.]
es tu lista? ¡Y cuales eliges para hacer esta semana!
Read more
Ya empezaron los días fríos y seguramente los que se quejaron por el calor, se quejaran hoy por el descenso de las temperaturas, así somos y espero que podamos aprovechar las oportunidades que este ciclo nos invita a vivir.
El Otoño, como un árbol lo podría explicar, diciendo qué hay que eliminar todo lo que está malo y se muere dentro de nosotros. Es una invitación a quedar desnudos del alma para observar ese silencio del cual hablamos la semana pasada. Es un repliegue hacia adentro.
El frío invita a quedarse en casa, pero no solo la física, sino que también la interna, esa que nos invita a hacernos preguntas y probablemente a tomar decisiones que nos lleven a lugares de plenitud y a sacar nuestra mejor versión.
Si hay algo que me impresiona es la tremenda capacidad que tenemos para acostumbrarnos a estar mal, a vivir con la panza apretada, con la garganta hecha nudo, con la respiración cortita y tantos otros estados que son el reflejo corporal de situaciones emocionales que no hemos sabido enfrentar.
Los invito a este Otoño a mirarnos adentro, a eliminar como los árboles , las “hojas” muertas para entender que vinimos a tener paz y armonía en nuestras vidas.
Read more
Hace mucho tiempo unos mayas me enseñaron algo que he intentado practicar y que no es nada fácil.
Ellos me preguntaron ¿cuántas preguntas te haces al día?. Al ver mi cara de sorpresa era evidente que no me hacia o me hacia muy pocas. Me empecé a preguntar porque no me preguntaba y lo que apareció era obvio, me daban miedos las respuestas. Tendría que hacerme cargo de ellas y probablemente hacer cambios y tomar decisiones.
Cuando llevé este aprendizaje a talleres me di cuenta que no estaba sola en este problema y que a todos o casi todos nos pasaba lo mismo.
Cuando me refiero a preguntas, quiero decir cuantas veces en el día, te preguntas , ¿cómo estás?, o ¿ cómo está tu vida?, ¿cómo te sientes? Y tantas otras que pueden venir a tu cabeza.
Es verdad que al sistema económico que tenemos no le conviene gente pensante o que se pregunte muchas cosas, así consumimos más y somos más “dóciles” al momento de actuar. Quizás por eso hemos ido eliminando la filosofía de las aulas y de las calles, lo cual sólo me asusta y no me gusta.
Las preguntas que nos hacemos son nuestro pequeño espacio de libertad que nos permite poder elegir y sobre todo hacernos cargo de todo lo que nos está pasando.
Las preguntas ayudan a que no nos mintamos, a que seamos capaces de ver nuestras luces y nuestras oscuridades todo el tiempo y podamos actuar en consecuencia.
Quiero invitarte a hacerte preguntas desde que te despiertas hasta que te acuestes, no para que puedas elegir, seguramente hay muchas de ellas en que la respuesta será obvia y no podrás elegir pero el solo ejercicio de practicarlas te hará sentir distinto frente a todo, incluso frente aquello que tendrás que hacer igual o en aquellas donde la respuesta será evidente.
El solo ejercicio te sorprenderá porque habrán muchas respuestas que las dará tu cuerpo y tus emociones sin poder controlarlas desde tu cabeza, simplemente ocurrirán.
Es como cuando tiembla o es Año Nuevo donde tu cabeza se va a personas que no imaginaste o que te ratifican que son las importantes de tu vida.
Te harás preguntas como si quieres hacer regalos de navidad en noviembre, o si tu hijo(a) necesita otro par de jeans o tal vez si es necesario o si quieres comer ese pie que sabes que te engorda. Tal vez serán más importantes como si eres no feliz, si estás en paz, si te sientes bien o orgullosa (o) de ti mismo(a).
Te advierto con cariño que el ejercicio de hacer más y más preguntas requiere de una condición y esta es la valentía, para poder aceptar las respuestas y hacerte cargo de ella. No es tarea nada fácil ni cómoda pero te aseguro que es muy satisfactorio el ejercicio de ser congruente con uno mismo y actuar desde el corazón todo el tiempo.
También da miedo empezar a practicarlo todo el día, pero es solo al principio. Pasa algo hermoso que, es que después de ver, no es nada cómodo volver a hacerte el tonto(a) haciéndote el ciego(a) de nuevo.
Parece ser un aprendizaje que no tiene retorno. Buena suerte, ojalá lo practiques con todo, yo al menos estoy en eso.
Read more
Es muy probable que algo te está pasando en tu vida que te lleve a tener que tomar alguna decisión. Esto puede ir desde empezar una dieta, donde quieras dejar de consumir azúcares y harinas hasta tomar la dolorosa decisión de separarte.
Seguramente debes estar pensando todo el día en los Pro y en los Contra de todo lo que te gustaría decidir .
Se dice además, que para cualquier sueño que tengas en tu vida debes ponerle voluntad para transformarlo en algo real.
