Exclusivamente Madres 24/7: ¿queda espacio para cuidar la salud mental?

Relatos de madres-tutoras comunitarias del programa HIPPY

 

 

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Fundación CMPC

 

¿Por qué la maternidad continúa siendo una responsabilidad “principalmente” de las mujeres? Una de las respuestas a esta interrogante es que la maternidad ha estado siempre asociada a la mujer. Específicamente, “la maternidad era prácticamente el sustrato y destino único de la subjetividad femenina” (Fernández citada en Salvo, 2016, p.2). Así no extraña encontrar cientos de mujeres que han tenido que detener  su trayectoria laboral remunerada para dedicarse exclusivamente al trabajo de cuidados.

 

El Programa de las Naciones Unidas (PNUD) destaca que en Chile ha habido “un cambio en los roles familiares hacia los proyectos personales” (PNUD, 2010, p.15), provocando una transformación en la conformación de las identidades tradicionales de las personas. Vale decir, hoy son muchas más las mujeres que accedan a estudios superiores, al trabajo remunerado y a otros espacios antes poco comunes producto de esta identidad social centrada en su rol de cuidado y servicio.

 

Ahora bien, el desafío hoy sigue siendo muy exigente, ya que se espera que las mujeres asuman el trabajo remunerado simplemente como una responsabilidad adicional a la de cuidado. Una madre debe ser cuidadora y trabajar horarios prolongados. Nos preguntamos ¿y a qué costo?

 

Esta realidad tensa y compleja, movilizó a Fundación CMPC a realizar un estudio cualitativo para conocer la trayectoria personal y laboral de 20 tutoras comunitarias que acompañan a otras familias del programa HIPPY a empoderarse como principales promotores del desarrollo de niños/niñas.

 

Hoy compartimos en primera persona evidencia del impacto ineludible que ha tenido la maternidad en la identidad de madres de niños entre 2 y 5 años. Son ellas quienes manifiestan que si bien hemos avanzado, aún queda mucho trabajo por hacer. La maternidad es para ellas un trabajo 24/7, donde la realización de otras actividades es casi impensado producto de la excesiva sobrecarga que conllevaría.

 

Como mamá de repente es difícil, de repente es complicado, porque el trabajo de mamá es 24/7. O sea, uno no descansa como mamá, uno siempre está atenta a su hijo, que no se te enferme (…) Yo me encuentro una buena mamá, no me encuentro una mala mamá, yo trato de darle todo lo que pueda a mi hijo, enseñarle lo que más pueda, explicarle las cosas, tratarlo bien, lo quiero mucho, lo amo y es mi bebé. (Claudia, Carahue)

Todos los relatos recogidos evidencian que no cuentan con corresponsabilidad del cuidado. Es esta situación llevó a la mayoría a “decidir” dedicarse a tiempo completo al cuidado de sus hijos/as en edad preescolar. Esta maternidad 24/7 implica que muchas mujeres estén “congelando” distintos ámbitos de su vida, especialmente laboral, para responder a las demandas de cuidado de sus hijos/as.

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Se me ha hecho difícil encontrar trabajo, así que actualmente soy dueña de casa, que no es un trabajo menor: 24/7, siempre disponible, siempre corriendo, para allá y para acá, para que todos estén bien. (Linda, Loncoche)

En este momento cuidar a mi hijo es lo que hago. Nos vinimos acá, venimos de Santiago por destinación de mi marido y no encontraba qué hacer. Los tiempos no eran los mejores, mi trabajo no era compatible con los horarios de mis hijos, entonces, no. Opté por ser mamá; dueña de casa (…) Al final tengo que estar ahí con los dos niños, los dos necesitan cariño. (Michelle, Victoria)

Las tutoras cuentan que ellas también son responsables de activar redes de apoyo para cambiar dicha realidad. Ahora bien, delegar “su responsabilidad” es vivido por la mayoría con ansiedad, culpa y enjuiciamiento social respecto de su capacidad de cumplir adecuadamente tu labor de “buena madre”. Estos sentimientos llevan a muchas mujeres a no pedir ayuda y fortalecen la percepción de que si eres madre, debes ser exclusivamente Madre, incluso si va en desmedro de su salud mental.

 

Llegó un punto en que me quebré por completo y ya no podía más (…) Y yo me dije, no importa, mañana voy a estar bien. Y al final yo me consolaba de alguna forma. (Victoria, Cañete)

 

Celebramos que hoy sean muchas las madres que compatibilizan el cuidado de sus hijos/as con su trabajo. Ahora bien, es evidente que falta camino por recorrer para que dicha combinación no implique un peso duro y casi exclusivo para las mujeres.

 

Es fundamental entonces (re)valorizar el trabajo de cuidado arraigado “en las trayectorias de las mujeres que se ven atrapadas en el nudo de la feminización de la pobreza, por no pueden prescindir del cuidado para incorporarse al mercado laboral” (Basso, 2021) y abrir la conversación sobre la corresponsabilidad del cuidado.

 

Pero además, es crítico facilitar y favorecer que más cuidadoras estén conectadas, cuenten con redes de apoyo de calidad y con espacios de trabajo compatibles. Existe amplia evidencia de que cuidadoras/es con más apoyo, tienen menores niveles de estrés parental y confían más en sus capacidades de crianza (Elder et al., 1995; Izzo et al., 2000, Quittner et al., 1990). Así, es esperanzador escuchar los relatos de tutoras HIPPY que encuentran en el programa un espacio laboral compatible y enriquecedor: de horarios más flexibles y un entorno que reconoce la tensión de los roles que desempeñan.

