Los domingos es habitual que en las distintas plataformas, reuniones sociales y en el fuero íntimo familiar se escuche un gran concierto de lamentos porque se aproxima el lunes y eso es sinónimo de trabajo.
Según un estudio hecho en octubre de este año entre la Escuela de Sicología de la UAI y la Consultora Visión Humana, 1 de cada 2 chilenos está satisfecho con su trabajo y solo el 51% de los encuestados considera que en cinco años más su economía personal mejorará. Claramente el premio al optimismo no es nuestro galardón.
“Mi jefe es un chanta”, “Me explotan”, “Nunca me va a subir el sueldo”, “Toqué el techo en mi pega, no tengo para dónde crecer”, “Hay que matar a alguien en mi trabajo para que te asciendan”, “Son puros apitutados”, “En mi oficina hay menos onda que entre el PC y los demócratas cristianos”, son solo algunos de los comentarios que ya se ha transformado en frases típicas de los chilenos.
Basta con mirar las caras en el transporte público (que según el mismo estudio para un 47% representa la mayor causa de stress cuando hablamos de desplazarnos a nuestro trabajo) o el semblante de los trabajadores cuando llegan a su casa arrastrando los pies, ávidos de plantarse frente a una pantalla y no pensar más.
El desánimo, la falta de motivación y el paso de los días sin mucho sentido se han apoderado de muchos. Más de lo que quisiéramos. Es cierto que hoy, una importante cantidad de chilenos tienen trabajos agotadores, poco reconocidos, mal remunerados y sin un horizonte muy atractivo. Pero me niego a pensar que el 50% de los chilenos que trabajan lo hacen en pésimas condiciones.
Y aquí es donde postulo que la visión de trabajo se parece mucho a la del amor. Con eso me refiero a que hemos construido una idealización de la pega perfecta y cuando entramos al mundo laboral la frustración es potente y el pasto de al lado siempre es más verde. Porque cuando trabajamos en una empresa chica, queremos una grande. Cuando es una demasiado ordenada, queremos algo más hippie. Cuando nos desempeñamos en una organización tradicional, buscamos algo más cool o cuando ya nos sacamos el gusto de lo público, queremos escapar a lo privado. Nunca estamos satisfechos y si no cambiamos el switch les aseguro que realmente nunca lo estaremos.
Porque aunque te contraten en Disney, ahí también habrá un compañero de pega amargado; aunque te recluten en Apple, te toparás con gente estructurada y con resistencia al cambio; aunque hayas firmado con Redbull existirá un jefe poco motivado o seas la nueva en el staff de Adidas, incluso ahí, habrá gente floja. En conclusión… no existe ni existirá la pega perfecta. Obviamente que hay empresas mejores que otras, con visión de equipo, con cuidado del clima laboral, que intentan conciliar el trabajo, la familia y el tiempo libre, pero también soy una convencida que el sentido y la satisfacción en el trabajo depende mucho de cada uno.
Esperar siempre que los demás nos resuelvan nuestras dificultades, que otros generen los cambios, que el ambiente sea buena onda sin poner de nuestra parte y que el jefe adivine que necesitamos más y nuevos desafíos, es tan iluso como pretender ganarnos el kino sin al menos haber comprado el cartón.
Hay un proverbio chino que explica con maestría lo anteriormente dicho. “Si piensas que eres demasiado pequeño como para hacer una diferencia, es que no has dormido nunca con un mosquito en la habitación”. ¡Cuanta verdad!
Todos podemos ser ese mosquito y solo basta decidirse a serlo. Con esto no quiero animar a que nos transformemos en el personaje agotador o ruidoso de nuestros ambientes laborales, solo a que nuestra realidad, sí la podemos cambiar con pequeños gestos y actitudes.
Decir lo que pensamos con respeto y cariño en los momentos adecuados, estar dispuestos a perder algunas batallas y no empecinarse o frustrarse cuando eso sucede, esforzarse por ponerle onda y humor a las relaciones que construimos en la pega, tener un espíritu colaborativo real con nuestros compañeros, decir la verdad siempre y asumir con hidalguía los condoros, no perseguirnos y ser autocríticos con honestidad brutal, asumiendo que no toda la culpa es del “otro”; pueden ser pequeñas grandes cosas que nos hagan darle sentido a nuestro trabajo y manejar con fortaleza los tiempos difíciles.
