Las mujeres guardamos secretos, y algunas veces lamentablemente confundimos la discreción con dejarnos de lado o resignarnos…
La mayoría de las mujeres, en algún momento de nuestra vida, aprendemos a vivir con ciertas “incomodidades”, las cuales no comentamos, por pensar que tal vez somos las únicas, o tal vez porque “es transitoria” o “ya va a pasar”, o porque creemos que es “normal”, es parte nuestra naturaleza. Tal vez, en nuestro inconsciente, queremos ignorar aquello que nos pasa pues, “verlo” significaría que tendríamos que hacernos cargo, y dedicarnos un momento para resolver.. no hay tiempo para eso… sin embargo, la gran mayoría de las veces el cuadro empeora y sólo aprendemos a vivir con el.
En mi trabajo con mujeres veo que esto ocurre con frecuencia con muchas de las disfunciones del sistema músculo-esquelético que se inician lentamente, como las producidas por sobre-uso o malas posturas, sobretodo cuando aquella disfunción se presenta entre nuestras piernas: la incontinencia de orina.
La incontinencia de orina es el escape involuntario de orina. Se clasifica “de esfuerzo” cuando ocurre en momentos que se relacionan con él, como al toser, levantar peso, estornudar, etc., su causa principalmente es la debilidad del tejido que sostiene el piso pélvico, compuesto por ligamentos y músculos. Esta debilidad puede estar influenciada por diferentes factores como: la tos crónica, la obesidad, el estreñimiento, los embarazos, la postura y los cambios hormonales. Si bien es reconocido que el tipo de parto influye en la debilidad del piso pélvico, existe evidencia que la incontinencia de orina puede también estar presente en mujeres que no han tenido hijos.
El primer paso para tratarla es reconocer que no es normal. Inconscientemente nuestra cultura acepta cierto grado de incontinencia cuando plantea por ejemplo: “me hice pipí de la risa”, lo que contribuye a nuestra “resignación” aún cuando los escapes influyan en nuestra calidad de vida porque aprendemos a vivir con ella: bebemos el mínimo de agua, debemos cambiar nuestra ropa interior, utilizamos absorventes, estamos siempre pensando: ¿dónde hay un baño cerca?, tenemos miedo a oler mal, nos sentimos con humedad…
Lo ideal evidentemente es siempre consultar al médico pues es importante evaluar caso a caso todos los factores que estén presentes en esta disfunción, evaluar su grado y descartar otras alteraciones para otorgar la mejor opción terapéutica, que puede ir desde la kinesiterapia a la cirugía. En el tratamiento más conservador el kinesiólogo evaluará la postura, la conducta de ingesta de líquidos, el comportamiento de los escapes, además de la evaluación de la musculatura, el tejido y la función de la región, para elaborar un plan de ejercicios que puede ser apoyado con fisioterapia.
Sea el tratamiento que sea, el mayor desafío es que cada mujer conozca su anatomía, conozca sus sensaciones y se conecte con aquella zona de su identidad femenina más olvidada… que cualquier disconfort no es “normal” y que merecemos resolverlo… Te invito a dar el primer paso e intentar contraer tus músculos y sentirlos… o, ¿por qué no “verlos”?. Usa un espejo!, atrévete!, es parte de ti. Ya seguiremos hablando sobre este tema…
Recuerdo una vez que mi hermano me contó un chiste tonto pero que me hizo tanta gracia que casi me hago pipi encima. Menos mal que me dio tiempo a llegar al baño.