Seguramente al igual que yo, aprendiste que llorar era malo y por lo tanto descubriste lugares para hacerlo sin que nadie te pudiera encontrar. Entre esos lugares está sin duda alguna, el baño, el auto y una buena almohada.
Si se ponen a pensar en la estupidez que encierra lo que acabo de escribir podremos entender que nuestra educación
emocional es nula y la poca que tenemos es de pésima calidad.
Les cuento que aproximadamente el 80% de los padres y madres nunca han llorado delante de sus hijos e hijas o si lo
han hecho mienten descaradamente sobre las causas. Esto ha llevado a que el modelo judeocristiano del sufrimiento y del contener o aguantarse lo que sentimos sigue a pesar de la modernidad, dirigiendo nuestras vidas todos los días.
Es que llorar es debilidad, reírse demasiado es superficial, tener miedo es de cobardes y la rabia obviamente debe ser
medida.
Entonces nuestra emocionalidad está siempre limitada y sancionada desde nuestras mismas cabezas hasta el otro
que las juzga apenas aparecen. En estos tiempos de tanta inestabilidad emocional y de estar metidos en una montaña rusa de emociones, este tema adquiere mayor importancia y sobre todo me preocupan los juicios sobre ellas todo el día.
Si estás triste, solo estás triste, no estás mal. Aquí ya tienes un juicio.
Cuando nos ponemos a llorar, lo primero que escucharemos es un “no llores” y siempre aparece alguien diciendo no
“estés mal”.
Pilar Sordo – Psicóloga
Extraido de https://www.pilarsordo.com
Foto portada: de Andrea Piacquadio en Pexels