¿Por qué le tememos al amor?

Generalmente escuchamos a nuestros padres y a nuestros abuelos decir que en sus tiempos las relaciones se vivían diferentes, los noviazgos se formalizaban enseguida, y tanto éstos como los matrimonios eran más longevos que lo son ahora. Eso dicen nuestros antecesores, y en parte es cierto, aunque no existe una generalidad, se han dificultado las maneras de relacionarse, pero esto se debe a múltiples factores, sociales e individuales.

La modernidad y la crisis económica que aqueja a prácticamente todos los países, nos han traído modificaciones en las dinámicas familiares, y, siendo la familia el referente para el amor en todo individuo, ha visto reflejado en éste una manera distinta de ver al amor. Sumémosle a esto la particularidades por las que atravesamos cada uno de nosotros y, nuestra propia personalidad, que hace que cada quien vivamos el amor, el noviazgo y los compromisos de diferente manera.

Aunado a esto, quizá conozcamos o nos hayamos relacionado con alguien  o incluso seamos una de esas personas que tienden a temer a los compromisos, que duramos poco tiempo en una relación, o que incluso, ni siquiera comencemos una, es decir, que cuando las cosas comienzan a ponerse serias con quienes salimos, simplemente salimos huyendo. Tenemos una excusa para todo eso, a veces abiertamente decimos ‘no me quiero enamorar’, ‘no tengo tiempo para el amor’, ‘no me interesa por el momento’; otras veces no lo decimos, pero actuamos alejándonos de quien nos interese y se interese por nosotros en ese momento, y lo hacemos más inconscientemente. Pero lejos de convertirse en la o el ‘inconquistable’y exista esa aparente satisfacción con la situación, es verdad que llega un momento en el cual requerimos cuestionarnos y reflexionar en ¿por qué le temo al amor? ¿por qué me cuesta comprometerme?

El temor al compromiso y al amor se encuentra íntimamente relacionado con el temor de ser vulnerado y lastimado, o un temor grande, inconsciente a perder aquello que se está a punto de obtener, a la persona, al sentimiento, a asumir el riesgo que implica el amor, con todas sus letras.
Juan David Nasio menciona que, en su carrera como analista de las relaciones humanas, se ha dado cuenta que las relaciones generalmente fracasan por dos cosas: las mujeres tendemos a ser muy soñadoras y los hombres tienden a ser muy miedosos. Entonces, siguiendo la moción de él, podríamos pensar que estamos ante la disyuntiva de pareja entre las sobre expectativas, (que probablemente en relaciones anteriores ya no han sido cubiertas) y el temor a ser lastimado (también basado en experiencias anteriores). Todos hemos fracasado alguna vez, todos nos hemos equivocado en alguna elección, y quizá también hemos resentido las rupturas de seres queridos cercanos, pero todos vemos esas experiencias de diversa manera, y he ahí, la raíz del conflicto.

Pero, ¿no hay remedio? ¿Qué podemos hacer una vez que identificamos que tememos al amor y a los compromisos? La respuesta es simple, y muchas veces la solución también lo es.
Darnos cuenta que tenemos el conflicto, es el primer paso; aunque suene trillado, es verdad que asumir lo que sentimos y porqué lo sentimos; y ese es en verdad el inicio de un cambio de actitud ante la vida; de igual manera podemos hacer conciencia de que, abrirnos hacia los otros no es un signo de debilidad, sino una prueba de amor, que a través de esta apertura podemos amar y ser amados, y que, por supuesto, merecemos gozar de las bondades que el amor nos brinda. El amor ha regido el mundo por siempre, es lo que nos mantiene vivos y que, a su vez, todos podemos formar parte de las manifestaciones de éste, reconociendo, atreviéndonos y permitiéndonos vivir un amor grande y sano.

Por: Psic. Vianey Torres

 

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Amanda: ¿por qué sufres tanto con esa decisión?

A partir de una situación en particular que ya describiré, me referiré a las decisiones verdaderamente difíciles que todos hemos tenido que enfrentar muchas veces en nuestras vidas. Pero, que una decisión te resulte en realidad difícil, probablemente no tiene que ver con miedos, inseguridades o asociado a temas valóricos o éticos, sino frecuentemente debido a pensamientos erróneos.

A continuación, describiré con bastante detalle la situación laboral de Amanda, la cual irremediablemente terminará en una toma de decisiones.

