Después de un acto eleccionario tan importante como el que se desarrolló en nuestro país, es interesante preguntarnos ¿qué rol juega la educación en la sostenibilidad de la democracia y el respeto a los derechos humanos en una sociedad? Y en concreto, ¿cómo puede el aprendizaje socioemocional contribuir al desarrollo de una ciudadanía responsable en nuestra juventud?
La escuela es quizás el primer lugar en que niños y niñas experimentan la convivencia en diversidad, y participan también en un proceso de internalización de normas y expectativas sociales de una cultura determinada, fuera del hogar. Entonces hay una gran oportunidad de fortalecer, a través de estas experiencias de vida social, dos ámbitos fundamentales de competencias socioemocionales para el ejercicio responsable de la ciudadanía. Uno es la conciencia social y el otro, la toma de decisiones responsables.
La conciencia social, o que algunos llaman también conciencia de otros, tiene que ver con la capacidad de comprender que otras personas tienen perspectivas diferentes a las mías, entender las motivaciones y objetivos de otras personas, y respetar y valorar la diversidad. Esto parece bien alejado de lo que vemos hoy en los medios de comunicación y redes sociales, en las discusiones políticas. Parece ser que los adultos no nos estamos dando cuenta de la importancia que tiene nuestro comportamiento en la enseñanza implícita de estas competencias para la ciudadanía. Hemos observado comportamientos entre adultos, que bajo cualquier reglamento de convivencia escolar serían considerados violencia verbal o acoso. Este respeto y valoración de la diversidad, se sustenta en algo más profundo que los buenos modales, que es reconocer nuestra común humanidad. Cuando tomamos conciencia de que como seres humanos es mucho más lo que nos une que lo que nos divide, entonces las diferencias no son una amenaza. Así, cuando dos compañeros que son fanáticos de dos equipos de fútbol opuestos, descubren que ambos quieren estudiar lo mismo, o que disfrutan la misma música, o que han sufrido experiencias similares, encuentran un puente que los conecta, aún por encima de las diferencias que pueden tener, y eso permite que haya un respeto mutuo. ¿Pero cómo se pueden conocer dos estudiantes a un nivel tal, en que podrían encontrar esos espacios comunes? La escuela debe generar espacios de conexión a nivel personal, más allá de lo académico, con garantías de seguridad, para que las y los estudiantes puedan mostrarse auténticamente a sus compañeros sin sentirse amenazados. No basta con obligar a dos compañeras que se caen mal a hacer un trabajo, si eso no se intenciona de manera adecuada puede resultar en un desastre. Favorecer espacios de cuidado, no es lo mismo que forzar relaciones. Favorecer espacios de cuidado requiere tiempo, calma y paciencia; e idealmente empezar desde los primeros años. Nuestros niños y niñas viven experiencias muy fuertes en sus vidas, y cuando se minimizan creyendo que el mundo infantil no entiende o acepta las cosas como lo hacemos los adultos, sólo estamos profundizando el trauma. Al hacerlo modelamos precisamente lo contrario de la conciencia social, no siendo capaces de tomar la perspectiva de los niños, niñas y adolescentes.
Quizás lo más difícil para los adultos es lidiar con las emociones incómodas o dolorosas de las y los estudiantes, las cuales normalmente tratamos de arrinconar y dejar bien guardadas en un cajón, por temor al “desborde”. Es cierto que se requiere preparación, pero tampoco es algo tan complejo cuando de verdad somos capaces de ver estas emociones como naturales y parte importante de la experiencia humana. Puede ser que en el dolor sea donde más conexión sentimos con otros. Eliminarlo de la vida en comunidad, sea en la familia o en la escuela, es privar a los niños, niñas y adolescentes de oportunidades para practicar la empatía, la compasión y la colaboración.
La toma de decisiones responsables es quizás el ámbito más desconocido del aprendizaje socioemocional, porque parece como un ejercicio cognitivo alejado de las emociones.Hoy en día sabemos que no existe tal división entre cognición y emoción. La toma de decisiones responsables implica el uso de funciones ejecutivas muy importantes y que principalmente ocurren en nuestra corteza prefrontal, tales como la regulación emocional, la planificación y la decisión. Tomar decisiones responsables es tomar decisiones, analizando las consecuencias, y con criterios de cuidado por uno mismo, por otros y por el mundo. Esto requiere que tengamos conciencia de nuestros criterios éticos en primer lugar, y por lo tanto el desarrollo de una capacidad de analizar los valores sociales que me rodean, y un autochequeo para ver cómo los integro, hasta qué punto me identifican o no. La toma de decisiones responsables es un proceso autónomo, que los sistemas autoritarios en las comunidades escolares no favorecen plenamente. Cuando el foco está puesto en que los estudiantes obedezcan las normas por que si, y cuando el cuestionamiento es mirado como una falta de respeto, no hay espacio para la autonomía, para que los estudiantes tomen cierta distancia y examinen la norma y la hagan propia. Eso es un proceso de internalización, que acompañado por los adultos, puede ser muy beneficioso para la integración social. Lo relevante es que los estudiantes decidan acatar una norma porque les hace sentido. Por eso es muy recomendable que las normas sean explicadas siempre con una cierta lógica o racionalidad y que se conversen, sin temor al cuestionamiento, especialmente con los adolescentes. Pedirles a ellos que definan algunas normas que sí les hagan sentido. Al hacerlos partícipes de la construcción de la institucionalidad de su comunidad escolar, estarán ensayando el ejercicio de su ciudadanía con responsabilidad. Esto no se trata de un co gobierno ni que los estudiantes decidan todo, por el contrario, es buscar un cauce para las inquietudes, sueños y aspiraciones de las y los estudiantes, fortaleciendo su capacidad de pensamiento crítico, juicio y perspectiva.
La educación cívica es mucho más que hacer votaciones para elegir directivas de curso y centros de alumnos. La formación de una ciudadanía responsable requiere de dar muchas oportunidades para la práctica de competencias de conciencia social y toma de decisiones responsables. Elevar la voz de los estudiantes, tomar su perspectiva, involucrarlos en las decisiones y crear espacios seguros para el encuentro en la diversidad son prácticas fundamentales para formar ciudadanos responsables.