 

Ahora siento que estoy en el momento de comenzar de nuevo, de comenzar otra etapa de mi vida con mi hija al lado, porque ahora no puede ser sola, tengo que considerarla en todos mis planes, en mis tiempos. Y ahora [como tutora HIPPY] me siento bien: me siento madre y madre trabajadora. (Victoria, Cañete)

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Extendemos así la invitación a movilizar el cambio para que juntas apoyemos a las mujeres y madres a conectarse para cuidarse y disfrutar de la maternidad. Creemos firmemente que conversaciones en las plazas con otras madres, Círculos de Mujeres, HIPPY y muchas otras iniciativas pueden ser la puerta de entrada para trabajar por esta transformación.

 

 

 

 

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¿Sábes el impacto que tienen las deudas en tu salud financiera?

Cada día nuestra sociedad normaliza más el vivir debiendo dinero. Las casas comerciales e instituciones financieras nos bombardean sin piedad con distintas alternativas de créditos y “ofertónes” que terminan atrapándonos y ahogándonos en deuda. Lo que nos venden es una satisfacción inmediata a costa de meses o años de pagos mínimos que con suerte alcanzamos a cubrir al justo con nuestros ingresos mensuales.

 

¿Cuál es la primera pregunta que nos hacen en una tienda cuando compramos con tarjeta de crédito? “¿Va a pagar en cuotas?”. Si las cuotas son con cero interés está perfecto hacerlo, porque esto permite, en el caso de ítems caros, no hacer el desembolso de una vez, pero muchas veces las cuotas sí tienen costos y ni siquiera lo sabemos.

 

Por ejemplo, yo tengo una tarjeta de una casa comercial, la que siempre pago en su totalidad a fin de mes. Por descuido mío, me atrasé 5 días en pagar (pagué el total pero con retraso) y me aparecieron dos cargos, uno por intereses y otro por impuestos. En total ese descuido me costó el equivalente a más de un 34% de interés anualizado!

 

¿Sabían que si mantenemos un saldo en tarjetas de crédito y pagamos solamente el mínimo cada mes, no estamos realmente disminuyendo la deuda ya que casi la totalidad de ese pago se va a cubrir los intereses y sólo un pequeño porcentaje se destina a la amortización del capital inicial?

Muchas personas terminan con varios créditos de consumo a la vez, donde el criterio principal al solicitarlos es: ¿puedo hacer frente al pago mínimo cada mes? Si la respuesta es sí, se embarcan en estos créditos sin darle mayor consideración a cuánto terminarán pagando en total y por cuánto tiempo.

 

A no ser que seamos conscientes de las consecuencias de asumir un crédito, en términos de su costo real y de su impacto en nuestras finanzas, esta deuda que inicialmente podría parecernos pequeña puede convertirse en una bola de nieve que termine destruyendo nuestras vidas y nuestras familias.

 

Hay deudas que sí nos pueden ayudar a mejorar nuestra situación financiera en el largo plazo como es el caso de una vivienda. En vez de pagar un arriendo todos los meses, es recomendable ahorrar dinero para dar un pie y de ahí pagar los dividendos mensuales hasta que se termine el crédito.

Las ventajas de hacer esto es que estamos “ahorrando” plata en el sentido que estamos cada mes disminuyendo un poquito la deuda total para finalmente ser dueños de esa casa o departamento. Por otra parte esa vivienda se va revalorizando con el tiempo.

 

¿Pero…..por dónde empezar?

 

Como todo en la vida, los ingredientes principales para lograr nuestros objetivos son; una estrategia clara, disciplina y motivación.

 

A veces los objetivos nos sobrepasan o parecen inalcanzable, pero si cada día tomamos pequeños pasos en la dirección correcta, casi sin darnos cuenta nos iremos acercado a nuestra meta.

 

Pasos:

 

  1. Nunca comprar nada con tarjeta de crédito que a final de mes no podamos pagar en su totalidad. Es recomendable usar una tarjeta de débito, pero si queremos aprovechar una oferta especial que ofrece una tarjeta de crédito o acumular puntos, podemos hacerlo pero pagando el 100% una vez nos llegue la cuenta.
  2. Si ya estamos arrastrando un saldo en alguna tarjeta de crédito, deberíamos hacer un esfuerzo por pagar más que el mínimo, para reducir lo mas rápido posible lo que debemos.
  3. Si ya tenemos uno o más créditos, debemos analizar cuál es el costo (CAE: carga anual equivalente) de cada uno y priorizar el pago total de aquel que tiene la tasa más alta, o buscar un crédito alternativo para poder consolidar las deudas con una tasa más baja y/o un plazo más corto.

 

Las invito a empezar hoy con este desafío y estoy segura que se llenarán de satisfacción cuando vean los resultados!

 

Karen Velasco Vignola – Conoce más a Karen aqui

 

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Foto portada de Nataliya Vaitkevich en Pexels

 

 

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¿ESTAS PREPARADA PARA SER FINANCIERAMENTE INDEPENDIENTE?

Estudios en Estados Unidos indican que el 90% de todas las mujeres, en algún momento de su vida, tendrá la responsabilidad exclusiva de sus finanzas. Sin embargo, sólo un 21% ha hecho planes al respecto (1)

 

Al delegar/ceder la administración del dinero familiar a nuestra pareja, le estamos entregando además todo nuestro poder de decisión respecto a nuestra vida actual y nuestro futuro.

 

Al parecer, la naturaleza humana nos hace creer que ciertas situaciones sólo le pueden ocurrir a los demás, pero que jamás nos pasarán a nosotras. Sin embargo, una y otra vez la vida nos sorprende y nos muestra que cada desafío que nos manda es una lección personal que por muy dura que sea, es exactamente la que necesitamos vivir. Esa experiencia, si estamos preparadas y sabemos enfrentarla, nos hace crecer como personas y descubrir la gran fortaleza interior que tenemos.

 

Si bien es imposible evitar ciertos eventos en nuestras vidas, por lo menos en casos

como un divorcio, separación, viudez o pérdida de trabajo, tenemos la responsabilidad y la obligación de educarnos, para estar preparadas en caso de que algo así nos termine ocurriendo a nosotras.

