Desde tiempos inmemoriales algunas manifestaciones sobre el amor han terminado por ser una alusión poética a lo que se entiende por enamorarse, sin embargo, la ciencia lo explica con base en estudios. Las famosas mariposas en el estómago, el corazón acelerado, el rubor en la cara, las manos temblorosas y la sensación de felicidad que nos embarga ante la presencia o el solo recuerdo del ser amado, se corresponden con datos científicos sobre el amor.
Sí, según datos de la ciencia, el amor se manifiesta en hormonas, sustancias bioquímicas y expresiones físicas que ocurren cuando nos sentimos enamorados, no obstante, hay quienes piensan que el amor no es más que un impulso básico y determinativo en la vida de las personas.
¿Qué dice la ciencia al respecto? Hay datos que demuestran científicamente su existencia y sus variaciones.
Hay diferentes posturas científicas, aunque todas coinciden en que el amor encierra una serie de manifestaciones, medibles y objetivas.
1. El vínculo del amor surge a partir de la secreción de ciertas sustancias.
Helen Fisher, antropóloga e investigadora del tema, afirma que hablar del amor no es más que referirse a un impulso básico. Es posible identificar en el cerebro de la persona enamorada gran cantidad de feniletilamina, sustancia responsable de los cambios fisiológicos como taquicardia, sudoración y mejillas sonrosadas.
2. El amor es una especie de droga, capaz de generar adicción a quien la experimenta.
Al enamorarse y segregar dopamina se produce excitación, placer y sensación de plenitud. Enamorarse activa las mismas áreas que cuando la persona ingiere alcohol o fuma tabaco.
3. El amor a primera vista existe.
La atracción física es la liberación de dopamina que en el caso de los hombres activa las áreas visuales y en el caso de las mujeres las auditivas, de modo que ellas se enamoran según lo que escuchen y ellos según lo que vean.
4. El ser amado es objeto de obsesión.
El efecto de los neurotransmisores como la dopamina y la norepinefrina que se activan con el enamoramiento nos lleva a focalizar nuestra atención en el ser amado. Se activan áreas de la memoria que nos permiten recordar hasta detalles ínfimos, el amor se intensifica y nos volvemos obsesivos con esa persona, objeto de nuestro amor.
5. El amor es ciego.
Las regiones del cerebro del lóbulo frontal, implicadas en el razonamiento y la lógica se desactivan en la fase de la pasión inicial, por ello se habla de la ceguera de quien está enamorado.
6. Los amores contrariados se vuelven los más arraigados.
La dosis de dopamina, la hormona del amor, aumenta con la adversidad, lo que se conoce como el efecto Romeo y Julieta, por eso cuando hay obstáculos el amor se robustece. Los amantes sienten más intensamente la atracción, debido a que la dopamina es también la hormona de los logros y al no alcanzarse el objeto amado se segrega con más intensidad, por ello muchas veces las pasiones se desbordan.
7. La llama del amor se desvanece.
Con el transcurrir del tiempo, la secreción de dopamina empieza a disminuir, esa embriaguez que produce la química del amor deja el paso a lazos de afecto, que se originan en calma y sosiego. Es el amor maduro el que surge, por ello si sentimos que se acabó la magia, es el amor que está evolucionando.
8. El dolor de la ruptura.
Al separarse o experimentar la ruptura, esos primeros días lo sentimos como un dolor físico, nos falta el aire y tenemos una gran ansiedad. Es la caída de la feniletilamina, y esto es literalmente un síndrome de abstinencia. ¿La recomendación? Manejarse como con las adicciones, cero contactos, suprimir cualquier estímulo que le recuerde al ex y comer chocolate. Sí, leíste bien, este alimento es rico en feniletilamina, por eso te sentirás mejor.
9. Del amor al odio solo hay un paso.
Según estudios, el amor y el odio, cuando se trata de parejas, están íntimamente ligados porque producen las mismas sustancias, de ahí que solo baste un detonante para pasar de un sentimiento al otro con relativa facilidad.
10 La experiencia sexual en la mujer aumenta las posibilidades de enamorarse.
Durante el sexo se activan las áreas de liberación de dopamina, lo que resulta considerablemente más extensa en la mujer, 70 por ciento más grande que en el hombre, esto explicaría que la mujer se involucre afectivamente con mayor frecuencia después de un encuentro sexual.