Desde hace un tiempo a esta parte, principalmente gatillado por situaciones laborales, las cuales también repercuten en su vida personal, Amanda pasa por diversos estados de ansiedad, angustia, estrés, confusión, decepción, frustración, impotencia y enojo. También ha vuelto a tener problemas de insomnio, o al menos de poco dormir, a pesar de la medicación que utiliza de manera no tan constante. El baile tropical que tan bien le hace, lo deja, retoma y vuelve a abandonarlo. El senderismo y otras actividades que le desocupan la mente de sus preocupaciones, tampoco las realiza de manera perseverante. Logra distraerse un rato, viendo algunas series o películas en Netflix casi a escondidas para no sentirse culpable, sumergida en su fiel acompañante de tantas batallas e intimidades: su teléfono celular. Hace rato que no dedica suficiente tiempo a unos buenos libros, y le encanta leer. También le gusta conversar, pero no mucho en aquellas reuniones sociales donde deba mostrar demasiado de su intimidad.

No sólo sus ojeras la delatan, también momentos de mal humor, el que no es parte de sus rasgos de carácter, ya que es más bien realista, seria y serena, características propias descritos para Virgo por los astrólogos. Eso sí, viene equipada con variadas altas inteligencias y una dulzura de carácter muy especial. No demasiado a menudo su autoestima anda por los cielos.

¡Es que no tiene tiempo para nada, ya que además de su trabajo, posee al menos otras cinco agendas que incluyen hijos, esposo, cosas que fallan en la casa, familia restante, amigos, entre otros, que implican otras preocupaciones y ocupaciones!

Desde que egresó de la universidad hace ya un cuarto de siglo atrás, casi toda su vida laboral Amanda la ha realizado en una importante asociación gremial, trabajando siempre en comunicaciones, inicialmente realizándolo casi sola en esa área, para luego crecer profesionalmente junto a la organización y la profesionalización. Hoy gerencia el área, posee un importante equipo de personas a su cargo y muchos desafíos y problemas con los cuales lidiar, porque la asociación seguirá creciendo y ello, trae consigo variados cambios y ajustes, no siempre sin dolor para las personas involucradas. En esta última década, la estructura de la asociación no sólo creció y profesionalizó, sino implementó procesos de gestión más propios de la empresa privada.

El anterior Gerente General de la asociación, quien lideró la mayoría de esos cambios estructurales profundos, si bien era orientado a la tarea, poseía un estilo de liderazgo con características transformacionales y “laissez-faire”. Su sucesor, si bien también manifiesta un estilo de liderazgo transformacional, lo materializa con un énfasis mucho más transaccional, a veces autocrático.

El estado de ánimo y con efectos en la salud de Amanda ya descrito anteriormente, es influenciado en buena medida por esta situación en el trabajo: el tipo de liderazgo de su jefe y con ello de paso, la enajenación del espíritu que debiera primar en una institución gremial. Si bien estas características autocráticas ella no las vive tan directamente, sí en su rol, porque afectan a otras personas en el estilo de comunicación, también interna, que trata de implantar su jefe.

Amanda no escribe listas con los “pro y contra”, pero si sopesa y trata de diferentes maneras para averiguar cuál sería la mejor decisión, es más, cuál debiera ser su comportamiento en ello. En su mente busca más opciones y soluciones, pero ninguna de ellas realmente la empuja hacia adelante.

Ruth Chang, una filósofa estadounidense de origen asiático, explica en pocas palabras cómo tomar decisiones difíciles, por qué nuestra búsqueda de la decisión correcta a menudo no funciona. Al menos no surte efecto con un cierto tipo de decisiones.

Ver video:  Ruth Chang

 

Lo que es real, es que hay decisiones donde ninguna alternativa es definitivamente mejor que la otra. Estas son las llamadas decisiones duras o difíciles, donde para una alternativa hay elementos de similar peso a favor y en contra, pero para otra alternativa también. Esas son las decisiones en donde, a pesar de la mejor de las intenciones, no puedes descubrir cuál es mejor.

Y eso no depende de ti, sino generalmente porque simplemente no hay una opción de decisión que sea claramente mejor que la otra. Si una opción fuese mucho mejor que la otra, ya no sería una decisión difícil.

La dificultad aparente para Amanda era que las opciones que había elucubrado en su mente, las valoraba de manera similar, en lo bueno y en lo malo. Las diversas alternativas de decisión representaban valores diferentes, que eran importantes para ella a la hora de tomar una decisión compleja.