 

Estoy segura, de que todas tenemos o tuvimos el sueño de casarnos o tener una pareja para toda la vida, con la seguridad emocional y financiera que eso supone. Sin embargo, estadísticas nos muestran lo contrario, cerca de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio (2), otro porcentaje de mujeres vive atrapada en una mala relación, que no puede dejar por motivos económicos. Otras han quedado viudas sin recursos o sin los conocimientos necesarios para poder administrar lo que les dejaron sus parejas al morir.

 

 

 

Muchas de estas mujeres quedan muy vulnerables emocionalmente y enfrentadas a una precaria realidad financiera. Lamentablemente, es sólo cuando ya se encuentran en esta difícil coyuntura, que se dan cuenta que saben muy poco o nada sobre las finanzas familiares. Nunca participaron en las decisiones relacionadas con dinero, ni tampoco se interesaron por aprender. Quizás pensaban que su rol era simplemente ser cuidadosas y ahorrativas con los gastos del día a día o que era tarea del hombre preocuparse de las finanzas y por eso se desentendieron completamente del tema económico. Sencillamente cerraron los ojos y confiaron.

 

Estoy convencida de que la educación financiera es fundamental para todas las mujeres, aunque crean o esperen no necesitarla nunca. Incluso en las mejores relaciones, el tener independencia financiera hace que las parejas se vean como PARES. El hacer planes y tomar decisiones importantes juntos enriquece la relación y va creando un respeto mutuo.

 

Al final, lo relevante no es el dinero en sí ni el monto, la clave está en ser disciplinadas y perseverantes para ahorrar, administrar e invertir lo que tenemos, de acuerdo con nuestras posibilidades, metas y sueños.

Hay innumerables casos de artistas o deportistas famosos que habiendo ganado sueldos millonarios durante sus carreras terminaron en banca rota o viviendo en la miseria. Y otros casos inspiradores como la madre soltera del famoso neurocirujano afroamericano Estadounidense Ben Carson (3), que a pesar de no saber leer y ganar el sueldo mínimo logró sacar adelante a su familia superando desafíos que parecían imposibles de vencer.

 

Tenemos que tomar las riendas de nuestras finanzas personales. Ser arquitectas y diseñadoras de nuestras vidas y no simples observadoras pasivas.

 

Tan sólo saber que tenemos la opción de tomar nuestras propias decisiones nos empodera.

¿Queremos salirnos de una relación abusiva o donde no somos felices?

¿irnos de un trabajo que no nos gusta?

¿ahorrar lo suficiente para tener una buena jubilación?

¿iniciar un emprendimiento?

 

Cambiar nuestra relación con el dinero y las finanzas nos da INDEPENDENCIA Y LIBERTAD.

 

El mejor momento para educarnos, ahorrar e invertir fue hace 10 años o más, el segundo mejor momento es AHORA.

 

Karen Velasco Vignola – Conoce más a Karen aqui

 

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  • Mujer Millonaria – Kim Kiyosaki
  • Estadísticas de Estados Mujer Millonaria – Kim Kiyosaki
  • Primer neurocirujano en separar exitosamente a gemelos siameses unidos por la cabeza en 1987

 

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Mi responsabilidad

Ya empiezan a oírse voces que buscan la culpa de esto que parece una segunda ola (aunque yo creo que es la misma que bajó con nuestro esfuerzo y ahora vuelve a subir con nuestra imprudencia) en terceras personas, voces que muchas veces pertenecen a alguien que se está saltando a la torera todas las recomendaciones, la mascarilla “ay, que molesta es”, la distancia social “venga déjate de chorradas con el codo y dame un abrazo que hace mucho que no te veo”, el no hacer reuniones multitudinarias “si somos solo los 25 amigos de siempre, no pasa nada”, en sitios cerrados “hace frío, he reservado dentro” como si nuestros amigos, familia, o nosotros mismos estuviésemos fuera de esto porque “son los otros los que tienen que cumplir, no nosotros”.

Hay que mirarse a uno mismo y no tanto a nuestro alrededor, porque cada uno somos responsables en nuestro ámbito de influencia y no en el de los demás. Y es que, es muy fácil rezar por los niños de África o por el desconocido que ha tenido un accidente, pero los valores y el liderazgo se demuestran de verdad cuando nos supone un esfuerzo hacer lo correcto sin cerrar los ojos a la realidad y sin echar la culpa al de al lado. #Covid #valores #influencia #liderazgo

 

 

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Amanda: ¿por qué sufres tanto con esa decisión?

A partir de una situación en particular que ya describiré, me referiré a las decisiones verdaderamente difíciles que todos hemos tenido que enfrentar muchas veces en nuestras vidas. Pero, que una decisión te resulte en realidad difícil, probablemente no tiene que ver con miedos, inseguridades o asociado a temas valóricos o éticos, sino frecuentemente debido a pensamientos erróneos.

A continuación, describiré con bastante detalle la situación laboral de Amanda, la cual irremediablemente terminará en una toma de decisiones.

Desde hace un tiempo a esta parte, principalmente gatillado por situaciones laborales, las cuales también repercuten en su vida personal, Amanda pasa por diversos estados de ansiedad, angustia, estrés, confusión, decepción, frustración, impotencia y enojo. También ha vuelto a tener problemas de insomnio, o al menos de poco dormir, a pesar de la medicación que utiliza de manera no tan constante. El baile tropical que tan bien le hace, lo deja, retoma y vuelve a abandonarlo. El senderismo y otras actividades que le desocupan la mente de sus preocupaciones, tampoco las realiza de manera perseverante. Logra distraerse un rato, viendo algunas series o películas en Netflix casi a escondidas para no sentirse culpable, sumergida en su fiel acompañante de tantas batallas e intimidades: su teléfono celular. Hace rato que no dedica suficiente tiempo a unos buenos libros, y le encanta leer. También le gusta conversar, pero no mucho en aquellas reuniones sociales donde deba mostrar demasiado de su intimidad.

