El velador

 

Es verano y como todos los veranos me dispongo a ordenar mi casa. Hay varias teorías que tratan de explicar este fenómeno del orden pero la que más me gusta es la del Feng shui que sostiene que ordenar tu espacio también ordena tu mente. En efecto, a mí me parece que cuando tengo mi lugar de trabajo y mi casa organizados, puedo ver todo con mayor claridad.  El tiempo me rinde más y logro mayor energía para hacer las tareas que por alguna u otra razón he postergado durante todo el año. Me siento más descansada y optimista y puedo pensar  con tranquilidad en lo que   viene.   Lo cierto entonces  que, llega enero y junto con planificar el año y hacer una lista de lo que quiero mejorar en mi vida, comienzo a botar papeles revisar closets, estantes,  cajones dormitorios libreros etc. Me urge una especie de ansiedad y paso horas revisando, clasificando,  desechando. En fin, me transformo en una especie de aspiradora ambulante ansiosa de captar cualquier cosa fuera de su lugar o inservible y librarme de ella.

Este mes de enero no fue la excepción. Comenzó el año y me bajó inmediatamente este afán.  Revisé y ordené cuidadosamente varios lugares de mi casa  hasta que finalmente, llegué al velador.

El velador, nombre antiguo que me encanta, es para mí un lugar especial, probablemente  porque en ese corre corre del año voy guardando cosas que me parecen importantes pero que todavía no tiene un  lugar definido para conservarlas o no he tomado  la decisión de desecharlas. Pero el velador o al menos el mío, no es un lugar para tomar  a la ligera. Lo abrí y me di cuenta de que hacía años que no lo había revisado minuciosamente. Por ello, lo encontré abarrotado de cosas. Algunas  tecnológicas como cables o celulares antiguos,  otras más útiles  a saber, pilas lápices y libretas y una vela y una linterna para emergencias de luz. Sin embargo, no fue lo único que  encontré allí.

En efecto, en esta revisión que me llevó más tiempo de lo pensado,  descubrí maravillosos tesoros que no recordaba dónde los tenía y algunos incluso los había olvidado por completo.  Notas que me había escrito   mis hijos cuando eran niños, una carta de despedida de mi nuera norteamericana luego de una larga estadía en nuestra casa,  fotos, tarjetas de cumpleaños de mis amigos,  condolencias de amigos y familiares a propósito de la muerte de mis padres, un discurso de mi marido,  cuando nuestro hijo mayor salió del colegio, mi misal de la primera comunión el que además contenía una carta que les escribí a mis padres cuando era niña. En fin todos esos objetos eran un símbolo de experiencias vividas y compartidas y de   momentos llenos de amor.  Algunos alegres y otros tristes,  pero claramente ninguno desechable.

No estoy renegando del orden. Dispuse todo lo mejor que pude para que se viera muy bien. Aunque reconozco que fue muy poco lo que deseché de ese lugar. Lo cierto es que esa revisión del velador no sólo me dio paz, tranquilidad y energía. También me hizo revivir momentos significativos de mi vida sean estos lejanos o recientes y  con eso me di cuenta del sentido que tiene el  velador en mi vida: Es un recipiente maravilloso de recuerdos importantes.

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