Una de las creencias humanas más generalizada es que somos especiales. Desde niños nuestros padres nos inculcan que somos especiales, ya sea por alguna habilidad, un talento específico o simplemente por la proyección egocéntrica de que somos sus hijos.
Esto asienta la idea del especialismo. Nos sentimos especiales, diferentes del resto, un poquito más arriba que los demás por ese par de cosas en que destacamos. Y comenzamos a mirar y configurar la realidad desde esa creencia.
El mundo se comienza a dividir y separar entre “nosotros”, los especiales, y ellos, los comunes y corrientes. Una sutil arrogancia, una superioridad que comienza tenuemente y que en la mayoría de las personas se solidifica como un ego asentado y discriminador hacia la adultez.
El mayor síntoma de este especialismo es la creencia de que las personas nacemos diferentes, que desde la cuna y el origen tenemos diferencias naturales, confundiendo cualquier diferencia accidental (por ejemplo, el entorno socio-cultural en el que nacemos) con una diferencia por naturaleza. Lo rudo de esta creencia es que no visualiza el principio de igualdad natural al nacer. ¿Qué diferencia hay entre dos bebés recién nacidos, sin la influencia de su ambiente? En la práctica, ninguna. La igualdad en cuanto legitimidad y dignidad humana es el principio fundante de la vida.
Pero el especialismo vive de la separación, de las diferencias, de la comparación y de los juicios. Por la razón que sea, me siento diferente y superior, de una casta diferente, de una clase excepcional, quizás de una raza superior. Este especialismo se traduce en cualquier juicio arrogante de separación en la lógica de nosotros-ellos, por ejemplo, humanos y humanoides, arios y el resto, ricos y pobres, del colegio X versus del colegio Y, de la religión tal, etc. Cualquier estereotipo que asiente la diferencia a mi favor.
A la base del especialismo está el ego, ese sistema de pensamiento que en cada momento en que aparece alguna intuición lúcida de que el especialismo está generando consecuencias inefectivas se encarga de convencerte que estás en el camino correcto.
¿Cuáles son las principales comportamientos que dan cuenta del especialismo?
Cualquier comportamiento que divida, separe y segregue, donde siempre es necesario tener la razón y ganar. Su lema parece ser «es mejor tener la razón y ganar que ser feliz». En las relaciones humanas eso significa que yo gano y tú pierdes, por lo que la competencia interpersonal es lo propio de los especiales. Se crean atmósferas de desconfianza con los otros, de control, de un ejercicio vertical y férreo de la autoridad. Naturalmente no veo a los demás como pares, sino como competidores que amenazan aquello que quiero lograr. Comienzo a vivir en un mundo paranoico de ataque y defensa. Mis armas son los juicios y la descalificación. Mi premio, algún tipo de poder.
El especialismo construye relaciones especiales. Identifico “gente como uno”, verdaderos pares, otros especiales tan especiales como yo. Nos juntamos. Armamos relaciones de pareja, vamos a los mismos colegios, somos amigos, trabajamos juntos, creamos nuestro propio gueto de clase especial. Y el ego susurra, “viste que la intuición del error del especialismo es falsa, hay más especiales como tú, naturalmente pocos. Eres parte de los elegidos”.
Los especiales tienen mucha fe en aquello que es su fortaleza, por ejemplo, el dinero, el intelecto, la red de relaciones, un amor especial, una inspiración que se siente única, una parcela de poder, una causa, el sacrificio, la resignación, al agüante, el trabajo único. Da lo mismo qué sea. El tema es que se interpreta para sentirse especial. Son los propios ídolos.
¿Qué consecuencias tiene el especialismo?
Tiene consecuencias que desde lo mundano y en el sistema de pensamiento del ego se valoran. Mirado desde la profundidad de lo humano y en perspectiva existencial, la inefectividad del especialismo es altísima. Son personas que se quedan solas, angustiadas en su conciencia e intimidad, acosadas por el sufrimiento, el dolor y la desesperanza, y la angustia de intuir que el mundo debe ser algo más que la conquista y posesión de esos ídolos tras los cuales han guiado su vida, que sólo les dan poder y orgullo transitorio.
El vacío existencial del especialismo es que sabe que el ego fue una mala opción, pues, más allá de los triunfos egocéntricos, la ausencia de sentido y amor verdadero se cuela por todas parte. Se intuye que la otra opción, además del ego, era el camino del espíritu, con un sistema de pensamiento completamente diferente. Pero el ego se encargará de decir que eso es para los débiles, los esotéricos y los espirituales que no saben nada del mundo real, rudo y competitivo en que los especiales son diestros.
¿Quiénes son los especiales? Cada uno de nosotros. Tú que lees, yo que escribo, todos. Sabemos que sentirnos especiales nos tiene cuesta abajo en la rodada. ¿Quiero salir del especialismo?, ¿ha sido más ventajoso o desventajoso?, ¿qué me dice mi interior? Si intuyo que el especialismo egocéntrico me tiene angustiado, sin perspectiva y agotado del día a día, ¿cómo salir del especialismo?, ¿qué hacer?, ¿qué nueva elección necesito transitar?
Extraido del Blog de Ignacio Fernandez
Psicólogo, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Coach Ontológico Empresarial, Newfield Consulting.
Director Departamento de Psicología Organizacional, Escuela de Psicología Universidad Adolfo Ibáñez.