No sólo sus ojeras la delatan, también momentos de mal humor, el que no es parte de sus rasgos de carácter, ya que es más bien realista, seria y serena, características propias descritos para Virgo por los astrólogos. Eso sí, viene equipada con variadas altas inteligencias y una dulzura de carácter muy especial. No demasiado a menudo su autoestima anda por los cielos.

¡Es que no tiene tiempo para nada, ya que además de su trabajo, posee al menos otras cinco agendas que incluyen hijos, esposo, cosas que fallan en la casa, familia restante, amigos, entre otros, que implican otras preocupaciones y ocupaciones!

Desde que egresó de la universidad hace ya un cuarto de siglo atrás, casi toda su vida laboral Amanda la ha realizado en una importante asociación gremial, trabajando siempre en comunicaciones, inicialmente realizándolo casi sola en esa área, para luego crecer profesionalmente junto a la organización y la profesionalización. Hoy gerencia el área, posee un importante equipo de personas a su cargo y muchos desafíos y problemas con los cuales lidiar, porque la asociación seguirá creciendo y ello, trae consigo variados cambios y ajustes, no siempre sin dolor para las personas involucradas. En esta última década, la estructura de la asociación no sólo creció y profesionalizó, sino implementó procesos de gestión más propios de la empresa privada.

El anterior Gerente General de la asociación, quien lideró la mayoría de esos cambios estructurales profundos, si bien era orientado a la tarea, poseía un estilo de liderazgo con características transformacionales y “laissez-faire”. Su sucesor, si bien también manifiesta un estilo de liderazgo transformacional, lo materializa con un énfasis mucho más transaccional, a veces autocrático.

El estado de ánimo y con efectos en la salud de Amanda ya descrito anteriormente, es influenciado en buena medida por esta situación en el trabajo: el tipo de liderazgo de su jefe y con ello de paso, la enajenación del espíritu que debiera primar en una institución gremial. Si bien estas características autocráticas ella no las vive tan directamente, sí en su rol, porque afectan a otras personas en el estilo de comunicación, también interna, que trata de implantar su jefe.

Amanda no escribe listas con los “pro y contra”, pero si sopesa y trata de diferentes maneras para averiguar cuál sería la mejor decisión, es más, cuál debiera ser su comportamiento en ello. En su mente busca más opciones y soluciones, pero ninguna de ellas realmente la empuja hacia adelante.

Ruth Chang, una filósofa estadounidense de origen asiático, explica en pocas palabras cómo tomar decisiones difíciles, por qué nuestra búsqueda de la decisión correcta a menudo no funciona. Al menos no surte efecto con un cierto tipo de decisiones.

Ver video:  Ruth Chang

 

Lo que es real, es que hay decisiones donde ninguna alternativa es definitivamente mejor que la otra. Estas son las llamadas decisiones duras o difíciles, donde para una alternativa hay elementos de similar peso a favor y en contra, pero para otra alternativa también. Esas son las decisiones en donde, a pesar de la mejor de las intenciones, no puedes descubrir cuál es mejor.

Y eso no depende de ti, sino generalmente porque simplemente no hay una opción de decisión que sea claramente mejor que la otra. Si una opción fuese mucho mejor que la otra, ya no sería una decisión difícil.

La dificultad aparente para Amanda era que las opciones que había elucubrado en su mente, las valoraba de manera similar, en lo bueno y en lo malo. Las diversas alternativas de decisión representaban valores diferentes, que eran importantes para ella a la hora de tomar una decisión compleja.

Por ejemplo, sentía que tenía una necesidad ética de no abandonar el barco, ya que con los años que llevaba trabajando ahí,  había entusiasmado a muchos marineros, maquinistas y oficiales para que postularan y se subieran al buque. En contrapartida, estaba – en sus ojos – un “antivalor” que representaba el management autocrático, ya que en su forma de ver la vida, atentaba en contra de la finalidad del ser humano: la felicidad.

También la seguridad laboral y aún necesarios ingresos monetarios que requería para su familia chocaba con la libertad de expresar su opinión y postura con lo que sucedía y percibía en la asociación, tanto en el ambiente laboral como en la manera que se desdibujaban crecientemente los principios orientadores de la organización. Sin embargo, si no decía nada, quizás de igual manera podía perder su trabajo, por mostrar flaquezas en otro tipo de decisiones que ella no compartía, pero no exteriorizaba abiertamente, sino sólo en no avanzar o actuar como su jefe esperaba de ella. Así…, había algunos otros valores que estaban en contraposición en una u otra alternativa de decisión, acerca de qué hacer al respecto.

El dilema de Amanda…, sí, ahora sabía que las razones por las cuales le costaba tanto tomar una decisión:

  1. No poseía ninguna opción claramente mejor que la otra. Ninguna de las alternativas que había pensado eran casi igual de buenas o malas.
  2. En cada opción de decisión había algo distinto que para ella era muy importante en su esencia valórica. Y justamente ese valor o principio, no se lo ofrecían otras opciones, las que a su vez incluían otros valores distintos igual de importantes para ella.

¿Entonces…, qué?

Sí, claro, grandioso saber que ello era así, pero tampoco le ayudaba a resolver su dilema.

Ruth Chang dice, que en decisiones difíciles se trata de una pregunta totalmente distinta y determinante en la forma de abordar este cuello de botella:

NO: ¿cuál es la mejor decisión?

SI: ¿qué persona quiero ser?

¿Cómo es que esta pregunta le podía ayudar a Amanda respecto de su difícil decisión?

Amanda pensaba…: “Yo tengo claro qué tipo de persona quiero ser, justamente por esa claridad acerca de mis valores es que estoy en este dilema, esta encrucijada compleja y dolorosa, aunque en mi foro interno a veces igual me encuentro a mi misma demasiado estricta y rígida!”

