¡Mamá, ¿cuándo me van a poner frenillos?! Esos y tantos otros deseos que tu también tuviste

Mane Cárcamo presenta una lista de las extrañas cosas que anhelábamos cuando chicos más que cualquier otra cosa en el mundo. ¿Un yeso, anteojos, en serio?

Son divertidos los niños. Esos que todos fuimos. Soñábamos con cosas de las que hoy escaparíamos y odiábamos otras que actualmente añoramos con ansias.

Y los niños cambian, pero no tanto. Lo he visto en los míos. Me piden las mismas cosas que les rogaba yo a mis papás en 1987 y que me hace entre mirarlos con ternura e ira. Y acá van algunos de sus “deseos” que también tuve y que NO ENTIENDO POR QUÉ:

1. ¿Mamá cuando me van a poner frenillos?

Ese afán por tener una ferretería completa en la boca es algo que les fascina a los niños. Tengo una niñita de 8 años que cuenta los días para que le instalen esos aparatos que no te dejan comer choclo ni cilantro con paz en el alma. Uno los espera como la llegada del Viejo Pascuero hasta que te los ponen… y ahí el amor y la ilusión se acaban. Y más cuando los padres vemos el presupuesto de cuánto cuesta enderezarle la dentadura al cabrerío. Créditos de Consumo vengan a mí. Es así.

2. ¡Quiero anteojos!

Creo que aquí hay una diferencia con la época de los que crecimos en los 80. Usar anteojos hoy si tiene su lado cool y gracias a Dios los diseñadores han hecho un real esfuerzo y tener unos hoy dejó de ser sinónimo de la Gertrudis del curso. Usé anteojos entre octavo y segundo medio y de verdad agradezco a los que alguna vez me sacaron a bailar en una fiesta por ese gran acto de bondad. Merecen el Nobel de la Paz. Hoy los niños tienen muchas opciones y la industria óptica se ha apiadado de ellos. Así es que en este punto apaño las ansias hipsters de usarlos y las aplaudo.

3. El famoso yeso

Esta ilusión infantil nunca la cumplí. No sé si porque mis huesos son más fuertes que vaya enyesada o porque era más sedentaria que cobradora de peaje. Pero tener yeso era un sueño de la pubertad. ¿Qué es eso de querer quebrarse y andar inmovilizado? Mirábamos con envidia a la que caminaba por el recreo con su yeso cual modelo Elite. Pero asumamos que la mejor parte era el rayado con lápices chillones que te tenía que hacer todo el curso. Mucho corazón y palabras Village en la zona afectada. Chica popular garantizada.

4. Trencitas “caribeñas”

Este look femenino en verdad era para un sector más pudiente que podía viajar fuera del país y plagarse la cabeza de diminutas trenzas que las hacían durar ojalá hasta marzo para lucirlas lo más posible. Pero las que teníamos cero posibilidad de subirnos a un avión y con suerte hacíamos escalopa en el quinto sector de Reñaca, no estábamos perdidas y había esperanza para nosotras. Siempre había una prima buena onda que nos regalaba toda una tarde para hacernos las famosas trenzas y cerrarlas con lana. Todo muy a la moda como verán. Hoy veo a las niñitas con el mismo gusto, agregándole extensiones con colores y conchitas. Bo Derek aún vives en nosotras.

Y a continuación un par de «antideseos» de la infancia que hoy, como adultos, anhelamos más que nunca:

5. El no querer dormir siesta

Hoy cada día con mayor curiosidad me pregunto por qué odiábamos la siestaaaaaaaaa. Bueno esto es algo que no deseábamos, en realidad. Típico que nuestros papás nos mandaban a dormir un ratito y para nosotros era un castigo, un suplicio, un verdadero sacrificio del terror. Un clásico del 24 de diciembre “Juanita… ¿por qué no duermes un ratito para esperar las doce?” Y eso era LO peor que nos podían decir en la vida. Hoy pagaríamos por media hora de siesta diaria en silencio, aunque fuera sentados en el baño de la oficina, porque una siesta hoy en un lujo que pocos, verdaderamente muy pocos se pueden dar.

6.El odio por la higiene

Hacer que los niños se duchen es más difícil que lograr que los parlamentarios vayan a las sesiones del Congreso. Un amigo me comentó que cuando chico prendía la ducha, se quedaba sentado esperando que pasara un tiempo prudente, se mojaba los pies para simular humedad en el piso del baño y después salía muy campante del baño cual Míster Músssculo. Hoy eso no ha cambiado en los niños, pero los adultos medianamente normales le agradecemos al Creador poder bañarnos. Es más, para muchos si no nos lavamos el pelo diariamente es como si no nos hubiésemos levantado. En cambio la higiene y la niñez no se llevan bien. Eso es un hecho.

El mundo cambia, las tecnologías, los modos y las formas infantiles. Pero algunas cosas no cambiarán probablemente nunca. Y eso es bonito, porque aunque a veces nos sintamos a kilómetros de distancia de nuestros hijos, cuando pelean por ponerse “al medio” en nuestras camas todo vuelve a ordenarse y sabemos que iPhones más o iPhones menos, siempre reconoceremos parte de nuestra niñez ahí.

¿Y tú, qué otros deseos clásicos de la infancia recuerdas?

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

 

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