Puedes querer empezar a ser cariñoso (a), ir a un gimnasio, juntarte con tus seres queridos y tantos otros objetivos que nos proponemos todos los días.
Cualquiera sea el desafío que necesites o quieras enfrentar se necesita “Un sólo Segundo de Coraje” , para que quizás toda la vida nuestra pueda cambiar.
Es un Segundo antes de mandar un audio, antes de decir No puedo más, o no quiero hacer esto o aquello, o tal vez un Segundo para empezar a lograr esa meta que te tiene con esa sensación de algo pendiente en la vida.
Seguramente al leer esta columna te irás de inmediato a recordar cuantos segundos de coraje has tenido en tu vida, desde aquel Segundo que te llevó a formar pareja hasta tantas otras que acompañan tu historia y donde algunos deben haber estado inundados por un vértigo tremendo.
Es claro que ese Segundo no es suficiente, hay que ser capaz de mantenerlos en el tiempo si es que consideras desde el amor y no desde el miedo que vale la pena mantenerlo. En todo caso sea que lo mantengas para siempre o lo cambies por conciencia absoluta de tu ser, todo igual comienza por ese Segundo de coraje que necesitas tener.
A nivel emocional cuando uno ha vivido ese Segundo, se experimenta según lo que dice la gente en los talleres y por experiencia personal, un vértigo increíble, miedo, pero al mismo tiempo mucha paz cuando se visualiza el otro lado o costado de ese Segundo.
Algo que hemos descubierto es que cuando ese Segundo es correcto de tomar, hay silencio en el alma. Puede haber miedo, pero hay vacío de ruido en la cabeza, junto con el Segundo, hay como un suspiro que genera alivio al imaginar el cambio o el logro que se pondrá en marcha después de realizarlo.
Imagina esa llamada o esa conversación que cambiará tu vida, esa conversación que está pendiente y que necesitas hacer, esos cambios en tu vocación para empezar a hacer lo que amas, ese No, que estás que gritas y que no puedes hacerlo, o ese Si que te puede hacer latir tu corazón fuerte y sentirte vivo (a).
Te invito a revisar tus segundos de coraje, esos dados por el alma y que seguramente no te generarán arrepentimiento sino orgullo hacia ti mismo (a).
Junto con revisar esos antiguos segundos te invito a pensar en los que tienes que ejercer para empezar o terminar algo en tu vida.
Ojalá tengas el coraje de hacerlo, vencer el vértigo y escuchar ese silencio que si es correcto seguramente inundará tu alma.
Un abrazo.
Escrito por Pilar Sordo – Psicóloga
Extraído de www.pilarsordo.cl
Read more
“No sé qué quiero” “Nada me motiva” “Hago y hago y nunca estoy satisfecha” “No me alcanza el tiempo para nada”
Frases como estas son recurrentes en mis entrenamientos y consultas. La lista sigue, pero el desafío en común es el mismo: en la vorágine del día a día, somos muy pocas las personas que nos detenemos a reflexionar sin culpa, sobre el valor del tiempo y cómo rediseñar mis acciones para mejorar mi calidad de vida, y la de quienes nos rodean. Ensayemos algunas preguntas: ¿cómo juzgar qué valor le doy al uso de mi tiempo? ¿Siento pasión realmente por algo? ¿Cuántas de las cosas que hago a diario son realmente importantes para mí?
Detente. Deja de leerme. Reflexiona en silencio. Retoma en unos minutos.
¿Estás de vuelta? Sigamos entonces.
Ahora te invito a que tomes un lápiz y papel (o tu computador si eres digital) y responde estas preguntas:
- ¿Qué actividad realizas para “regalonearte”? ¿Con qué frecuencia?
- ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez?
- ¿Cuál de todas las actividades que realizas sientes que te acerca a tu auténtico yo?
A esta altura del ejercicio puede que sientas enojo, porque no tienes o haces lo que quieres, también puedes sentirte frustrada, porque no estás logrando lo que te has propuesto, o desanimada, porque no tienes claridad hacia el futuro. También, es cierto, puedes estar entusiasmada, porque has logrado proyectar y estás encaminada en tu visión.
Detente. Nuevamente, deja de leerme. Reflexiona en silencio. Retoma en unos minutos.
¿Sigues aquí? Respira profundo. Inspira. Inspírate. Decide cambiar. Elige.
- ¿A qué actividad o hábito le dirás basta?
- ¿Qué nuevo hábito desearías incorporar?
- ¿Qué obligaciones se transformarán en elecciones deseadas para un fin mayor?
Como habrás observado, esta vez, son menos las palabras de mi parte. Esta vez, la decisión y el esfuerzo por darle sentido a tu hacer, es tú responsabilidad. Ojalá leerme te impulse a la transformación. Ojalá escribirte, me acerque a mí cada vez más a mi propósito de invitarte a reflexionar para qué haces lo que haces…
Read more