Si Amanda se volvía a preguntar qué tipo de persona querría ser, sería posible encontrar las razones eran más importantes para ella. Al reflexionar y poner en evidencia lo que ella quería ser como persona, también era factible definir el tipo de decisiones que calzaban de mejor manera con esa persona.

Algunas de las alternativas posibles que pasaron por la mente de Amanda:

  • Exponer muy claramente sus argumentos, con lo cual sería fiel a sus principios y lealtad a los colaboradores, pero confrontando a su jefe.
  • Aguantar así varios años más: a) hasta poseer mayores reservas económicas, tratando de mantener su cargo, adaptarse a los posibles cambios estructurales venideros, e intentar reparar lo mejor posible los eventuales daños, b) con la esperanza que sean muy pocos y se produzca algún cambio de actitud a motu propio de su jefatura, o un cambio de persona en el cargo.
  • Buscar otro empleo y presentar su renuncia una vez que lo tuviese definido:
  • ¿Manteniendo el statu quo?
  • ¿Exteriorizando su malestar y diferencias?
  • Iniciar una actividad de manera independiente
  • ¿De tiempo completo o parcial?
  • ¿Trabajando fuera de su hogar o dentro de su hogar?

Ahí fue donde Amanda tomó consciencia de que en ese momento ya no estaba supeditada a definir cual alternativa era mejor, sino los motivos que eran más importantes para ella en cada alternativa. Y no racionalmente, sopesando los pros y los contras o bien, las ventajas y desventajas, sino decidiendo que persona prefería ser en el trabajo.

En una primera aproximación, Amanda resumió sus motivos en el tipo de persona que ella quisiera ser en el trabajo, definiéndola como una asociación donde los asociados sean el verdadero foco, que el aprendizaje continuo con un enfoque colaborativo sea un desafío permanente, un lugar en que confiemos en el trabajo de los colaboradores, pero a la vez responsabilizándonos de los resultados, promoviendo a la vez un equilibrio entre trabajo y vida personal”.

¿Eso es intimidante?

Tal vez.

Porque si admitimos que no hay una mejor alternativa, si somos honestos y decimos: sólo yo puedo decir que tipo de persona quiero ser. Luego nos hacemos responsables de nuestras decisiones. No la asociación, no la empresa, no la pareja o los padres, amigos, colegas, el jefe.

Eso puede ser un poco aterrador. Porque a menudo queremos pistas claras: correcto, incorrecto, bueno, malo, significativo, sin sentido…

Pero asumir la responsabilidad de estas difíciles decisiones también significa ser libre. Ser verdaderamente libre de dar forma a la vida. Amanda ya no es tan libre, porque perdió esa libertad si persevera en el statu quo, pero, es más, también perdió libertad en su vida personal, no tiene espíritu para bailar, entre otros…

Hoy, mientras escribo este artículo, Amanda aún está procesando sus definiciones muy auto-responsablemente, sopesando sus propios motivos en esta difícil decisión, tomando nuevamente las riendas para seguir dando forma a su vida. Y eso, la llevará la vida que ella realmente quiere llevar.

Tal como Amanda, pregúntate frente a una decisión difícil:

Si elijo la Alternativa A,

… ¿cómo sería mi vida?

… ¿cuánto me gustaría ser esta persona?

… ¿cuánto cambiaría eso mi vida? … ¿Qué persona me gustaría ser?

A medida que avances por cada una de las alternativas, te harás una idea más precisa de si quieres ser esa persona.

Pruébalo. Este pequeño experimento mental quizás te dé el impulso crucial para tomar con éxito una decisión difícil, de tal manera que vivas cada vez más y mejor la vida que realmente quieres vivir.

 

Ricardo Gevert – Adm. Industrial

www.gevert.com

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Coaching Ejecutivo, realidad o ficción

Trabajar con personas es una gran responsabilidad, especialmente cuando te entregan su confianza. hay que ser muy consciente de ello para no llevarlas a un lugar equivocado…Estas son mis conclusiones sobre el coaching tras un proceso agridulce en el que aprendí que las herramientas, son herramientas y que, lo importante, es cómo y quién las utiliza.

Llevaba muchos años siendo una coach asilvestrada, sin saber lo que era el coaching. Mi oficina fue bautizada por mis compañeros como el “BROLsultorio” porque cada día pasaban por allí desde gerentes que no entendían por qué el índice de rotación en su equipo iba «in crescendo» hasta hijos de compañeros que no sabían qué querían estudiar y yo, simplemente, les ayudaba a «limpiar sus gafas».

 

Cuando llegué a Chile y me contaron que había aterrizado en el epicentro y cuna del coaching decidí certificarme y poner cara y ojos a esa disciplina que llevaba dentro de mi de forma natural.

 

Estas son mis conclusiones tras un proceso agridulce en el que aprendí que las herramientas, son herramientas, y que lo importante es cómo y quién las utiliza:

 

