En algún momento de la vida, todos nos vemos obligados a conocer a esta compañera de viaje llamada Soledad. Con nombre de mujer y casi con significado de dulzura, ella llega a nuestras vidas y nos hace sentir muy tristes y con una sensación de vacío pocas veces repetidas en otros contextos.
Sin embargo parece que nos cuesta entender que “ella”, es parte inherente de nuestras vidas, nacemos solos y seguramente moriremos en la misma condición, pero lo que sí es seguro es que todas nuestras decisiones serán tomadas desde la profundidad de nuestro ser donde los referentes externos sólo ayudan pero el enfrentamiento es privado y solitario.
Llama mucho la atención que haya tanta gente a la que le angustie estar solo(a) y sientan que se les acaba el mundo si no se sienten acompañados. Llama la atención porque seguramente debe ser unos de los aprendizajes obligados de todo ser humano.
Nosotros debiéramos aprender a relacionarnos con nosotros mismos casi antes de llegar al contacto con el otro. Debiéramos aprender a reírnos con nosotros mismos, a reconciliarnos, a entretenernos, a perdonarnos y a retarnos cuando hacemos algo mal.
Tenemos que aprender a relacionarnos con otro yo dentro y desde ahí aprender a salir hacia afuera mas construidos y con las cosas mas claras.
Difícilmente vamos a relacionarnos bien con otros sino hemos aprendido primero una relación profunda, amorosa y dialogante con nosotros mismos.
Esta amiga soledad, es inseparable, siempre esta ahí al acecho mostrándonos todos los beneficios que tiene llevarnos bien con ella.
Ella nos lleva al autoconocimiento, al silencio, a la placidez del solo estar con nosotros como si estuviéramos con nuestro mejor amigo o amiga y desde ahí poder disfrutar de sus aprendizajes.
El miedo a la soledad, en el fondo tiene que ver con el miedo a nosotros mismos, a ese mundo interior que no por no conocerlo nos asusta y porque además socialmente todo parece construido para estar de a dos o demás donde hasta las mesas de los restaurantes nos hacen sentir que falta alguien si vamos solos a un lugar al mirar esa silla que queda vacía.
Invitar a la soledad a nuestra vida aun estando acompañados parece justo y necesario. El aprender a relacionarnos con nuestra pareja interna es la clave para conseguir la armonía y para eso habría que buscar el silencio, dejar de lado la tecnología que nos produce la ilusión de estar acompañados pero que al final del día no es asi y empezar a caminar por el camino de preguntarnos que nos gusta hacer, con que disfrutamos y de que forma podemos reforzar todas las reflexiones que nos lleven a dejar de temerle y por otro lado nos lleve a disfrutarla como un regalo y como una oportunidad de crecimiento.
Bienvenida Soledad, compañera inevitable y maravillosa que nos invitas a un camino de crecimiento que desde ahí salimos en la búsqueda del otro, no para que nos complete, sino que para compartir el camino de la vida.
Pilar Sordo – Psicóloga
Extraído de www.pilarsordo.cl