Crianza en solitario: suicidio emocional.

NO A LAS RECETAS sin espejo

Los tiempos están cambiando la forma en que entendemos la crianza y cada vez más personas se atreven a explorar su mundo interno, su historia y trabajar para lograr una mayor conciencia sobre sí mismos y cómo eso repercute en sus relaciones con los demás. Tener conciencia, detenernos y descubrir quiénes somos en tanto padres es un tremendo desafío y requiere de toda nuestra honestidad y valor. No es fácil mirarse, aún cuando lo hayamos decidido y tengamos nuestro espejo. “No es posible despertar a la conciencia sin dolor”, señala Carl Jung, advirtiendo la dificultad de mirar nuestro interior y ser fieles a nosotros mismos. En la medida que “nacemos” como padres, algo se moviliza en nosotros y nos actualiza las huellas de nuestro propio desarrollo, de nuestra historia emocional, de la historia de nuestros vínculos tempranos. Se hace tan importante contar con alguien, sentirnos sostenidos por una red amorosa que acompañe nuestro andar… necesitamos una tribu, una comunidad.

La crianza en solitario es un suicidio emocional. Las investigaciones afirman que una madre que cría en la línea del respeto y la conexión emocional estando sola, logra mantener la tarea, con mucho esfuerzo, un año. Luego se funde, se agota, se desconecta, comienza a sobrevivir a la demanda de cuidados, a la contingencia. Pese a sus esfuerzos, preparación e intenciones no lo logrará si está sola. Esta realidad es dramática para la salud mental del hijo. Un año de cuidados sensibles y conexión emocional es muy poco tiempo en el desarrollo de un niño. Podría pensarse que por eso la naturaleza exige dos personas para tener un hijo, ambos son imprescindibles no sólo para que ocurra la gestación, sino también para acompañar el desarrollo del niño. El compartir los momentos de incertidumbre, de pena, de frustración, de desorientación, de alegría, de éxito, de crecimiento… la constitución de un equipo de padres es fundamental para acompañar el desarrollo afectivo de nuestros niños. La crianza en el respeto y la sensibilidad a las necesidades infantiles es fundamental en un mundo que quiere tener paz y para ello se requiere un equipo. Si la madre está sola no va a lograrlo. Madres solas: busquen apoyo para la crianza, necesitan una red de apoyo. No hablo de una pareja romántica, hablo de una persona o personas con las cuales compartir las tareas de crianza. Nadie puede dar lo que no tiene! Si el adulto no está contenido y en bienestar emocional, difícilmente lo promoverá en sus hijos. ¡¡Vamos que se puede!!

Las razones por las cuales las mujeres (y hombres también) están solas en la crianza,  son variadas y muchas veces dramáticas. No es intención de este espacio profundizar en este punto, pero es importante mencionar que no pocas veces somos los adultos quienes, confundiendo los roles, enlodamos o privamos a los niños de la relación con el padre (o con la madre), perdiendo de vista la importancia de ambas relaciones para el niño.

Mencionaré brevemente dos situaciones: separaciones de pareja y abandono parental. En cuanto a las parejas, el rompimiento de la relación trae consigo el desafío de mantener las funciones parentales lo más estables y protectoras posibles. Ambos padres son responsables del desarrollo y crianza del hijo y éste necesita de ambos, razón suficiente para buscar los caminos para constituirse en un equipo parental que brinde seguridad, contención y bienestar al hijo a pesar de las dificultades y el dolor asociado al quiebre de la relación. El escenario del quiebre exige muchas veces a los padres un esfuerzo grande para mantener la rabia y la desilusión hacia la ex-pareja lejos de la relación del niño con este último. En definitiva, la indemnidad de la relación personal del hijo con cada uno de sus padres depende de ambos. Si comprendiéramos el inmenso poder de nuestros juicios, cuidaríamos considerablemente nuestras palabras. ¡Qué importante es el cuidado y respeto con el que hablamos del padre/madre de nuestro hijo! Aquí el desafío concreto: diferenciar la relación entre los adultos (pareja) de la relación que tiene el niño con su padre/madre. No es lo mismo decir “me dejó” que decir “nos dejó”.

En cuanto al abandono parental, la situación es aún más difícil. Aquí hay una retirada explícita y concreta de la relación con el hijo, lo que será una vivencia de gran dolor que lo acompañará durante toda su vida. Aún cuando parezca injusto, desmedido o imposible, el llamado es a mantener al padre en el discurso. En otras palabras, aún cuando uno de los padres abandonó al hijo, es importante hablarle al niño de él (o ella), darle presencia en el habla y dar una explicación de por qué no está, adaptando el lenguaje y profundidad a la edad del niño. Sin mentiras, sin rencores, sin responsabilizar al niño, tres aspectos difíciles de combinar ante una realidad tan dolorosa. El bienestar emocional del niño merece el esfuerzo.

No es sano quedarse estancado en el dolor, menos aún traspasarlo a nuestros niños. Si no ha sido posible hacer el duelo, es tiempo de buscar ayuda y elaborar la pérdida. Lo que no se elabora en una generación, se traspasa a la siguiente. ¿Qué herencia queremos dejarle a nuestros hijos?

 

Psi. Angelina Bacigalupo O. 

Psicóloga Clínica Acreditada por la CONAPC

Especialista en Psicoterapia Infanto Juvenil

 

 

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