Desde que traspasé la frontera de los 40 proliferan a mi alrededor comentarios sobre “retoques milagrosos”. Personas que, al llegar a esa puerta imaginaria hacia la “madurez” se plantean parar el tiempo a golpe de botox.
Pero qué queréis que os diga….Yo me miro en el espejo y me gusta más lo que veo de lo que me gustaba a los 18, cuando me observaba a través de unos ojos sin arrugas, pero con unos filtros llenos de inseguridades, miedos e inexperiencia.
Me gusta lo que hay. Sin trampa ni cartón. Con mis arrugas (de reírme casi todas) porque me veo con la seguridad de quien ya aprendió a conocerse y a quererse tal cual. Valorando que cada línea de expresión representa una experiencia, una risa, una lágrima, una emoción. Y, esta autoconfianza ganada con cada aprendizaje y cada batacazo, esta belleza que sale de dentro, ha sido mejorada de forma progresiva con el bisturí de los años y seguirá mejorando seguro con cada cana y con cada arruga, cada vez más profunda, de reírme todavía más.
Y es que, como decía Shakespeare, “de todos los conocimientos posibles el más sabio y útil es conocerse a uno mismo” y gestionarse de forma productiva después 😄
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