¿Le ha pasado alguna vez ir por la calle, cruzar distraído/a y no ver que un auto se acerca rápidamente? ¿O haber almorzado sin poder recordar después qué fue lo que comió? ¿O ir a jugar un fin de semana con sus hijos a la plaza, sin poder sacarse de la cabeza las obligaciones que deberá cumplir cuando vuelva el lunes a trabajar? ¿O llenarse de juicios y pensamientos negativos (“no soy capaz”, “esto me supera”) cuando está enfrentando un acontecimiento estresante, ya sea en el trabajo, con la pareja o los hijos?
Quizás ha sentido que le faltan cosas para vivir plenamente. Puede ser que considere que necesita más dinero, reconocimiento, salud, serenidad o lo que sea para poder algún día descansar y ser feliz. O puede ser el caso contrario: que sienta que le sobran demasiadas cosas molestas como para permitirse vivir su vida con plenitud ahora mismo.
Vivimos con la ilusión de que cuando tengamos todo lo que nos falta y nos deshagamos de lo que nos sobra, finalmente llegará la felicidad. Pero las cosas no funcionan de esa manera. Podemos llevar treinta, cincuenta u ochenta años buscando lo mismo, pero seguiremos sintiendo que la vida no es suficiente y que la felicidad se escapa, mientras continuamos intentando las mismas soluciones de siempre, aumentando la insatisfacción y el sufrimiento.
Sin embargo, hay un camino que permite cultivar una forma distinta de vivir y de relacionarnos con lo que nos sucede. Un camino que ayuda a no dejar pasar los buenos momentos que ocurren en la vida cotidiana, y a no alimentar el sufrimiento cuando vivimos momentos difíciles.
Ese camino es la práctica de mindfulness.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de mindfulness? Para comenzar, es importante saber que este término, cada vez más difundido en el mundo, se ha traducido al castellano como “atención plena” o “conciencia plena”. Otra traducción es “presencia plena-conciencia abierta”, realizada por el reconocido científico chileno Francisco Varela.
¿Qué quiere decir esto? La posibilidad de estar atentos y abiertos al momento presente, sin interferir nuestra experiencia con prejuicios o pensamientos sobre lo que “debería” o “podría” ser. Según el experto en mindfulness, Christopher Germer, la experiencia de mindfulness implica tres elementos: 1) estar conscientes 2) del momento presente 3) con aceptación. Si falta cualquiera de estos tres podríamos decir que no se trata de una experiencia de mindfulness, sino, como algunos la han llamado, de “mindlessness”, inconsciencia o estado de “piloto automático”: cuando la mente divaga de un lugar a otro sin estar conectada en lo más mínimo con lo que está pasando aquí y ahora. Cuando estamos en piloto automático, anticipamos lo que pasará imaginando escenarios futuros (catastróficos, la mayor parte del tiempo) los que probablemente jamás llegarán a ocurrir (ponemos “forward” a nuestra mente). O bien, nos vamos al pasado (apretamos “rewind”) rememorando lo que pasó e imaginando lo que “podría” o “debería” haber ocurrido.
Dicho de otra manera, el cuerpo siempre está aquí, haciendo cosas: levantándose en la mañana, haciendo el desayuno, preparando el café. Mientras tanto, uno está pensando en 80 mil cosas. El cuerpo, entonces, se mueve en piloto automático. Es como un vehículo sin conductor o una casa deshabitada, porque la mente está muy lejos de allí.
Cuando uno vive en modo “piloto automático” es mucho más fácil dejarse llevar por patrones automáticos de comportamiento que pueden ser perjudiciales para nosotros y los demás. Por ejemplo, dejarse llevar por la rabia y gritarle a quien queremos, arrepintiéndonos después. O devorarnos el refrigerador por la ansiedad que sentimos cuando hemos pasado un mal rato. O mantenernos corriendo entre una actividad y otra, sin respiro ni descanso, pensando que así lograremos controlar el mundo y bajar nuestro estrés, logrando justo el efecto contrario: estar cada vez más estresados y agobiados. Cuando apretamos “Forward” constantemente, anticipando futuros catastróficos, la ansiedad se hace nuestra compañera habitual. Por otro lado, cuando ponemos “rewind”, solemos cultivar quizá sin querer, una íntima amistad con la culpa, la rabia y el resentimiento. Es por esto que ser conscientes del piloto automático es tan importante para comenzar un camino de mayor salud y bienestar. Es el paso que nos permite ser conscientes de nuestros hábitos mentales, y de las verdaderas emociones que estamos cultivando día a día con nuestros pensamientos y acciones.
