TRES CLAVES PARA ENFRENTAR UNA ERA DIGITAL

El año 2004 cambia nuestra vida y la manera de comunicarnos, nace Facebook y con esta poderosa red social, se genera una nueva forma de interactuar con el mundo. Comenzamos a exponer pedazos de nuestras vidas que nos parecen divertidos o trascendentes y aquello que le contaba a una amiga o a mi pareja, ahora pasa a ser “contado” a través de una foto. Busco compartir, pero también quiero generar un impacto en quien me sigue en redes sociales.

El 2010 nace Instagram, que solo nos daba la posibilidad de subir fotos, dejamos de solo comentar nuestro “estado”, para ahora mostrárselo a todos aquellos que aceptó entren a mi mundo virtual. Esta red social, pasó a ser una de las formas más importantes de exponer los momentos importantes, nuestras vidas y nuestras formas de ser. No solo cambió la manera de relacionarnos (para los que ya somos más viejos), sino que pasó a ser casi la única manera de vivir y compartir que tienen nuestros adolescentes hoy en día.

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Sin darnos cuenta y frente a la exposición que vivimos al ser parte de las redes sociales, comenzamos a hacernos cada vez más vulnerables a la mirada del otro, a los comentarios y -aunque no lo creamos- a los “likes” de quienes nos siguen. Nuestras relaciones se volvieron menos profundas y la mirada de nosotros mismos comenzó a pender de un hilo o siendo más específica, a depender de la mirada del otro o del impacto que mi vida pueda tener en esa persona que la observa. Si bien, me considero estar en una generación distinta a nuestros adolescentes o millenials, no puedo dejar de compartir que las redes sociales a ratos sí han impactado mi manera de verme. Y la realidad es que se necesita tener una identidad y autoestima sólida frente a tanta exposición y vulnerabilidad.

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El problema es que nuestros adolescentes están en el proceso de formar su identidad, recién se encuentran con lo que son y quieren ser, y entonces poder distinguir aquello que quiero mostrar o como quiero definirme frente al otro se encuentra aún muy difuso. El problema surge además cuando su lema oficial pasa a ser “comparto, luego existo” o si vamos aún más lejos “influencio, luego existo”. ¿debo primero compartir para sentir que estoy viviendo el momento? ¿Debo lograr impactar a otro para sentir que mi vida tiene sentido?.

Hoy sin duda nos encontramos frente a jóvenes a los que les preocupa la cantidad de likes y seguidores, que saben a qué hora postear sus fotos para tener un mayor impacto, jóvenes que están dispuestos a pagar por tener likes o conseguir más seguidores para sus cuentas. Si no tengo likes, seguidores o comentarios es como si yo mismo no valiera la pena. Si no comparto, si no influencio…no existo. ¿Cómo influencio? ¿Cómo consigo likes? Mostrando lo mejor de mi, el mejor engaño, mi yo perfecto, mi yo que no existe.

¿Por qué ella puede tener la vida perfecta, bonita, tener pololo y una carrera que le gusta y yo no puedo lograr todo eso? … lo más irónico de todo, es que esa misma persona que se lo pregunta puede ser vista por otros como poseedora de esta “vida perfecta”. La consecuencia: un menoscabo de mi autoestima y una sensación penetrante de decirnos día a día que no somos lo suficientemente buenos, que no somos capaces y que nunca llegaremos a ser “perfectos como ellos”.

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¿Qué podemos hacer con todo esto?, claramente no podemos exiliarnos de las redes sociales. El camino es enfrentar la situación, como todo aquello que nos da miedo en la vida, buscar nuestras herramientas e intentar salir parado de la mejor manera posible. ¿Cómo lo logramos? Para mí son tres palabras claves, las tres A de la supervivencia a un mundo virtual: Autoconocimiento, Autoestima y Autocompasión.

Autoconocimiento: Debemos conocer aquello que somos, de que estamos hechos, cuáles son nuestras cualidades, con sus luces y sus sombras. Saber qué nos define, para que nada ni nadie lo haga tambalear. Si sabemos quienes somos, lograremos conocernos en aquello que nos hace mal y que nos hace bien. Podremos pensar en nuestro autocuidado y así poder decidir que es lo que quiero mostrar de mi mismo, cuanto quiero interactuar en él y a quienes quiero darle acceso a esta “parte” de mi mundo.