  • HERRAMIENTAS: El coaching es una excelente “herramienta” … pero lo importante es cómo y quién la utiliza. Es una pena que caiga en malas manos en muchas ocasiones.  Elige bien tu coach en función de lo que necesites, no es lo mismo un proceso de coaching personal que un coaching ejecutivo.
  • RESPUESTAS: El coaching no es mentoría, no es psicología, ni es consultoría. El coaching te ayuda a encontrar tus propias respuestas, no te las da empaquetadas. 
  • EXPERIENCIA PROFESIONAL: Es necesario tener experiencia y conocer el mundo de los negocios para poder ser coach ejecutivo. Saber leer entre líneas, entender el entorno profesional de tu coachee, por qué actúa como actúa y necesita lo que necesita, poder entender qué gafas lleva puestas y cómo le hacen interpretar la realidad para ayudarle a encontrar encontrar sus respuestas ampliando su visión y aportando valor en el proceso.
  • EMPATÍA: Las habilidades se desarrollan, sin duda, pero la base del coaching es la empatía y he conocido a pocas personas que sean capaces de entender desde el punto de vista del otro, dejado a un lado sus creencias y formas de entender el mundo, aunque se sepan de memoria los libros de Echeverría..
  • COMUNICACIÓN «MULTILINGÜE»: Es fundamental saber comunicar en “el idioma de tu interlocutor”, y no hablo del inglés o el ruso, no es lo mismo hablar con un extrovertido que con un introvertido, no es lo mismo hablar con un racional que con un sensorial, hay que saber leer las señales y enfocar el proceso de coaching con una linterna con el foco en el otro.
  • TENSIÓN Y CONTENCIÓN: La empatía es clave, pero no suficiente… el coaching busca contener y tensionar. Sacar al otro de la zona de confort. Y eso se aprende con horas de vuelo. Es la práctica de hacer preguntas poderosas, de identificar etapas de cambio, es ser capaz de ayuda al otro a abrir los ojos y que sea capaz de salir de sus esquemas mentales viendo las cosas desde otros puntos de vista.
  • FORMACIÓN y ESTABILIDAD: Los cursillos express y la falta de rigor de ciertas escuelas están dañando la profesión.Para ser coach des necesario, además de un desarrollo constante, un profundo autoconocimiento, vocación de servicio, madurez y estabilidad emocional y no todo el mundo está capacitado para poder serlo.
  • RESPONSABILIDAD: Trabajar con personas es una gran responsabilidad, especialmente cuando te entregan su confianza, hay que ser muy consciente de cómo acompañar cada proceso para no llevarlas a un lugar equivocado…

    blanca_rodriguez_ackermannBlanca Rodriguez Senior

    Manager Ackermann

    International Chile

    Conoce a Blanca aqui

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Aceptar o Aguantar, ¿en qué parte estás?

La realidad existe porque nosotros la aceptamos. Siempre que la realidad cambie, también cambiará esa aceptación.” Deepak Chopra

El ser humano busca seguridad como método de supervivencia y muchas veces nos aferramos al sufrimiento como si fuese un tesoro y no nos damos cuenta que estamos prolongando nuestro dolor. Esto sucede cuando perdemos a un familiar, cuando nos separamos de nuestra pareja, o simplemente  sale alguna persona de nuestra vida.  A muchos de nosotros nos impide dejar ir, un dolor, sufrimiento o persona, porque pensamos que éste dolor nos une más a la persona que queremos o hemos perdido. Nos aferramos a los recuerdos por temor a perder su amor o cariño y mientras más nos aferramos, más nos alejamos de quiénes somos realmente.

Aceptar es reconocer que no tienes que cambiar nada, que todo está bien tal cual está. Aceptar no  significa autocompadecernos, ni sacrificarnos por algo o alguien. Es aceptar lo que sentimos, permitiéndonos  ser conscientes de nuestras elecciones y actos. Sin sufrimiento. Recuerda que cuando el sufrimiento se prolonga en el tiempo se debe a la resistencia a la aceptación de ese sufrimiento. Es en ese momento cuando nos estaremos liberando de toda culpa y resentimiento.

En la aceptación experimentamos la comprensión, hacia nosotros mismos y hacia los demás, aceptando sus “defectos” y virtudes y sin esperar nada a cambio pues nos sentiremos abundantes y capaces de servir desinteresadamente al prójimo. Todo lo que hacemos es desde el amor y desde este sentimiento solo veremos la inocencia.

Experimentamos un cambio de percepción y desde este punto somos capaces de perdonar el pasado y sanar viejas heridas. Nos damos cuenta que cada experiencia negativa  vivida encierra una lección que debemos aprender. Ya no le daremos lugar a la inseguridad, ni a los juicios, eliminamos la culpabilidad que hasta entonces nos estaba bloqueando, y nos damos cuenta que todos los sentimientos que experimentamos son nuestra responsabilidad y que la solución a todos nuestros conflictos está dentro de nosotros mismos.

Al sentirnos tan seguros, se produce un cambio en nuestras relaciones con los demás, pues sentimos que todas nuestras necesidades están cubiertas. Eliminamos la dependencia hacia el otro, no vemos sus imperfecciones  utilizando el perdón con más frecuencia. Tampoco nos lamentamos por el pasado ni sentimos temor por el futuro, estamos más centrados en el momento presente disfrutando de cada momento que nos ofrece la vida.

Si crees que te resulta difícil aceptar situaciones o actitudes de alguna persona no dudes en buscar recursos que te ayuden a recuperar tu equilibrio emocional. Puedes consultar aquí

Redacción Instituto Draco

Extraido de www.institutodraco.com

www.facebook.com/InstitutoDraco

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Siete días sin celular…

Hace una semana mi hijo de 2 años tomó mi celular y se le ocurrió, con mucha creatividad, hacer como si fuese un barquito en el mar, hundiéndolo y sacándolo muchas veces en el WC, ups! Con harta fe lo dejé en arroz, lo sequé con secador, lo llevé al servicio técnico, sin embargo no tuvo arreglo…

Como siempre intento sacar el lado positivo de lo que me pasa, aún cuando de verdad es una sensación nueva, al borde de la abstinencia tecnológica y casi tiritona, estuve 7 días sin celular y pude comprobar lo liberador que es. Desde hace algún tiempo llevo a mis hijos a una doctora Antroposófica y ella me habla siempre de la importancia de regular el uso de pantallas (celulares, tv, computador, ipad, etc) en pos de la salud familiar, y me aplicado con el tema y lo hemos disminuido mucho, sin embargo ahora sí que tengo la convicción personal de lo diferente que es vivir conectados a la tecnología.

