Desde tiempos ancestrales compartimos nuestras historias con otros.
Las historias que contamos y guardamos son parte de nuestra cultura.
Nuestras historias son reflejo de nuestras experiencias y aprendizaje.
Nuestras historias son vehículo para entregar contenido legítimo y valioso a otros.
Inspirar a otros a través de nuestra historia personal, es un ejercicio natural que beneficia tanto a quien escucha como a quien narra.
Para el narrador, existe la posibilidad de resignificar elementos de su propia historia, regalándole la oportunidad de mirarse en ella como si fuera un fractal. La misma historia que cuentas hoy, no es la de siempre, es una versión a su vez contada por diferentes versiones de ti. Algo que en alguna época se sintió doloroso o triste, hoy se puede ver como un momento culmine de desarrollo de talento, habilidades y crecimiento personal. Por otro lado, es un acto generoso de compartir una experiencia que quizás el que escucha nunca vivirá.
Para el receptor, existe la posibilidad de empatizar, entrenar el corazón en escuchar sin hacer juicios para poder aprender del otro. Junto con eso podrá imaginar y disfrutar de la historia, al punto de despertar en su propio mundo a posibilidades que antes no había considerado. También podrá encontrar elementos para reafirmar aspectos que habitan en su interior, que estaban dormidos o presos de miedos e inseguridades, quizás sentirse acompañado, resonando, en vez de raro y sólo.
Valora tus historias, a ti te pueden parecer insignificantes, prosaicas o cotidianas sin embargo para tocar el corazón de otro, nada de eso importa. En la sincronía de la vida, eso que tu menosprecias puede ser exactamente el catalizador que el otro necesita escuchar para entrar en acción, generar un cambio y soñar.
Inspirémonos entre nosotros, cada ser humano es único y extraordinario, aprendamos a escuchar.
Claudia Vaisman, Coach y Directora de Comunicaciones de Inspiring Girls
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