La semana pasada asistí al lanzamiento de un libro acá en Viña del Mar. Se trataba de la novela Hermano, no tardes en salir del abogado y premio Nacional de ciencias y Humanidades, Agustín Squella. Leí el libro completo apenas llegué a mi casa. Confieso que el interesante diálogo que se produjo entre el autor y su editor durante la presentación me motivó a hacerlo. Y a pesar de lo cansada que estaba ese viernes en la noche, el recuerdo de la intensidad de esa conversación pudo más que mi sueño y lo acabé de un tirón. Lo he vuelto a leer durante la semana y he repasado algunos pasajes que me gustaron especialmente, reviviendo el placer y emoción que me produjo su lectura.
Básicamente el libro enlaza la historia de una amistad hípica con la muerte a causa de un suicido, de un hermano del autor. La historia me conmovió, por la sinceridad con que está escrita, por la claridad de su escritura y muy especialmente por la profundidad de su mensaje. Porque en el fondo, el libro trata de la belleza de la vida y aunque relata lo dura y dolorosa que puede ser para los que quedan, la muerte inesperada de una persona joven y que parecía disfrutar tanto de la existencia, el relato se centra primordialmente en el privilegio que implica para los seres humanos el simple hecho de estar vivo. Esa pérdida inesperada, brutal, dolorosa y tal vez en momentos incomprensible, no disminuye para nada el valor que tiene una vida bien vivida, disfrutada y compartida y que sigue luego de 40 años en el recuerdo de los que lo amaron
Porque es cierto que la vida puede ser mirada como una sucesión continua de pequeñas y grandes pérdidas que todos experimentamos. Pero también puede ser considerada como un gran regalo que se nos ofrece gratuitamente y sin darnos tregua para que la vivamos a plenitud, la aprovechemos en su totalidad y la gocemos y suframos con pasión
El hermoso mensaje que deja este libro es que tanto la fragilidad, que forma parte esencial de nuestra condición humana como el carácter efímero y temporal de nuestra existencia, lejos de entristecernos y atemorizarnos, nos debe hacer gozar del don de la vida en todo momento, para disfrutarla en toda su inmediatez, incertidumbre e intensidad.