Según una definición de los Chief Emotions Officers (o directores generales de emociones) para lograr una cultura positiva, de compromiso y que logre que los equipos trabajen mejor, hay tareas que un líder debe realizar si quiere despertar emociones positivas en su equipo. Una de ellas es: “establecer una visión: darle sentido al trabajo. ¿Cuál es el sueño? Debe ser algo que despierte emociones, que dé ganas de saltar de la cama todas las mañanas para trabajar”.
Aquí difiero tanto de estos señores. Porque las emociones son muy importantes en nuestra vida, pero no pueden ser el único motor. La frase anterior es justamente la que crea un mundo de fantasías en quienes están desmotivados y que tienen la expectativa de que algo tan improbable les pase. ¿Quién salta los 365 días del año motivado por esas emociones y ese sueño? NADIE. Hay que buscar un trabajo que obviamente nos guste, nos haga ser mejores personas, aporte a la sociedad y nos permita vivir con tranquilidad y dignidad. Pero nuestra relación con el trabajo, así como con el amor, tienen mucho de voluntad, cabeza y decisión. Y cuando comenzamos genuinamente a ver lo positivo y sacamos el foco en lo que nos falta, la pega adquiere otro rumbo y no solo nuestro desempeño será mucho mejor, comenzaremos también a disfrutar la vida… aunque eso hoy nos parezca imposible.
Fuente: www.eldefinido.cl
Read moreActualmente, es habitual quejarnos de un estilo de vida agitado y estresado en nuestro puesto de trabajo, en la organización y planificación de nuestro tiempo, en la educación de nuestros hijos, problemas familiares… Si buscamos la felicidad, es imprescindible estar presente con todos nuestros sentidos en su totalidad y despejados.
¿Qué es el Mindfulness? El mindfulness significa mente en plenitud y nos enseña a contemplar el día a día sin piloto automático, siendo en cada momento consciente del presente en tiempo real. Por ello, os propongo unos sencillos ejercicios de mindfulness con el objetivo de vivir con atención plena el momento presente. A través de la atención observarás que quedas libre de confundirte con el pasado y de preocuparte acerca del futuro.
Con estos breves ejercicios podrás lograr la atención plena, si los prácticas diariamente:
1. DEDÍCATE UN MINUTO DE ATENCIÓN PLENA
Este es un ejercicio sencillo que se puede llevar a cabo en cualquier momento del día. El objetivo es enfocar toda nuestra atención a nuestra respiración y tomar conciencia de ella durante un minuto. Deja los ojos abiertos, respira con el vientre en lugar de con el pecho y trata de inspirar y expirar por la nariz. Nos centraremos en el sonido y el ritmo de la respiración. Es muy probable que la mente deambule (¡no pasa nada!), no lucharemos con la mente, no le daremos diálogo. Si esto ocurre, simplemente devuelve la atención a la respiración. Este ejercicio es la base fundamental de la técnica de meditación mindfulness correcta.
2. OBSERVACIÓN CONSCIENTE
Escogeremos un objeto. Cualquier objeto cotidiano: una taza de café, un bolígrafo, una vela…. Ahora permitiremos que absorba toda nuestra atención. Sólo obsérvalo, sin juicios de valor. Toma consciencia de lo que estás observando te aporta una sensación de estar despierto, y con ello la mente se libera y vive en el momento presente.
3. CONTAR HASTA 10
Este ejercicio es una pequeña variación del ejercicio 1. En este caso en lugar de centrarte en la respiración, cerraremos los ojos y enfoca la atención en contar lentamente hasta 10. Si por un momento, pierdes la concentración, debes empezar de nuevo en el número 1.