Por ejemplo, si tenemos hijos inseguros, o más sensibles a la mirada del otro, si vemos que aún no han logrado definirse bien en lo que son, ayudémoslos a cuidarse. Hablemos con ellos de cuanto se exponen, de que es lo que necesitan con esa exposición, que es finamente lo que quieren mostrar, como van a manejar lo que ven, lo que dicen y también lo que reciben de aquello que deciden mostrar. No nos expongamos nosotros y ayudémoslos a ellos a no exponerse en un falso yo. Envalentonémoslos a mostrarse honestamente y con la tranquilidad de que aquello que digan o dejen de decir no los define y que podremos sobrellevar juntos el impacto de lo que esto tenga.

Y nunca olvidemos que su autoconocimiento, pasa por lo que les mostramos nosotros de ellos mismos. Ellos son lo que nosotros les reflejamos, somos su espejo, si les decimos que son empáticos, generosos, músicos, sensibles, humildes, sencillos, ellos se irán definiendo en torno a eso. La manera que tienen de conocerse nuestros hijos es a través de nosotros, eso los arma y los va definiendo en la vida.

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Autoestima: ¿Cómo logramos fortalecer nuestra autoestima cuando ella igual depende de la mirada de mí mismo y la del otro? La autoestima se define como el sentimiento profundo de sentirse querido, acompañado, valorado e importante tanto para nosotros mismos como para otros. Entonces no podemos pensar que lo que el otro piense de mí no importa, la realidad es que sí nos importa, el tema es que aquello que piensa el otro, no puede definirme. Entonces lo primero y que ya hablamos será conocernos, estar seguro de lo que me define y entonces atreverme a ser yo mismo.

En la adolescencia el decidir atreverse es un camino difícil porque implica equivocarse, y a esta edad no somos amigos ni del error, ni del fracaso, debemos ayudarlos y ayudarnos como papás a mirar los errores como una tremenda oportunidad de aprendizaje. Solo por medio de ellos sacamos nuestras mejores herramientas que también nos definen en lo que somos. Si me equivoco en algo que dije o hice, el como salgo adelante me arma de fortalezas que finalmente me definen y fortalecen mi autoestima. No solo me atrevo y me arriesgo, sino que si me equivoco puedo salir adelante. ¿Habrá algo más poderoso que eso para nuestra autoestima?

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Autocompasión: Siempre se nos enseña como fortalecer a autoestima, pero el mundo no nos ha preparado para hablarnos a nosotros mismos. Una cosa es como me veo y otra muy distinta es como me trato. Vivimos en una sociedad exigente que despierta en todo minuto nuestro critico interno. Siempre “podría haberlo echo mejor” “no soy tan buena en lo que hago” “nunca llegare donde me propongo si me sale mal”. Tendemos a hablarnos de manera poco amable y desde una mirada inquisitiva y poco cariñosa.

En una era en donde nos exponemos cada vez más a la mirada del otro, necesitamos aprender a tratarnos bien. Cambiar nuestros auto diálogos, por mensajes llenos de cariño, comprensión y apoyo. ¿Por qué si puedo ser compasiva con el otro no puedo serlo conmigo misma?. Comencemos a decirnos “salió mal, pero podemos aprender de eso” “la próxima vez podré hacerlo distinto” “es la primera vez que me salía mal, tenia permiso para equivocarme”. Necesitamos ser mucho más amables con nosotros mismos, abrazar el error y a nosotros en ese error o sufrimiento.

¿Cómo logramos trabajar nuestra autocompasión? Aprendamos a decirnos frases cariñosas, alejémonos de la autocrítica, de aquellos juicios negativos que solo nos destruyen, enfrentemos nuestros miedos y confiemos en nuestras capacidades para enfrentar las dificultades que aparezcan en el camino, querámonos más allá de la mirada del otro, conozcamos y creamos firmemente cuanto valemos como personas, pero por sobretodo seamos amables con nosotros mismos.

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¿Cómo nos fortalecemos en una era digital? ¿Cómo nos definimos un mundo virtual donde todo se muestra perfecto? Busquemos palabras poderosas que nos definan, conozcamos nuestras sombras y que estas nos construyan. Veamos el error como una oportunidad de crecimiento y dejemos de valorarnos y mirarnos a través de la mirada del otro. Y por último: Arriesguémonos y enfrentemos todo aquello que nos da miedo porque solo eso nos hará creer en nosotros mismos y nuestras capacidades. Y por favor, ayudemos a nuestros adolescentes a recorrer el mismo camino.

Nuestra tarea como personas, padres o jóvenes es poder aceptar que no somos perfectos, que el de al lado tampoco lo es y que nada de lo que veo o muestro en las redes sociales es real. Solo es una “parte” de mi vida, no es mi vida y es solo una “parte” de mi yo, no es mi yo en su totalidad. Porque las personas reales sufren, son imperfectas, pelean y luchan con sus sombras, y eso nos hace más humanos y mejores personas.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

Instagram: @joselacamarapsicologa

 

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