Porque probablemente en algún momento de mi etapa más juvenil pertenecí a este grupo, el de los arriesgados en los negocios, donde en parte gané y en otras fallé, por diversas razones. Quizás fallé en algunos momentos decisivos, porque no escuché a los más viejos, más sabios, pero quienes sí habían sido exitosos tomando ciertos riesgos. Tampoco escuché más adentro dentro de mí mismo.
Claro, los arriesgados son catalogados como aventureros, locos, jugadores… La mayoría de las personas piensan que aquellos que toman riesgos, deben ser valientes y audaces. Deben ser dependientes de la adrenalina, es decir unos personajes temerarios tallados de una madera heroica. Por otra parte, nadie quiere tomarlos como ejemplo.
Todos lo sabemos: quien toma un riesgo en el mundo de los negocios, del management, y fracasa rápidamente, puede olvidarse de su carrera profesional, ya que es rápidamente etiquetado como “perdedor”, sobre todo por quienes mantuvieron siempre la pelota a ras de piso sin exponerse siquiera un poco. ¿Entonces por qué arriesgarse para intentar pasar por ese fogón?
“Por supuesto sabemos, que con cero riesgo, no hay crecimiento”…dicen ciertas voces, ya sea en el ámbito privado como en el profesional. Entonces aparecen frases como “pero primero, no puedo permitirme correr riesgos y segundo, yo no soy de ese tipo de personas”.
Después de todos estos años y si de algo les sirve por lo cual lo comparto, he llegado a la conclusión que ese tipo de mentalidad en realidad es errada. Quienes piensan así, nunca serán buenos Gerentes o “Managers” y menos aún empresarios o emprendedores con éxito. Ello es así, porque en realidad el tictac del reloj interno de “los arriesgados” es distinto.
Acerca de este tema, la periodista de temas económicos Kayt Sukel, escribió un libro bastante interesante: “The Art of Risk: The New Science of Courage, Caution, and Chance“
Independiente de las personas con quienes habló, entre otros: jugadores profesionales de póker, miembros de comandos especiales, saltadores en paracaídas, skaters urbanos o supuestos emprendedores “temerarios“, sorprendentemente todos dijeron lo mismo acerca de riesgos. Está bien que haya sido así, ya que ello nos ayuda a todos los mortales normales, a entender mejor el manejo de riesgos. En especial destacaría tres puntos de vista:
- Los “arriesgados“ hacen sus tareas de manera muy precisa.
No, la mayoría no son del tipo que anda arriesgando su cuello todos los días. Quienes lo vean así, no ven lo esencial: estos “arriesgados”, antes de actuar estudian meticulosamente cada detalle y justamente porque arriesgan perderlo todo. Eso significa: planificación profunda, investigación de trasfondos, así como conocimiento acabado de las potenciales situaciones ventajosas y desventajosas.
- ¡Los “arriesgados“ ven eso que hacen como un proceso y no como un sello distintivo de carácter!
No pues, estos personajes no se deciden simplemente por algún desafío grande, se la juegan a una carta y se lanzan al vacío para ver que resulta. Esto no es así. Antes del supuesto gran riesgo, enfrentan varios riesgos menores, donde van probando sus capacidades, aprenden y suben el nivel de riesgo de manera gradual.
- “Los “arriesgados” no fracasan. Es que aún no concluyen…
En todas esas fases menores o intermedias, los “arriesgados“ registran exactamente sus errores. Luego corrigen, sin enojarse, sin frustrarse, sin perder de vista el objetivo mayor.
Lo cierto es que si analizo distintas actividades de personas que asumen riesgos, es así como se concluye en el libro mencionado. Es sorprendente: independiente si se trata de deporte, juego, negocios u otras actividades que quienes lo vemos “de afuera” lo encontramos de mucho riesgo, en realidad no lo es. Claro está: muchas veces no vemos que esas personas dieron esos pasos intermedios y sólo vemos el supuesto gran salto…, el aparentemente temerario.
Piensa acerca de ello, también si eres jefe o emprendedor.
Ricardo Gevert – Adm. Industrial
texto extraído de www.gevert.com