Artículo publicado originalmente en El Definido
Mane Cárcamo reflexiona acerca de nuestra felicidad y las metas que nos ponemos hoy en día los chilenos. ¿Qué estamos anhelando? ¿De qué depende, a fin de cuentas, la calidad de vida?
Hace pocos días se reveló el resultado de un estudio que ubica a nuestro país como uno de los 20 más felices del mundo. Mi reacción fue la misma de ustedes… un gran y sorpresivo ¿WHATTT?, pero tras leer un poco más me di cuenta que, no es que seamos la familia Von Trapp del barrio y andemos cantando por las colinas, lo que pasa es que nuestros vecinos no lo están pasando nada de bien y eso explicaría nuestro sorprendente lugar en el ranking.
¿Ustedes consideran que viven en un país feliz? Es una pregunta interesante para reflexionar.
El concepto de «calidad de vida» lo escuchamos como el correr diario (espero) de la ducha. No nos llama la atención esa frase, pero sí nos inquieta poder alcanzarla en nuestra cotidianidad y, queramos o no, está relacionada con la felicidad. ¿Será normal vivir enrejados, sin tiempo para ver a los amigos, con la línea de crédito más exigida que asesora comunicacional de la Presidenta? ¿Nos tenemos que acostumbrar a que el auto sea nuestro segundo hogar, a descargar nuestras penas y frustraciones en Facebook, a considerar el silencio como un lujo inaccesible?
Según la OMS, la calidad de vida se trata de la «percepción del individuo de su posición en la vida en el contexto de la cultura y sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, expectativas, estándares y preocupaciones» (1994, hace tiempo ya).
Esta definición me invita a pensar acerca de lo que se instala en nuestros círculos como el “deber ser” (maternal, amoroso, laboral, etc.) que muchas veces nos sitúa en una posición que nos obliga a mostrarnos como “superhéroes”, pero no como personas plenas.
En nuestra sociedad, es bien visto decir que estamos colapsados, con mucha pega, agotados y con mil actividades que no nos dejan ni un minuto para nada más que no sea el trabajo, las infinitas actividades extraprogramáticas de los niños y las horas de gimnasio para alcanzar un cuerpo «perfecto». Se desconfía del que tiene tiempo libre y vive más despacio. En serio pienso…Dios me libre.
Para mí, la calidad de vida es poder trabajar en lo que me apasiona y aprender a cerrar el computador cuando la hora lo indica. Sin que nadie te mire feo, porque tus jefes lo hicieron a la misma hora que tú.
Para mí, la calidad de vida es incluir el silencio dentro de mi horario y no ansiarlo como el cartón premiado del Kino. Todos tenemos el derecho (y ante todo la necesidad) de tener un momento a solas. Sin niños, sin marido, sin Waze. Silencio gratuito y de calidad.
Para mí, calidad de vida es poder tocar la puerta de la oficina de mis jefes y hablar con ellos sin tener que agendar como si lo hiciera con alguien de la realeza. Tener autoridades a las que se les ve con la misma periodicidad que el cometa Halley es más frustrante que la multa al Costanera Norte por el desborde del Mapocho.
Para mí, la calidad de vida es estar lo suficiente con mis hijos no sólo para abrazarlos, sino que también para retarlos cuando sea necesario, conversar acerca de su día y también mirar juntos como Peppa Pig salta los charcos de lodo.
Para mí, calidad de vida es conocer a mis vecinos, saber que me pueden salvar cuando me da miedo un temblor, me falta un huevo o necesito 5 lucas para pagar una deuda (las pago, ellos lo saben). Porque, ¿de qué me sirve vivir en una casa más grande que la de la Anita Alvarado si conozco más de la vida de Maluma que la de la familia con la que comparto la vereda? Personalmente creo que esa es la definición de soledad.
Para mí, calidad de vida es poder invitar a amigos sin tener que llamar a Tomás Cox para que produzca el evento, y no tener pudor en hacer un malón en donde lo importante sea juntarse, tener largas sobremesas y ser capaces de gozar con un hotdog sin palta (está impagable).
Para mí, calidad de vida es saber decir que no, sin remordimientos ni quiebres. Y que el otro acepte que la libertad pasa por priorizar los tiempos, valores y miradas de mundo que cada uno en libertad eligió.
Para mí, calidad de vida es vivir en una sociedad colaborativa, en donde ayudemos al otro sin sacar beneficio político de las carencias de Estado y nos preocupemos genuinamente de tenderle la mano al que lo necesita. La Teletón es un ejemplo maravilloso de eso.
Para mí, la calidad de vida es tener alguien a quien escuchar y que me escuche. Que ambos nos interesemos por las alegrías y los dolores del otro, y que no tengamos que recurrir a un posteo de facebook para poder desahogarnos o contar lo que nos aflige. Las redes sociales nunca podrán reemplazar a esa amiga que, sin nada a cambio, se interesa por ese pésimo día que acabas de tener.
Hay sin duda alguna muchos factores externos que determinan el estilo de vida que llevamos. Si alguien está en la extrema pobreza, todo lo que acabo de describir es realmente inútil, y es por eso que quien gobierne durante los próximos años, debe de corazón tratar de revertir la profunda desigualdad en la que viven muchos chilenos. Pero para los que afortunadamente hemos tenido más oportunidades,la calidad de vida también es una opción que depende de nosotros… de liberarnos de vivir para afuera, y de estar cumpliendo estándares que lo único que nos hacen es ser esclavos de la tiranía del consumo y la opinión ajena.
¿Qué es calidad de vida para ustedes?
Magdalena Cárcamo – Periodista
Fuente: www.eldefinido.cl
No importa si validamos que Chile esta en el lugar «20» de felicidad. Lo que importa, tal como plantea Magdalena, es lo que cada uno entiende por calidad de vida y lo que cada uno hace día a día, por tener una mejor calidad de vida.