Tu madre te conecta con la vida, es el puente para acceder a mayoría de tus experiencias como mujer adulta.
Míralo de este modo; en tu inconsciente está el vivo recuerdo de haber tenido la relación más simbiótica que jamás volverás a tener con otro ser humano en tu vida, ni con tu pareja, hijos o amigas, lo vivirás. Es el vínculo que viviste con tu madre cuando habitaste su vientre, donde tenías todo lo que necesitabas y querías a libre disposición.
Ahí conociste la incondicionalidad, y luego por situaciones de la vida, la olvidaste, quizás tu madre no fue quien deseaste o necesitaste, aun así, ella estuvo para ti de la única forma que podía según sus recursos internos y su propia historia.
Hoy te toca aceptar que tu madre te abrió la puerta a la vida, y que la relación que puedas tener con ella ahora, es el reflejo de cómo está tu vida, ya que la madre representa:
-tu éxito,
-tu relación con el dinero,
-tu pareja y
-tu cuerpo.
Cómo miras a tu madre es cómo miras tu vida, por eso, es fundamental sanar este vínculo, sanar la herida materna, que aparece cuando:
-tú madre no tiene recursos internos para acompañarte en tu desarrollo,
-no te proporciona protección,
-no te guía emocionalmente,
-aparece más bien como una enemiga en tu vida, intenta controlarte, a través de la culpa o criticando tus decisiones y despierta en ti el deseo de no verla más o vivir lo más lejos posible.
Esto último lejos de ser una solución, solo trae más dolor y resentimiento, pues no logras llevar a tu madre a tu corazón, tomar la vida que ella te traspaso y hacerte responsable de tu experiencia, en alegría y libertad.
Como mujer adulta, tu puedes decidir seguir luchando contra tu madre y todo lo que representa para ti, o aprender a llevar una relación con límites saludables y aceptar que ella, ya te dio lo máximo que tenía para ti, la vida, y del resto, ahora te encargas tú.
Irina Duran Martínez Psicóloga de Mujeres
Viña del Mar
Foto Portada : Photo by Wayne Evans from Pexels
Read moreHoy me han hecho llegar un video de unos minutos de conferencia de un ex-deportista que cuenta cómo su madre fue su gran apoyo incondicional en la vida y él no supo apreciarlo hasta que ella murió. Lo contó en una charla en un colegio, y los asistentes quedaron muy emocionados. No me extraña.
Yo es algo que he tenido muy claro desde hace muchos años. Mis padres han sido, y hasta que llegue su momento de transición de dejar el cuerpo lo siguen siendo, mi gran apoyo. Su amor incondicional me ha otorgado siempre las alas para poder seguir mi camino, aunque conllevara no ser nada convencional, convivir con la incertidumbre diariamente y tomar grandes riesgos. Algo que a través de mí les he forzado a aceptar, aunque en algunos momentos hubieran deseado que yo tuviera una vida más normal y con más seguridades, como todos los padres quieren para sus hijos. Aun así, jamás han dudado, me han cuestionado ni ha flaqueado su apoyo. Les estoy y les estaré siempre agradecida por ello.
Como tengo una gran consciencia de lo efímero de la vida aquí, justamente nunca me arriesgué (como el del video abajo) a que se fueran de ese mundo sin saber cuánto apreciaba su dedicación y amor por mí. Así que en numerosas ocasiones les he agradecido (humildemente) lo que su apoyo en los momentos más difíciles de mi vida y su incondicionalidad han supuesto para mí, lo esencial que ha sido su comportamiento en poderme convertir en la persona que soy hoy, haber llegado a la paz de la que disfruto y poder dedicarme a la labor que hoy realizo.
La última fue la semana pasada. Mi padre está mayor y su salud es delicada. La semana pasada cogió un vuelo a Latinoamérica para apoyar a su otro hijo… Cuando me despedí de ellos en el aeropuerto susurré a mi padre al oído, por si era la última vez que le veía: “Papá, no sería quien soy hoy sin vosotros, sin todo lo que habéis hecho por mí”. Él me miró con la mirada emocionada y me sonrió mientras se encaminaba al avión. Sé que se lo llevaba en su corazón.
Autora: Mónica Esgueva
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