5 cosas que solo pasan en la familia (y que debemos cuidar)

Artículo publicado originalmente en El Definido

A raíz de la triste situación de tantos niños que han sido vulnerados en sus derechos en Chile, Mane Cárcamo nos recuerda las razones de por qué es tan importante la familia y por qué debemos velar por protegerla como sociedad.

Hace unos días leí una entrevista a la neuróloga infantil y directora de la Fundación para la Prevención de la Violencia infantil (Previf), Laura Germain, que aparte de confirmar todas las situaciones terribles y tristes que ocurren en el Sename, pone en la palestra la urgente necesidad de hacer visible, revitalizar y enaltecer a la familia.

Germain cree que lo que más daña a los niños del sistema actual es “que no son nada. Los niños no tienen identidad en ese tipo de instituciones. Todo esto que hablamos de la necesidad del vínculo del niño en una familia, de ser alguien, que tiene que tener a alguien que lo guíe, una persona que le dé afecto. Nada de eso existe en el sistema actual. Ese daño es para todos los niños”.

La crisis del Sename tal vez no es solo una crisis de recursos, de expertos, de gestión del Estado, tal vez es ante todo una crisis de amor, de afecto, de entender que los niños no necesitan “funcionarios acreditados a cargo”, sino ante todo personas que sean capaces de vincularse con cada niño en un ambiente cálido, acogedor… básicamente familiar.

Dicha entrevista me hizo pensar que no por nada la palabra “hogar” viene del latín “focus” que es de donde viene la palabra castellana “fuego”. En el hogar, en la familia, todo el calor y la bravura del fuego se hacen patentes. Y es en torno al fuego, que ocupaba un lugar central en la casa y por necesidades de luz y calor, donde los integrantes se congregaban. En la familia ocurren cosas que no pasan en ningún otro lugar, no es un modelo copiable, no acepta imitaciones. Tiene ese “qué se yo” que hace que la mayoría de los seres humanos anhelen una. Y no cualquiera, una feliz. Y feliz no quiere decir perfecta, porque evidentemente esa no existe. Feliz para mí quiere decir que todos los días ese grupo humano lucha por quererse más, por cuidarse con mayor detalle, por estar ahí para aplaudir los éxitos y abrazar sin decir nada cuando vengan fracasos. La definición que iré haciendo a continuación puede sonar al “decálogo” de tarjeta de cumpleaños o película de Disney. Algunos me leerán y dirán “pobre ave ilusa, no existen las familias así”.

Claro tal vez no existen las que cumplan con todos estos requisitos, pero podría apostar que tu familia al menos tiene algún ingrediente de lo que viene a continuación.

  • En la familia uno descansa, aunque el lugar físico no sea ni el más cómodo, ni el más lujoso, ni el más espacioso. Esa sensación de llegar al hogar y sentir que “ese es nuestro lugar” es tan misterioso como inexplicable.
  • En la familia las peleas pueden ser dantescas, explosivas, incluso hirientes, pero se dan en un contexto que cuando el amor es lo que la orienta, esas discusiones pasan al olvido, vuelven las risas, las tallas, aunque hayan significados llantos y desilusiones, incluso aunque sepamos que esas guerras peligrosas pueden volver a estallar. Pero es en familia y eso permite que el vínculo tenga una resistencia mayor a cualquiera que se le parezca.
  • En familia se da un perfecto matrimonio entre aceptación de la diferencia y la exigencia cariñosa. Habrán personajes que son centros de mesa, intelectuales, deportistas, sensibles, observadores, desordenados y detallistas. La familia es como un gran rompecabezas en donde cada pieza es distinta, pero necesaria. Y además de querernos tal cual somos, también nos invitan a mejorar lo que es corregible, lo que nos hace mejores personas, los que nos permitirá soñar en grande.
  • En familia aprendemos a leer el mundo como sólo esa familia sabe leerlo. No hay una familia igual a otra. La familia nos entrega un filtro particular (del cual después podemos desprendernos), para entender a nuestro entorno, establecer nuestros límites, definir el marco valórico que orientará nuestros actos, gozar la vida, entender aquellas cosas que nos mueven y motivan. Es en esa tropa donde recibimos nuestra primera carta de navegación, que muchas veces nos ha salvado del naufragio total.
  • En familia sabemos que nos pueden mostrar muchas tarjetas rojas frente a nuestros pastelazos, pero que nunca nos echarán del partido. Nos leerán la cartilla cuando estemos perdidos, nos quitarán el piso si es que estamos equivocados, pero por muy grande que sea el condoro ellos estarán ahí… pase lo que pase. Y eso la hace imprescindible.

La lamentable situación de tantos niños vulnerables en nuestro país debería abrir una reflexión acerca de cómo la sociedad apoya la formación de familias para que puedan tener las condiciones básicas para poder construir lo anteriormente descrito. Si el mundo que nos rodea generara redes de educación para pololeos sanos, trabajos que permitieran vivir dignamente a quienes se lanzan en esta aventura, no castigara la maternidad (e incluso la celebrara), permitiera la conciliación laboral y familia, otro gallo cantaría.

Y también en donde nosotros influimos cabe preguntarnos: ¿aporto a que aquellos con los que me relaciono puedan darle tiempo, amor y dedicación a sus familias? ¿Promuevo un estilo en donde los vínculos afectivos sean la prioridad por sobre los resultados de la pega, la productividad y el éxito?, ¿o soy de aquellos que critica el sistema con grandes posteos, quejas afiebradas en Twitter, extensas sobremesas, pero cuando tengo la posibilidad de cambiar el mundo en mi lugar de trabajo, en el lugar que influyo, mantengo sistemas abusivos en contra de la familia?

Grandes preguntas y desafíos que al menos a mí me dan mucho para pensar.

Magdalena Cárcamo – Periodista

Fuente: www.eldefinido.cl

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