Trabajar con personas es una gran responsabilidad, especialmente cuando te entregan su confianza. hay que ser muy consciente de ello para no llevarlas a un lugar equivocado…Estas son mis conclusiones sobre el coaching tras un proceso agridulce en el que aprendí que las herramientas, son herramientas y que, lo importante, es cómo y quién las utiliza.
Llevaba muchos años siendo una coach asilvestrada, sin saber lo que era el coaching. Mi oficina fue bautizada por mis compañeros como el “BROLsultorio” porque cada día pasaban por allí desde gerentes que no entendían por qué el índice de rotación en su equipo iba «in crescendo» hasta hijos de compañeros que no sabían qué querían estudiar y yo, simplemente, les ayudaba a «limpiar sus gafas».
Cuando llegué a Chile y me contaron que había aterrizado en el epicentro y cuna del coaching decidí certificarme y poner cara y ojos a esa disciplina que llevaba dentro de mi de forma natural.
Estas son mis conclusiones tras un proceso agridulce en el que aprendí que las herramientas, son herramientas, y que lo importante es cómo y quién las utiliza:
- HERRAMIENTAS: El coaching es una excelente “herramienta” … pero lo importante es cómo y quién la utiliza. Es una pena que caiga en malas manos en muchas ocasiones. Elige bien tu coach en función de lo que necesites, no es lo mismo un proceso de coaching personal que un coaching ejecutivo.
- RESPUESTAS: El coaching no es mentoría, no es psicología, ni es consultoría. El coaching te ayuda a encontrar tus propias respuestas, no te las da empaquetadas.
- EXPERIENCIA PROFESIONAL: Es necesario tener experiencia y conocer el mundo de los negocios para poder ser coach ejecutivo. Saber leer entre líneas, entender el entorno profesional de tu coachee, por qué actúa como actúa y necesita lo que necesita, poder entender qué gafas lleva puestas y cómo le hacen interpretar la realidad para ayudarle a encontrar encontrar sus respuestas ampliando su visión y aportando valor en el proceso.
- EMPATÍA: Las habilidades se desarrollan, sin duda, pero la base del coaching es la empatía y he conocido a pocas personas que sean capaces de entender desde el punto de vista del otro, dejado a un lado sus creencias y formas de entender el mundo, aunque se sepan de memoria los libros de Echeverría..
- COMUNICACIÓN «MULTILINGÜE»: Es fundamental saber comunicar en “el idioma de tu interlocutor”, y no hablo del inglés o el ruso, no es lo mismo hablar con un extrovertido que con un introvertido, no es lo mismo hablar con un racional que con un sensorial, hay que saber leer las señales y enfocar el proceso de coaching con una linterna con el foco en el otro.
- TENSIÓN Y CONTENCIÓN: La empatía es clave, pero no suficiente… el coaching busca contener y tensionar. Sacar al otro de la zona de confort. Y eso se aprende con horas de vuelo. Es la práctica de hacer preguntas poderosas, de identificar etapas de cambio, es ser capaz de ayuda al otro a abrir los ojos y que sea capaz de salir de sus esquemas mentales viendo las cosas desde otros puntos de vista.
- FORMACIÓN y ESTABILIDAD: Los cursillos express y la falta de rigor de ciertas escuelas están dañando la profesión.Para ser coach des necesario, además de un desarrollo constante, un profundo autoconocimiento, vocación de servicio, madurez y estabilidad emocional y no todo el mundo está capacitado para poder serlo.
- RESPONSABILIDAD: Trabajar con personas es una gran responsabilidad, especialmente cuando te entregan su confianza, hay que ser muy consciente de cómo acompañar cada proceso para no llevarlas a un lugar equivocado…
Manager Ackermann
International Chile
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“La realidad existe porque nosotros la aceptamos. Siempre que la realidad cambie, también cambiará esa aceptación.” Deepak Chopra
El ser humano busca seguridad como método de supervivencia y muchas veces nos aferramos al sufrimiento como si fuese un tesoro y no nos damos cuenta que estamos prolongando nuestro dolor. Esto sucede cuando perdemos a un familiar, cuando nos separamos de nuestra pareja, o simplemente sale alguna persona de nuestra vida. A muchos de nosotros nos impide dejar ir, un dolor, sufrimiento o persona, porque pensamos que éste dolor nos une más a la persona que queremos o hemos perdido. Nos aferramos a los recuerdos por temor a perder su amor o cariño y mientras más nos aferramos, más nos alejamos de quiénes somos realmente.