4. LLAMADA DE ATENCIÓN
Este ejercicio consiste en centrar tu atención en la respiración cada vez que se produzca una señal ambiental específica. Puede ser una llamada de teléfono. Elige una señal que sea ajena a ti. Cada vez que te mires al espejo, cada vez que te toques las manos, cada vez que oímos el claxon de un coche, el silbido de un pájaro… ¿Qué nos aporta este ejercicio? La acción de enfocar la respiración consiguiendo que tu mente viaje al momento presente y nos hacemos consciente de ello.
5. ESCUCHA MÚSICA CONSCIENTEMENTE
La música nos aporta muchos beneficios, tantos, que la música está siendo utilizada terapéuticamente. ¿Por qué ocurre eso? Escuchar música nos aporta una gran conciencia y apertura. Podemos escuchar música relajante y sentir sus efectos calmantes mientras haces un ejercicio de mindfulness centrándote realmente en el sonido de cada instrumento y vibración de cada nota.
Con estos ejercicios llevados a cabo de forma diaria, podrás desarrollar la capacidad de mantenerte en el momento presente. La atención plena es una gran paso, más allá de la concentración, es un estado de conciencia. Es presencia. ¿Te atreves a practicarlo a diario?
Irene Morales
Psicóloga y facilitadora de técnicas Mindfulness
www.facebook.com/IreneMoralesPsicologia
Extraido de www.institutodraco.com/es
Porque todos hemos tenido ese día donde no es solo una, sino cien cosas malas que se suceden una a otra, Mane Cárcamo nos enseña a manejar el estrés en las peores situaciones.
Hace unos días fui víctima de la “Ley de Murphy” en su máximo esplendor. Eso de “si algo puede salir mal, lo más probable es que salga mal” y eso de que los eventos desafortunados se producen en serie, me sucedió realmente en un período de tiempo de cuatro frenéticas y nerviosas horas. Tuve que correr más rápido que Erika Olivera (cuando en la vida real sólo al ponerme las zapatillas me canso), tomar decisiones claves en menos de 10 minutos, llorar aludiendo a mi condición de madre de cuatro niños y enfrentarme a un stress que hace muchos años no sentía y que ahora mirando con perspectiva creo que no tuve la claridad ni las herramientas para manejarlo. Tomé malas decisiones, me equivoqué en la elección de soluciones y en definitiva la adrenalina pudo más. Lo que me pasó está lejos de ser una catástrofe mundial o un drama de teleserie venezolana, fue un hecho doméstico que me hizo darme cuenta que con algo en lo que no me juego la vida, pero que sí me pone muy nerviosa, puedo ponerme la camisa de fuerza con mucha facilidad.
Que cuando necesitas plata de manera urgente, de los 10 cajeros sólo haya uno bueno, que la página web a la que TIENES acceder en menos de 2 minutos obviamente se caiga, que te pidan esa clave que obviamente nunca usas (y que solo es telefónica y no la misma de internet), que cuando vas a hacer un viaje largo en bus te toque justo al lado la guagua con bronquitis obstructiva, que un virus ataque tu computador justo cuando terminaste la tesis (que no habías respaldado), que el pan siempre caiga por el lado que tienen mantequilla al suelo, que el semáforo se eche a perder justo cuando vas atrasada y tienes que presentarle unos números al gerente general, y que te salga un espinilla- cráter en la cara EL día en que el tipo del que estás enamorada hace cinco años te invita a salir, son solo algunos ejemplos de cómo a veces la suerte no juega en nuestro equipo.
Todos algún día tendremos al menos un episodio de ese tipo. En donde la vista se nos nubla, transpiramos helado y creemos que realmente no hay solución para el problema que se nos pone por delante. Por eso, pregunté a algunos cómo manejaban una situación así… tensional y contra el tiempo.
Comer algo dulce, el respirar pausado, fumar, quejarse, garabatear al mundo, rezar, comerse las uñas, tomar flores de Bach o ravotril, fueron algunas de las respuestas de quienes empatizaron con mi shock post traumático. Porque claramente para el stress más “crónico” o duradero hay ciertas estrategias definidas para surfearlo, tales como el deporte, el cuidado del sueño, la alimentación o algún tratamiento sicológico entre otros, pero cuando la tensión es contra el reloj es tal vez mucho más difícil pensar con prudencia y no quedar como la histérica/el histérico del lugar. Aunque realmente eso seamos.
