Es muy común que cada día al despertarnos revisemos el pronóstico metereológico o miremos por la ventana para ver cómo está el clima. En otoño e invierno solemos exclamar «qué feo está el día!», eso que es tan cotidiano nos afecta mucho a nuestra predisposición a cómo partimos y cómo viviremos las próximas horas. Aún más les afecta a nuestros niños porque, en un segundo y con sólo una frase, se imaginan que será un día aburrido, en el cuál estarán encerrados sin poder correr ni jugar al aire libre.
Cómo revertimos esto y le damos una oportunidad al cielo gris y a las bajas temperaturas?
- Primero es importante no hacer un juicio, o sea, eliminemos el feo, fome, que lata de nuestro vocabulario y sólo lo definiremos tal y cómo está: ventoso, lluvioso, nublado e incluso, puede ser más positivo, qué rico como la lluvia limpia el aire, me encanta el sonido del viento y de las hojas, etc. Ya con eso, todos tenemos una sensación más agradable de lo que estamos viendo y sintiendo.
- Segundo, aprovechar el clima para cambiar el ritmo de nuestro hogar. Estar más juntos, reunidos haciendo algo, cocinando, acurrucados viendo algo entretenido, haciendo manualidades. Sin duda, se pueden hacer actividades igual de entretenidas y que desarrollen más aún el vínculo y la creatividad. Y en el futuro, serán adultos que se acordarán con una nostalgia amorosa de esos días en los cuales se estaba en la casa, comiendo algo rico (ahí cada una elige qué hacer, hoy en internet se encuentran muchas recetas de opciones saludables y a la vez exquisitas, como sopaipillas al horno o queques integrales). Cuando yo era chica me acuerdo mucho del olor a eucaliptos que emanaba de la estufa a parafina, y pucha que es rico quedarse con esos olores y vivencias para siempre, que te llevan al recuerdo más profundo de amor y protección.
- En tercer lugar las incentivo a hacer algo distinto. Atreverse a salir al patio y a la calle, con ropa adecuada, los beneficios en los niños de saltar sobre las hojas secas; chapotear en las pozas de agua; tocar la tierra húmeda; oler el pasto mojado son muchos más, que quedarse encerrados por el miedo a que se resfríen. Y a la vuelta, un rico baño de tina y el panorama fue perfecto.
Entonces la invitación queda hecha a vivir estas estaciones desde el agrado, la cercanía y los detalles que sin duda, marcarán los recuerdos de nuestros hijos para siempre y crecerán con la oportunidad de darse cuenta de que, sin importar las variables meteorológicas, cada día tiene su lado amable, y sólo depende de uno, sacarle el máximo de provecho a lo que hay.
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