Finalizando este año académico quisiera compartirles una reflexión a propósito de los enormes logros que pude percibir en los alumnos que me rodearon este 2018 que ya nos deja.
Creo que el «premio al esfuerzo» ha sido subvalorado estas últimas décadas restándole la importancia que merece por el siempre bien ponderado «premio a la excelencia académica» o alumno con el perfil idóneo que mejor calce con ese colegio. Apreciar este rasgo tan fundamental en un alumno me parece vital y movilizador para esta sociedad que valora el fin o producto más que el proceso, no obstante poseer esta cualidad puede llevar a alguien a la luna…literalmente, puede hacer que las personas se sientan mejor, sean más cariñosas, comunicativas, y en consecuencia empoderadas.
Creer que se puede, es creer en uno mismo y en la posibilidad de crear la forma más astuta e imaginativa para lograr las metas. Con esta cualidad se desarrolla la creatividad, la autoestima y también la inteligencia emocional. Ninguna meta cae lista del cielo, hay que pasar por obstáculos, decepciones y montones de inconvenientes, para luego comenzar a percibir progresos y satisfacciones que estimulan hasta alcanzar lo propuesto. Es por eso que acompañar, retroalimentar y reconocer a alguien en este proceso de superación es fundamental, ahí el buen ojo del profesor y la conexión con el hijo o hija.
En mi labor profesional la gran mayoría de las veces he debido reacomodar planificaciones para dirigir actividades que potencien la confianza en uno mismo. Los alumnos luego de trabajos, tareas y largas jornadas escolares, más toda la gama de relaciones que se viven dentro de un establecimiento educacional, hace que fácilmente caigan en un modo de monotonía, negatividad y desaliento cuando se sienten desmotivados por no comprender ya sea un contenido o una metodología de enseñanza, por lo que debo como educadora volver a señalarles la parte lúdica que también tiene cada actividad o aprendizaje para atraerlos y cambiar su estado de desaliento..Y es ahí donde algunos deciden no poder lograrlo u otros que por el arte de la nivelación comienzan a ver logros, y eso da inicio a un círculo virtuoso donde no hay límites.
He sido testigo de logros titánicos, emocionantes y otros lentos pero seguros y cada uno de esos logros ha dejado en mis alumnos como mayor enseñanza que: cuando se quiere se puede, al menos en el plano académico (y seguramente también en el laboral). Y es ese rasgo el que se debe premiar y reconocer por el colegio, profesores y padres.
Está bien ser el mejor, sin embargo es aún más bueno ser mejor que yo mism@.