ENSEÑANDO LA AUTOCOMPASIÓN EN NUESTROS HIJOS

La mayoría de las veces hablamos de cómo mejorar la autoestima en nuestros hijos, cómo reforzarlos y con eso cómo ir formando en ellos esa ansiada autoestima positiva. Este último tiempo me he dedicado a leer y reflexionar acerca de cómo este es sólo uno de los pasos para poder ayudarlos en su formación. Al ver a mis adolescentes en la consulta, me he dado cuenta que quizás nos falta el paso nuclear y más importante: enseñar en la autocompasión.

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Si buscamos en google, todo aquello que se relaciona con el ser autocompasivos, se lee desde una mirada negativa. Normalmente se alude a que al serlo con nosotros mismos nos ponemos en un rol de víctima, como si esta palabra significara un constante lamentarse por uno mismo, que poco nos ayuda para movernos frente al sufrimiento. Vivimos en una sociedad que no nos permite estar mal, que nos empuja a tener una mirada positiva y salir adelante, y si bien esa es una parte fundamental para poder mirar mi realidad desde otra perspectiva, poco nos enseña de cómo debemos abrazar el sufrimiento. La autocompasión no se trata de sentir lástima por uno mismo o hacerse la víctima. La autocompasión nos enseña a comprender ese sufrimiento para poder avanzar. Pero, ¿cómo logramos abrazarla si solo nos criticamos a nosotros mismos? ¿cómo logramos superarlo si no logramos aprender y crecer de esos momentos difíciles? ¿cómo logramos sentirnos capaces de sobrellevar aquello que me toca vivir si mis auto diálogos van en la línea de no poder tolerar la frustración y fracaso?.

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No puedo dejar de pensar en lo poco nos han enseñado a tratarnos bien a nosotros mismos. Que poco hemos hablado de cómo debemos mirarnos, querernos y entendernos. Sabemos lo que le diríamos a un mejor amigo en una situación difícil, pero sin duda nos perdemos cuando se trata de hablarnos a nosotros mismos en un momento de vergüenza, tristeza o desesperación. Nuestra voz interna se vuelve juzgadora y crítica, y lo que es peor, aún pensamos y sentimos que todo aquél que nos mira, nos juzga y nos critica de la misma manera que lo hacemos con nosotros mismos. Nos hemos olvidado de enseñar una mirada vulnerable de nosotros mismos, una mirada amiga que no solo permite abrazar el sufrimiento, sino también revela nuestro verdadero ser. Una mirada que nos permite aceptarnos como somos, con nuestros defectos y virtudes, y que nos ayuda a avanzar para ser cada día una mejor persona.

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En mi consulta tiendo a ver a adolescentes, niños o padres paralizados frente a la mirada o juicio de otro, y entonces con tal de no exponerse a eso evitan todo tipo de situaciones. Adolescentes que no dicen lo que piensan, por miedo a que los otros los vean como tontos, mamás que no se atreven a decir que a veces están cansadas por miedo a esas otras madres que puedan verlas como malas madres, niños que no se atreven a decirles a sus mejores amigos que no molesten al de al lado porque ese mejor amigo puede reírse de ellos o apartarlo. Y entonces nos ponemos evasivos de esas situaciones, y con eso autocríticos al no sentirnos capaces de poder mostrarnos tal cual somos. Queremos ser perfectos a los ojos del otro, sin darnos cuenta que esos “ojos del otro” son mis propios ojos, mis propios miedos, mis propios juicios. Entramos en un círculo vicioso de evitar ser juzgado para juzgarnos de la manera más dura posible a nosotros mismos, que finalmente nos lleva a sentirnos incapaces de decir o mostrar lo que pienso o lo que soy. Terminamos paralizados frente al mundo, incapaces de abrazarnos, querernos y mimarnos a nosotros mismos, como lo haríamos probablemente con nuestro mejor amigo.

Las emociones y situaciones difíciles son parte del contrato que tenemos con la vida, no es posible tener un trabajo importante, construir una familia, hacer del mundo un mejor lugar, sin estrés y sin malestar, estas emociones son sin duda parte del recorrido y el aprendizaje para tener una vida significativa. Y como lidiar con ellas, como nos hablamos a nosotros mismos desde una mirada autocompasiva y como logramos mirarlas desde otro lugar es parte de poder sobrellevarlas y aprender.

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La autocompasión es poder cuidarse y ser amable con uno mismo. La investigadora Kristin Neff identifica tres componentes importantes. El primero es la amabilidad, ser comprensivo y compasivo con uno mismo al sentirse incompetente, inadecuado, poco atractivo, poco inteligente, etc. Sentimientos que uno tiene en el día a día y que no hay nada de malo en tenerlos y vivirlos, muchas veces luchamos porque nuestros hijos o nosotros mismos no nos sintamos de esa manera. Sin embargo, siendo autocompasivos se torna más fácil de sobrellevar y se aprende. El segundo componente es la humanidad, y consiste en revertir la tendencia a aislarnos cuando estamos sufriendo, pensando que “sólo a mi me pueden pasar estas cosas”. En la actitud auto-compasiva hacemos lo contrario, tomando perspectiva y recordando que nuestro sufrimiento es compartido por muchos, y más aun, que la imperfección y el dolor es parte de la experiencia humana. Finalmente, el último componente es el que ella denomina mindfulness, que se entiende como la capacidad de poder observar abiertamente nuestra experiencia sin identificarnos con ella. Desde una actitud auto-compasiva logramos tomar una perspectiva balanceada de nuestras emociones, de manera que nuestro dolor no es negado o reprimido, pero tampoco nos identificamos completamente con él sintiéndonos paralizados.

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Necesitamos trabajar en nuestra autocompasión y ayudar a nuestros hijos en ella. Aprendamos a decirnos a nosotros mismos frases cariñosas “todo va a pasar” “lo hice lo mejor que pude, aunque no resultó” “puedo equivocarme y con eso aprendo”, etc. Alejemos los juicios a nosotros mismos “no valgo nada” “soy muy mala mamá, amigo o jefe” “no sirvo para esto”, estas frases solo nos detienen y paralizan, nos dan miedo. Finalmente poder desarrollar la autocompasión, nos entrega mucho más estabilidad que nuestra autoestima, que tiende a oscilar frente a las distintas miradas del otro. Si logramos querernos y tratarnos a nosotros mismos como tratamos a nuestros mejores amigos, lograremos la aceptación y desde ahí podemos tener un punto de partida potente para poder querernos, con errores, sufrimientos, con pasar vergüenzas, enfrentando las distintas situaciones, sin miedo a equivocarnos.

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Porque, finalmente si nos equivocamos ¿qué sería lo peor podría pasar?. Si aprendemos a ser autocompasivos probablemente podríamos cuidarnos y ser comprensivos con nosotros mismos, aprendiendo del error y confiando que tengo las capacidades de salir adelante…..ineptamente, tontamente, inadecuadamente, genuinamente….como sea lo logro, me atrevo, me quiero.

“Si tu compasión no te incluye a ti mismo, es incompleta” -Jack Kornfield.

María José Lacámara – Conoce más AQUI

joselacamara@gmail.com

Instagram: @joselacamarapsicologa

 

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