Aceptar es reconocer que no tienes que cambiar nada, que todo está bien tal cual está. Aceptar no significa autocompadecernos, ni sacrificarnos por algo o alguien. Es aceptar lo que sentimos, permitiéndonos ser conscientes de nuestras elecciones y actos. Sin sufrimiento. Recuerda que cuando el sufrimiento se prolonga en el tiempo se debe a la resistencia a la aceptación de ese sufrimiento. Es en ese momento cuando nos estaremos liberando de toda culpa y resentimiento.
En la aceptación experimentamos la comprensión, hacia nosotros mismos y hacia los demás, aceptando sus “defectos” y virtudes y sin esperar nada a cambio pues nos sentiremos abundantes y capaces de servir desinteresadamente al prójimo. Todo lo que hacemos es desde el amor y desde este sentimiento solo veremos la inocencia.
Experimentamos un cambio de percepción y desde este punto somos capaces de perdonar el pasado y sanar viejas heridas. Nos damos cuenta que cada experiencia negativa vivida encierra una lección que debemos aprender. Ya no le daremos lugar a la inseguridad, ni a los juicios, eliminamos la culpabilidad que hasta entonces nos estaba bloqueando, y nos damos cuenta que todos los sentimientos que experimentamos son nuestra responsabilidad y que la solución a todos nuestros conflictos está dentro de nosotros mismos.
Al sentirnos tan seguros, se produce un cambio en nuestras relaciones con los demás, pues sentimos que todas nuestras necesidades están cubiertas. Eliminamos la dependencia hacia el otro, no vemos sus imperfecciones utilizando el perdón con más frecuencia. Tampoco nos lamentamos por el pasado ni sentimos temor por el futuro, estamos más centrados en el momento presente disfrutando de cada momento que nos ofrece la vida.
Si crees que te resulta difícil aceptar situaciones o actitudes de alguna persona no dudes en buscar recursos que te ayuden a recuperar tu equilibrio emocional. Puedes consultar aquí
Redacción Instituto Draco
Extraido de www.institutodraco.com
Hace una semana mi hijo de 2 años tomó mi celular y se le ocurrió, con mucha creatividad, hacer como si fuese un barquito en el mar, hundiéndolo y sacándolo muchas veces en el WC, ups! Con harta fe lo dejé en arroz, lo sequé con secador, lo llevé al servicio técnico, sin embargo no tuvo arreglo…
Como siempre intento sacar el lado positivo de lo que me pasa, aún cuando de verdad es una sensación nueva, al borde de la abstinencia tecnológica y casi tiritona, estuve 7 días sin celular y pude comprobar lo liberador que es. Desde hace algún tiempo llevo a mis hijos a una doctora Antroposófica y ella me habla siempre de la importancia de regular el uso de pantallas (celulares, tv, computador, ipad, etc) en pos de la salud familiar, y me aplicado con el tema y lo hemos disminuido mucho, sin embargo ahora sí que tengo la convicción personal de lo diferente que es vivir conectados a la tecnología.
En estos 7 días obligadamente tuve que aprender a confiar. Confiar en que los niños están bien en el colegio; confiar que mis pacientes llegarían a la hora agendada; confiar en que si quedas con una amiga en hacer algo, sí pasará; y así millones de ejemplos más. La confianza y la responsabilidad van de la mano, pues es tener la alternativa de mandar un whatsApp para excusarme que llego tarde, o si se me queda la lista del supermercado llamar a la casa para que me la dicten de nuevo. Al no tener celular uno se debe hacer cargo de que lo que hay que hacer debe ser tal y cual lo planeado.
Otra cosa que me llamó la atención fue cómo mejoró mi comunicación con la gente que me rodeaba, en mi casa, en el supermercado, etc. Uno anda más abierta a entablar conversaciones. Me senté en una sala de espera de una consulta médica y obvio que le conversé a la señora de al lado, cosa que no hacía hace mucho tiempo. A la vez, te empieza a molestar que todo el mundo esté con el celular en la mano en una comida, en la calle, jugando con los niños, etc. Igual me daba algo de envidia jajaja estuve a punto de pedirle a la señora de la plaza que me lo prestara 5 minutos porque de verdad se echa de menos! Sin embargo estoy segura que mis niños nunca habían tenido una mamá más conectada con ellos, más entretenida y presente que en esta semana.