Dominique Karahanian, sicóloga y magister de la Universidad Mayor, entrega claves interesantes para abordar el tema. “El stress es una respuesta física de nuestro organismo frente a una tensión física o emocional. Para vivir, nosotros necesitamos episodios de stress, porque nos ayuda a evitar peligros o cumplir con una fecha límite por ejemplo, pero cuando esto se prolonga en el tiempo, sin duda esto puede dañar la salud”, explica.
– ¿Y qué hacemos cuando nos enfrentamos a una situación puntual en la que creemos que nuestro mundo va a dinamitar y realmente no sabemos qué hacer?
“Frente a situaciones límites recomiendo centrarse en el aquí y en el ahora. Detenerse, identificar lo que está sucediendo, respirar, esperar e idealmente poder compartir lo que internamente nos sucede con otro. Esos pensamientos que están alimentando nuestra preocupación y que la persona que nos acompaña cumpla el rol de un espejo y le aporte racionalidad a la situación que estamos protagonizando”.
Agrega que para ir superando los obstáculos, “otro aspecto fundamental es tener una planificación de las acciones, hacer una cosa a la vez. Porque cuando te sientes muy sobrepasado tiendes a confundir las prioridades y considerar que todo es igualmente importante”.
– ¿Y qué se hace cuando uno es el que acompaña a la persona que está peinando la muñeca?
Dominique señala que no es recomendable decirle “tranquila todo va a estar bien», porque no sirve de mucho para esos casos, por lo que es más importante acompañar y si es que vamos a hablar, dar soluciones concretas, que realmente sirvan.
Así es que ya sabemos. Poner las cosas en contexto, respirar, priorizar y ver los pros y contras de las decisiones que con tanta presión debemos tomar. Y cuando ya no hicimos eso y realmente caminamos tipo Linda Blair por las escaleras, si la experiencia lo amerita- porque algunas veces no es el caso- contarlo después a los amigos, reírnos de lo patéticos que fuimos y hacer de ese trauma una buena historia para compartir.
¿Cuál ha sido tu pero experiencia de este tipo y cómo saliste de ella? ¿Qué otros consejos aportarías?
Magdalena Cárcamo – Periodista
Fuente: www.eldefinido.cl
Read moreCon la modernidad las mujeres hemos ido ganando mas autonomía y una serie de derechos que hasta los años 50, eran impensables para nuestro género. Desde entonces, hemos logrado planificar cuántos hijos tener, votar, salir a trabajar y ser económicamente independientes.
El lado “B” de esto es que nos hemos visto obligadas a cumplir muchos roles, los que la mayoría de nosotras, no alcanzamos a “cumplir bien”. Basta revisar un día “tipo” de cualquier mujer: nos levantamos, levantamos a nuestros hijos, preparamos el desayuno, los llevamos al colegio, batallamos por nuestro espacio en la oficina, volvemos a la casa, nos hacemos cargo de las labores domésticas, somos pareja y muchas veces también nos hacemos cargo de nuestros padres.
Con esta infinita cantidad de roles y responsabilidades, es fácil sentir que no damos abasto y que siempre estamos en el lugar equivocado. En el trabajo, recordamos los pendientes que tenemos con nuestros hijos, con nuestra pareja, con la casa. Cuando estamos con nuestros hijos, recordamos la larga lista de cosas sin hacer que dejamos en el trabajo. Con ese ritmo, lo único que cultivamos es la sensación de insatisfacción y culpa de no estar siendo “suficientemente buenas”: buenas madres, esposas, trabajadoras, hijas, amigas y un largo etcétera de roles “mediocremente” cumplidos.