Por ejemplo, sentía que tenía una necesidad ética de no abandonar el barco, ya que con los años que llevaba trabajando ahí,  había entusiasmado a muchos marineros, maquinistas y oficiales para que postularan y se subieran al buque. En contrapartida, estaba – en sus ojos – un “antivalor” que representaba el management autocrático, ya que en su forma de ver la vida, atentaba en contra de la finalidad del ser humano: la felicidad.

También la seguridad laboral y aún necesarios ingresos monetarios que requería para su familia chocaba con la libertad de expresar su opinión y postura con lo que sucedía y percibía en la asociación, tanto en el ambiente laboral como en la manera que se desdibujaban crecientemente los principios orientadores de la organización. Sin embargo, si no decía nada, quizás de igual manera podía perder su trabajo, por mostrar flaquezas en otro tipo de decisiones que ella no compartía, pero no exteriorizaba abiertamente, sino sólo en no avanzar o actuar como su jefe esperaba de ella. Así…, había algunos otros valores que estaban en contraposición en una u otra alternativa de decisión, acerca de qué hacer al respecto.

El dilema de Amanda…, sí, ahora sabía que las razones por las cuales le costaba tanto tomar una decisión:

  1. No poseía ninguna opción claramente mejor que la otra. Ninguna de las alternativas que había pensado eran casi igual de buenas o malas.
  2. En cada opción de decisión había algo distinto que para ella era muy importante en su esencia valórica. Y justamente ese valor o principio, no se lo ofrecían otras opciones, las que a su vez incluían otros valores distintos igual de importantes para ella.

¿Entonces…, qué?

Sí, claro, grandioso saber que ello era así, pero tampoco le ayudaba a resolver su dilema.

Ruth Chang dice, que en decisiones difíciles se trata de una pregunta totalmente distinta y determinante en la forma de abordar este cuello de botella:

NO: ¿cuál es la mejor decisión?

SI: ¿qué persona quiero ser?

¿Cómo es que esta pregunta le podía ayudar a Amanda respecto de su difícil decisión?

Amanda pensaba…: “Yo tengo claro qué tipo de persona quiero ser, justamente por esa claridad acerca de mis valores es que estoy en este dilema, esta encrucijada compleja y dolorosa, aunque en mi foro interno a veces igual me encuentro a mi misma demasiado estricta y rígida!”

Si Amanda se volvía a preguntar qué tipo de persona querría ser, sería posible encontrar las razones eran más importantes para ella. Al reflexionar y poner en evidencia lo que ella quería ser como persona, también era factible definir el tipo de decisiones que calzaban de mejor manera con esa persona.

Algunas de las alternativas posibles que pasaron por la mente de Amanda:

  • Exponer muy claramente sus argumentos, con lo cual sería fiel a sus principios y lealtad a los colaboradores, pero confrontando a su jefe.
  • Aguantar así varios años más: a) hasta poseer mayores reservas económicas, tratando de mantener su cargo, adaptarse a los posibles cambios estructurales venideros, e intentar reparar lo mejor posible los eventuales daños, b) con la esperanza que sean muy pocos y se produzca algún cambio de actitud a motu propio de su jefatura, o un cambio de persona en el cargo.
  • Buscar otro empleo y presentar su renuncia una vez que lo tuviese definido:
  • ¿Manteniendo el statu quo?
  • ¿Exteriorizando su malestar y diferencias?
  • Iniciar una actividad de manera independiente
  • ¿De tiempo completo o parcial?
  • ¿Trabajando fuera de su hogar o dentro de su hogar?

Ahí fue donde Amanda tomó consciencia de que en ese momento ya no estaba supeditada a definir cual alternativa era mejor, sino los motivos que eran más importantes para ella en cada alternativa. Y no racionalmente, sopesando los pros y los contras o bien, las ventajas y desventajas, sino decidiendo que persona prefería ser en el trabajo.

En una primera aproximación, Amanda resumió sus motivos en el tipo de persona que ella quisiera ser en el trabajo, definiéndola como una asociación donde los asociados sean el verdadero foco, que el aprendizaje continuo con un enfoque colaborativo sea un desafío permanente, un lugar en que confiemos en el trabajo de los colaboradores, pero a la vez responsabilizándonos de los resultados, promoviendo a la vez un equilibrio entre trabajo y vida personal”.