Parte de la abstinencia de la tecnología era no poder revisar las redes sociales y algunas noches a través de un computador las miré y para mi sorpresa, no había nada interesante. La sensación fue de una total decepción. Me metí esperando entretenerme, ver lo que me había perdido y en realidad, no había nada que valiera especialmente la pena. Todo podía esperar, al final uno las revisa como un hábito inconsciente.
Algo que también me pasó, es que uno deja de ser una sabelotodo, y la sensación también es liberadora. Con la tecnología uno lo sabe todo, lo encuentra todo, lo averigua todo. Sin celular si me preguntaban si iba a llover no sabía y no podía averiguar, simplemente contestaba no sé y ya está, y la verdad es que no pasa nada. Hoy uno se siente un poco obligada a saberlo todo!
Lo último que me pasó es que volví a mirar, sí a mirar. Encontré casas en el camino que nunca había visto. Cuando llegué antes (sin celular y sin reloj un día llegué 30 minutos antes) al jardín de mi hijo me bajé del auto y miré cómo estaban jugando en el patio, lo gocé, me conecté con el presente. Incluso manejé mucho mejor, sin el celular al lado y revisando los whatsApp en los semáforos.
De hecho pensé mucho en que rico debe haber sido criar antes, como lo hicieron mis papás: conectado en el presente; viviendo el día a día tranquilos; mirando; gozando lo que está pasando ahora y no sacando fotos de lo que está pasando y contándolo por facebook o whatsApp. Criar desde el instinto y no desde los que leemos en internet. Sin comparaciones más allá de los que los rodeaban. Sin grandes aspiraciones. Vivir, vivir simples, tranquilos, hacer las cosas bien y conectados con lo que realmente importa.
Sinceramente no volvería a estar 7 días sin celular por opción, sin embargo me propuse realmente usarlo mucho menos, guardarlo cuando esté con los niños (para estar con ellos en tiempo presente y además, para que no se vuelva a ir al WC jajajaj) Para así poder convivir con mayor conciencia y armonía entre la conexión y la desconexión tecnológica.
Paula Eugenia Fischer Levancini
Coach en Programación Neurolingúística
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Hace unos días atrás, un importante periódico nacional realizó un reportaje planteando que “Por salud, estética y presión social, hoy las embarazadas se preocupan más de su imagen”. Su contenido hacía alusión a la tendencia de algunas embarazadas de subir sus fotografías en las redes sociales mostrando un cuerpo muy entrenado y manifestando que, subir demasiado de peso está «pasado de moda».
Probablemente sea una realidad que viven muy contadas mujeres durante su gestación y de muy determinado segmento socioeconómico, por lo tanto, no puede ser planteado como una nueva “tendencia” de nuestra sociedad. Lamentablemente, la mayoría de las mujeres de nuestro país está muy lejos de sentirse representada con estas afirmaciones. Chile, de base, tiene una alta prevalencia de exceso de peso entre las mujeres (sobre el 64.3% según Encuesta Nacional de Salud 2010), por lo tanto, es muy frecuente que las mujeres se embaracen ya con varios kilos extra, luego tienden a subir de peso más de lo recomendado (aún permanece la cultura de “comer por dos”), y después del parto, mantienen los kilos ganados; lo que sumado a la falta de ejercicio y de cuidado en la alimentación hace que las mujeres en Chile vayamos subiendo de peso a lo largo de los años.
Me pregunto, ¿cuál es la real presión social que viven la mayoría de las mujeres?: “M´hija, estás embarazada, tienes que alimentarte”, “No vayas a hacer un sobre-esfuerzo en tu condición”, “Está bien que te permitas los antojos”… etc.
Me pregunto entonces, ¿de qué Chile estamos hablando?, porque si nos referimos a casi 85% de la población que se atiende en el sistema público de salud, la realidad es distinta a la planteada en el artículo.
Lo ideal es que toda mujer tenga acceso a conocer que debe puede subir entre 7 y 16 kilos, dependiendo de cuál es el peso con el que inicia su embarazo. En promedio se habla de 10 a 12 kilos, idealmente distribuidos hacia el final del embarazo.
