Excusa: «la culpa es de los jefes»

 

MUCHOS QUIEREN «DESHACERSE» DE SU JEFE, O DE ALGUNOS JEFES, EN LAS ORGANIZACIONES EN LAS CUALES TRABAJAN.

PERO ENTONCES…, YA NO HAY NADIE EN QUIEN PODAMOS DESCARGAR LAS RESPONSABILIDADES…

 

No sólo donde  hoy trabajo sucede lo que hoy comentaré…. Lo he comprobado una y otra vez en muchas empresas y organizaciones en y con las que he trabajado a lo largo de mis 35 años de vida laboral: es evidente que hay una gran necesidad de muchas personas, en señalar con el dedo «a ese de allá arriba».

Se reitera el hecho de buscar la culpa en los jefes, siendo la manera más fácil de sacarle la vuelta a los problemas reales, sin darle una mirada más detenida y cercana acerca de lo que realmente se trata.  Si cada cual se detuviera y se mirara a si mismo, sincerándose, quizás aparecerían las propias dudas al respecto.  Pero eso es incómodo y podría posiblemente llevar a un reconocimiento de los propios errores. Así es que…, mejor seguimos machacando sobre los jefes, lo que nos otorga un sentimiento de liberación.

¿Liberación de qué? Bueno, de todo el estrés, la presión, las exigencias. Sucede muy rápido, está muy cerca y no sólo hacemos responsables a los jefes, sino también a los colegas, los clientes, el sistema, la economía y quien sabe a quienes más, sin tomar conciencia que quizás nosotros mismos no estamos dando en el ancho…

Pero seamos coherentes. Si no nos gusta el jefe y esperamos su dimisión, o que cambie radicalmente, manifestando que en realidad no requerimos a alguien que nos lidere, dirija, oriente, corrija y controle, mejor demos una mirada que significa eso en realidad.

¡La libertad de la responsabilidad!

Más libertad y espacio. La auto-determinación ha tenido siempre dos aspectos: en primer lugar, la libertad «de algo» y en segundo lugar la libertad «para algo».

La mayoría de las personas que esperan una mayor libertad en el trabajo, sólo tienen el primer aspecto en mente: la liberación del jefe molesto, de las limitaciones restrictivas, del paternalismo autoritario, la ausencia de reglas rígidas, liberarnos de la voluntad arbitraria de quienes detentan el poder y de las jerarquías, la liberación de las tareas molestas, aburridas o incómodas, la ausencia de una supervisión constante … ¡Sí, por ahí va la cosa!

Pero lo que a menudo queda en el camino es el segundo tipo de libertad: ¡la libertad de asumir la responsabilidad!

Después de todo, quién quiere más auto-determinación, también debe estar dispuesto a dar la cara por los resultados que logra, en las buenas y en las malas.

Demasiado a menudo se olvida que la auto-determinación y auto-responsabilidad son dos caras de la misma moneda. Y eso trae consigo algo desagradable, incómodo e inesperado, donde no se debiera apuntar con el dedo acusador: «mi jefe lo quería así …», «pero usted me dijo que …», «yo sólo hice mi trabajo «,» desgraciadamente no pude hacer nada, no estaba en mis manos … »

No…, de pronto, el liberado es total y completamente responsable de los resultados obtenidos. Incluso para todo lo que ha asumido y no ha auto-infligido directamente.

Y de pronto, el sabor de la libertad se torna de dulce en amargo.

 

¡Comprometerse!

El precio de la libertad es la responsabilidad. La pregunta es, si el precio vale la pena. Para mí está claro: ¡cuanto más responsabilidad asumimos, tanto más cerca estamos de la vida, tanto más vivos nos sentiremos!

En última instancia, con la mirada puesta en nuestras vidas, la libertad «para algo» significa descubrir por qué queremos vivir, qué tarea es importante para cada uno de nosotros, el camino que deseamos seguir. ¡Nadie, ningún jefe, no un maestro, ningún gurú, ni padres, ni profesores, ni compañero de vida…, contestarán estas preguntas por nosotros!

Suena bien, es loable y digno de todo honor hablar de la libertad, de exigir libertad, de luchar por la libertad… Pero aún más respeto tengo por aquellas personas que realmente viven la libertad. Y eso quiere decir, sacarle el piso a la alfombra de las propias excusas, sin echarle la culpa al empedrado, sin mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Esto significa no sólo estar en contra de algo, sino de comprometerse realmente «para algo», asumiendo todas sus consecuencias.

La libertad «de algo» que todos valoramos y apreciamos, difícilmente será posible sin libertad «para algo», a la que  – erróneamente – a menudo muchos temen.

 

Por lo tanto: ¡Sí, de hecho, necesitamos más libertad en el trabajo!

Y necesitamos líderes y jefes que salgan de nuestro camino y nos otorguen más libertad. Pero lo que al menos necesitamos en la misma medida, son colaboradores que estén dispuestos y comprometidos a llenar la libertad con responsabilidad!

 

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Ricardo Gevert

texto extraído de www.gevert.com

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