Antes de ser mamá tenía muy claro que primero sería mujer y luego madre, que no quería que la maternidad me absorbiera dejando de ser Ana para ser “la mamá de…”. Luego entendí que las cosas son mucho más profunda y están enraizadas y entrelazadas de una manera tan fuerte que era imposible seguir siendo simplemente Ana.
Ya no podía elegir entre ser mujer o madre porque ya era mujer-madre, todo junto. La maternidad es intrínseca, es tan parte de una que no se puede separar, es como querer separar un brazo del cuerpo.
La maternidad implica reformular prioridades, reinventarse y redefinirse como mujer-madre, lo que NO quiere decir que las mamás no tengamos vida propia, sueños propios o que hayamos perdido parte de nuestra esencia, por el contrario quiere decir que hemos sumado y ganado, que la bella oruga ahora tiene alas que la acompañarán hasta el día de su muerte y más allá.
Quiere decir que no importa lo que pase, de ahora en adelante siempre seremos un nuevo ser, aún cuando los hijos ya no estén físicamente nunca podemos volver a ser lo que fuimos porque la metamorfosis fue tan grande y el caos tan bello que siempre serán parte de nuestra historia, de nuestro ser y estar.
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Fuente: mamaminimalista.net
Maestranda en Psicología Positiva Aplicada y experta en Mindfulness, Inteligencia Emocional y Crianza con apego.
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