En estos 7 días obligadamente tuve que aprender a confiar. Confiar en que los niños están bien en el colegio; confiar que mis pacientes llegarían a la hora agendada; confiar en que si quedas con una amiga en hacer algo, sí pasará; y así millones de ejemplos más. La confianza y la responsabilidad van de la mano, pues es tener la alternativa de mandar un whatsApp para excusarme que llego tarde, o si se me queda la lista del supermercado llamar a la casa para que me la dicten de nuevo. Al no tener celular uno se debe hacer cargo de que lo que hay que hacer debe ser tal y cual lo planeado.

Otra cosa que me llamó la atención fue cómo mejoró mi comunicación con la gente que me rodeaba, en mi casa, en el supermercado, etc. Uno anda más abierta a entablar conversaciones. Me senté en una sala de espera de una consulta médica y obvio que le conversé a la señora de al lado, cosa que no hacía hace mucho tiempo. A la vez, te empieza a molestar que todo el mundo esté con el celular en la mano en una comida, en la calle, jugando con los niños, etc. Igual me daba algo de envidia jajaja estuve a punto de pedirle a la señora de la plaza que me lo prestara 5 minutos porque de verdad se echa de menos! Sin embargo estoy segura que mis niños nunca habían tenido una mamá más conectada con ellos, más entretenida y presente que en esta semana.

Parte de la abstinencia de la tecnología era no poder revisar las redes sociales y algunas noches a través de un computador las miré y para mi sorpresa, no había nada interesante. La sensación fue de una total decepción. Me metí esperando entretenerme, ver lo que me había perdido y en realidad, no había nada que valiera especialmente la pena. Todo podía esperar, al final uno las revisa como un hábito inconsciente.

Algo que también me pasó, es que uno deja de ser una sabelotodo, y la sensación también es liberadora. Con la tecnología uno lo sabe todo, lo encuentra todo, lo averigua todo. Sin celular si me preguntaban si iba a llover no sabía y no podía averiguar, simplemente contestaba no sé y ya está, y la verdad es que no pasa nada. Hoy uno se siente un poco obligada a saberlo todo!

Lo último que me pasó es que volví a mirar, sí a mirar. Encontré casas en el camino que nunca había visto. Cuando llegué antes (sin celular y sin reloj un día llegué 30 minutos antes) al jardín de mi hijo me bajé del auto y miré cómo estaban jugando en el patio, lo gocé, me conecté con el presente. Incluso manejé mucho mejor, sin el celular al lado y revisando los whatsApp en los semáforos.

De hecho pensé mucho en que rico debe haber sido criar antes, como lo hicieron mis papás: conectado en el presente; viviendo el día a día tranquilos; mirando; gozando lo que está pasando ahora y no sacando fotos de lo que está pasando y contándolo por facebook o whatsApp. Criar desde el instinto y no desde los que leemos en internet. Sin comparaciones más allá de los que los rodeaban. Sin grandes aspiraciones. Vivir, vivir simples, tranquilos, hacer las cosas bien y conectados con lo que realmente importa.

Sinceramente no volvería a estar 7 días sin celular por opción, sin embargo me propuse realmente usarlo mucho menos, guardarlo cuando esté con los niños (para estar con ellos en tiempo presente y además, para que no se vuelva a ir al WC jajajaj) Para así poder convivir con mayor conciencia y armonía entre la conexión y la desconexión tecnológica.

Paula Eugenia Fischer Levancini

Coach en Programación Neurolingúística

 

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5 hábitos que indican falta de confianza en ti mismo

El término confianza se define como “la medida en que pensamos que una acción determinada conllevará resultados positivos”, o en otras palabras: el grado en que creemos posible lograr nuestros objetivos. La falta de confianza es un problema mayor que deteriora nuestra calidad de vida, en tanto afecta la visión que tenemos de nosotros mismos e impide que nos desenvolvamos correctamente en sociedad.

Es muy común que nos sintamos ansiosos antes de tomar una decisión importante o emprender un proyecto esencial en nuestra vida personal o profesional. La duda asoma con facilidad y pronto nos cuestionamos acerca de la posibilidad de alcanzar nuestras metas. La inseguridad en momentos cruciales es un estado natural, muchas personas exitosas atraviesan instantes de duda y, no obstante, saben cómo sortear estos episodios de debilidad humana y seguir adelante con sus planes para, finalmente, sembrar bandera en la cima más alta.

Pero ¿qué ocurre cuando la falta de confianza transforma periodos normales de nerviosismo y duda en tormentos de orden superior? O más importante aún: ¿cómo saber si nuestros periodos de duda son realmente naturales o si, en cambio, hemos estado siendo víctimas de una desconfianza agravada que nos paraliza y perjudica nuestra relación con nosotros mismos y los demás?

Señales de que la falta de confianza está frenando tu vida

  1. Búsqueda constante de aprobación

Si con frecuencia te preocupa de forma exagerada el punto de vista de los demás, esto puede ser un indicio claro de falta de confianza que, a su vez, acarrea una necesidad latente de validación.

Las personas que requieren ser validadas por agentes externos se muestran incrédulas ante sus propias cualidades y se sienten inferiores en comparación con el resto, por lo que demandan que una persona de “status superior” le indique el camino a seguir, le revele la decisión correcta o, simplemente, le garantice que cuenta con las virtudes necesarias para desempeñarse en una tarea por sí mismo.

  1. Tendencia a desplazar la responsabilidad por los actos cometidos

La falta de confianza también se vincula con la inmadurez al momento de afrontar las consecuencias de nuestros actos. Cuando no contamos con un carácter sólido para hacernos responsables de nuestros errores, la desconfianza en nuestras habilidades personales nos lleva a culpar a los demás para que sean ellos quienes se hagan cargo de lo que nosotros nos sentimos incapaces de manejar.

El procedimiento es similar a la dinámica hijo-padre.

  1. Necesidad compulsiva de dar explicaciones

Las personas con poca confianza en sí mismas se sienten obligadas a dar explicaciones constantemente por las decisiones que toman, el comportamiento que adoptan o su forma de pensar. Temen que la impresión que los demás puedan hacerse de ellas sea negativa, así que previenen la posibilidad de quedar mal frente al resto dando cuenta en todo momento de las razones que les llevan a actuar de una manera determinada.

