Parte I – ¿Qué son las Creencias Limitantes?
¿Cuantas veces hemos escuchado “este niño es muy vago” o bien “a Ana se le dan fatal las matemáticas”? O tal vez hayas tenido una mala experiencia en una piscina y ahora no quieras ni acercarte a ellas porque asocias piscina con peligro.
Las interpretaciones sobre nuestras experiencias en el pasado pueden haberse convertido en creencias que nos limitan en la edad adulta… ¡sin haberlas verificado ni revisado en momento alguno!
Sigue leyendo porque en este artículo encontrarás claves para entender de donde provienen y cómo sustituir estas convicciones que te impiden avanzar por otras más productivas.
¿Qué es una creencia?
Una creencia es algo que admitimos como verdadero sin haberlo verificado. Normalmente vienen del pasado, en ocasiones de la infancia y, como sería imposible verificar todo aquello que creemos, utilizamos generalizaciones. La educación que hemos recibido juega un papel determinante en relación con nuestras convicciones futuras.
Sin nuestras convicciones o creencias, la “realidad” sería como un queso gruyere, es decir, estaría llena de agujeros. Este tipo de ideas están muy enraizadas en nuestra mente, nos aportan seguridad y nos ofrecen una representación aparentemente sólida da la realidad.
Son las gafas que utilizamos para ver el mundo, si los cristales son oscuros o claros, nítidos o borrosos nos influirá, porque nuestro universo personal se basa en ese prisma. No es lo mismo ver el mundo bajo el cristal de la confianza que bajo el de la desconfianza y el temor constante, por ejemplo.
Según la antropología, en nuestro pasado remoto, las generalizaciones podían marcar la diferencia entre una larga vida o una muerte rápida. Si nuestros ancestros no hubieran identificado un león con peligro, hubieran durado poco. Sin embargo, en el siglo XXI nuestros miedos, válidos en situaciones que implicaban riesgo físico, ahora nos limitan en situaciones donde el riesgo solo es psicológico. Y nos limitan sin que lo sepamos porque actúan en un plano inferior a la conciencia, es decir, sin que nos demos cuenta.
Somos lo que creemos.
Nuestro cerebro recibe cada día una gran cantidad de información, para simplificar, tendemos a identificar cada experiencia con otras anteriores similares, con sensaciones, recuerdos… esta identificación elimina las características particulares de cada experiencia, así nos resulta mas fácil conectarla con un recuerdo.
Por ejemplo, si durante la infancia tuvimos una gran amiga americana, podríamos tender a pensar que las americanas son buenas amigas (todas en general) y cuando nos presenten a alguien de ese origen nuestra predisposición será muy positiva, eso lo detectará la otra persona y facilitará el crear una buena relación, con lo que nuestra creencia se reforzará.
El problema surge cuando relacionamos experiencias que solo tienen una parte en común y nos limitan.
Si en algún momento nos mordió un perro de raza doberman, podríamos pensar generalizando que esta raza de perro (o los perros en general) no son de fiar y extremaremos precauciones en el futuro, incluso podríamos llevar la generalización a todos los animales evitándolos, cuando la realidad es que un perro concreto y único fue quien nos mordió.
Ni que decir tiene que cuando un perro detecta nuestra incomodidad tiende a responder de forma poco amistosa.
De algún modo podemos decir que “creamos lo que creemos”. Nuestros comportamientos actúan sobre nuestras creencias y también al revés.
PARTE II: ¿Cómo eliminar creencias limitantes?
A continuación te presento un sistema de seis pasos para conseguirlo:
1.- Detección.
Una creencia no es buena o mala en sí misma. Todos convivimos innumerables convicciones, unas nos “empoderan” y otras nos limitan o crean interferencias entre nosotras y nuestros objetivos.
Se trata de detectar aquellas creencias que realmente nos impiden avanzar y deseemos cambiar.
Te habrás encontrado con algunas cuando dices cosas como “soy capaz de…” o “yo no puedo…” o bien “si fuera capaz de… podría…”.
¿Qué creencia sientes que te está limitando?
¿En qué te limita concretamente?