En cuanto al ejercicio, la evidencia plantea que es ideal que la mujer realice algún tipo de ejercicio aeróbico manteniendo una frecuencia cardíaca de 140 latidos por minuto en promedio. La dosis recomendada siempre va a depender de la condición física inicial, pero a modo general, la idea es acumular 150 minutos a la semana (media hora, 5 veces a la semana por ejemplo). Lo mejor es combinar el ejercicio aeróbico con ejercicio localizado, dando especial énfasis a la musculatura que se verá sobrecargada hacia el final del embarazo.
Y esto me lleva a otro importante punto: hay una gran inequidad respecto de la oportunidad de recibir este tipo información entre sistema público y privado: sobre consejos nutricionales individualizados, sobre acceso a una adecuada alimentación (por costo de los alimentos sanos), sobre acceso a realizar ejercicio personalizado, etc., que no es tarea fácil para la mayoría de las mujeres del país mantenerse “en forma”. Si no se tienen las facilidades, las oportunidades, el acceso… todo se hace cuesta arriba.
Tenemos aquí una importante tarea pendiente. Ahora contamos con un Ministerio de la Mujer. Espero que estos temas entren en su agenda en coordinación con el Ministerio de Salud, sin embargo, creo firmemente que la tarea también parte, literalmente por casa. Por casa de cada una de nosotras de ir aportando en cambiar las creencias instaladas sobre cómo vivir el embarazo, conversando con nuestros familiares, nuestras hijas (futuro del país), y, por supuesto, dando el ejemplo, no olvidemos que cada uno de nosotras es parte del todo, que es nuestro Chile.
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Últimamente, cuando nos movemos en el espacio público, los chilenos pareciéramos estar centrados solamente en exigir nuestros derechos, olvidándonos de cumplir nuestros deberes. Eso hace que nuestro comportamiento en la sociedad sea como consumidores y no como ciudadanos entendiendo este último como un rol en el cual uno es consciente de que para convivir socialmente es preciso ceder, negociar y compartir, buscando siempre el bien común por sobre el bien individual. Esta actitud, centrada casi exclusivamente en los derechos, claramente nos perjudica como sociedad, haciendo muy difícil nuestra convivencia ya que no promueve el entendimiento, son más bien el conflicto como producto del choque de intereses, que muchas veces desemboca no sólo en la intolerancia y la agresividad verbal, y a veces en la violencia la que se ve validada como una forma legítima de resolver los conflictos sociales.
Quisiera agregar al tema de los deberes y derechos, olvidados los primero, exigidos los segundos; los conceptos de culpa y responsabilidad.
Según Wikipedia tanto la culpa penal como la culpa civil se definen por una omisión de la conducta debida para prever y evitar el daño. Se manifiesta por la imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de reglamentos o deberes. La responsabilidad en cambio debe entenderse, desde la perspectiva de una persona que ejecuta un acto libre, como la necesidad en la que se encuentra la persona de hacerse cargo de las consecuencias de sus actos. Debemos distinguir entre ambos conceptos porque, más allá de la culpabilidad respecto de una situación, es necesario asumir la responsabilidad por los hechos ocurridos, es decir, asumir las consecuencias de los mismos.
Leo en la prensa la noticia de una muerte ocurrida a balazos en una discoteca de Santiago por un tema de índole amorosa y es inevitable pensar que ocurre porque ambos contrincantes están centrados en sus derechos y le echan la culpa al otro. El caso se puede resumir en que un futbolista es sorprendido por el hermano de su novia en una infidelidad lo que genera un rompimiento de la relación. Se encuentran más tarde en una discoteca y el futbolista lo amenaza para ser luego asesinado por un joven que intentaría escapar. No piensan en los deberes: respeto por la otra persona incluyendo su derecho a la libertad y a la vida. Tampoco asumen las responsabilidades de sus actos: sea el rompimiento de una relación amorosa como consecuencia de una infidelidad y entregarse a la justicia por haber cometido un asesinato.
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MUCHOS QUIEREN «DESHACERSE» DE SU JEFE, O DE ALGUNOS JEFES, EN LAS ORGANIZACIONES EN LAS CUALES TRABAJAN.
PERO ENTONCES…, YA NO HAY NADIE EN QUIEN PODAMOS DESCARGAR LAS RESPONSABILIDADES…
No sólo donde hoy trabajo sucede lo que hoy comentaré…. Lo he comprobado una y otra vez en muchas empresas y organizaciones en y con las que he trabajado a lo largo de mis 35 años de vida laboral: es evidente que hay una gran necesidad de muchas personas, en señalar con el dedo «a ese de allá arriba».