  1. Especulación negativa acerca de los sentimientos o pensamientos de los demás

Una frase común entre las personas que desconfían de sí mismas es: “Seguramente piensa…” o “Seguramente le parezco…”, seguida de una conclusión pesimista. Y es que la falta de confianza se traduce en una imposibilidad para creer que el resto de las personas pueda tener una impresión inmejorable de nosotros, a pesar de haber tenido encuentros favorables y amistosos en el pasado.

La especulación siempre es peligrosa, pero cuando ocurre dentro de una mente que se automutila con dosis precisas de negatividad, es desastrosa, ya que nos pinta el cuadro más mortificante posible y nos genera altos niveles de ansiedad.

  1. Descreimiento en las propias facultades

Finalmente, una señal contundente de falta de confianza es el menosprecio de las propias capacidades, o lo que podría llamarse duda irracional.

Lo que diferencia la duda racional de la irracional es que la primera atiende a parámetros lógicos, corroborables, como el temor a no cumplir con una asignación en el tiempo estipulado; la duda irracional, en cambio, proviene de la inseguridad personal y funciona como un mecanismo que suprime todos los logros alcanzados con anterioridad y toda capacidad de auto reconocimiento para convencer al individuo de que es incapaz de hacer algo (incluso si ha realizado una tarea similar o exactamente igual en el pasado).

Todos sentimos miedo alguna vez, todos experimentamos ansiedad antes de hacer algo que consideramos importante, pero si la falta de confianza te priva de llevar una vida alegre y equilibrada, es hora de tomar acción.

Ponte metas, desafíate, realiza cambios como practicar más seguido un pasatiempo o hacer ejercicio con más regularidad. Darte cuenta de que eres capaz de cumplir esos objetivos por ti mismo te ayudará a aumentar tu confianza y ser más feliz.

Referencias:

Raising low self-esteem – Live Well – NHS Choices. (2016). Nhs.uk. http://www.nhs.uk/Livewell/mentalhealth/Pages/Dealingwithlowself-esteem.aspx

Escrito por: Editorial Phronesis

www.elartedesabervivir.com

 

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Vivir el embarazo con equidad

Hace unos días atrás, un importante periódico nacional realizó un reportaje planteando que “Por salud, estética y presión social, hoy las embarazadas se preocupan más de su imagen”. Su contenido hacía alusión a la tendencia de algunas embarazadas de subir sus fotografías en las redes sociales mostrando un cuerpo muy entrenado y manifestando que, subir demasiado de peso está «pasado de moda».

Probablemente sea una realidad que viven muy contadas mujeres durante su gestación y de muy determinado segmento socioeconómico, por lo tanto, no puede ser planteado como una nueva “tendencia” de nuestra sociedad. Lamentablemente, la mayoría de las mujeres de nuestro país está muy lejos de sentirse representada con estas afirmaciones. Chile, de base, tiene una alta prevalencia de exceso de peso entre las mujeres (sobre el 64.3% según Encuesta Nacional de Salud 2010), por lo tanto, es muy frecuente que las mujeres se embaracen ya con varios kilos extra, luego tienden a subir de peso más de lo recomendado (aún permanece la cultura de “comer por dos”), y después del parto, mantienen los kilos ganados; lo que sumado a la falta de ejercicio y de cuidado en la alimentación hace que las mujeres en Chile vayamos subiendo de peso a lo largo de los años.

Me pregunto, ¿cuál es la real presión social que viven la mayoría de las mujeres?: “M´hija, estás embarazada, tienes que alimentarte”, “No vayas a hacer un sobre-esfuerzo en tu condición”, “Está bien que te permitas los antojos”… etc.

Me pregunto entonces, ¿de qué Chile estamos hablando?, porque si nos referimos a casi 85% de la población que se atiende en el sistema público de salud, la realidad es distinta a la planteada en el artículo.

Lo ideal es que toda mujer tenga acceso a conocer que debe puede subir entre 7 y 16 kilos, dependiendo de cuál es el peso con el que inicia su embarazo. En promedio se habla de 10 a 12 kilos, idealmente distribuidos hacia el final del embarazo.

En cuanto al ejercicio, la evidencia plantea que es ideal que la mujer realice algún tipo de ejercicio aeróbico manteniendo una frecuencia cardíaca de 140 latidos por minuto en promedio. La dosis recomendada siempre va a depender de la condición física inicial, pero a modo general, la idea es acumular 150 minutos a la semana (media hora, 5 veces a la semana por ejemplo). Lo mejor es combinar el ejercicio aeróbico con ejercicio localizado, dando especial énfasis a la musculatura que se verá sobrecargada hacia el final del embarazo.

Y esto me lleva a otro importante punto: hay una gran inequidad respecto de la oportunidad de recibir este tipo información entre sistema público y privado: sobre consejos nutricionales individualizados, sobre acceso a una adecuada alimentación (por costo de los alimentos sanos), sobre acceso a realizar ejercicio personalizado, etc., que no es tarea fácil para la mayoría de las mujeres del país mantenerse “en forma”. Si no se tienen las facilidades, las oportunidades, el acceso… todo se hace cuesta arriba.

Tenemos aquí una importante tarea pendiente. Ahora contamos con un Ministerio de la Mujer. Espero que estos temas entren en su agenda en coordinación con el Ministerio de Salud, sin embargo, creo firmemente que la tarea también parte, literalmente por casa. Por casa de cada una de nosotras de ir aportando en cambiar las creencias instaladas sobre cómo vivir el embarazo, conversando con nuestros familiares, nuestras hijas (futuro del país), y, por supuesto, dando el ejemplo, no olvidemos que cada uno de nosotras es parte del todo, que es nuestro Chile.

 

Sonia Roa Alcaino. Kinesióloga

 

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