Esta última semana que pasó, se cumplieron 50 años desde que el hombre pisó la luna. Pudimos ver programas inéditos, relatos en primera persona e imágenes de algo único, histórico y grande para la humanidad.
Al ver las primeras imágenes de la Tierra desde la Luna, da una extraña sensación de lo pequeños que somos en esta inmensidad: recogimiento absoluto. Tendemos a pensar que somos el centro del universo, que el mundo gira en torno a nosotros cuando en realidad solo estamos inmersos en una órbita inimaginable de incertidumbre, inmensidad y vulnerabilidad. Cuánto cuesta a veces aceptar esta pequeñez. ¿Será acaso difícil de aceptar porque finalmente esta es MI vida y no quiero verla así de pequeña? ¿Qué tenemos que hacer para sentirnos grandes, importantes y únicos en esta inmensidad del universo?.
Soy una convencida que para poder atesorar la importancia de nuestras vidas necesitamos tener claro nuestro norte, ese objetivo grande y único: nuestra luna. ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿Qué recorrido necesitamos hacer para llegar a ella? ¿Cuál es el sentido que le doy a la búsqueda del camino que me llevará a ella? La vida solo deja de ser ínfima en esta inmensidad del universo cuando le damos sentido, cuando sentimos que nosotros mismos vamos camino a nuestra luna. A ese objetivo importante que nos hace vibrar, que nos genera disfrute y nos hace felices. No importa lo grande del universo, ni los misterios que esconde, necesitamos atesorarla, valorarla, agradecerla y quererla como tal… con su GRAN inmensidad y al mismo tiempo con el diminuto universo en el que orbitamos.
Neil Armstrong, logró sus sueños y llegó a la Luna, pero no fue solo su esfuerzo el que lo llevo a ese satélite. Miles de individuos, en su pequeñez, se juntaron para que este GRAN sueño ocurriera. Sin duda, fue un trabajo incansable de un equipo, que con perseverancia, trabajo duro, responsabilidad, miedo y compromiso lo lograron. Cada uno dentro de su vida encontró su norte y logró llegar a él con mucho trabajo y dedicación.
Y entonces…¡Si el hombre pisó la luna!, nosotros podremos alcanzar la nuestra. Démosle sentido a eso que queremos, pongámosle la fuerza que necesita, seamos perseverantes y seguro que con ese trabajo arduo, no solo llegaremos a ser felices, sino que probablemente lograremos tocar almas y corazones, y, finalmente, aportar al mundo desde NUESTRA vida. El universo es grande, pero nuestra vida lo es mucho MÁS.
No necesitamos ser Neil Armstrong o Presidente de los Estados Unidos para cumplir nuestros sueños, solo nos hace falta tener la convicción de que podemos llegar a ellos. Requerimos tener la claridad de trazar un camino, y la perseverancia para hacer incansables pruebas, aprender a caer y equivocarnos millones de veces para lograrlo. Necesitamos que nuestros seres queridos nos guíen y acompañen en el camino, porque sin ellos todo se torna mucho más difícil, sin sentido y cuesta arriba. Debemos abrazar y comprometernos a nuestro sueño y desafiarnos a cumplirlo.
Dejemos de hacer pruebas o simplemente pensar en un plan porque siempre existirán los: “y que pasa si…” o “cuando termine…podré..”. Entonces renunciemos a pensar, practicar o planear y vamos por ese sueño, por esa luna, por ese cambio, por eso que finalmente es lo que le da significado a nuestra vida. No lo soltemos, solo soltemos el miedo que nos impide avanzar. No dejemos que se escape, y hagamos que cada minuto y momento de esta vida cuente.
En esta inmensidad del universo, solo depende de ti encontrar qué quieres aportar, y hacerlo. ¿Los sueños se hacen realidad? Sí!… con paciencia, templanza, perseverancia, responsabilidad, tolerancia a la frustración y equivocación, alegría, sentido y por, sobre todo, una cuota inmensa de trabajo duro y mucha, pero mucha convicción. El hombre llegó a la Luna… ¿ya sabes cuál es la tuya?
Yo ya voy camino a la mía…
Por ahora, tu solo “pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te acerca al lugar en el que quieres estar mañana” (Walt Disney).