¿Y tú, qué piensas de esos datos?
Extraido de: Editorial Phronesis
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Read moreEn las últimas semanas nuestro país y miles de compatriotas han padecido las graves consecuencias ocasionadas por los incendios forestales. Intencionales o no, hemos visto la fuerza implacable del fuego que lo destruye todo a su paso, generando dolor y pérdidas.
Así también hemos visto como las redes sociales se han “incendiado” por momentos, llenándose de comentarios y juicios basados en el odio, muchas veces infundados, generando una atmosfera de desconfianza, temor y resentimiento.
Si bien la mayoría de nosotros no tenemos los medios para colaborar directamente apagando el fuego de los bosques, si podemos hacer una gran contribución al conocer y manejar nuestro propio fuego interno, para no terminar quemando aun mas nuestras confianzas, que son la base del tejido social que nos sostiene y que permitirá levantarnos una vez más como país.
Todos nosotros, por el hecho de estar vivos, tenemos fuego en nuestro interior. Las experiencias que nos suceden en la vida son las chispas que encienden nuestro fuego. Tenemos una pelea con nuestra pareja: una chispa enciende nuestro fuego. Tenemos un mal día en nuestro trabajo: otra chispa enciende nuestro fuego. Surge un peligro como el de los incendios recientes, y estos son una chispa más que enciende nuestro fuego interior.
En sí mismo, nuestro fuego interno no es el problema, sino lo que hacemos con él. Manteniendo la analogía con el fuego exterior, podemos decir que el fuego en sí mismo, bien manejado, no es dañino. A lo largo de nuestra evolución como especie, nos ha permitido cocinar, temperar e iluminar nuestros hogares y mantenernos libres del peligro de los animales que nos acechaban. El fuego es constructivo cuando podemos hacerle un debido espacio y contenerlo. Pero cuando el viento sopla muy fuerte, las brasas pueden volar lejos y las llamas pueden crecer hasta provocar un incendio que lo destruye todo. Así también, cuando nos dejamos llevar por el odio, podemos usarlo para dañar a otros, como lamentablemente hemos observado en las últimas semanas.
Hay algo que podemos hacer para evitar que el fuego que tenemos en nuestro interior incendie nuestra vida y la de quienes nos rodean. Si bien, por el hecho de estar vivos no podemos evitar que nos ocurran ciertas experiencias dolorosas (como el dolor de la pérdida de un ser querido, o el perder todas las posesiones en el caso de los afectados por los incendios), ni tampoco podemos evitar que dentro nuestro surja una reacción a ese dolor, sí podemos elegir lo que hacemos con lo que surge en nosotros. No se trata de destruir la energía de nuestras pasiones y sentimientos, ni tampoco de negarla o reprimirla. Se trata más bien de darle un cauce consciente.
Por eso, estemos atentos a nuestro propio fuego interior en esta circunstancia de crisis. Que la chispa de tu dolor no encienda el fuego de tu odio. El odio es un fuego que lo destruye todo, comenzando por el corazón del que lo padece. Si criticamos a quienes supuestamente se han dejado llevar por el odio, e intencionalmente han iniciado estos incendios, no hagamos nosotros lo mismo con nuestra alma.
No se trata de ser ingenuos. Todos sentimos miedo, rabia, tristeza, impotencia. Más aun quienes han sido directamente afectados, y con toda razón. Estas son chispas que encienden nuestro fuego. Pero si no las cuidamos con atención y conciencia, corremos el riesgo que terminemos quemando lo que más amamos.
Este fuego nos pertenece. Es responsabilidad de cada uno de nosotros conocerlo, cuidarlo y darle un cauce consciente. Es nuestra tarea cuidar como hablamos, como actuamos, a que elegimos ponerle énfasis: a la ayuda oportuna o a la crítica destructiva.
Observemos las chispas que encienden nuestro fuego hoy y no permitamos que arrasen con todo lo que amamos. Cuidar nuestro país también pasa por cuidar nuestro fuego interno y elegir como lo utilizamos.
Bárbara Porter J. Psicóloga Clínica PUC
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