Divide una hoja de papel en tres columnas y anota en la primera una lista relacionando los perjuicios que te genera el pensar así.
2.- ¿Cómo se generó esa creencia?
Las creencias están basadas nuestra interpretación de hechos pasados. Intenta recordar la situación que le dio origen. Hacerlo te ayudará a darte cuenta de que sí, puede tener una base real (o tal vez no), pero no por ello debe bloquear tu presente porque se refiere a un hecho concreto.
3.- Identifica qué beneficios te aporta.
Lo creamos o no, toda creencia nos aporta algún tipo de beneficio, consciente o inconscientemente. Al principio es difícil darse cuenta de ellos, pero si profundizas los encontrarás.
Hace un par de semanas, en una sesión de coaching una clienta me comentaba que quería armonizar su vida profesional con la personal y empezamos a trabajar en los horarios de trabajo que se marcaba. Me decía que no era capaz de salir de la oficina antes de las diez de la noche si no había dejado absolutamente todos los asuntos resueltos, y eso ocurría casi a diario. Cuando empezamos a profundizar, se dio cuenta de que con esa creencia obtenía a cambio el reconocimiento de su jefe y la preocupación cariñosa de su madre y de su pareja, en realidad le encantaba recibir ese tipo de atención. Se quedó perpleja cuando asoció un extremo con el otro.
Ocurre algo curioso y es que muchas personas están de algún modo “enganchadas” a los beneficios de la creencia. Que por un lado las limita pero por otro les aporta beneficios que valoran.
Toma de nuevo la hoja de papel y anota en la segunda columna los beneficios de tal creencia.
4.- ¿Qué pasaría si esa creencia no existiera?
Imagínate sin tu creencia, siendo libre.
¿Cómo sería tu vida?
¿Qué beneficios obtendrías? Pueden ser de tipo económico, social, bienestar personal y familiar, promoción profesional…
Visualízate.
Si, por ejemplo, tienes miedo a hablar en público, imagínate ante un auditorio con personas escuchando atentamente lo que tienes que decirles.
Recréate en esa idea. ¿Cómo te hace sentir?
Por último, escribe en la tercera columna con qué nuevo escenario te encontrarías si te liberaras de la creencia.
5.- Haz balance y decide.
Ahora toca valorar, analiza cuidadosamente lo que has escrito.
¿Qué columna pesa mas para ti, la primera o la segunda?
Es importante que entiendas de forma clara la situación para poder tomar una decisión consciente. Llevas mucho tiempo “dejándote llevar” sin tomar las riendas en este asunto.
Es una decisión difícil que debe ser tomada desde la responsabilidad y el compromiso contigo mismo porque, en cualquier caso, tú decides.
6.- Primeros pasos.
Si has tomado la decisión de dejar atrás la creencia limitante piensa:
¿Cuál es el primer paso que puedes dar?
¿Por qué nuevo hábito positivo puedes sustituir la vieja creencia limitante?
Te propongo algo, haz la prueba de implementar el nuevo hábito por un tiempo, por ejemplo, un mes, y después valora los avances que has realizado en ese período.
Salir de la zona de confort siempre cuesta, pero es el único modo de avanzar. Con comodidad no hay avance.
Visualiza de vez en cuando en los beneficios que tendrás cuando dejes atrás esa vieja forma de pensar ¿Verdad que vale la pena el esfuerzo?
Las creencias son un verdadero freno en nuestras vidas tanto a nivel personal como profesional. Si necesitas ayuda adicional, pídela.
Recuerda que eres dueñ@ de tu vida. Convierte tu libertad en valor.
Isabel Gómez, es Mentora y Coach Profesional en www.isabelgomezl.com .
Licenciada en Ciencias del Trabajo, Master en Marketing, MBA y Emprendedora vocacional.
Isabel ayuda a profesionales que se encuentran estancados o insatisfechos y desean dar un paso adelante en su carrera desarrollando sus competencias profesionales. Si deseas recibir su ayuda personalizada, solicita una sesión estratégica aquí http://www.isabelgomezl.com/trabaja-conmigo/