La historia comienza para los de nuestra generación en un pasaje. Eramos dos familias, primos hermanos los que vivíamos una al lado de la otra en el fondo de ese pasaje. Yo no tengo muchos recuerdos de esa época ya que siendo todavía muy niña y estando mi madre embarazada de su sexto hijo, nos fuimos a vivir a Miraflores. Sin embargo seguí yendo de visita primero a casa de mis primos y ahora donde mi hermana Tati que habita con su familia la casa que una vez fue el hogar familiar. Es probablemente por eso, que a pesar de que hace mucho tiempo ese lugar ya no es mi barrio, de alguna manera lo siento todavía muy familiar.
La Loreto mi prima, que acaba de fallecer producto de un cáncer agresivo, rápido y brutal, era en esos años amiga de mi hermana Coca. Yo me juntaba con la Vero, su hermana menor. No fue sino hasta muchos años después cuando ella, ya casada y con hijos regresó a vivir a Chile desde España donde había vivido por un largo período que, por esas casualidades maravillosas de la vida, nos encontramos. Resulta que teníamos una pareja de amigos en común y eso nos acercó. Ambas trabajábamos y no teníamos mucho tiempo. Sin embargo nos arreglábamos para pasar juntas momentos importantes de nuestras vidas. Ella y su marido eran invitados frecuentes a nuestra casa para compartir cumpleaños y fiestas familiares y nos hicimos la promesa que cumplimos, de pasar todos los años nuevos juntas.
Es difícil describir a la Loreto en pocas palabras. “La guapa” como le decíamos sus amigas en honor a su belleza y a su vida en Europa, era intensa, alegre, divertida, apasionada, gozadora y explosiva. Amaba la vida, los viajes, la ropa, el cine, la lectura, los deportes. Dueña de una energía inagotable, nunca le faltaba tiempo para su familia ni para su amigos a quienes recibía junto a su marido en su cálido hogar que reflejaba tan bien su estética y personalidad.
Había jubilado hacía poco y estaba como siempre llena de planes: tal vez por eso cuesta aceptar su prematura partida. Sólo me consuela saber que tuvo una buena vida y que murió rodeada de los que tanto la querían.
Como dije en el cementerio cuando me tocó despedirla, a veces las experiencias dolorosas de vida nos hacen entender el significado profundo de algunas palabras. Nosotras siempre hablábamos de que éramos primas hermanas. Por alguna razón nos encantaba repetirlo. Tal vez fuera porque dicen que para las mujeres, las primas son como hermanas.
Ahora sé que es cierto. Ella era mi prima. Ella era mi hermana..
Macarena Urenda Salamanca – Comunicadora Social
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