El multitasking, que se ha elevado como una habilidad tremendamente deseable y necesaria en el mundo actual, tiene sus bemoles. La presión por cumplir las expectativas en ámbitos diversos e infinitos nos hace caer en una espiral de culpa, descontento y ansiedad. Muchas sentimos que para ser queridas debemos hacerlo bien todo. Centramos nuestra existencia en satisfacer las demandas que se nos hacen desde distintos flancos, haciendo “rendir” el día lo más que podemos. Todo esto a un costo muy alto, que implica muchas veces desconectarnos de lo que sentimos, evadirnos del presente por estar absortas en nuestros pensamientos y, finalmente, estar ausentes en nuestra vida. Estamos siempre viviendo en otro momento: en el momento en que tendremos más tiempo para estar con nuestros hijos, en el momento en que tendremos más tiempo para dedicar al trabajo, a la pareja, a la casa, a la vida, a nuestros intereses. Siempre estamos anticipándonos, apuradas por estar en ciertos lugares o culpables por no haber estado lo suficiente en otros.
El problema es cuando la meta es lo único que vale y todo lo demás se transforma en un tramite para “llegar” y “cumplir”. Entonces, uno corre, corre, corre. Y nunca es suficiente.
Nos auto imponemos un nivel de exigencia y de perfección que lo único que hace es ayudarnos a cultivar la pena y la rabia con nosotras mismas, porque –ya lo sabemos– la perfección no existe: uno nunca llegará a ser todo lo buena madre que quiere ser; ni tendrá la casa todo lo perfecta que la quiere tener, aunque tengamos esa manida fantasía de que cuando tengamos todo ordenado, cuando los niños estén grandes y titulados, cuando ya tengamos la casa propia y funcione bien, y tengamos ahorros y podamos salir de vacaciones, entonces, llegaremos a la felicidad verdadera. Nuestra vida se asemeja a esa esquiva ambición de querer tener siempre todos los cajones bien ordenados, cuando, en realidad, siempre habrá algo desordenado, en movimiento, cambiando. Vivir aspirando a un mundo de perfección, entonces, tiene un costo demasiado alto.
Por esto mismo, no es raro que los índices de ansiedad y depresión en mujeres chilenas sea alarmantemente elevado, lo que sin lugar a dudas tiene un costo social altísimo dado el rol fundamental que tenemos tanto en la familia como en el trabajo.
Es por esto que ahora mas que nunca se nos hace tremendamente importante incorporar espacios de autocuidado para la mujer. Es urgente considerar nuestra salud mental como un derecho y una necesidad, porque esto no solo nos afecta a nosotras sino también a todos quienes nos rodean.
Y es aquí donde la práctica de mindfulness (atención plena) y de la compasión son fundamentales. La posibilidad de cultivar la atención al momento presente y dejar por unos instantes de lado todos los “pendientes” y los “deberia”, además de una actitud amable con nosotras mismas es de suma importancia. Esto comienza por tomar conciencia de la sobrecarga a la que nos sometemos, lo difícil que nos resulta delegar y pedir ayuda, y de la posibilidad real de hacer algo diferente, sin transformarnos en una superwoman. Porque estoy segura que mas de alguna esta pensando: ¿y ahora ademas quieren que practique mindfulness? ¡Solo lo puede lograr una superwoman! (¡o esa odiosa conocida con la que nos comparamos y que parece hacer todo bien!).
Cuidarnos a nosotras mismas es posible, y no necesariamente tiene que ver con gastar grandes sumas de dinero en terapias alternativas, hacernos cirugias plásticas para lograr el cuerpo deseado, o destinar tiempo que no tenemos internándonos en un “spa”, un “ashram” o irnos a la India a un retiro espiritual. No.
Tiene que ver con tomar la decisión de emprender un camino quizás no fácil pero necesario, de conocernos mejor, tomar conciencia de nuestras capacidades y limitaciones, practicar la aceptación de lo que no podemos cambiar y darnos esa cuota de amabilidad que suele ser tan esquiva con nosotras mismas.
En el camino hacia el bienestar, las prácticas de mindfulness y compasión son excelentes aliadas, y las iremos conociendo en las próximas columnas.
Bárbara Porter J. Psicóloga Clínica PUC
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