En el ámbito del emprendimiento ocurre con excesiva frecuencia, la tasa de mortandad infantil empresarial alcanza a tres de de cada cuatro nuevos negocios que no sobreviven a los tres primeros años de vida. Aunque las causas pueden ser muy diversas y de diferente naturaleza, no está de más reflexionar sobre la persistencia a la hora de ver resultados.
Siempre me ha encantado la historia del bambú japonés, ya que ilustra muy bien determinados momentos que todos tenemos en la vida en los que, por mucho que trabajemos en pos de algo, las cosas no acaban de rodar como esperamos.
En algunas de estas ocasiones abandonamos con excesiva celeridad. Trabajar arduamente sin recoger frutos puede llegar a ser frustrante, y cuando esto ocurre lo más fácil es tirar la toalla y comenzar un nuevo proyecto.
Esto no tiene que ver con aferrarse a una idea que ha demostrado su falta de viabilidad. Estamos hablando de otra cosa.
Sin embargo, en otras ocasiones no nos damos por vencidos. Y cuando eso ocurre suele llegar un momento en el que empezamos a notar que algo se mueve, que los “brotes verdes” que asomaban tímidos empiezan a aparecer y crecer de forma imparable. Es en ese instante cuando el trabajo empieza a dar sus frutos.
Para ilustrar este momento la analogía que más me gusta es la del bambú japonés, cuyo cultivo requiere grandes dosis de paciencia.
Durante sus primeros siete años de vida no veremos aparecer nada sobre la superficie de la tierra, hasta tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber sembrado unas semillas defectuosas o de haber cometido algún tipo de error.
Pero durante el séptimo año, y durante un período de sólo seis semanas, la planta de bambú empieza a crecer hasta llegar a una altura superior a los 30 metros. ¿Podemos decir entonces que el bambú tarda sólo seis semanas en crecer? No, para que eso ocurra son necesarios siete años y seis semanas.
Durante los siete primeros años de aparente inactividad, el bambú desarrolla en silencio un complejo entramado de raíces que le permitirán sostener las ramas futuras.
Este aprendizaje lo podemos trasladar a nuestra vida cotidiana y a nuestros proyectos profesionales, en los que en ocasiones buscamos soluciones rápidas, queremos éxitos inmediatos y nos olvidamos de que todo proyecto necesita un tiempo de asentamiento y crecimiento interno.
En esos momentos es bueno recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que mientras sigamos trabajando y no abandonemos por no “ver” inmediatamente el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro de nosotros. Estamos creciendo, madurando, y muy probablemente en un breve plazo empezarán a aparecer otros “frutos” visibles porque con frecuencia, es cierto que “el que resiste gana”.
Recuerda que eres dueñ@ de tu vida, convierte tu libertad en valor.
Isabel Gómez, es Mentora y Coach Profesional en www.isabelgomezl.com .
Licenciada en Ciencias del Trabajo, Master en Marketing, MBA y Emprendedora vocacional.
Isabel ayuda a profesionales que se encuentran estancados o insatisfechos y desean dar un paso adelante en su carrera desarrollando sus competencias profesionales. Si deseas recibir su ayuda personalizada, solicita una sesión estratégica aquí http://www.isabelgomezl.com/trabaja-conmigo/