La curiosidad es como mi hermana mayor. Siempre me empuja a aprender cosas nuevas y a investigar un poco más allá, especialmente si se trata de temas que me apasionan, como es el caso del lenguaje. Hace seis meses comencé a hacer clases de inglés nuevamente, esta vez online, y el contacto con mis alumnos me llevó a retomar materias relacionadas con educación e idiomas, a través de cursos y certificaciones en universidades inglesas que están ofreciendo este tipo de oportunidades. Me parece excelente idea sacar partido del tiempo de aislamiento y así incrementar la invisible pero placentera carga del saber. Algo que, por lo demás, ocurre tanto al estudiar como al enseñar.
Existen cientos de dichos, proverbios, refranes o paremias nacidos de la sabiduría popular, cuya propagación a través de los siglos ha sido posible gracias a la tradición oral. Como consecuencia, algunos fueron mutando llenos de errores lingüísticos. En otros casos, los términos originales fueron simplemente reemplazados, tal como sucedió en algún momento con el que dice “la vida es de dulce y de grasa”. “Grasa”, en vez de la palabra original, agraz, cuyo significado coloquial es de amargura.
Por otro lado, hay obras literarias de habla castellana de principios del siglo XVII que están llenas de ellos. Como aquella que empieza diciendo, “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”. Miguel de Cervantes nos regala una larguísima lista de refranes en su novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, que fuera publicada en 1605. En ella, el personaje de Sancho es un experto en el refranero manchego, lo cual significa que el uso de proverbios era común, o al menos, que Cervantes los recopiló y utilizaba.
“Mira, Sancho —respondió Don Quijote—: yo traigo los refranes a propósito y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeslos tú tan por los cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia.” II cap. LXVII
Como haya sido, algo que me intriga sobremanera es confirmar que a pesar de que no compartamos territorio, los seres humanos percibimos nuestra vida parecidamente. La prueba de esto es la existencia de equivalentes o traducciones casi literales y en diversas lenguas para un mismo refrán, como si llegáramos al unísono a idénticas experiencias y conclusiones. Y me parece notable que esta transmisión verbal —pues la mayoría de la gente era analfabeta— se diera en la antigüedad, cuando, descartando la navegación, solo el caballo o el burro, para quienes podían costearlos, eran el medio de transporte. De lo contrario, a pie se llegaba a destino. Entonces, además de las mercancías que se transportaban y de la osadía de exploradores y caminantes, había una carga que llevaban consigo que era aún más preciosa, porque no estaba a la venta: el lenguaje.
Y me conmueve pensar que es el ser humano, su espíritu y su energía, todo aquello que es parte de nuestra esencia, lo que en realidad trascendía las fronteras casi como por arte de magia.
Mientras reflexionaba sobre esta posibilidad, descubrí un libro del año 1855, llamado “A Handbook of Proverbs”. Se trata de un manual de proverbios ingleses al cual su autor (Henry G. Bohn) le agregó, entre otras cosas, un segmento que incluye los mismos dichos en distintos idiomas. Esto que parece tan peculiar, existe igualmente en castellano gracias al Instituto Cervantes y su Refranero Multilingüe, el cual les sugiero explorar. En lo personal, considero fascinante este tipo de ejercicio. Por lo tanto, he aquí dos ejemplos de este fenómeno, primero en castellano y luego en inglés:
A quien madruga, Dios le ayuda (De “El Lazarillo de Tormes, El Quijote”, II 43).
The early bird, catches the worm (El pájaro madrugador atrapa el gusano), el cual es de uso actual, pero ya documentado a comienzos del s. XVII.
No es oro todo lo que reluce (citado en “El Quijote”, II 33 y II 48). La variante más conocida es: No todo lo que brilla es oro.
All that glitters is not gold (literalmente, “Todo lo que brilla no es oro”. Citado en “El Mercader de Venecia”, de William Shakespeare, 1596. Siendo la frase original, “All that glisters is not gold”).
Como dato anecdótico, les cuento que tuve la suerte de estar en Dubai en 2010 cuando se utilizó este último dicho para una campaña publicitaria, pero con una variación muy ad hoc, ya que traducido al castellano decía: “Todo lo que brilla es oro”. Lo cual es casi cierto por esos lados.
Al final, la felicidad que produce el saciar la curiosidad es solo comparable a la satisfacción que brinda el recorrido entre el conocimiento y el saber, en contraste con la conformidad e indiferencia de quien no desea aprender, teniendo la oportunidad de hacerlo.
Myriam O – Artista multidisciplinaria (conoce mas de ella aquí)