Tal Ben-Sahahar, psicólogo y famoso por haber creado por primera vez un curso sobre felicidad en la Universidad de Harvard, plantea que para manejar adecuadamente el estrés tenemos que practicar la recuperación. En una de sus charlas dijo: “El estrés no es el problema, el problema es la falta de recuperación.” Se refería a la falta de espacio que damos a instancias que nos permiten recuperar la energía que las demandas, altas o bajas, de la vida cotidiana nos quitan. El problema es no parar.
Ben-Sahahar sugiere practicar la recuperación en tres niveles. A nivel micro, significa parar por unos minutos cada una a dos horas, a respirar, a conversar sobre algo liviano con alguien, a mirar la naturaleza unos minutos, tomarse un momento para agradecer las cosas buenas, etc. A nivel intermedio, significa dormir 7 a 9 horas cada día, realizar actividad física dos a tres veces por semana, sentarse a la mesa y comer con calma al menos una vez al día, tener instancias de vinculación positiva con la familia o con amigos un par de veces a la semana, realizar alguna práctica espiritual, etc. A nivel macro, la recuperación significa tomarse una, dos o tres semanas de vacaciones un par de veces al año.
Ahora que empiezan las vacaciones de invierno tienes una tremenda oportunidad para recuperar energía, y también para empezar a practicar hábitos de recuperación micro e intermedia. ¿Por qué? Porque cuando estamos sin tantas presiones es más fácil incorporar rutinas nuevas, podemos poner más atención y ser más consistentes. Te proponemos primero reflexionar, ¿cuánta recuperación micro e intermedia practicas generalmente?
Luego revisa el plato de la mente sana, que propone Daniel Siegel:
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Actividad física: Se recomienda 30 minutos todos los días, pero aunque sea menos, de todas maneras ayuda. No es necesario que sea un deporte exigente, puede ser caminar, bailar, subir un cerro. Es muy importante que sea de tu agrado para la consistencia.
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Dormir bien: Esto significa 7 a 9 horas diarias, no hay excepciones. Con menos horas el cerebro no alcanza a recuperarse, y las siestas no reemplazan las horas perdidas durante la noche.
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Tiempo interior: Algunos minutos para estar contigo mismo/a, meditar, respirar de manera consciente, orar, escribir tus pensamientos, agradecer, conectarte con la naturaleza.
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Tiempo de Ocio: Algunos momentos breves de dejar la mente divagar, soñar, recordar momentos agradables, imaginar, o pensar en superficialidades que te agraden. OJO: si la mente se enfoca en las preocupaciones o en problemas no sirve, eso se llama rumiar, y es fuente de mayor estrés.
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Tiempo de juego y humor: Hay miles de formas de jugar o de traer el humor a la vida.
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Cultivar tus relaciones: Tener momentos de conexión con otros, sean familiares o amigos. Pueden ser conversaciones o hacer algo juntos.
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Realizar actividades que te apasionen o tiempo concentrado: tener momentos en que realizas una actividad en la que sientes que el tiempo vuela, que te apasione, en la que usas tus habilidades. Pueden ser actividades relacionadas con tu trabajo, aprender algo nuevo, leer un libro, o algún hobby que te permita desarrolalr competencias.
Identifica cuál de los 7 hábitos te resultaría más fácil incorporar o aumentar en tu vida. Comienza de a poco, con lo que te resulte más fácil.
Luego ponte una meta, realista pero a la vez que te exija. Agenda cuándo practicarás tu nuevo hábito. Revisa cada semana cómo vas. Ajusta si es necesario.
Practicar este hábito durante las vacaciones con frecuencia probablemente te facilitará que cuando comience el segundo semestre te resulte más natural seguirlo cultivando, y que pase a ser parte de tu repertorio de estrategias de recuperación.
Recuerda, el estrés no es el problema, el problema es no saber recargar nuestra energía para funcionar óptimamente, y eso es en gran medida una decisión.
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