Se reitera el hecho de buscar la culpa en los jefes, siendo la manera más fácil de sacarle la vuelta a los problemas reales, sin darle una mirada más detenida y cercana acerca de lo que realmente se trata. Si cada cual se detuviera y se mirara a si mismo, sincerándose, quizás aparecerían las propias dudas al respecto. Pero eso es incómodo y podría posiblemente llevar a un reconocimiento de los propios errores. Así es que…, mejor seguimos machacando sobre los jefes, lo que nos otorga un sentimiento de liberación.
¿Liberación de qué? Bueno, de todo el estrés, la presión, las exigencias. Sucede muy rápido, está muy cerca y no sólo hacemos responsables a los jefes, sino también a los colegas, los clientes, el sistema, la economía y quien sabe a quienes más, sin tomar conciencia que quizás nosotros mismos no estamos dando en el ancho…
Pero seamos coherentes. Si no nos gusta el jefe y esperamos su dimisión, o que cambie radicalmente, manifestando que en realidad no requerimos a alguien que nos lidere, dirija, oriente, corrija y controle, mejor demos una mirada que significa eso en realidad.
¡La libertad de la responsabilidad!
Más libertad y espacio. La auto-determinación ha tenido siempre dos aspectos: en primer lugar, la libertad «de algo» y en segundo lugar la libertad «para algo».
La mayoría de las personas que esperan una mayor libertad en el trabajo, sólo tienen el primer aspecto en mente: la liberación del jefe molesto, de las limitaciones restrictivas, del paternalismo autoritario, la ausencia de reglas rígidas, liberarnos de la voluntad arbitraria de quienes detentan el poder y de las jerarquías, la liberación de las tareas molestas, aburridas o incómodas, la ausencia de una supervisión constante … ¡Sí, por ahí va la cosa!
Pero lo que a menudo queda en el camino es el segundo tipo de libertad: ¡la libertad de asumir la responsabilidad!
Después de todo, quién quiere más auto-determinación, también debe estar dispuesto a dar la cara por los resultados que logra, en las buenas y en las malas.
Demasiado a menudo se olvida que la auto-determinación y auto-responsabilidad son dos caras de la misma moneda. Y eso trae consigo algo desagradable, incómodo e inesperado, donde no se debiera apuntar con el dedo acusador: «mi jefe lo quería así …», «pero usted me dijo que …», «yo sólo hice mi trabajo «,» desgraciadamente no pude hacer nada, no estaba en mis manos … »
No…, de pronto, el liberado es total y completamente responsable de los resultados obtenidos. Incluso para todo lo que ha asumido y no ha auto-infligido directamente.
Y de pronto, el sabor de la libertad se torna de dulce en amargo.
¡Comprometerse!
El precio de la libertad es la responsabilidad. La pregunta es, si el precio vale la pena. Para mí está claro: ¡cuanto más responsabilidad asumimos, tanto más cerca estamos de la vida, tanto más vivos nos sentiremos!
En última instancia, con la mirada puesta en nuestras vidas, la libertad «para algo» significa descubrir por qué queremos vivir, qué tarea es importante para cada uno de nosotros, el camino que deseamos seguir. ¡Nadie, ningún jefe, no un maestro, ningún gurú, ni padres, ni profesores, ni compañero de vida…, contestarán estas preguntas por nosotros!
Suena bien, es loable y digno de todo honor hablar de la libertad, de exigir libertad, de luchar por la libertad… Pero aún más respeto tengo por aquellas personas que realmente viven la libertad. Y eso quiere decir, sacarle el piso a la alfombra de las propias excusas, sin echarle la culpa al empedrado, sin mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Esto significa no sólo estar en contra de algo, sino de comprometerse realmente «para algo», asumiendo todas sus consecuencias.
La libertad «de algo» que todos valoramos y apreciamos, difícilmente será posible sin libertad «para algo», a la que – erróneamente – a menudo muchos temen.
Por lo tanto: ¡Sí, de hecho, necesitamos más libertad en el trabajo!
Y necesitamos líderes y jefes que salgan de nuestro camino y nos otorguen más libertad. Pero lo que al menos necesitamos en la misma medida, son colaboradores que estén dispuestos y comprometidos a llenar la libertad con responsabilidad!
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Ricardo Gevert
texto extraído de www.gevert.com
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