¿Eso es intimidante?

Tal vez.

Porque si admitimos que no hay una mejor alternativa, si somos honestos y decimos: sólo yo puedo decir que tipo de persona quiero ser. Luego nos hacemos responsables de nuestras decisiones. No la asociación, no la empresa, no la pareja o los padres, amigos, colegas, el jefe.

Eso puede ser un poco aterrador. Porque a menudo queremos pistas claras: correcto, incorrecto, bueno, malo, significativo, sin sentido…

Pero asumir la responsabilidad de estas difíciles decisiones también significa ser libre. Ser verdaderamente libre de dar forma a la vida. Amanda ya no es tan libre, porque perdió esa libertad si persevera en el statu quo, pero, es más, también perdió libertad en su vida personal, no tiene espíritu para bailar, entre otros…

Hoy, mientras escribo este artículo, Amanda aún está procesando sus definiciones muy auto-responsablemente, sopesando sus propios motivos en esta difícil decisión, tomando nuevamente las riendas para seguir dando forma a su vida. Y eso, la llevará la vida que ella realmente quiere llevar.

Tal como Amanda, pregúntate frente a una decisión difícil:

Si elijo la Alternativa A,

… ¿cómo sería mi vida?

… ¿cuánto me gustaría ser esta persona?

… ¿cuánto cambiaría eso mi vida? … ¿Qué persona me gustaría ser?

A medida que avances por cada una de las alternativas, te harás una idea más precisa de si quieres ser esa persona.

Pruébalo. Este pequeño experimento mental quizás te dé el impulso crucial para tomar con éxito una decisión difícil, de tal manera que vivas cada vez más y mejor la vida que realmente quieres vivir.

 

Ricardo Gevert – Adm. Industrial

www.gevert.com

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¿CAMBIAS DE OPINIÓN CONSTANTEMENTE? CÓMO CONCRETAR Y PODER AVANZAR

Hace poco me escribía una lectora diciéndome que no sabía qué paso dar porque, como decía ella:

Mi mente o yo cambio continuamente de opinión“.

Así que hoy voy a escribir sobre qué hacer cuando cambias tanto de opinión que no puedes avanzar.

Si tú también cambias constantemente de opinión, sigue leyendo…

Si no puedes avanzar o empezar algo porque cambias constantemente de opinión puedes considerar dos opciones distintas:

 

1.Averigua la causa de la indecisión o cambio continuo de opinión.

 

¿Con cuál o cuáles de estas te identificas?

 

  • No estás segura de lo que quieres. Por eso te cuesta elegir, quizá tienes varias ideas, o no tienes claro si algo te va a gustar o no, si será lo mejor para ti

 

  • Sabes lo que quieres pero tienes miedo de algo. Das un paso y reculas porque el miedo te detiene.

 

  • Dudas de ti misma, de tus capacidades para llevar a cabo lo que deseas.

 

Saber qué es lo que te hace dudar es un primer paso muy importante. Quizá sea otra razón distinta de estas que he mencionado. Piénsalo bien, ese es el primer paso.

 

¿Qué me hace dudar?

Que no sé lo que quiero

Que van a pensar mal de mí.

Que en realidad no quiero esto.

 

Cuando tengas clara la razón o las razones de ese cambio de opinión podrás hacer algo para solucionarlo.

Por ejemplo, si te das cuenta de que no sabes lo que quieres, toca trabajar eso, averiguar qué quieres. Tú sola o con ayuda de algún tipo.

A veces nosotros llegamos hasta cierto punto y a partir de ahí necesitamos ayuda. Otras veces sola podrás perfectamente. Eso lo sabes tú : )

 

2.Si quieres pensar directamente en la solución, hazte esta pregunta:

 

¿Qué haría que tomar una decisión/elegir una opción fuera más fácil?

Tener claro lo que quiero.

Saber que me va a salir bien.

Tener apoyo.

Y empieza a buscar eso que haría que decidirte fuera fácil.

 

La cuestión es dejar de pensar que cambias de opinión constantemente y centrarte en buscar razones o soluciones para poder concretar y avanzar.

Espero que te ayude : )

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La Dra. Aida Baida Gil, coach certificada y fundadora de www.coachdelaprofesional.com se dedica a ayudar a las mujeres profesionales que se sienten estancadas o insatisfechas y que están listas para avanzar profesionalmente, establecerse por su cuenta o redirigir su carrera.

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