¿Le ha pasado conocer a una persona, preguntarle su nombre y olvidarlo tan pronto lo ha escuchado? ¿O romper o echar a perder cosas justo cuando está más apurado? Esos también son ejemplos de “mindlessness”.
Con la práctica de mindfulness nuestra atención puede ser dirigida hacia el presente, sin quedarnos “enganchados” en el pasado o futuro y sin resistirnos constantemente a lo que nos sucede en el presente. La práctica de mindfulness puede ayudarnos a “dar un paso fuera de nuestro condicionamiento para poder ver las cosas más frescamente”[1], como dice el psicólogo Christopher Germer.
Complementando estas ideas están las definiciones realizadas por otros autores. Por ejemplo, el maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh dice que la práctica de mindfulness “es mantener viva la conciencia en la realidad presente”[2]. El psicólogo estadounidense Daniel Goleman, por su parte, señala que mindfulness sería “estar frente a la desnuda realidad de la experiencia, observando cada evento como si estuviera ocurriendo por primera vez”[3]. Jon Kabat-Zinn lo ha definido como “prestar atención de manera particular, con un propósito, en el momento presente y sin juicios mentales”[4]. Y el psicólogo español Vicente Simón dice que es “la capacidad humana universal y básica que consiste en ser conscientes de los contenidos de la mente, momento a momento”[5].
La práctica de mindfulness no tiene nada que ver con dejar de ser quienes somos o con abandonarlo todo e irnos al monte a meditar. Por el contrario: es un camino abierto y dispuesto en todo momento para todos quienes deseen comenzar a relacionarse consigo mismos y con lo que sucede en sus vidas de una manera más directa, menos interferida por los juicios, opiniones y críticas.
Pablo Neruda, nuestro reconocido poeta, describe manera intuitiva y lúcida la invitación que nos hace la práctica de mindfulness:
A Callarse
Ahora contaremos hasta doce y
nos quedaremos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra,
no hablemos ningún idioma;
por un segundo, detengámonos;
no movamos tanto los brazos.
Será un minuto fragante,
sin prisas, sin locomotoras;
todos estaríamos juntos
en una quietud instantánea.
Los pescadores del mar frío
no harían daño a las ballenas,
y el trabajador de la sal
miraría sus manos rotas.
Los que preparan guerras verdes,
guerras de gas, guerras de fuego,
victorias sin sobrevivientes,
se pondrían un traje puro
y andarían con sus hermanos
por la sombra, sin hacer nada.
No se confunda lo que quiero
con la inacción definitiva:
la vida es solo lo que se hace,
no quiero nada con la muerte.
Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte.
Tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.
Ahora contaré hasta doce
Y te quedarás quieto.
¿Parece difícil? En realidad es algo muy simple y que todos hemos vivido en algún momento. Cuando nace un hijo, cuando viajamos a una cultura o país diferente, cuando estamos en la naturaleza. Estoy segura que cada uno de nosotros ha vivido alguna experiencia de estar completamente presente en el momento alguna vez. Lo que conoceremos en las próximas columnas es como cultivar esta capacidad, para que la posibilidad de estar atentos y conscientes se haga más frecuente y profunda. Todos invitados.
[1] GERMER, SIEGEL & FULTON (2005), “Terapia Cognitiva para prevenir recaídas en depresión”
[2] NHAT HAN, T. (2000): Las claves del zen. Madrid: Editorial Neo Person, p.11.
[3] GOLEMAN, D. (1996): The meditative mind. Nueva York: Paperback, p.20.
[4] KABAT-ZINN, J. (2004): Vivir con plenitud las crisis. Barcelona: Ed. Kairós
[5] SIMÓN, V. (2007): Mindfulness y Neurobiología en Revista de Psicoterapia, XVII (66-67): 5-30, p.8.